Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece
Este fic participa en el reto anual "Long Story 3.0" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black
1
Tras un verano de misterios
La familia al completo se congregaba frente a una de las puertas de acceso al Expreso de Hogwarts, el cual estaba a punto de iniciar su viaje hasta Hogsmeade y, por tanto, a la escuela de magia. Igual que todos los años.
―Vamos, chicos, id subiendo. El tren está a punto de marcharse y no queremos que lo perdáis. Vuestro padre y vuestro tío saben muy de lo que hablo―instó Ginny Potter, tanto a sus tres hijos como a sus dos sobrinos. Los aludidos se miraron mientras intercambiaban una sonrisa.
Uno a uno, los cinco jóvenes fueron subiendo. James, el mayor, que iba a iniciar su último año. Tenía el cabello azabache revuelto y no paraba de bromear con su hermano pequeño, Albus, o más bien hacerle de rabiar. Esta vez, dado que Albus iba caminando detrás de su hermano mayor, se paraba de tanto en cuando, haciendo que el más joven se chocase contra él.
―Al, ¿quieres dejar de empujarme? ―se quejaba James, entre risas.
―James… ―la advertencia de su padre voló rápidamente hasta los dos muchachos, mucho antes de que Albus comenzase a quejarse, a pesar de que era bien sabido que él era más maduro que su hermano mayor.
Tras los dos hermanos Potter venían dos primos, Lily y Hugo. Dado que juntos habían tenido que ver cómo sus hermanos y primos se marchaban a Hogwarts mientras ellos se quedaban en Londres a la espera de tener los tan ansiados once años, tanto la una como el otro habían desarrollado una férrea amistad y confianza forjada sobre ese hecho.
Por último, detrás de ellos iba Rose, la primogénita de Ron y Hermione Weasley. Para variar, iba ya leyendo un libro, lo que provocó que se diese contra uno de los vagones del tren, dado que no miraba por donde iba y, por tanto, se desvió de su trayectoria hacia la puerta de entrada.
―Pero Rose, cariño, ten más cuidado ―comentó su padre mientras reía por lo bajo. Su mujer, como era de esperar, le lanzó una mirada severa, a modo de reprimenda.
Una vez los cinco habían entrado en el tren, se asomaron por la ventana, lo mejor que pudieron, para despedirse. Las dos parejas estaban especialmente volcadas en dar consejos a sus hijos para el próximo curso escolar, cuando era de esperar que aquellos chicos ya estuviesen más que acostumbrados a los posibles peligros que una escuela de magia podía entrañar.
―Y recordad, tened mucho cuidado ―comentó Harry Potter.
―Pero pasadlo bien, ¿de acuerdo? ―contrarrestó Ron Weasley.
―No olvidéis divertiros, pero con moderación ―añadió Ginny Potter.
―Pero por lo que más queráis, tened cuidado ―finalizó Hermione Weasley.
Los cinco jóvenes se miraron, hasta que Albus, a modo de portavoz, preguntó:
―Ahora en serio, ¿qué pasa?
Los adultos se miraron entre sí, sin entender a qué venía la pregunta. O tal vez sí, porque sus miradas se cruzaron un momento, como si inevitablemente pensasen que les habían pillado.
―No ocurre nada, hijo ―le tranquilizó finalmente su padre.
Esta vez fue Lily quien habló.
―¿En serio? Porque lleváis todo el verano con vuestros cuchicheos y secretitos. Tenemos derecho a saber.
―¡Sí! ―gritó James ― ¿Qué pasa? ¿Mamá está embarazada de nuevo?
Todos se rieron.
―Lo siento, James, pero ya he superado el cupo de nombres propuestos por tu padre ―comentó Ginny, a lo que Harry bajó un poco la cabeza, avergonzado.
―Tampoco son tan malos ―se quejó Harry.
Su mujer le miró.
―¿En serio? Porque tu hijo mayor se pasó todo el primer año de tu hijo mediano explicando que nosotros éramos crueles por ponerle ese nombre.
Volvieron a reír. Una vez calmadas las risas, fue esta vez Hugo quien quiso saber:
―Papá, ¿va a pasar algo este año en Hogwarts?
