¡Hola! E aquí una de mis ideas. Una historia ambientada en los años 50. Tengo previsto que será un sorato, pero aún falta mucho. Espero que os guste y animaros a seguir leyendo. ¡Muchas gracias!
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Lirio en invierno
Chapter I
El agua cubría poco a poco su cuerpo quebradizo, avanzando sin tregua despiadadamente. El vestido blanco que llevaba se iba oscureciendo por el contacto con el líquido helado y se pegaba a su figura magra. Su luz desaparecía. Ella intentaba a la desesperada salir de su pozo profundo; gritos casi inaudibles, un alma cansada de luchar y lágrimas mezcladas con magulladuras. No podía, simplemente no podía salvarse. El agua iba llegando a su cuello, lentamente se iba ahogando, sumida en lo recóndito.
Pero estaba dispuesto a sacarla de ahí. En medio de tanta penumbra se acercaba a ella, que lentamente se hundía. Con feroz agonía, intentos fallidos de salvarla, de volver a tenerla. Agarró su mano con una fuerza irreconocible, mientras el agua oscura ya tapaba sus oídos y sus suspiros de desespero quedaban mudos; no tenía fuerzas. Sólo sus ojos afligidos y su mano resbaladiza le quedaban. Sus gritos se perdían en la densidad de la niebla y la inmensidad del espacio, su alma iba tornándose inexistente. Perdía el cielo. Sus manos se separaron y ella se hundió en la sombra. Iba a morir.
Me desperté sobresaltado. Mi cuerpo estaba bañado en sudor y los latidos del corazón frenéticos. Otra vez ese sueño. Sólo era eso, una maldita pesadilla que me atormentaba siempre que mis sentidos abandonaban temporalmente la realidad. No tenía ni idea que era lo que realmente significaba. Un pozo, alguien que se hunde y nuestras manos que se separan. Que asco.
Taichi seguía roncando en su cama, sin inmutarse si quiera. Le envidiaba. Él podía dormir de un tirón toda la santa noche mientras que yo me desvelaba sin remedio con esa pesadilla.
Me levanté de la cama la cual hizo un ruidillo de muelles insoportable. Alguien debería pensar en cambiarnos las camas, debe hacer décadas que permanecen aquí. Y según los directores, la salud del estudiante es vital. Todos son unos falsos con los bolsillos forrados. De esos que cuelan mentiras a los padres argumentando que la magnífica institución a la que van sus hijos les servirá de gran ayuda en su formación mientras se embolsan cantidades insospechadas. Menuda manada de buitres.
Sí, vivía en una especie de internado masculino cursi típicamente inglés, aunque estuviésemos en las afueras de Nueva York, en Thomsen Hill, exactamente. De esos que tienen hiedra por las paredes haciéndolo parecer acogedor y con un gran reloj en el centro del edificio principal, para recordarte que si llegabas tarde te esperaba un cruel castigo.
Cada uno de nosotros compartía la habitación con dos o tres compañeros tarados. Las habitaciones apestaban a naftalina y a calcetín usado. Eran bastante grandes, eso sí. Lo malo de todo esto era que estaba rodeado de tipos con dinero. La mayoría era de esos que aspiraban a ser grandes médicos, abogados, jugadores de ajedrez, o maquiavélicos directores de internado con padres orgullosísimos de sus críos mimados. Si no tenías aspiraciones en Seatterfield no eras nadie. Y yo en esos momento no era nadie. Había suspendido cinco asignaturas del semestre y los peces gordos de Seatterfield especulaban mi posible expulsión. Realmente ni yo sabía cuál era mi papel en esa institución asquerosa para opulentos. Yo no era inteligente ni nada de eso. Mi hermano sí. Mi hermano desde pequeño había sido brillante. Mis padres decían que era superdotado o algo así. Sí, era asombroso. No porque supiera calcular complicadísimas raíces cuadradas a los ocho años, ni por sus habilidades al piano, sino por las magníficas charlas que podías mantener con él. Era sólo una criatura, pero mucho más listo que yo. Listísimo. Siempre podías tener ganas de hablar con él. Llamarle y mantener una conversación con Takeru era posiblemente lo mejor que te podía ocurrir en un día monótono de ésos. Y era muy rubio. Posiblemente más que yo. En casa él tenía su propia butaca, donde se pasaba las horas con un libro o mirando por la ventana y riéndose. A veces nos reíamos con él y a veces no. A veces él se reía sólo; nunca se enfadaba. Takeru tenía una sonrisa inocentemente encantadora de ésas que te enseñan la parte positiva de la vida. No tenía una dentadura perfecta ni nada, pero era increíble como podía influirte una de sus sonrisas. Apostaría lo que sea que si él hubiera estado en Seatterfield superaría con creces a todos esos idiotas creídos. Le gustaba la poesía. Con nueve años se sabía algunos versos de Goethe o Shakespeare, no sé. Murió. Sí, iba a cumplir los diez, cuando la leucemia le mató. Fue un golpe duro. Takeru era el genio de la familia, el chico brillante y encantador, mientras que yo era un analfabeto. Era una criatura estupenda Takeru. Qué pena. Entonces mis padres, ya con varios problemas, decidieron enviarme al internado Seatterfield, en donde quizás podría convertirme en un sujeto parecido al pequeño T.k. Sus esperanzas fueron inútiles, dado que a mí no me interesan cuatro cretinos que pretenden influir en mi vida obligándome a meterme en un uniforme hortera. Pero ellos no sabían de mis suspensos ni de mi posible expulsión. Y esperaba que no se enterasen pronto. A mis diecisiete años no me convenía otro sermón destinado a describir mi precario futuro si seguía así. Era algo aterrador.
