Rivaille se detuvo en el medio de la calle.
Había oído un sonido familiar, una tono, una voz que le movió los recuerdos.
Hace tiempo que le sucedía. Palabras, frases, voces que lo confundían y le hacían acordar a sueños de otra vida. Incluso propios pensamientos y gustos ajenos se distorcionaban sin saber por qué.
Pero aquella voz lo había paralizado. Algo lo instaba a darse vuelta y a averiguar de quién se trataba.
Sin embargo, no quería. Aprendió a ignorar esas cosas a lo largo de su vida.
No obstante, al detenerse en la calle a pensar en aquello, alguien que aparentemente iba corriendo chocó fuertemente contra él.
El quejido que oyó fue el de la voz, y sus ojos revolotearon por el lugar, enderezándose sin perder el equilibrio.
El chico cayó. Los ojos verdes del mismo se encontraron con su mirada, dejando de quejarse por el golpe. Parecía tan sorprendido como él.
―Eren... ―Murmuró sin pensar.
Eren, el chico de cabello marrones y mirada vivaz, el que aparecía en sus sueños como el mocoso que podía convertirse en titán, la esperanza de toda una reducida humanidad... ese Eren.
¿Ése Eren?
Sí. El chico respondió al nombre, como si lo hubiera sacado de su estupor.
Se levantó del suelo rápidamente, sin dejar de mirarlo.
―¡Heicho! ―Exclamó entre aliviado y compugnido.
Quizo decir algo más, pero se calló porque no sabía bien qué. La situación le parecía demasiado extraña.
Eren lo abrazó, refregando la cara contra su pecho a la vez que lo estrechaba con fuerza. Detrás se oyeron más voces conocidas, a las cuales ambos ignoraron.
―Yo... yo me acuerdo que vi al titán que se... que mató a mi madre, y luego nada... yo creo que morí, y luego empecé a recordar, pero mi mamá y mi papá estaban allí y yo...
―Cállate un segundo, mocoso ―Intentó frenar un poco la ola de sentimientos y emociones que sentía. De golpe sabía muchas cosas, mas los recuerdos seguían siendo truncados y confusos.
―Lo siento... yo creí que nunca te volvería a ver... ―Suspiró.
―¡Eren! ―Gritó una voz conocida y desconfiada.
―¿Eren?
―Ackerman... y Arlert...? ―Masculló Rivaille, como si intentara remover el polvo de unos viejos recuerdos en su cabeza.
Pero Eren continuaba sin prestarle atención a nada que no fuera él. Se apartó del abrazo y el mayor lo miró apremiante, como si esperara algo, alguna reacción. No, no obtendría nada de un Rivaille shoqueado. Mucho menos si se negaba a aceptar que solo quería abrazarlo de nuevo y decirle que era un idiota por enfrentarse solo a un titán.
―Eren... ―Le dijo, al final, aunque aun sin nada que decir.
Entonces lo sorprendió, porque se puso el puño derecho en el pecho, del lado del corazón, y el otro en las espalda.
―Rivaille heicho... cabo, sargento, señor... todavía estoy bajo su cuidado, ¿No es cierto?
Rivaille bajó los hombros, y la vista. Luego asintió.
―Trabajo en una oficina, tengo una casa mediocre y mi vida es una mierda... No es como si necesitara a un mocoso detrás mio molestando...
Eren pareció decepcionado y Mikasa comenzó a exigir explicaciones de lo que estaba ocurriendo y Armin la tomaba del brazo para intentar que no haga escándalo.
―...pero siempre me gustó tener un perro pisándome los talones.
―¿Eso es un sí? ―Preguntó contento.
―Eren, ¿Quién es? No me ignores...
―Armin, Mikasa, denme un segundo...
Rivaille buscó la tarjeta de su empresa en el bolsillo. Se la entregó y después le dio la espalda.
―Estoy llegando tarde. Llámame en la noche... ―Le contestó, queriendo saber qué era de su vida y qué tal todo. En el fondo, estaba muy feliz de haberlo encontrado.
―¡Claro!
―Eren... ―Insistió Armin.
―Es... un viejo conocido... como de otra vida ―Intentó explicarles, con una sonrisa pegada al rostro.