Ronald Weasley esbozó una sonrisa enigmática, aunque no todos los adultos le acompañaron. Harry Potter estaba bastante serio.
―Sólo os diré que tratéis de divertiros, hijo. Este año en Hogwarts puede ser más especial que cualquier otro.
El tren dio indicación de que iba a salir. Pronto comenzó su andadura, alejándose del andén. La familia entera inició las despedidas, pero lo último que se oyeron fueron las palabras de Harry Potter.
―James, ante todo… ¡piensa en lo que vayas a hacer!
Pudo ver cómo su hijo esbozaba una expresión de no entender a lo que se refería su padre. Seguramente se estaría preguntando que a qué venía eso, si él siempre se metía en líos.
Una vez el tren estaba lo suficientemente lejos, los cuatro se quedaron mirando la estela de humo que quedó flotando en el aire.
―Creo que he hablado más de la cuenta ―confesó Ron.
―No, hemos dicho lo necesario. Ya lo descubrirán cuando lleguen, esta noche después del banquete. Como nos pasó a nosotros ―contestó Harry.
Se quedaron nuevamente en silencio, hasta que Hermione rompió el hielo.
―Estarán bien. Sólo uno de ellos, bueno, dos, podrían ir más allá que el resto, pero confiemos en que el resto les hagan recapacitar.
Y, con estas enigmáticas palabras, los cuatro abandonaron el andén 9 y ¾.
Mientras tanto, en el propio tren, los cinco jóvenes fueron tomando asiento en el compartimento una vez habían perdido de vista el andén. Todos excepto Albus y Rose, que debían ir a la reunión de los prefectos en el primer vagón.
Mientras los dos salían, otros llegaban: Fred, el primogénito de sus tíos George y Angelina Weasley. Fred estaba en el mismo año de James y, por tanto, era su compinche en todas las bromas y travesuras que habían tenido lugar en Hogwarts durante los últimos seis años. Numerosos castigos y reprimendas a modo de carta daban fe de ello. También iban con ellos Dominique, el hijo pequeño de Bill y Fleur y de los pocos que no habían heredado el gen Weasley, junto con su hermano Louis. Su hermana Victoire había terminado ya la escuela hacía tiempo. Los tres hijos de Bill eran tan rubios como su madre. Dominique era el único de la gran familia que no compartía año con alguno de sus primos. Louis, por su parte, era el único que no había ido a Hogwarts, sino que estudiaba en su último año en Beauxbatons, por expreso deseo de sus abuelos maternos de mantener la tradición familiar. Por último, detrás de él, apareció Molly, hija de Percy y Audrey Weasley, también compañera de Hugo y Lily en su mismo años. Sólo Roxanne, Dominique y Lucy no se encontraban entre ellos, sino que, en su condición de prefectos, se habían unido a sus primos Rose y Albus para la reunión.
Minutos después, los que faltaban habían vuelto y el compartimento estaba a rebosar. Normalmente todos los primos se reunían un momento durante el viaje para verse, cosa que a veces ni pasaba, sino que lo hacían ya en la escuela. Tras un verano habiéndose visto semana sí, semana también, no era de extrañar que muchos de ellos fuesen a su aire. Además, todos y cada uno tenían sus propios amigos, algunos hasta compartidos.
Pero aquella vez era especial, dado que, para todos ellos, el verano había sido especialmente misterioso. En ningún momento habían dejado escapar la ocasión de ver a sus padres y abuelos intercambiar miradas o pequeños comentarios entre ellos y, a veces, el mirarles preocupados, especialmente a los más mayores, James y Fred.
―¿Vuestros padres también se han comportado de manera extraña? ―preguntó James a Fred y Roxanne.
―Sí, a veces incluso hablaban entre ellos, pero se callaban en cuanto nos veían ―contestó Roxanne.
―Lo mismo que con nosotras ―corroboró Lucy, mientras que su hermana simplemente asistía con la cabeza.
―En nuestra casa ha sido más extraño aún ―comentó Louis, con un leve acento francés, herencia de su madre ―. Nuestra madre ha estado muy susceptible. Y a veces hasta la hemos descubierto llorando, pero nuestro padre y ella siempre se negaban a decirnos algo.
