Hola a todos, aquí yo con un fic un poco, fuerte.
Advertencia y aclaraciones: Esta historia puede contener material no apto para muchas personas. Aunque no hagan caso, están advertidos.
Nada de aquí me pertenece, sólo la trama de la historia.
Espero que les guste.
Ella estaba en uno de sus lugares favoritos, donde le gustaba mostrar piel de más para sentirse libre. No era algo de lo cual estar orgullosa, pero no podía mentir: Le encantaba causar tanta lujuria en tantos idiotas. Y no sólo eso, le encantaba bailar, aunque ese tipo de baile no fuera su favorito.
Mientras ella se encontraba en el escenario bailando y causando alborotos, otra de nuestras protagonistas se encontraba recorriendo todo el lugar, nada más ni nada menos que robando a los mismos idiotas que bailaban por nuestra bailarina nata. Como estaban distraídos mirando a la chica rubia arriba del escenario, esta se acercaba mucho a algunos, excitándolos más de lo que ya estaban metiendo su mano en los bolsillos de ellos. Como son tan idiotas, los dejaba con una gran erección, y con ningún centavo.
Cuando terminó la "presentación" de la primer chica, esta bajo del escenario y entró a los camerinos. Minutos después llegó la segunda chica, con los senos más grandes pues su sostén estaba lleno de billetes.
—Es hora de irnos, rubia. Ya tengo lo suficiente —la susodicha asintió y corrió a vestirse para salir del lugar.
—¡Vaya, Kaoru! Cuanto "relleno" llevas en las tetas —dijo con gracia una chica de más o menos diecisiete años, la misma edad de ellas, que al parecer también iba al lugar de vez en cuando a ganar un poco de dinero.
—Que te puedo decir, Himeko. No ganas si no aprovechas —la chica soltó una risotada antes de que la llamaran para su presentación. Pasaron pocos minutos cuando la rubia volvió, con menos maquillaje y ropa más adecuada.
—¿Estás segura que llevas lo suficiente? Si no, sabes que yo puedo...
—Te lo he dicho un montón de veces, Miyako —interrumpió la pelinegra—. No necesito de tu compasión, sólo de tu distracción.
—Pero no es compasión, yo quiero ayudarte —la morena rodó los ojos, seguido de un bufido de cansancio, e ignorando a la ojiazul salió de los camerinos con dirección a la puerta de salida—. Que mierda... —terminó susurrando, y salió también de los camerinos, detrás de su amiga.
—¡Allí van las ladronas! —gritó de repente un hombre de los muchos que había debajo del escenario. Las dos chicas voltearon sorprendidas y un poco asustadas, dándose cuenta entonces de la sonrisa de satisfacción de la pecosa que se encontraba en el escenario.
—¡Hijas de puta! ¡Prostitutas de mierda! —comenzó a gritar todo el público, y fue cuando las chicas reaccionaron y salieron corriendo del lugar, siendo perseguidas por los guardias. Sabían bien que robar allí era un caos, pues ya habían violado y matado a una compañera suya de hace tiempo por hacer lo mismo. Ese no era un club común, era un club específicamente peligroso.
—No ganas si no aprovechas —susurró la pelirroja que aún seguía en el escenario, disfrutando la imagen en su mente de las dos mujeres en el noticiero, cubiertas de sangre.
—Momoko, la cena está servida —la chica, de dieciocho años recién cumplidos, dejó el libro que estaba leyendo sobre el buró que estaba del lado izquierdo de su cama, y se dirigió a la planta baja de su gran casa, específicamente al comedor.
—Mira hija, lasagna, tu platillo favorito —Momoko vio el plato que su madre le ponía en un lugar de la mesa y trató de hacer una sonrisa sincera, pero sólo le salió una pequeña sonrisita. Su mamá también le sonrió, pero en sus ojos se denotaba la tristeza. Quería que su única hija fuera feliz, pero no sabía como hacerlo.
—Gracias mamá, ¿dónde está Jonathan? —preguntó con su tímida voz.