Al levantarme encendí la tenue luz de mi mesilla de noche. Estaba totalmente desvelado y me dolía la cabeza. Por la ventana de la habitación se veían los jardines del instituto a oscuras y el conserje, Mr. Bardsley, fumándose el último cigarrillo rancio de la noche. Al verlo, agarré de mi estante una cajetilla de cigarros comprada hacía tiempo a un tipo que vino del Québec. No entiendo como se fue de unas tierras tan estupendas para venirse justamente aquí, un lugar repulsivamente adinerado y falso. Encendí el cigarrillo y eché una vaho de humo gris hacia el mugriento techo de la habitación. En realidad no me gusta fumar. En verdad lo odio. Pero odiaba más Seatterfield.
- ¡Ishida eres un indecente!- Se había despertado de mal humor, según parecía.
-¿Qué te pasa Kido, criatura? Vete a la cama-
- ¡Son las cinco de la madrugada! Deberías estar en tu cama. O estudiando- Jyou Kido era un pelma. Le hacía gracia recordarme que sacaba unas notas brillantes pasándose el día atendiendo en clase, divirtiéndose con la analítica, y limpiando sus enormes gafas de culo de vaso todo el santo día.- Eres un desastre, Ishida. ¡Y encima estás fumando! Está prohibido en todo el recinto de Seatterfield. Y no vuelvas a llamarme criatura. Te recuerdo que...- Sí, a Kido también le gustaba recordarme que él tenía dieciocho años mientras yo diecisiete.
-Vale, Kido, está bien. - Lancé el cigarrillo por la ventana - Vas a despertar a Yagami.- Aunque él seguía roncando sin inmutarse.
- Tienes un problema, Ishida. Son exactamente las cinco de la madrugada y no estás estudiando precisamente ¿Qué te propones¿Quieres que te expulsen mañana mismo acaso?- Kido tenía el don de repetir las mismas frases veinte veces cambiando el orden sintáctico. Mientras hablaba yo repasaba su pijama repulsivo. Azul a rayas. Patético.
-¡Haz el favor de callarte, maldita sea¿Y se puede saber qué haces tú? Porque creo que no te he despertado. ¡¿Simplemente no puedo dormir, te molesta?!-
-Yo; Yamato Ishida, tengo obligaciones que ni tú mismo podrías entender. Además, pronto llegan los globales y me levanto más temprano. Pero dudo que tu plan de estudio incluya esa dinámica y menos sabiendo que has suspendido siete créditos.-
-Cinco, he suspendido cinco.-
-Igualmente resulta catastrófico. ¿Por qué no puedes dormir, tú?-
-Porque no. No sé, no tengo sueño-. Mentí - ¿No te ha pasado nunca?-
-Pues no, aunque mi mente seguramente está más ocupada que la tuya. Estás disperso, Ishida. Si te calmaras y te centraras en lo debido, dormirías apropiadamente. Cualquiera si se esfuerza puede tener potencial, o eso creo- Con un dedo se ajustó las gafas a la cara.- Fíjate en Izumi.-
-Oye, a Izumi no le hace falta esfuerzo ninguno. Le gustan; no; le obsesionan las matemáticas y la física y todo eso...- Koushiro Izumi era un chaval prodigio o algo por el estilo. Era bajo y delgado y le fascinaban las ciencias exactas. Yo le veía en los descansos entre clase y clase, en los jardines de la escuela jugando al ajedrez, leyendo, o escribiendo raíces que resultaban incomprensibles la mayoría de las veces, hasta para los profesores. No era antisocial ni nada de eso, sólo que pasaba de aquello que le rodeaba. A veces le entendía y a veces no. Por ejemplo, no entendía esa estúpida manía de escribirse cosas en las manos. Siempre, siempre que veía sus manos, estaban sucias de tinta. Tenía formulas escritas, o nombres de físicos importantes, o la teoría de la relatividad a su manera, elementos de la tabla periódica, o razones trigonométricas... No sé. Era bastante escéptico estrecharle la mano.
