Disclaimer: League of legends y sus personajes no me pertenecen
Capítulo 1
De cara a la amenaza
-Esto… no se parece en nada a un pueblo guerrero listo para atacar a los Solari ¿No crees?
-Aun no aprendes a mantenerte en un prudente silencio, elegida- lanzo de madera brusca el hombre mirando desde arriba a la castaña que caminaba al lado de su caballo. La chica con brillante armadura solo suspiró y siguió caminando al lado del ejército de hombres.
El sabio de los Solaris volvió su mirada al pueblo que se abrían ante sus ojos con la enorme entrada de piedra, adornada con flores, que daban la sensación de bienvenida.
Días atrás un mensaje en códigos llegó a Rakkor y al descifrarlo este revelaba una advertencia de peligro eminente. Una amenaza creciente que de no ser tratada rápido los Solari tendría que lidiar con enormes consecuencias para su pueblo.
No perdieron el tiempo y mandaron un ejército bien armados de hombres a las coordenadas dadas, pero al llegar…
-Estén atentos, nuestra fuente es totalmente confiable, que no los engañe la aparecía de este lugar- recomendó el sabio, haciendo que su caballo levantara aún más la cabeza y caminara imponiendo respeto, los demás equinos lo imitaron.
Leona solo arqueó una ceja en incredulidad antes que sus ojos se concentraran en las flores de la entrada.
"Pero que hermosas" pensó mientras la imagen se complementaba con lo demás que la rodeaban. Se podía escuchar la risa de niños jugando cerca y la carcajada de un tipo gordo en su puesto cerca del camino, la fruta que vendía estaba llena de color y de vida. También pudo apreciar lo armoniosa que se veían las casas, de rocas pulidas y techos oscuros.
"Es hermoso"
A medida que el ejército avanzaba por el pueblo el paisaje solo se intensificaba. Más niños corriendo por las calles, hablando entre ellos de los recién llegados pero riendo sin temerles, varias señoras jóvenes también se habían detenido sus quehaceres por el paso de los visitantes, pero no parecían realmente preocupadas, quizás curiosas.
Todos los sentidos de Leona le decían que no había nada de qué preocuparse, aun así estuvo atenta, buscando, pero fuera de una vieja herrería con su dueño forjando una ensaladera no había rastros de militares o milicia. No había visto siquiera un arma en todo lo que camino desde la entrada del pueblo, ni un uniformado, y menos aún alguien que realmente le molestara la intromisión del ejército.
-Oye, tú- habló con autoridad el sabio deteniendo su caballo, dirigiéndose a un hombre bastante corpulento y de barba oscura.
-¿Si, señor? ¿Puedo ayudarle?- las amables palabras del sujeto parecían contrastar bastante con su imagen y la idea de alguien brusco que se había hecho el sabio, se notaba por la cara sorprendida que puso, A leona esto le hizo reír, pero de una audaz mirada de desaprobación de su mayor, esta se contuvo.
-Llévame de inmediato con la mayor autoridad de aquí.
-Nuestro rey, señor- asintió el pueblerino- me temo que no será posible, pues está ausente, pero estoy seguro que nuestra Reina podrá recibirlo.
-¿No tiene un sargento o capitán?- se extrañó el sabio al ser re direccionado directamente a la mujer del rey.
-Tenemos un parlamento, pero al no ver una reunión reciente están dispersos, la única persona que creo le servirá, es nuestra Reina.
-Bien…- cedió alzando la mirada- llévanos con tu reina.
El hombre asintió y rápidamente se excusó con un niño de la mitad de su altura antes de encaminarse dirigiendo al ejército de hombres.
-Increíble…- dejo escapar Leona cuando ya estaban adentro de lo que suponía era el palacio real.
Tuvieron que caminar bastante por el pueblo antes de llegar a un descampado bien cuidado con un camino de piedras para poder ver a lo lejos un palacio, pero ahora estando ya ahí la vista solo mejoraba con cada paso.
Aquí si había soldados, guardias armados, pero era lo de esperar para la seguridad de un palacio real donde se encontraran los líderes del lugar.
Fueron llevados a una enorme sala. El suelo brillaba tanto que prácticamente podían verse en él. Los enormes ventanales del lugar dejaban ver un hermoso jardín y la luz del día los iluminaba sin necesidad de lámparas internas.