Fue Dominique quien continuó con el testimonio.
―Creemos que Victoire y Teddy saben algo, pero sus labios también estaban sellados.
―Parece que sólo los adultos están al tanto de lo que está sucediendo, ¿no creéis? ―dejó caer Rose.
―Eh ―protestó Fred ―. James y yo somos ya mayores de edad, ¿por qué no nos han dicho nada?
Rose rodó los ojos.
―Perdón, quería decir todos aquellos que ya han terminado Hogwarts.
Todos los presentes rieron.
―En fin, sea lo que sea y si tiene que ver con Hogwarts lo descubriremos pronto ―comentó Dominique ―. Si me disculpáis, tengo que irme. Aquí hay demasiada gente en un espacio muy pequeño.
―¡Ay, me has pisado! Ten cuidado por dónde vas ―se quejó Lucy.
―Perdón ―Louis se disculpó cuando ya estaba prácticamente fuera del compartimento e iniciaba su andadura hacia aquel donde estarían sus amigos.
Hay que decir que, a pesar de que todos los miembros de la extensa familia Potter-Weasley estaban muy unidos, no por ello iban a compartir todo un compartimento para sí mismos o ir siempre juntos. No todos iban a la misma Casa, por ejemplo, aunque la gran mayoría estaba en Gryffindor. El núcleo duro, como acostumbraban a llamar James, Rose, Albus, Lily y Hugo, había caído en la Casa de los leones, por ejemplo, pero Louis y Dominique, al igual que Lucy, estaban en Ravenclaw, mientras que Roxanne había sido sorteada en su día en Slytherin y Molly en Hufflepuff. No siempre podían ni iban a estar juntos, pero si la ocasión lo requería, cualquier joven miembro de la familia podía aparecer en aquellos momentos en que algún otro lo necesitase.
Así pues, tras unas cuantas horas de viaje que a más de uno se le habían hecho eternas, el tren había llegado a la estación de Hogsmeade. Nuestros cinco jóvenes del comienzo de esta historia se bajaron en el andén. James echó un vistazo preliminar al castillo de Hogwarts, que podía verse iluminado desde la estación, pero no había nada sospechoso en él.
Tras saludar al viejo, viejísimo, Hagrid, quien ya estaba poniendo en orden a los de primer año, los cinco que ahora eran cuatro, pues Hugo y Lily se habían escabullido con unos amigos suyos y Fred había optado por juntarse con su primo James, se dirigieron hacia los carros sin caballos que había esperando a la salida de la estación, aunque todos ya sabían que eran thestrals los que tiraban de los carros, como bien se encargaba de recordar siempre Rose, todo porque a ella se lo había contado su madre cuando iba a empezar su segundo año.
Una vez se subieron los cuatro, James continuaba mirando hacia el castillo, alternándolo con miradas hacia la espesura del Bosque Prohibido.
―Sea lo que sea, de llegar a serlo, no se va a manifestar para ti de buenas a primeras ―comentó Rose, que había clavado su mirada en el libro que traía consigo.
―Bah, cállate. Seguro que al final no es nada ―se quejó James, pero acabó por dejar de mirar a todos lados y esperó a que el carruaje llegase hasta el castillo.
Una vez allí y tras reunirse con amigos, pasaron del Vestíbulo al Gran Comedor, que comenzaba a llenarse. Los profesores aún no habían llegado.
―Supongo que el clan Potter-Weasley no ha estado al tanto de lo que este año va a ocurrir en Hogwarts, ¿verdad? ―quien hablaba no era otro que Scorpius Malfoy ―. Qué lástima, mi padre me informó de ello nada más acabar el curso pasado. Una pena también que yo sólo pueda asistir como un simple espectador, mi padre se negó tajantemente a usar sus influencias en el Ministerio para que me permitiesen participar.
―Dudo mucho que hubiese conseguido algo gracias a su sucio pasado, ¿no crees, Malfoy? ―fue James, junto con su primo Fred, quien se encaró con el joven de pelo rubio platino y dos años menor que él, aunque Scorpius no se amilanó.