Izumi tenía el pelo rojo. Su cabeza brillaba y siempre sabías donde encontrarlo. Me gustaba el cabello pelirrojo.
- A ti no te gusta nada, Ishida, ése es tu problema. Parece que te de igual todo. Te pasas las clases mirando por la ventana, aunque gran mayoría de ellas te las saltas. ¿Se puede saber en qué piensas? Eres desconcertante.- Hice un bostezo y me rasqué la cabeza con somnolencia. Empezaba a amanecer con mucha lentitud.
-Oye...¿Tienes novia?- No se me ocurrió preguntarle otra cosa para que dejara de martirizarme. De todas maneras, apostaría un dólar a que Kido no tenía novia.
-¿Nunca dejarás de ser un entrometido? Métete en tus cosas.- Dijo mientras guardaba los libros de su bufete en el maletín y desabrochándose la horrible camisa del pijama.
-¿Pero tienes o no?- repliqué con un tono divertido. Noté que al chaval levemente se le subían los colores y empecé a temer la pérdida imaginaria de un dólar. Después de insistirle bastante, Kido sacó de su añejo libro de química una foto. Luego me la puso frente a los ojos para evitar que la tocara o algo así.
-¿Contento?- Se notaba que estaba orgulloso de esa fotografía- Es la del medio. La conocí en un club de jazz-
-Ah, así que ella es...-
-No, no es una prostituta, Ishida- Y me miró de reojo y se puso la camisa blanca del uniforme hortera de Seatterfield.- Se llama Midori – En la foto salían tres chicas. La del medio llevaba un vestido estampado hasta las rodillas, unos zapatos con suficiente tacón y un sombrero bastante ajustado a la cabeza que casi no se le veía el pelo. No, no tenía aspecto de puta y además tenía cara de ingenuidad.- Es la mejor amiga de la Tachikawa, que sale a su izquierda.- Le arranqué la foto de las manos para intentar ver mejor a las chicas.
-¿Te la presentó Yagami?- La chica de la izquierda era lo suficientemente atractiva como para que cualquier hombre en plenas facultades se volviera al verla. Aun y ser en blanco y negro, se veía que llevaba un vestido de color rojo, muy corto. Muy maquillada, se percibían desde lejos sus labios de carmín. Era la novia de Taichi, que compartía habitación con Kido y conmigo.
- Más o menos. Pero no creo que sea de tu incumbencia.- Kido ya se había vestido y se arreglaba el pelo, echándolo hacia atrás con brillantina barata.
- Aún no entiendo como Taichi consiguió llevarse a la Tachikawa.- Dije sin quitar la vista de la foto polvorienta.- Realmente es una de esas femme fatale.
-Eso es porque tú no tienes mi gran carisma, Ishida- Dijo una voz somnolienta tras de mí.
-¿Ha dormido bien, su majestad?- Dije yo- ¿A qué hora le sirvo su desayuno? – Taichi se abalanzó sobre mí como de costumbre y los dos caímos sobre la moqueta de la habitación, armando considerable ruido. Taichi era así.
- Bueno, par de críos, me voy a la biblioteca.- Kido ya estaba listo. Agarró su foto del suelo después de dirigirme una mirada de odio y se fue dando un portazo. Me quité a Taichi de encima como pude y empecé a desvestirme yo también.