Los hicieron esperar unos escasos minutos y la reina fue anunciada antes de entrar. Leona tuvo la sensación que de no haberlo sido no lo hubiera adivinado.
Una mujer delgada, de contextura pequeña, encaró con una sonrisa hacia los sabios presentes adelante del escuadrón. Su cabello era de un rubio apagado, lacio y tenía una mirada amable, aunque llena de confianza, de un color marrón claro.
-Lamento haberlos hecho esperar- comenzó a introducirse- mi nombre es Lucy, Reina de Kanay.
La mujer hizo una pausa mientras se quitaba unos guantes de jardín. Leona podía adivinar el pensamiento de sus superiores ante su mutismo. La reina, lejos de llevar un exuberante vestido o algo que la distinguiera, solo llevaba una camisa de un color rosa pastel y un pantalón blanco, fino, que no llegaba a cubrir sus tobillos. Tampoco llevaba ninguna corona o distintivo real.
Los guantes que se acababa de sacar estaban sucios con tierra, y uno de sus subordinados les hizo el favor de llevárselos con él.
-¿En qué puedo ayudarles?- siguió preguntando la mujer sin importarle las diferentes tipos de miradas que estaba recibiendo.
-Somos guerreros de Rakkor, venimos de…
-Eso ya lo sé- interrumpió la Reina al capitán del escuadrón que hablaba, mirándolo con paciencia y luego dirigiendo su mirada al grupo de sabios- reconozco las armaduras, colores y emblemas. No pregunte quienes son, esa es una pregunta personal que se deben cada uno de ustedes. Pregunte…- repitió, haciendo una pausa, desconcertando un poco a los líderes del grupo- ¿En qué puedo ayudarles?
-Estamos aquí porque recibimos una carta- se animó a hablar Leona viendo como la autoridad puesta de repente por parte de la reina había enmudecido a los demás.
-Leona…- reprendió uno de los sabios por el atrevimiento.
-¿Una carta?- indago la reina.
-Así es… su alteza- agregó algo incomoda por ser el centro de atención y no saber cómo dirigirse a ella.
-Continua, por favor.
-Se nos advierte, en la carta, de un ataque hacia los Solari… un mal eminente para nosotros que viene de aquí.
-¿Un ataque?- preguntó la mujer pareciendo realmente ajena a lo que escuchaba.
-Sí, estamos aquí para investigar… y prevenir- agregó lo último viendo como ella y sus compañeros vestían las armaduras de guerra y portaban sus armas en un claro mensaje de lucha más que de diplomacia.
-Ya veo…- comentó la reina razonándolo con detenimiento- bueno- dijo mostrando una sonrisa despreocupada- no tenemos nada que ver con eso.
-Discúlpeme si tengo mis dudas respecto a eso, Reina- se animó a contestar uno de los sabios- nuestra fuente es muy confiable.
-Entiendo que es desalentador hacer un viaje tan largo como el que realizaron ustedes para encontrar que fue en vano, pero este reino ha estado en paz por…- explicó mirando hacia arriba para recordar la fecha exacta- mucho tiempo. La milicia con la que contamos es meramente de auto protección.
-¿Quiere que creamos que un reino tan grande como este… y rico, no necesita de milicia?
-No lo necesita- aclaró con seguridad- no buscamos conflictos con las naciones de Valoran, ni tenemos sed de poder o de terrenos más amplios. Nuestro reino, como dice, es rico. Y el valle que lo rodea hace realmente imposible para un ejército numeroso adentrarse. Ustedes lo deben haber vivido en carne propia.
Leona sabía que era verdad. Llegar hasta el reino había sido todo un desafío, se perdieron varias veces, casi como si una maldición hubiera caído sobre ellos. Y el viaje tan empinado había sido de lo más agotador. Imposible moverse ya con el número de soldados que traían, no se podía imaginar venir con más hombres.
-Por favor, permitan que se los atienda en el palacio- ofreció de repente la mujer- deben estar agotados y con hambre, aun tensos. Descansen y coman.
A continuación la mujer dio órdenes a sus subordinados y varios de estos dejaron el salón.
-Luego pueden indagar y explorar todo lo que quieran el reino. Mi palabra no los convence, puedo llegar a entenderlo.