Sin embargo, tanto Albus como Rose se interpusieron. No sólo porque ellos fuesen prefectos, Scorpius también lo era.
―Ya basta ―soltó Albus, de manera cortante. Miró entonces a Scorpius ―. ¿De qué estás hablando?
―Albus ―saludó de manera seria al joven Potter. Su mirada saltó a su acompañante prefecta ―. Rose ―a pesar de que algunas cosas no cambiaban ni nunca lo harían, como la vieja enemistad entre los Malfoy y los Potter y Weasley, Scorpius profesaba un mínimo de respeto hacia aquellos dos, tanto por el hecho de que ya habían compartido cuatro años de clases como porque ahora eran prefectos como él. Sus iguales, se podría decir ―. No hace falta que os explique nada, pronto lo sabréis.
Y dicho esto, anduvo hasta la mesa de Slytherin en el Gran Comedor, escudado por el hijo de Gregory Goyle y el hijo de Blaise Zabini.
―Qué idiota ―dejó caer James.
―No soporto cuando presume de saber más que nosotros ―continuó Fred.
Fue Albus quien se dirigió a ellos.
―Y deberíais ser vosotros quienes se anduviesen con cuidado. No sólo porque es una estupidez enfrentarse a alguien que más joven que vosotros, sino que es una estupidez aún mayor cuando ese alguien es prefecto de la escuela. Vamos, Rose.
Y dicho esto, ambos primos se dirigieron hacia la mesa de Gryffindor, lejos de los dos reprendidos.
Finalmente, los profesores fueron llegando, pero esta vez había novedades. Concretamente dos. En primer lugar, un hombre del que ellos no tenían ni idea de quién era. Y en segundo lugar, alguien a quien conocían muy bien.
―Lucy… eh, Lucy ―llamó a su prima, que se encontraba en la mesa de al lado.
Lucy Weasley, quien en ese momento estaba hablando con una amiga suya, se dirigió a su primo, molesta.
―¿Qué quieres, Albus?
Albus miró un momento hacia la mesa de los profesores.
―¿Qué hace tu padre en Hogwarts?
Lucy le miró sin comprender. Acto seguido miró hacia los profesores y, efectivamente, ahí estaba su padre, saludándole tanto a ella como a su hermana Molly. Las dos hermanas se miraron, entre avergonzadas y sin saber por qué su padre estaba allí. Ya tenía un buen puesto en el Ministerio como asistente del Ministro, ¿acaso lo había dejado todo para ser profesor pero no les había dicho nada a los miembros de la familia que aún iban a Hogwarts? ¿Era ese el gran misterio del verano que todos los adultos se negaban a revelar y por el que tan preocupados parecían, el que Percy fuese a darles clase? Todos a una, los miembros del clan Potter-Weasley tragaron saliva.
De repente, se abrieron las puertas del Gran Comedor. A través de ellas apareció el subdirector y profesor de Herbología, Neville Longbottom, gran amigo de la familia. Sin embargo, muchos notaron que algo no iba bien, tanto por la seria expresión en el rostro de Neville como por el hecho de que algunos de los alumnos de primero estaban calados hasta los huesos, como si se hubiesen caído al Lago. Pero aquello era imposible, pues fuera no estaba lloviendo y, por tanto, el gran Lago estaba en calma.
En cuanto llegó, intercambió unas breves palabras con la anciana directora McGonagall, quien, justo después de que terminase de hablar Neville, miró a su compañero y segundo al mando con una mezcla de estupor e incredulidad. Justo en ese momento también había entrado, por una de las puertas traseras, Hagrid, quien tenía una profunda expresión de culpa. Ni siquiera puedo escapar a las serias miradas que directora y subdirector le estaban lanzando, así como tampoco a todas las de los asistentes allí presentes, las cuales no entendían qué estaba sucediendo.
Los cuchicheos comenzaron a volar entre los estudiantes, pero un breve carraspeo del subdirector Longbottom bastó para que todos se callasen. Desenrolló su pergamino y comenzó a hablar. Lo primero era lo primero y la Ceremonia de Selección debía comenzar.
