Disclaimer: Los personajes presentes en esta historia pertenecen a J.K. Rowling y a la Warner, no gano nada escribiendo este fic, más que descargarme un poco.

Advertencias: Bullying infantil, maltrato leve. Podrías sentirte identificado si en tu infancia y adolescencia sufriste de Bullying o maltrato en el hogar. Si este tema te afecta, te recomiendo no leer.


"Esto algún día se va a terminar" pensaba Harry mientras se agazapaba en un rincón detrás del basurero de la escuela. "Algún día se cansarán de molestarme, o se cambiarán de escuela, o…" un sollozo se abrió paso por su garganta y las inevitables lágrimas empezaron a fluir, empapando su rostro y encogiendo su pequeño corazón hasta que el dolor lo dejó ligeramente sin respiración.

Harry tenía 10 años y acababa de escapar de su horrible primo y sus amigotes, quienes habían estado tratando de pegarle, aunque para suerte de Harry él era mucho más rápido. Aun así no había sido capaz de correr lo suficientemente rápido como para escapar de los gritos crueles de Duddley. Aquello era algo habitual y Harry constantemente se decía que debía estar acostumbrado a estas alturas, pero para un niño nunca es fácil escuchar día sí y día también que no tiene padres, que no es ni querido ni deseado en la casa en la que vive y que no encaja en ninguna parte.

Aunque no era del todo cierto que Harry no encajaba en ninguna parte. La única razón por la que no tenía amigos en el colegio o en Privet Drive era Duddley, el matón, al que todos le temían. Y dado que su primo lo odiaba, todos los otros niños también lo hacían, porque era más fácil seguir la corriente que enfrentarse a los puños de Duddley.

La vida de Privet Drive, después de la escuela, tampoco era mejor. Sus tíos tenían una evidente preferencia por Duddley, a quien daban todo lo que deseaba, pero a Harry hacían poco más que ignorarlo.

Por descontado, en esa casa, Duddley tenía todo el permiso para pegarle. No había nada que le negaran al regordete niño, y mucho menos si le provocaba tanto regocijo como pegar a Harry.

Así que se pasaba el día escondido en los rincones de la escuela y las noches oculto en su pequeña alacena, tratando de pasar desapercibido, muchas veces sin comer ya que sus tíos lo castigaban cuando creían que había hecho algo malo, lo cual sucedía más a menudo de lo que debería.

Todo aquello pasó por la mente del pequeño Harry mientras sollozaba en silencio, agachado en su apestoso escondite, y por millonésima vez deseó con todo su corazón haber muerto en aquel horrible accidente que se llevó a sus padres.