Hola!
Aquí empieza este minific que intento hacer.
Espero que salga gustoso, porque me ha costado, se supone que es un fic romántico, aunque en este capítulo no se note xD, y estoy demasiado acostumbrada a escribir dramáticos, que temo inclinarme demasiado a ello y desviarme del hilo.
Pero tenía ganas de jugarme intentarlo. Luego me dirán :)
Recomendación musical: León Gieco- Sólo le pido a Dios (Sin espacios www.you /match ?vIgNUkt1WhZQ &featurerelated ) Muy buena canción!
Espero que os guste!
Se le ahogaba el pecho en una extraña mezcla de sensaciones. Decepción por la vida, la injusticia de que una de las personas que ella conocía que más se merecía vivir fuese aquella de la que se encontraba llorando su muerte.
Él y su valentía, su coraje y desprendimiento a las ataduras de la maldita pura sangre Black que le había corrido por las venas. Él y sus bromas tristes llenas de pesar que intentaban hacer sonreír a otros para poder él contagiarse y también reír.
Ella lloraba a su tío con el que poco tiempo había compartido, por ser un prófugo de Azkaban, pero era ahora una parte cotidiana y alegre de su vida. Y ya no estaba.
No estaba su alma, ni sus palabras, ni su cuerpo tampoco porque había traspasado un velo y lo había deshecho. Desaparecido estaba su cuerpo y él en esta guerra mágica, cada vez más presente en a vida de todos.
Él lloraba en silencio sin querer llamar la atención, a pesar de que unos ojos lo espiaban sin su consentimiento. Lloraba a su amigo.
A ese amigo que había sobrevivido a todo, al miedo, las acusaciones, los intentos de apresarlo nuevamente y matarlo. Lloraba al único amigo de su adolescencia que no lo había abandonado y que aunque estuviese encerrado, como su último año, su humor sarcástico, que le recordaba viejos tiempos, seguía vivo.
Había seguido vivo, pero ya no.
Lagrimeaban los ojos de Remus con la furia contenida que le provocaba la injusticia de esta guerra mágica que estaba acabando con la alegría de todos y se colaba en cada rincón. Sabía muy bien que Sirius, el Canuto de Griffindor, no merecía la muerte.
Aunque también tenía claro que su amigo no le temía a la muerte y era capaz de enfrentarse a todo por sus ideales, y un más por Harry, su ahijado, viva imagen de James que a nadie le pasaba desapercibida. Menos aun a remus que conocía la silenciosa e inconsciente confusión que se había batallado en la mente de Sirius.
Pero aquello ya no importaba.
Y Remus sacudía la cabeza con una sonrisa, que era en realidad una mueca de absoluta tristeza, intentando apartar esos pensamientos de su cabeza mirando a su alrededor pero sin lograrlo del todo.
Pudo ver muchos rostros colmados de pena, desdicha, tristeza. El desarraigo inconsciente llenaba todos los rincones y se dejaba ver. Algunas expresiones intentaban mantenerse firmes y fuertes pata no derrumbarse y así sostener a quienes sí lo habían hecho.
Buena parte de la Orden del Fénix asistía a un velatorio sin cuerpo al que velar. Sencillamente estaban reunidos para llorarlo juntos y saber que se mantendrían unidos, luchando por defender sus causas nobles, siempre, y a Harry.
El nombre de ese niño siempre estaba metido en las conversaciones. El hijo de Lily y de James, sus amigos que, mucho antes, también habían muerto.
En el jardín trasero de la Madriguera había unas cuantas sillas donde estaban sentados los miembros de la Orden, y una pequeña mesa con galletitas.
Molly no paraba de caminar de la cocina a la mesita llevando y trayendo té de lirios o whisky de fuego, taza y vasos; con los ojos hinchados y llorosos, cabizbaja, para que no la vieran llorar y así también evitar ver llorar a los otros para no derrumbarse de nuevo.
Aun sus hijos Ron y Ginny no habían terminado su año en Hogwarts y no habían regresado, por lo que Molly estaba aun más inquieta y triste, aunque tranquila. Dumbledore los estaba protegiendo, so lo sabía.
Alastor y kingsley mostraban expresiones serias, alicaídas y sus ojos denotaban pena, en Alastor probablemente se debían más a los rostros de los presentes que a la muerte de Sirius en sí.
Pero ambos se mostraban majestuosamente fuertes y eran un soporte fundamental en aquella reunión llena de silencios y lágrimas, donde un espléndido sol tibio apenas cubierto por nubes blancas de algodón de azúcar hacía contraste con el suelo y el penoso ambiente gris de aquél jardín trasero en la Madriguera.
Arthur y Bill cabizbajos y con expresión sombría bebían whisky de fuego buscando sólo algo que hacer, e intercambiaban cada tanto algunos comentarios sobre lo sucedido la noche anterior en base a los relatos escuchados.
Luego, abstraído, Arthur se levantó de la silla lentamente y se dirigió hacia la cocina arrastrando los pies, seguramente para buscar a su esposa y secarle las lágrimas con dulces besos.
Los gemelos, Fred y George, que habían llegado hacía unas horas y escuchado qué había sucedido, estaban enfundados de una tranquilidad, quietud y pena que contrastaba notablemente con su cotidiana forma de ser, lo que haría dudar a cualquiera si realmente eran ellos dos y no otras personas, o si habían bebido una poción que los había dejado tontos.
Pero no, ellos, que hablaban poco y de forma calmada, también estaban afectados por la muerte y la guerra que se cuela por las fosas nasales y uno la respira, la siente e intenta soltarla después. Aunque es casi imposible.
A Elphías Doge, así como Emmeline Vance y Dedalus Diggle no les había afectado tanto lamuerte de Sirius ya que prácticamente no lo conocían, sólo por haberlo visto u oído hablar en las reuniones de la Orden, por lo que habían preferido velar su muerte por su propia cuenta, a su modo.
Y por supuesto que Albus Dumbledore y Severus Snape, como también aquél agradable y bonachón semigigante Rubeus Hagrid, aun estaban en Hogwarts cuidando a los alumnos y educándolos, dolidos por la muerte de Sirius.
Hagrid y Dumbledore en realidad, porque Remus se imaginaba que Severus (Quejicus) seguramente estaría bailando en una pata.
Ese pensamiento le provocó aun más furia por su amigo, a pesar de haberse intentado contener, así que para desahogarse u o molestar al resto de la Orden se levantó de su asiento y se dirigió hacia uno de los costados del jardín, donde la maleza se erguía imponente, dejándole intimidad para deshacerse de dolor sin ser intimidado, sin que lo compadecieran.
Observando el horizonte que se extendía mostrándole una pacfica colina verde y dorado, detrás de los árboles y yuyos. Completamente opuesto a su entorno, comenzó a lagrimear con furia.
Sí, he aquí el principio del fic.
Luego verán como se desarrolla un poco más la relación de estos dos tórtolos y cuando pueda iré subiendo los próximos capítulos si es que os gusta.
Como ya les he dicho esto es un intento de despegarme de lo rítmico y dudo de mis cualidades.
Así que, si han llegado hasta aquí, cuéntenme que les pareció.
Un abrazo enorme! Cereza
