Los personajes son propietarios de J.K. Rowling, y parte de los hechos también, excepto mis propias invenciones.

Espero que les agrade este fic, es el primero que hago y lo comencé un día de aburrimiento.

Sinceramente, es algo aburrido, pero sobre el quinto o sexto capítulo, comenzaré a sacar el tema del título y eso.

Aquí dejo la cosa :)

Comienzo del quinto año

Aquel día se despertó malhumorado, tenía que volver a Hogwarts otra vez, y ya estaba harto de las ñoñerías de Parkinson, Zabini y los pesados de sus amigotes Crabbe y Goyle. También odiaba a aquel trío de Gryffindors, la sangre sucia, el imbécil de Weasley y San Potter.

Estaba cansado, y no quería comenzar su quinto curso en Hogwarts. En su casa las cosas no iban nada bien, tenía que soportar a la pesada de Bellatrix, con su voz que despertaba a medio vecindario a buenas horas de la mañana, su padre estaba muy ajetreado en el ministerio, y su madre cada día tenía un aspecto de abandono y enferma, cosa que Bellatrix intentaba evitar.

-Maldita sea...-dijo cuando volvieron a aporrear su puerta para que se levantara.

Su cuerpo parecía pesarle más de lo normal, dirigió la mirada al baúl, el cual estaba desordenado, su habitación lucía un aspecto de abandono, igual que todo Draco, tenía un aspecto débil y flacucho, sus ojos grises resaltaban más por culpa de las ojeras, y su cabello estaba ya algo más largo y alborotado. Se enderezó en la cama, se deshizo de las sábanas, se colocó de pié apoyándose en la pared. Últimamente le costaba todo, no tenía ganas de nada, y su antebrazo izquierdo le dolía más que nunca.

Maldiciendo por lo bajo, volvieron a aporrear la puerta.

-¡YA ESTOY DESPIERTO!-gritó de mala manera hacia la puerta, y pudo oír pasos acelerados bajando una escalera.

Buscó a tientas las zapatillas, y abrió la puerta. La luz le cegó los ojos, hacía tiempo que estaba en su habitación encerrado sin apenas ver la luz del día, se dirigió al cuarto de baño, se deshizo del pijama, y se metió parsimoniosamente en la ducha, disfrutando del agua templada.

Tardó mucho rato en salir de ésta, ya que era una de las pocas cosas que le relajaban en un día como ese.

Después de haberse aclarado el pelo y el cuerpo, salió, se secó y se puso el albornoz estremeciéndose por el contacto del aire frío en su piel aún ligeramente mojada. Se miró al espejo, fijamente a sus ojos grises, como si desafiara a su propio reflejo, agachó la cabeza, notando como se le enganchaba el pelo mojado en la cara, e hizo el ritual de cada día, secarse, peinarse, bajar a desayunar e ir a lavarse los dientes.

Pero ese día tenía que hacer el baúl, que lo metió todo adentro como pudo y se dirigió malhumorado con su baúl al vestíbulo, donde le esperaba su padre algo nervioso, y con un aspecto algo enfermizo también.

Al llegar a bajo, su madre se dirigió a él con pasos torpes y sonrió forzadamente, pero su hijo tan solo miraba con desdén la alfombra que reposaba bajo sus pies, como si le hubiera mordido anteriormente. Narcisa le dio un beso a la mejilla, y se dio cuenta de que una pequeña sonrisa cruzó por el rostro de Draco en menos de un segundo, y eso la puso muy contenta, pero se desvaneció enseguida mirando bien a Draco, preocupada.

Bellatrix también se plantó en el vestíbulo, con una sonrisa de imbécil (o así lo veía Draco) y desentonando con su asqueroso pelo oscuro. Le dio unas palmadas al joven y se retiró.

-Adiós, mam... madre.-dijo Draco con esfuerzo, y sin mirarla, siguió a su padre arrastrando el equipaje, tal y como hacía la voz de su padre, murmurando palabras inteligibles, que a Draco le resultaban indiferentes.

El viaje se le hizo eterno, e hizo lo mismo con su padre, no le miró y subió al tren con su pesado equipaje y en busca de un compartimiento vacío, que por suerte encontró. Entro en él, y puso el baúl delante de la puerta, dando a entender que quería estar solo, cruzó los dedos, y se tumbó, así quedándose dormido.

-Draco... Draco...-una voz femenina le zarandeaba suavemente los hombros, notó que tenía la cabeza apoyada en algo más blando que el asiento, y se dio cuenta de que Pansy Parkinson se había tomado la molestia en que se sienta cómodo.

-Ah... eres tú.

-¿Y quién si no?-dijo Pansy mirándole con una sonrisa.

-Si ya...-murmuró sin que nadie le escuchase, y añadió.- ¿Qué ocurre?

-Que ya estamos llegado.-la joven no borraba de la cara aquella estúpida sonrisa de borrica.

-Vale... ¿Y?

-Pues que tienes que vestirte todavía.

-¿Es que acaso estoy desnudo?

-No pero...-la sonrisa se borró de su rostro.

-Pues ya está. Ya me cambiaré cuando vea oportuno.-se enderezó y se sentó en la esquina con los brazos cruzados, fijándose en los dos gorilas que había enfrente suyo, Crabbe y Goyle, sentados al lado de uno que parecía más pequeño al lado de esos dos, Zabini. Los miró con desdén, y fijó la vista en una mosca que estaba en la ventana, y en segundo plano pudo vislumbrar Hogwarts, ya casi...

El tren comenzó a disminuir de velocidad, hasta quedarse parado, se dirigió a fuera y se dio cuenta de que había crecido bastante mirando a Parkinson a la nuca, se dirigieron él y sus amigos hacia fuera, rodeados de estúpidos niños pequeños y algunos mayores, todos iban con sus túnicas nuevas o viejas excepto él, pero no le importo.

-Draco...-dijo girándose como podía Parkinson.

-Déjame, sé lo que hago.-y se alejó de ella a empujones entre los críos y los mayores.-Joder, porqué tan lejos la jodida puerta...