-Lamento si la estamos ofendiendo- se apresuró nuevamente Leona.
-Recibieron una alerta y vinieron a corroborar- dijo sin más- no hay que darle tantas vueltas al asunto. Hagan su trabajo. Kanay no tiene nada que ocultar.
-…creo que es una impostora.
Leona había detenido su paso por las calles del reino para un pequeño descanso. Ahora ella y algunos soldados más hablaban con cuidado mientras se secaban el sudor de sus frentes en tan soleado día.
-Es alguien muy extraño para ser una reina. Tiene poder en su voz, sí, y sabe hablar, maneja la diplomacia, se nota… pero- siguió explicando el soldado- no parecía… una reina.
No era la primera vez que lo escuchaba. Inclusive los sabios, que estuvieron aún más tiempo con la reina, dudaban de ella y de su amabilidad.
Habían comido y bebido con desconfianza, pero luego de un tiempo prolongado el ambiente de bienvenida se volvió más ameno. Aun así los rumores entre ellos eran poco favorables para el reino.
-¿Tu qué crees?- se le pregunto a la castaña y esta se tomó su tiempo para contestar.
-Digo que hasta que se demuestre lo contrario… la reina y su reino son inocentes… y no tenemos una verdadera razón para tomarlos como amenaza- sentencio con seguridad.
Llevaban horas paseando por el lugar y no habían encontrado nada. Ni indicios de milicia, ni de un ejército considerable o rebelión.
Las personas en el reino eran muy diferentes entre ellas, pero ninguna llegaba a levantar sospecha para los guerreros.
"Solo es un lugar un tanto extraño, tiene su misterio… y es muy hermoso" pensó comenzando a caminar de nuevo "fuera de eso no creo que debamos…"
-¡La encontramos!
El grupo de soldados fue alertado por uno de sus compañeros, que corriendo salió a su encuentro.
-¡La amenaza! ¡Era real!
Llegaron apresuradamente a las afuera del centro del reino. Por un camino espacioso y cuidado de piedras blancas, subiendo una colina, donde en la cima se dejaba ver un templo acorde con el camino.
Ingresaron por unas enormes puertas de metal resplandecientes, y un enorme patio centrar de arenas blancas los recibió.
Leona distinguió a los guerreros en guardia en la arena, apuntaban y se concentraban en un grupo reducido contra una de las paredes.
Los sabios estaban al lado de la reina y gritaban molestos, esta parecía no inmutarse.
Al acercarse más, copiando la posición de guardias de todos los demás, pudo ver la causa del conflicto… el "quien" del conflicto.
Diana estaba allí.
La elegida de la luna se encontraba a escasos metros de la pared del fondo, siendo rodeada por los hombres cuyas armas le apuntaban, mas, al igual que la reina, no parecía molestarse en absoluto.
Tenía los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre su pecho, escuchando las amenazas y quejas de los sabios Solari.
Leona vio que su paciencia se quebró en un momento y de la nada invoco a su espada, haciendo que los guerreros dieran un paso hacia atrás y se dispusieran a luchar.
-No- fue la sencilla orden de la Reina, ni siquiera un grito, pero la palabra salió clara, haciendo que Diana la observara endureciendo un poco su mirada, mas no se volvió a mover- y recomiendo bajar sus armas también.
Los guerreros, obviamente, no lo hicieron, cargados de desconfianza hacia la campeona.
-Nos ha mentido- acusó uno de los sabios encarando a la Reina- aseguro que no había amenaza hacia nosotros he aquí a la elegida de la Luna escondiéndose en sus templos.
-¿En qué les he mentido?- fue la sencilla devolución.
-¡Escondes al peor de nuestros enemigos! ¡Una amenaza!
-¿Una amenaza?
-De aquí planeara sacar provecho para atacarnos ¡La carta era verdadera!
Leona notaba cierto aburrimiento de parte de la Reina, y su mirada se intercalaba con ella y con la campeona, la cual parecía estar perdiendo la paciencia al ver las miradas de desprecio que recibían de quienes la rodeaban
-¿Diana?- la llamó con confianza la rubia, y esta dejó de observar a los Rakkor para verle- ¿Estas planeando atacar a los Solari en estos días?
La chica contuvo las intenciones de rolear los ojos y contestar con sarcasmo, respiró profundamente y negó con la cabeza.
