Un suspiro fue emitido en esa desolada noche. Las estrellas se veían brillantes en el cielo nocturno, la brisa mecía sus cabellos rubios. Había llegado un poco más temprano al patrullaje nocturno, para poder pensar a solas por lo que había sucedido ese mismo día.

Ese gesto de Kagami lo había conmovido. Le sorprendió que haya guardado la rosa (ya seca) y la cuidara con tanto cariño, realmente había tocado su corazón. Una dulce sonrisa figuraba en su rostro al recordarlo. Y una interrogante poco tiempo después, aparecía en su mente.

¿Ladybug había hecho lo mismo con su rosa?

Soñar no costaba nada. Imaginarse que la había guardado, le llenaba el pecho de un sentimiento cálido. Ya sea como un marcador de alguna clase de libro.

—Llegaste temprano, gatito—Mencionó Ladybug al posarse a su lado.

—No quería dejarte esperando, My Lady—añadió galantemente completando su caballerosidad dándole un beso en el dorso de su mano.

Ella sonrió y se sentó a su lado. Nadie dijo nada, pero el silencio no era para nada incómodo.

—Umm—articuló el minino, al rato—Sé que paso hace tiempo—comenzó rascándose la nuca, nervioso mientras sus mejillas se calentaban levemente por la vergüenza—Pero me preguntaba que paso con la rosa que te entregue...

Sus ojos verdes, anhelantes haciendo contacto con los azules impresionados de ella.

—¿Huh?—expresó la heroína, parpadeando por la sorpresa de lo mencionada—¿La rosa?

—Si...—repuso—La rosa que te di y tú tomaste.

Era la única rosa que de algún modo había aceptado.

—Paso mucho tiempo...—inició, de algún modo, incomoda por la pregunta—Y se marchito—terminó de responder.

—¿Y qué hiciste con ella? —cuestionó muy interesado.

—Bueno —corrió un mechón de su pelo detrás de la oreja, nerviosa—La tire...

Luego de eso, Ladybug tragó saliva, desviando la mirada de esos ojos. Decirlo así, sonaba un tanto mal.

Era demasiado soñar. Supo el gatito.

—¿Así que no la conservaste? —preguntó. Rió para no sentirse tan decepcionado como lo había hecho, para dejar de sentir ese hueco en su pecho—Oh, Debí entregarte una rosa artificial.

—Chat...

La mariquita se sintió un tonto mal, notaba que el minino se había puesto triste.

—Yo...

—¡No te preocupes!—al percatarse de que Ladybug se ponía triste por su culpa—¡La próxima vez te entregare una rosa artificial!—dijo con efusividad—No habrá razón para que la tires...

—Chat...

—¿La aceptarías? —cuestionó. Ella lo miraba con esos ojos que expresaban pena—¡No respondas!—pidió rápidamente—Solo déjame soñar.

Soñar no costaba nada.

La chica de sus sueños, era un mismísimo sueño, que algún día haría realidad. Obtendría su amor y no lo dejaría marchitar.