-Me ha resultado imposible dormir con vosotros dos de charla-
- Al menos hoy no llegarás tarde. Oye, por cierto¿quién es la suicida que está saliendo con Kido? Se la presentaste tú?-
- Es una enfermera de Nueva York, amiga de Mimi. Pero fue una casualidad, ya eran amigas antes de que saliéramos juntos. ¿Acaso te gusta Yama? Es cuatro años mayor que Jyou¿eh?- Dijo dándome un codazo.
-Tú eres imbécil, Taichi.- Me importaba poco quién fuera esa chica, solamente pensar que un sujeto como Kido podía tener novia, se me hacía curioso.
-Venga, no te enfades. Quizás cuando tengas veinticinco, alguna se te acercará, supongamos.- Le di un leve puñetazo en la nariz. Taichi Yagami era quizá mi mejor amigo. Nos conocíamos desde los cinco años. Era valiente y perspicaz, pero también un cara dura. A los dos nuestros padres decidieron meternos en Seatterfield. Él, de lo contrario que yo, no había suspendido ninguna asignatura y sus padres estarían orgullosos de recibirle el día de la graduación. Taichi había conocido a T.k. Creo que los dos se llevaban bastante bien, aunque él no fuera especialmente culto. Casi todo el mundo quedaba fascinado al ver conocer a T.k. Mucha gente felicitó a mi madre por haber criado tan bien a su hijo pequeño. Al morir, todo cambió. Todos cambiamos un poco.
-¿Yama, hoy es sábado, tienes permiso?-
-Sabes que sí. Mataría a alguien si no me dejaran salir de este zoológico.- Acabé de vestirme. Definitivamente había perdido el sueño.
-A las cinco hemos quedado con Motomiya. Podrías venir y quizás podrías conocer a alguien.-
-Bueno... Creo que no tengo nada mejor que hacer. Pronto me van a echar de aquí.
-Sí venga. Así te animarás un poco- Me pasó la mano por la cabeza despeinándome.
-¡Eh!- Intenté agarrarle del cuello de la camisa para atizarle. Odio que me revuelvan el pelo.
-Te oí delirar ayer también. ¿Otra vez esa pesadilla?-
Tardé un rato en contestar. El recuerdo de la angustia que pasaba cada vez que soñaba con eso me aterraba. Moví la cabeza arriba y abajo.
-¿Crees que puede ser una premonición?- Se notaba que lo decía con algo de gracia.
-¿No es un chiste, vale¿Cómo va a ser eso una premonición? Alguien que se hunde en nosedónde ni nosecuándo ni nosecómo. Taichi es horrible. Alguien grita.- Me eché las manos a la cabeza y cerré los ojos con fuerza.- Un grito ensordecedor. Y después nada... Y yo tampoco puedo hacer nada... Taichi es...
-Sabes, Matt... Creo que te convendría una chica. Sí, deberías pensar más en chicas y dejar tus paranoias a un lado, sabes? Créeme, te estoy dando un buen consejo. Esta tarde, ya verás que se te pasa todo.- Odié a Taichi por unos segundos. O me había vuelto loco o ya lo estaba completamente.
-Sí, creo que tienes razón. Pensar un poco más en bragas, como hacéis todos vosotros ayuda ser parte del mundo en que vivimos. Sí, tienes toda la razón.-
-Venga, no te enfades. Te espero a las cinco en la salida.-
Me fui dando un portazo. Luego me dirigí a los jardines, donde radiaba mucho sol a pesar de estar en Diciembre. Me tumbé a la obra de un árbol, lugar perfecto para no hacer nada. Desde allí se veían los alumnos que estaban estudiando en la biblioteca. Todos iban a ser futuros abogados, empresarios, médicos o maridos ocupados con sus talleres de mecánica. Todos sabían más o menos que hacer con sus estúpidas vidas.
Sí, iría a esa maldita cita con Yagami y Motomiya a las cinco de la tarde, pensando qué podría quedarme después de Seatterfield.
To be continued..
Notas de la autora:
¿Qué tal?¿Se ha hecho pesado? Bueno, aún no ha habido acción específica, pero es sólo el primer capítulo. Creo que la historia va a ser más larga y a medida que vaya transcurriendo aparecerá el Sorato. Prisas no ;-)
He querido hacer una visión muy subjetiva de la vida de Yamato, un estudiante en un internado masculino, bastante asqueado de la vida. No sé, me ha parecido una buena idea, aunque aún falta mucho. Por favor, quisiera recibir reviews y saber si voy por el buen camino. ¡Muchas gracias por la lectura!
Utenarose
