Sypnosis.

Un fuerte olor a carne quemada y sangre flotaba en el aire.

Se oían sollozos, gritos de dolor y pisadas estruendosos que venían de todos lados.

Sentía una gruesa venda sobre mi rostro que me impedía ver lo que sucedía; aunque ya me daba una idea. No sabia la razón de porque la tenía puesta, no recordaba nada de antes de estar así, hacía que mis nervios se pusieran de punta.

Una mano tocó mi mejilla acompañada de algo mojado que goteaba hasta salpicar el vendaje.

-Lo siento mucho capitana Schörch Esa voz...

¡Eren, puedes escucharme, por favor! ¡Por favor, dime que estan todos bien!

Los gritos se detenían en mi garganta dejando salir solo gimoteos y largos suspiros que irónicamente no le aportaban aire a mis pulmones. Me removí en lo que al tacto distinguía que era la madera de una carreta, podía moverme pero cada movimiento me hacía no querer ni respirar.

De verdad lo lamento Eren.

No pude protegerlos.

No cumplí nuestra promesa.

Con el peso muerto que sentía al mover mi brazo, logré arrastrar mi mano hacia la suya y tomarla con fuerza. Sentí como se sobresaltó al sentir mi tacto, la comisura de mis labios temblaron al tratar de dedicarle una débil sonrisa.

Fueron pocos segundos después de oír su risa adolorida cuando me dí cuenta a través del vendaje, que una enorme sombra se ceñía sobre nosotros tapando la luz del sol, seguida de una gran fuerza que empujó a la carreta en la que ibamos; los brazos de Eren se aferraron a mi mientras la carreta era volteada con violencia; pero al caer ya no pude sentirlo más a mi alrededor. Perdí el aliento y la sensibilidad en mi cuerpo por la adrenalina que corría por mí sistema y evitaba que sintiera el dolor de más de siete huesos rotos.

-¿¡Qué demonios están esperando!?

Las fuertes garras del titán encarcelaron mis extremidades dejándome con el 0% de posibilidad de luchar por mi vida y sólo aceptar lo que vendría después.

Así se siente la mano de la muerte tan solo a centímetros de tú rostro (o para adaptarlo a la situación) su boca. Pensar en que todo lo que había hecho en la vida se resumía a ese momento en que todas las decisiones tomadas; sean malas o buenas; no hayan impedido ese inevitable final. La muerte.

Había presenciado la muerte otras veces, pero solo eso, presenciado. Un fuerte apretón de manos y un "Tú sacrificio ha sido útil para el avance de la humanidad" y luego ver como el brillo de esperanza se iba de sus miradas.

Más aquello no se comparaba con nada.

Todo se redujo al momento en el que el titán me acerco a su boca y la cerró con ferocidad.

Lluvia roja de otoño.