-No- reafirmó luego del gesto.
La reina entonces volvió a mirar a los sabios, y brindándoles una sonrisa inocente se dirigió a ellos.
-Ella dice que no.
-¡Miente!- aseguró uno de los viejos, y los hombres estuvieron de acuerdo- ¡Esta hereje ha sido una amenaza por mucho tiempo para nosotros! Y ahora aquí, oculta, la hemos encontrado a tiempo, justo antes de recibir otro de sus golpes. ¡No se lo permitiremos!
Se ordenó a los hombres atacar estos al instante se acercaron a Diana, pero detuvieron su paso al ver que la campeona se ponía en guardia.
-No- volvió a ordenar la reina.
-Pero…- se quejó apretando los dientes la de la luna.
-Todos ustedes están dentro de un templo sagrado- les recordó y su voz se volvió más severa- ya es una ofensa muy grande que hayan irrumpido como lo hicieron con sus armas y acusaciones.
-Pues "su majestad"- comentó sin cuidado uno de los viejos- la intromisión terminara pronto.
Ahora los hombres se acercaron y, al ver que la campeona no los atacaba, prosiguieron a tomarlas de las muñecas y quitarle la espada.
Uno de ellos pretendió tomarle del cabello cuando su muñeca fue apresada por una ráfaga de arena, la cual no tardo en solidificarse en una garra. Poco a poco la figura de una enorme gárgola se apareció a su lado, y la lado de esta otras tres más.
Leona tuvo que echar su cabeza hacia atrás para poder contemplar lo enorme que eran. Les parecía familiar. Creyó ver sus figuras en la entrada, como partes de lo que decoraba al templo.
-¡Nos atacan!
-Nadie los está atacando…- comentó con tranquilidad la reina, y era verdad.
Las criaturas se limitaron a liberar a Diana y devolverle su espada. Luego desaparecieron como llegaron, ocupando su lugar de nuevo entre las paredes y columnas del lugar.
-Son los guardianes del templo- explicó la mujer- no tengan duda que saldrán de nuevo a hacer su trabajo… están perturbando la paz del lugar.
Leona no lo había notado hasta que escucho el llanto de un bebe. En los pasillos abiertos, hacia los costados, se podían ver ciudadanos asustados, arrinconados. Algunos adultos cubrían a sus niños. Miraban con preocupación el deshonroso espectáculo que estaban brindando en aquel templo y se sintió avergonzada de aun llevar sus armas en guardia.
-¡Esta hereje debe morir!- siguió bramando el viejo- ¡Es la razón de la amenaza! ¡No nos iremos de aquí hasta tener su cabeza!
Diana cambio la postura, no pudiendo evitar darle al viejo, ya rojo de la ira, una sonrisa burlona.
-Recomiendo esperar sentado- comentó con sarcasmo, recibiendo una mirada de reprimenda por parte de la rubia.
-¡Como te atreves, basura homicida, a siquiera…!
-¡Ya fue suficiente!
Los sabios miraron hacia atrás y también algunos de los soldados.
-Ya fue suficiente- repitió Leona.
-Elegida…- comentaron con desaprobación.
-Nos retiramos del templo- ordenó la campeona, y con estos los guerreros cedieron un poco ante la oposición contra Diana- ahora.
Los soldados siguieron la orden de la castaña casi al instante, sin darle la espalda a la elegida de la luna hasta una distancia segura para ellos, siguieron su camino hasta pasar las puertas del templo. Los sabios tardaron más, pero al verse en considerable desventaja terminaron cediendo.
Leona aún se encontraba de pie en la arena. Era la única Solari que quedaba allí, intercambiando mirada con Diana, llenas de desconfianza por ambas partes.
La de la luna fue la primera en desviarla, haciendo desaparecer su espada y cruzándose de brazos de nuevo, miró a la reina sin decir nada y se adentró en el lugar, desapareciendo por los pasillos del templo.
Solo cuando ya no la vió, Leona se dio la vuelta y se encaminó a reunirse con los suyos.
-¿Qué vamos a hacer?
-Dejar que siga su plan, no lo creo.
-¿De qué plan estamos hablando?
-Ni siquiera hay un verdadero ejército aquí que pueda usar.
-Sus poderes son indescifrables para nosotros, quizás ni siquiera necesita un ejército… si encontró algo aquí que la ayudara.
