-Dave – sueltas un gruñido -. Dave, ¡venga! – Otro gruñido más y te mueves hasta quedar tumbado de lado, dándole la espalda a la voz que te intenta despertar.

Oyes un suspiro y como alguien se levanta de la cama, así como unos pasos alejándose. Deslizas los brazos bajo la almohada, enterrando la cara en ella orgulloso de tu victoria.

Pero justo cuando recuerdas que con Jade Harley las cosas nunca son tan sencillas, notas un vaso de agua helada derramarse por tu espalda.

Sueltas el gritito menos masculino en la historia de la humanidad y abres la boca, separando la cara de la almohada con los ojos abiertos como platos. No acaba de hacer eso. Oyes una risita a tu espalda que te confirma que sí, efectivamente, acaba de hacer eso.

-Me has obligado a hacerlo.

Te giras, incorporándote en la cama dispuesto a explicarle a Harley las mil y una razones por las que eso no ha sido /nada/ guay, pero ves su sonrisa que le llega casi de una oreja a la otra, y esos adorables dientes que sobresalen de los demás y que por suerte no pudieron ser arreglados ni tras cinco años de brackets, y… ¿Por qué estabas enfadado?

-Recuerdas que has quedado con John para acompañarles a él y a Karkat a pasar el día en el centro en… -hace una pausa para mirar el reloj y aprovecha para besar tu frente antes de terminar la frase -. Veintitrés minutos, ¿verdad?

-Yo no he quedado con nadie – replicas, reclinándote hasta que tu espalda descansa contra el cabecero de la cama -. Técnicamente eres tú quien ha quedado con ellos.

La morena suelta un bufido, cansada, y en parte sabes que tiene razones para estarlo.

La sigues con la mirada mientras se da la vuelta y empieza a recogerse el pelo en una coleta a la altura de la nuca.

-No voy a volver a tener esta discusión contigo – contestó por fin, cogiendo una pamela que había encima de la cómoda y poniéndosela -. Te pedí que fueras para evitar que se maten entre ellos, y me prometiste que lo harías.

-Tenías mi pene en la boca, Harley. En esa situación te habría jurado que iría a puto Sudáfrica a domesticar a un león salvaje con mis manos desnudas.

-Aww…

-No, no aw – levantas un dedo para indicarle que pare, y el movimiento de tu brazo hace que la sábana que te tapaba caiga hasta cubrirte solo hasta apenas la cadera -. No es adorable. Es cruel. Eres una bestia manipuladora encerrada en el cuerpo de una chica a la que le gustan los dibujitos para niños.

-Disculpa pero tu dibujas un cómic de furris, no estás en posición de-

-Pero si te encanta.

-No estamos hablando de eso.

-Eso es exacamente de lo que estamos hablando.

Justo cuando dices eso Jade se gira y te lanza /esa/ mirada, e instantáneamente te sientes desnudo. Bueno, la verdad es que ya estás desnudo, pero no es ese tipo de desnudo. Es un desnudo del tipo de "puedo ver exactamente lo que estás pensando y sé que hacer para quet e rindas". A veces, principalmente cuando te lanza esa mirada, te recuerda a Rose. Tragas saliva y decides coger tus gafas, que están en la mesilla de noche, con toda la tranquilidad que puedes y te las pones. Mejor. Así no te sientes tan vulnerable.

Cuando te quieres dar cuenta Jade ha echado a caminar hacia ti y ya ha llegado a los pies de la cama. Se te está acercando, caminando con las manos y las rodillas sobre la cama hasta quedar con cada pierna a ambos lados de tu regazo.

-Dave, ¿tú me quieres?
-Oh no, no, no, no. No vamos a hacer esta mierda.

-Daveeee – intentas mover la cabeza, pero ella pone la cara frente a ti cada vez que lo haces.

-Deja la puta mirada de cachorrito. Te sale demasiado bien. Vivir tantos años con ese chucho te ha afectado.

-Doctor Becqerel para ti – contesta ella antes de sujetar tu mandíbula con una mano para forzarte a mirarla. Podrías mirar a otro lado desde detrás de los gafas, pero sabes que ella lo sabría. Siempre lo sabe todo sobre ti -. Si eres un buen chico-

-Qué soy, ¿un jodido perro?

Te lanza una mirada repleta de seriedad que te da ganas de graparte la boca al culo.

-Si eres un buen chico – volvió a empezar -, esta noche tendrás una recompensa -. Dijo por fin, ahora sonriendo.

-Tu abuelo vuelve al mediodía, y en mi piso existe el riesgo de que mi hermano esconda algún muñeco con cámara o algo así en mi cuarto para espiarnos, no me fío. Paso de arriesgarme.

-¿Me dejarás acabar lo que quiero decir sin interrumpirme algún día? – Dice Jade cuando te callas, deslizando ambas manos por tus mejillas hasta llegar a tu pelo y una vez allí enreda los dedos en este -. Mi abuelo se va esta noche, y no vuelve hasta el miércoles por la tarde.

-Lo estás haciendo otra vez.

-No tengo ni idea de que hablas Dave – te contesta con inocencia demasiado bien fingida en la voz, inclinándose hacia ti para dejar un beso justo debajo de tu oreja. Se mueve hacia tu barbilla, dejando besos por toda la línea de tu mandíbula y algún que otro mordisco suave.

-Sabes demasiado bien de que hablo – murmuras como respuesta en un suspiro, rindiéndote y llevando las manos a las piernas de la otra y deslizándolas hacia arriba bajo el vestido azul de flores que lleva.

La chica se separa de ti, rodeando tu cuello con los brazos y pegando su frente a la tuya. La coleta que acababa de hacerse se desliza sobre su hombro y cae al lado de tu cara. No sabrías describir a que huele su pelo, pero si tuvieras que escoger una palabra, no sería ningúna flor. Sería algo como… casa. Huele a casa, a tu casa.

-Entonces, ¿vas a ir? – Pregunta aún mirándote de aquella manera. Pensarías que las gafas supondrían algún tipo de protección ante los efectos de sus ojos, pero no.

Suspiras y niegas con la cabeza ligeramente, moviendo las manos de arriba abajo por la parte trasera de sus muslos.

-Pues claro que voy a ir.

La chica sonríe aún más ampliamente y besa tu nariz antes de apartarse de ti de un salto para ir a por su bolso.

-¡Guay! Pues nos vemos esta noche. Puedes venir a partir de las ocho – se apresura a colgarse el bolso del hombro e ir hacia la puerta, dispuesta a irse.

-Eh, ¿ni un beso de despedida?

Se gira hacia el interior de la habitación y se pone una mano al lado de la boca, susurrándote entre gritos.

-Te huele el aliento por las mañanas.

Luego se ríe, y aquello hace que ni siquiera te molestes por lo que ha dicho.

Vuelve a girarse y se va.