—Aún sigue en el trabajo. Dice que la compañía ha tenido estanques estos últimos días, pero que ya lo están arreglando —terminó su relato con una sonrisa, y Momoko trató de sonreír, pero pasó lo mismo. Terminaron su cena en silencio, pues la madre de la pelirroja no sabía de qué hablar, y ella tampoco. Subió a su habitación, y pensó en continuar su lectura entre las penumbras, pero comenzó a sentirse ahogada con tanta soledad. se puso encima de su blusa una capucha morada y salió de la casa, sin siquiera decirle a su mamá.
Camino sin dirección alguna, fijándose bien en que calles iba para no perderse, después de todo eran pasadas las once de la noche. Llevaba dos calles cuando se puso a pensar, ¿qué hacía ella, casi a media noche, caminando por la ciudad? No lo sabía, pero tenía un presentimiento de algo.
Llevaba aproximadamente veinte minutos caminando, cuando comenzó a escuchar gritos de hombres y pasos de personas corriendo. Volteó a todos lados tratando de ubicar de donde venían, y en una de esas rápidas miradas reconoció algo perfectamente.
Un callejón común dónde la gente solía tirar cajas de cartón que no necesitaba.
Momoko comenzó a respirar con dificultad, las piernas le empezaron a temblar y las lágrimas amenazaban con salir. Estaba a punto de caer al piso por si misma, cuando dos fuerzas la arrastraron a este sin hacer ningún esfuerzo.
—¡Tienes que ayudarnos! —escuchó que le pedía una voz de chica, un poco infantil, pero quebrada por las lágrimas. No sabía que hacer, le dolía el cuerpo por la caída. hasta que otra fuerza las arrastró a ella y a la chica de la voz infantil al callejón, detrás de un montón de cajas.
Estaba muy asustada, y los recuerdos comenzaron a atacarla sin piedad.
—¡Quédense calladas! —susurró una voz, también de mujer, pero un poco más grave que la otra. Momoko abrió los ojos poco a poco, muy nerviosa, y vio a las dos chicas que tenía delante de ella. Una era rubia, peinada con dos coletas. Tenía los ojos fuertemente cerrados y la mascara corrida por toda la cara. La otra era pelinegra, con el cabello corto hasta los hombros. Sus ojos verde esmeralda rebosaban preocupación—. ¡Miyako, deja de llorar!
—¡Te dije que yo podía ayudarte, Kaoru! —susurro la rubia con desesperación, abriendo los ojos al fin y demostrando su ojiazul, pero asustada mirada—. ¡Ya viste en lo que nos metimos, vamos a morir estúpida!
—¡Moriremos sólo si no cierras esa boca! ¡Cállate! —Miyako sólo atino a hacer lo que su amiga decía, pues tenía razón.
Cuando los matones pasaron por la calle frente al callejón y no las vieron, las tres chicas tuvieron una preocupación menos, pero nunca pensaron en que regresarían a buscarlas allí. Momoko estaba muy asustada puesto que, aunque no tuviera que ver con esas tipas, la matarían igual ya que nadie debía saber que había pasado.
Se hicieron lo más pequeñitas que pudieron en las cajas, con los nervios a tope y un matón en frente de ellas que aún no las descubría. Miyako cada vez respiraba más fuerte, a Kaoru se le dilataban más los ojos del miedo y Momoko estaba temblando mucho. No sabían que hacer, sólo esperaban un milagro.
—¡No están aquí! —gritó de repente el hombre y su compañero llego corriendo con la llamada.
—Tendremos que decirle al jefe, el enviara luego a "los profesionales" —dijo el recién llegado, sacando un teléfono celular de uno de sus bolsillos y saliendo del callejón.
—¿Profesionales? —preguntó con exasperación el otro—. Esos niños sólo saben jugar con las personas, nosotros podríamos matarlas fácilmente.
—Por eso son los profesionales, estúpido —contesto violentamente, volteando a ver a su compañero, que apenas salía del callejón—. Juegan con sus victimas.
Eso fue lo último que Momoko alcanzó a escuchar, pues además de que los hombres ya se alejaban, comenzó a sentir mucho peso en los párpados y, de un momento a otro, cayó desmayada.
Gracias por leer. Por favor dejen un review, se los agradecería mucho.
Posdata: Daliacomecereal y Karla-20, saben que las quiero un montón chicas. Feliz Aniversario de ser las PPG. Las amo.
Hasta pronto, Nadia c:
