Es curioso como todo empieza.

Quizás, ni siquiera lo notas, pero sin embargo, sabes que cualquier cosa puede comenzar a cambiar: una simple sonrisa de un completo desconocido, para que algo en tu interior surja, casi sin quererlo.

Una simple gota de ese líquido rojizamente viscoso, surcando zonas inferiores al lugar de la herida.

O, incluso un casi sutil revuelo en lo más profundo de tus entrañas, para saber, que nueva vida, en tu interior se forja.

Siempre me ha gustado pensar, que un principio, por peculiar forma que tenga de comenzar, sólo es eso, la diferencia de un momento de tu vida a otro, suponiendo así, una nueva etapa en la misma. Y que sin duda, lo que hay que tomar en cuenta, aparte del final, ese oscuro momento, en el que, a veces te sientes solo, relajado, o simplemente, dejas de sentir, es el camino que lleva desde un extremo a otro.

En mi caso, el camino había sido un tanto movido. Y, aunque de algunos de ellos, sin duda, me arrepentía, habían hecho que fuese la persona que ahora soy.

Eran pensamientos un tanto agradables, tras el golpe recibido por alguien, a quien en mi vida había visto.

Podía sentir el fino hilo de sangre que salía de la parte trasera de mi cabeza, acompañada por la blanca nieve que delicadamente caía sobre mí. Sin duda, en esa oscura noche, era una vista espectacular.

Cerré los ojos, y suspiré, sabiendo, que poco tiempo de vida en mí quedaba. Tal como ese frío, que ya en su día había experimentado, y que al principio, le otorgaba la culpa a la fría nieve, indicaba.

Pude oír unos débiles pasos, antes de dejarme llevar, al fin, por esos irresistibles brazos de Morfeo.


-Intente no alterar a la paciente, recuerde que sigue débil- esas lejanas voces, como golpes en mi cabeza pesaban, tras como el simple hecho de oír hablar a alguien con una terrible resaca. Si hubiese sabido que esto era lo que me esperaba tras ir a esa tenue luz, ni me hubiese molestado en abrir los ojos.

El intento de enfocar mis ojos, para intentar apreciar lo que me rodeaba, no era tarea fácil. La luz daba de pleno sobre mis ojos, lo que dificultaba mi inútil intento de observar lo que a mi alrededor pasaba.

-Al fin despiertas- escuché decir. Intenté, débilmente, llevar mi mirada hacia el proveedor de aquella voz.

Era un hombre alto y firme. Sus ojos me miraban interesados, y su boca, aunque parecía que llevaba sin sonreír demasiado tiempo, interpretaba una mueca, que me pareció una sonrisa.

-Te diste un buen golpe- dijo, tras no recibir respuesta a su anterior comentario. Le miré extrañada. Él, me hablaba con una extraña familiaridad, que no conseguía averiguar de dónde provenía. -¡Venga Emily!- ¿Emily? ¿Me había llamado Emily?

-Lo siento, ¿pero quién es usted?- mi cabeza empezaba a dolerme, y, sólo pude ver su cara de extrañeza, justo antes de volver a cerrar los ojos, para llegar de nuevo a aquel extraño, aunque ya conocido vacío.