Prólogo
París, Francia. 1745
Caminaba con paso apresurado por las oscuras y malolientes calles de París, preguntándose por qué precisamente él tenía que dirigirse de esa forma tan primitiva hacia su objetivo.
Todo estaba desierto y las farolas alumbraban tenuemente las baldosas; hubiera sido muy fácil volar hasta la Maison Lemoine ubicada en el #116 del Boulevard Saint – Germain, pero desechó la idea, y siguió su andar.
Al llegar a la esquina de dicha calle se detuvo. Había algo extraño en el ambiente, algo, además del aroma de su adorada Josephine que podía percibir hasta donde se encontraba, lo cual lo perturbó.
Sin identificar el otro aroma, se acercó a la maison. "Demasiado quieto para mi gusto" pensó.
Iba a llamar a la puerta, pero pasando la media noche, consideró que su visita no sería bien vista por los padres de la hermosa mademoiselle que habitaba aquella casona, dueña de su corazón.
Entró a un oscuro callejón que se encontraba de lado izquierdo de la casa, justo el que daba a la ventana de la cocina, por la cual se introduciría (como de costumbre) para llegar a los aposentos de ella.
El hombre se adentró a la casa, percibiendo aún más fuerte aquél otro olor extraño, y éste se intensificó cuando se acercó a la puerta de la habitación de Mademoiselle Lemoine
De repente, una oleada de terror se apoderó de todo su cuerpo, lo que le hizo abrir la puerta con violencia.
El espectáculo macabro con el que se topó era realmente dantesco; los muebles estaban volcados, las cortinas arañadas y había manchas de sangre cubriendo la alfombra. La ventana estaba abierta de par en par, dejando pasar la pálida luz de la luna que dejaba ver un bulto acomodado grotescamente en la cama.
- ¡Josephine! – dijo el hombre, quien, trastabillando, llegó al lecho de la pobre infeliz.
La hermosa chica parecía una muñeca rota; su hermoso vestido estaba desgarrado y hecho girones y tenía cuerpo lleno de sangre y magulladuras.
El hombre, con los ojos llorosos, acunó a quien en vida fuera la alegre y hermosa Josephine Lemoine hija de Monsieur Lemoine, rico comerciante que tenía tratos directos con Su Majestad, el Rey Luis XVI por la gracia de Dios.
Al principio, la bella jovencita de 15 años, de hermoso cabello castaño y ojos verdes había sido elegida cuidadosamente como la fuente de la cual obtendría la energía necesaria para vivir.
Sin embargo, la que fuera su víctima poco a poco se fue convirtiendo en su gran amor, llegando al punto de revelarle su verdadera naturaleza y ella, en vez de aterrorizarle, lo había aceptado, porque también se había enamorado.
Delicadamente, recostó el cuerpo de la muchacha en el lecho y armándose de valor, decidió echar un vistazo.
Suavemente, separó las piernas de la chica y se llevó las manos a la boca para ahogar el grito de terror y rabia que le provocaba el darse cuenta que su amada había sido violada brutalmente.
¿Cómo era posible que una niña como ella hubiera muerto de esa forma? ¿Cómo alguien hubiera ultrajado a su amada de esa manera? Solo un monstruo pudo haber cometido tal atrocidad, cosa que no entendía, pues él, siendo lo que era, jamás se había atrevido siquiera a tocarla y sabía que sus hermanos nunca hubieran hecho algo en contra de la humana que amaba. Entonces, ¿quién había sido?
Ellos eran los únicos que se encontraban en París, hasta donde sabía…
Lleno de ira e impotencia, volvió a acunar el cuerpo de la muchacha, absorbiendo para sí el último rastro de energía que quedaba en su cuerpo.
Finalmente, la volvió a depositar en la cama y salió disparado por la ventana antes de que lo encontraran, prometiéndose que la energía que había obtenido de su amada le serviría para sobrevivir por un largo tiempo.