-El lugar, todo este lugar es extraño.
-Quizás ella manipulo la mente de la reina a su favor.
-No lo creo.
Fue la voz de Leona la que finalmente interrumpió los rumores entre los soldados.
Ya había caído la noche y el grupo decidió acampar a las afueras del reino, entre fogatas, desconfiando ahora de las personas del lugar por lo que habían visto.
La castaña podía ver a los líderes de escuadrón con los sabios, seguramente discutiendo entre ellos como seguir.
-Diana parece obedecer a la Reina y no al revés- aclaró a los hombres, aun mirando la reunión que acontecía cerca de ellos, llamando su atención también.
-Pudo hacernos creer eso.
-Lo dudo… es muy elaborado- volvió a cuestionar la Solari.
-Ellas no parecían sorprendidos de vernos.
-Es verdad- concordó- pero no creo que nos estuvieran esperando tampoco. Sea como sea…- siguió hablando mientras los líderes se acercaban a participar de la charla- no hay nada que podamos hacer mientras ella este dentro del templo.
-Podemos amenazar al reino a cambio de que se la obligue a salir.
-No tenemos los recursos para hacer eso- cuestionó sabiendo que los sabios optarían por algo apresurado con tal de tener a Diana- no somos suficientes para ir en contra de todo un reino, aun si no vemos poder militar no sabemos de lo que son capaces sus civiles… o sus estructuras- agregó recordando a las enormes gárgolas- la reina dijo que no necesitaban un ejército… comienzo a pensar que decía la verdad… pero en más de una forma.
-¿Dices que son capaces de matarnos?
-Digo- hablo tratando de calmar lo que esa pregunta suponía- que no parece ser una buena idea la fuerza bruta… en este caso.
-¿Sugieres diplomacia?
-¿Qué podemos ofrecer?- siguió cuestionando la castaña- La reina y Diana parecen tener algún tipo de… "acuerdo" entre ellas, del cual no sabemos nada, pero es obvio que está de su lado… su reino también. ¿Quién sabe por cuánto tiempo ha estado aquí? No los convenceremos de entregarla.
-¿Y entonces que propones?
Leona paseó la mirada entre sus camaradas tratando de parecer convencida de lo que iba a decir, se animó a hablarles.
-Esperar… esperar y observar- contestó largando un suspiró luego- indagaremos lo que podamos y averiguaremos que ocurre… luego actuaremos.
Pero luego de una semana el panorama para los recién llegados era bastante desalentador.
No solo tenían que interactuar con el reino y sus ciudadanos en busca de provisiones y demás comodidades, sino también tenían que lidiar con el hecho de que estos mismo no aportaban nada a su investigación, más bien parecían recelosos a hablar de Diana, lo que generaba más desconfianza en los guerreros.
Para empeorar las cosas, ese día les llego un mensaje de capital. Necesitaban de su grupo y de los líderes de forma urgente.
Se encontraban en una encrucijada. Todo parecía indicar que deberían dejar el reino pronto, y con esto olvidarse de Diana y el mensaje de la amenaza que esta presentaba.
La reunión para decidir como proseguir fue interminable, y aun finalizada no todos estuvieron conforme.
-Uno de los Solari quiere hablar con usted, majestad.
-¿Mmm?- preguntó la reina de forma distraída, mientras levantaba la vista de las flores que arreglaba ese día.
-Se trata de la campeona, la mujer castaña que detuvo el pleito en el templo.
-Oh, ella- exclamó sabiendo a quien se refería- llévala a la sala oeste, pregúntale si quiere tomar algo y sírvele, me reuniré allí enseguida.
-Así lo hare.
No perdió más tiempo en su jardín y con ayuda de algunas doncellas se alisto para entrar.
Llegó a la sala donde la guerrera se encontraba de pie, obviamente habiendo rechazado cualquier ofrecimiento de bebida o siquiera de tomar asiento.
-Hermoso día ¿No crees?- comentó a modo de introducción la rubia.
-Ciertamente lo es, majestad- contestó la campeona contemplando de nuevo uno de los ventanales del lugar.
-Esperamos que llueva pronto, le hará bien a la tierra.
Leona no supo cómo seguir la conversación y se limitó a asentir. La reina no parecía demandante, de hecho portaba un humor agradable que le dio cierta comodidad al silencio entre ambas.
