Sin título

Disclaimer: Total Drama Island y sus personajes son propiedad de sus creadores.

Resumen: A veces ocurren cosas difíciles de aceptar.

Nota: Escuchaba Tears in Heaven de Eric Clapton.

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Samey recorrió el pasillo todo lo rápido que sus molestos tacones le permitieron. La mirada fija en la puerta de madera oscura que había al final del pasillo, el cual recorrió ignorando las grandes ventanas, a las cuales el feroz viento de aquel nublado y doloroso día gris golpeaba como si buscase quebrarlas. Samey miró de reojo aquellos cuadros y fotografías antiguas, ignoró la moqueta, las cortinas sin correr, el viento golpeando las ventanas... no había más que esa puerta de madera oscura que había al final del pasillo. Todo lo demás era irrelevante.

Cuando llegó entró sin llamar. El viento la golpeó casi directamente y la luz que entraba por la ventana abierta la cegó unos instantes. Cuando recuperó la visión vio a su hermana gemela tendida en el diván de terciopelo rojo. La hermana miraba por la ventana, miraba a la nada, mientras las blancas cortinas danzaban frente a ella. Samey se acercó y la miró. Estaba ida. Finalmente Amy la vio allí de pie.

—¿Por qué? —preguntó.

Samey supo que no se refería al porqué médico.

—No lo sé —le contestó.

La habitación no era gris. Las paredes no eran grises. El ambiente nunca era gris. ¿Por qué tenía que ser todo tan gris ahora?

—¿Has venido a buscarla? —preguntó la mayor.

—Sí.

—Está allí —y señaló a un rincón bastante oscuro.

Samey la vio allí. Era de madera clara con barrotes redondeados.

—¿Y tú cómo estás, Amy?

—No lo sé. Sólo cógela y vete.

Cuando ya la había cargado en su coche Samey volvió a la habitación con una puerta de madera oscura al final de un pasillo. Volvió a ignorar las ventanas, volvió a ignorar la moqueta y volvió a ignorar las cortinas sin correr. Los golpes del viento golpeando ferozmente la ventana iban al son de los latidos de su corazón, los cuadros y las fotografías se burlaban de ella, en su mente lo hacían. Cuando llegó a la puerta de madera oscura la luz no le cegó, esa vez no. Y allí estaba Amy, tumbada en el diván de terciopelo rojo, mirando a la nada por la ventana. La habitación era gris y el rincón había quedado vacío para siempre.

Abandonó la casa tan rápido como sus molestos tacones le permitieron y subió al coche. De camino a casa se puso a llover. El cielo parecía llorar por su desgracia.

¿Por qué?

Fin

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