Rosa de Invernadero,
Asi era ella, o mejor dicho, asi le habían hecho creer que era, hermosa, unica, especial, impoluta, perfecta, inalcanzable. La habian criado en el mas perfectos de los mundos, con vestidos bonitos y fiestas espectaculares, rodeada de presidentes de importantes empresas, medicos prestigiosos, abogados honorables y distinguidas señoras.
En ese mundo de fantasia vivió, atendida, cuidada, como la mas hermosa de las rosas, fertilizada, regada, con miles de jardineros velando por su bienestar, dentro de sus cuatro paredes de vidrio, en su propia caja de cristal, observando la realidad, pero creyendo que esta jamás llegaría a ella, caundo en realidad, lo unico que la separaba de la vida cotidiana y las dificultades propias del mundo era una fina capa de cristal.
Nada podia alcanzarla, eran ella y su hermosura, solo las dos dentro de la caja de cristal. Muchos se acercaban a ella, pero atraidos por su hermosura, a ella le gustaba ser el centro de atención, su amiga Vera si que la queria a ella y no a su hermosura, o a sus riquezas, pero Rosalie la mantenía algo alejada, era la persona mas cercana a ella, pero de todas formas no penetraba su coraza.
Hasta que un dia, alguien rompió esa caja de cristal, sin permiso, sin autorización, al principio se sintió invadida, como por la fuerza, pero pronto se resigno, y hasta se alegró de que el, su osito como lo llama hasta hoy en dia, la hubiera liberado, porque el la quiere a ella y no a su hermosura, porque el, asi, inperfecto como es, la ama, el, con su pasion por los deportes, competencias, y juegos, el, con su oscuro cabello enmarañado, el con su sonrisa con oyuelos y su risa atronadora, el, divertido, simpatico, a veces ingenuo y a veces perspicaz, el valiente mejor dicho temerario, el, orgulloso de su fuerza, el, eterno adolescente, el la ama, y solo eso importa, el la habia confundido con un angel, a el no le importa su ego, ni que se pase horas frente al espejo, ni su indiferencia, ni la poca frecuencia de sus sonrisas, a el no le intesresa nada de eso, el es feliz jugando a las carreras con ella, el es feliz caminando descalzo en el pasto, cuando ella lo besa, es feliz con cosas tan simples y naturales como una tarde soleada, con la promesa de nuevas aventuras, con reirse un rato ya le alcanza, y es que junto a el aprendió, que no se necesitan lujosos vestidos ni espectaculares fiestas, tampoco se necesitan cuidados execivos ni una caja de cristal, que de nada sirve aislarse, si al final, puede que allá afuera en el mundo real, se encuentre la felicidad.