-¿Querías hablarme?- pregunto la anfitriona, animándola a ir al grano.
-Sí, quería anunciarle que partimos.
-¿Tan pronto?
-Nos necesitan en nuestras tierras.
-Son un buen grupo de guerreros, vivaces y atentos, no dudo de que así sea.
-Muchas gracias- contestó de inmediato, sintiendo la honestidad en las palabras pese a los inconvenientes que sabía habían causado- sin embargo quiero advertirle de nuestras preocupaciones respecto a Diana.
-No estoy preocupada por ella en absoluto.
-Debería.
-¿Debería?
-Así es- contestó sin una pizca de duda, muy seria de repente, lo que hizo sonreír a la reina- temo que desconoce mucho sobre ella.
-Quizás sea así- admitió sorprendiendo por la sorpresa- pero lo que conozco me deja tranquila.
-Quizás entonces deba conocer aún más.
-Quizás entonces debas conocer aún más- repitió al instante sin perder la sonrisa.
Leona se dejó ver confundida se tomó su tiempo para continuar. De alguna forma, y sin que o supiera, la reina había dado lugar a lo que venía a buscar.
-Quiero saber más- admitió la castaña- por eso he venido a pedirle un favor.
-Bueno… acabas de exteriorizar un deseo que va de acuerdo con los valores que rigüe a este reino- explicó con amabilidad- Sea lo que sea que vas a pedirme… puedes considerarlo hecho.
-¿Qué? ¿Ni siquiera sabe de qué va?
-Tu dijiste "Quiero saber más" si ese es tu deseo, entonces no solo yo, sino todo el reino, estará a tu favor… Leona.
La castaña pestaño perpleja, sintiendo muy extraño la mención de su nombre con tanta confianza. Le tomo varios segundos recordar porque estaba allí realmente. Lo que habían decidido en la reunión y lo que había venido a buscar.
-Quiero saber más- reafirmó- y por eso, cuando mis compañeros se retiren hoy, yo no los acompañare. Es mi deseo quedarme en el reino… por más tiempo… de ser posible… si lo permite.
Así se había acordado.
Era imposible para todo el grupo quedarse por mucho más tiempo. Inclusive moverse por el reino sin pasar desapercibido era una tarea ya de por si complicada. Se gastaba más tratando de alimentar a todo un escuadrón que a una sola persona, y si alguien debía quedarse, si alguien podía hacer frente a Diana, como la campeona que era, esa era otra campeona de su nivel.
Leona sabía que al quedar sola en el reino muchos peligros podían acecharla, y aun desconfiaba bastante del lugar, pero no encontró mejor solución que esta.
Informaría de forma seguido a los suyos desde el reino, y podría acercarse a los ciudadanos de forma personal si se movía sola y mostraba simpatía por ellos. Inclusive creía que podía llegar a acercarse a la reina y sacar directamente de ella información sobre Diana.
"Si juego bien mis cartas…"
-Lo permito- contestó de buena gana la reina- puedes quedarte el tiempo que gustes. Se te tratara como uno de mis invitados.
-Oh, no… yo no pretendía que se tome tantas molestias conmigo- admitió algo avergonzada.
-Puedes hacer lo que gustes. Puedes hospedarte si quieres en cualquier lugar de aquí, inclusive te dejo quedarte en mi palacio, tenemos muchas habitaciones y creo que las encontraras reconfortantes - ofreció sin más la rubia.
-Es usted muy amable, pero ya le hemos causado muchas molestias- insistió la guerrera.
-No es una molestia, como ya dije, estamos a tu favor para lo que necesites.
Leona no entendía a que se refería. Aunque las palabras parecían claras, no podía evitar pensar que había otro significado oculto en ellas.
-Entonces, perdone mi atrevimiento de nuevo, pero ¿Puedo hospedarme en cualquier lugar que quiera, inclusive su palacio?- preguntó tratando de ocultar sus intenciones hasta el último momento.
-Así es… parece que ya tienes algo en mente.
-Sí, aunque entenderé si no se me lo permite, y aceptare cualquier sugerencia que me dé- se apresuró a decir educadamente.
-Está bien… ¿En qué lugar piensas quedarte?
-En el templo… quiero hospedarme en el templo.
