Disclaimer: Amour Sucre no me pertenece. Es propiedad de Chinomiko y Beemov.

Advertencias: SPOILER de CdM en la Universidad/Paso del tiempo/Cosas sad –creo-/Poco dialogo.

Nota de la autora:

Llorar sobre la leche derramada es inútil.

Ya no voy a lamentar el hecho de que mi ruta quedó fuera y mejor me pongo a escribir las cosas más sad que tengo adentro.

Solo para sacarlo de mi sistema.

Inició esto con Nathaniel, mi menos predilecto, debo decir, pero le tengo mucho cariño –no romántico-a este personaje, no sé porque.

E iniciamos con una frase de Maravilloso Desastre. Un libro que ODIE con toda el alma, pero que tiene un par de cosas llegadoras como esas.

Ya, nada.

Escuchen la canción, lean y lloren conmigo.

Nos leemos abajo.


Recomendación musical: "Somebody than I used to know" – Gotye


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"No sabía que estaba perdido hasta que me encontraste. No sabía que lo era estar solo hasta la primera noche que pase sin ti en mi cama. Tú eres lo único que he hecho bien. Tú eres lo que he estado esperando"
-Travis (Maravilloso Desastre)

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Cascarón vacío


Golpea con firmeza su saco de boxeo. Siempre fuerte y siempre preciso.

Era reconocido por ello. Por dar golpes potentes y exactos, en lugares indicados y esquivaba todos los que le arrojaban.

Nathaniel no entiende en que momento fue que comenzó todo. Su mala fama de matón fue de un momento a otro, como si una oscura celebridad se levantara de las cenizas.

Aunque…tal vez sí lo recuerda.

Cuando aún no sabía qué carrera elegir, cuando su padre continuaba acosándolo para que eligiera un futuro prometedor, cuando su desesperada madre intentaba –inútilmente-ganarse su perdón.

Sí, todo se le había estado acumulando con el paso del tiempo, pero el detonante fue algo distinto.

Y tiene rostro y nombre.

Sucrette había estado ausente durante mucho tiempo de su vida. Así como él de la suya.

No por desinterés, todo lo contrario, sino por falta de tiempo.

Por mucho que fingieran en mensajes y llamadas "felices", la verdad era que ninguno lo era realmente.

Ya no.

Ambos empezaban a seguir senderos distintos. A tener idea completamente diferentes.

Y aunque fue un "mutuo" acuerdo, Nathaniel fue el primero en dar el primer paso. En decir lo más duro.

Y, sorprendentemente, ella no se negó.

Fue una daga a su corazón. Porque en el fondo deseaba que ella se negara, que le pidiera que lo intentaran un poco más. Pero no sucedió.

Ella aceptó esa ruptura con un orgullo que no sabía que tenía y con una sonrisa triste.

Nathaniel se quedó mudo por la impresión, pero Sucrette no lo vio así. Creyó, de hecho, que era porque también se sentía herido.

Porque, decir adiós nunca sería fácil, no importaba que tan preparados estuvieran. Pero, ciertamente Nathaniel no lo estaba.

La dejó frente a la estación de tren, donde partiría para no volver durante largo rato.

Recuerda, como ella trataba de guardar la compostura y mantenerse serena, aunque solo se mostraba rígida, y falsa en su sonrisa.

Entonces, el silbido del tren anunció que era hora de subir. Sucrette lo observó a los ojos miel de Nathaniel, con una mirada vidriosa, y el labio inferior temblando.

Pero, contra todo pronóstico de un llanto inminente, ella sonrió. Amplia y tristemente. Luego acarició su mejilla con ternura, como sí supiera que era él quien necesitaba ser consolado, no ella.

—Gracias por todo.

Luego, tomaría su bolso, sin prisa y comenzaría a caminar a la puerta del tren.

Nathaniel no podría moverse por mucho que lo deseara, sus pies estaban atados a la tierra y su voz se había bloqueado.

"Voltea" pensó con desesperación "Por favor, voltea. Solo una última vez"

Pero no lo haría. Entraría al tren sin mirar atrás.

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Nathaniel recuerda las primeras semanas como las más dolorosas de la ruptura.

Recuerda mirar al teléfono a casi todas horas, esperando, desesperadamente, que Sucrette le enviara un mensaje, una llamada, una señal de vida. Recuerda tener su dedo pulgar a un centímetro del botón "Marcar" en su contacto, pero nunca lo hizo.

Porque, en el fondo, seguía siendo ese niño asustado que temía a lo que pensaran los demás.

Recuerda dormir mucho, mucho tiempo con Blanca a su lado, tratando de consolar a su amo. Y luego recuerda a sus amigos, tratando de arrastrarlo de regreso al mundo real, animándolo a salir a divertirse. Tal vez se arrepintieron después de esa decisión.

Recuerda, empezar a salir a bares, clubes, fiestas, cualquier lugar donde hubiera alcohol. Donde hubiera diversión, risas y besos vacíos.

Fue de las primeras veces en las que Nathaniel tuvo sexo libre, sin compromisos, placenteramente efímero.

Más tarde se le volvió costumbre y perdería la cuenta de cuanta chica se ligó y cuantas fiestas se metió. De cuantas pieles probó y cuantas veces había terminado vomitando entre risas y llanto de locura después de una intensa noche de diversión sin sentido.

Luego, en una de ellas, tres tipos querrían echarle pleito, y los tres terminarían barriendo el suelo, con espectadores a la vista. Algunas lo mirarían con temor, otras con admiración.

Sus amigos le dirían que parase, le aconsejarían volver a los estudios o cualquier cosa que lo sacara de las calles. Nathaniel los cortaría de raíz con tal de que parasen de "sermonearle".

No lo permitiría.

No dejaría que le quitasen ese…control.

Algo que nunca podría obtener en casa, con su madre

O en su vida con su padre.

O en su relación con Sucrette.

Sucrette…

Hacía tiempo que no pensaba en ella.

Su imagen era borrosa, su sonrisa se desvanecía. Y todas las cosas buenas por las que ella había luchado por sacar dentro de él se deterioraban con el tiempo.

Todo huella de ella empezaba a apagarse, como una luz que se duerme de forma lenta e imperceptible.

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Nathaniel saldría de nuevo de fiesta y regresaría a casa por ese callejón oscuro, cuando escucharía esos gritos.

Gritos de una chica.

Y Nathaniel no es ningún héroe sin capa ni tampoco un justiciero solitarios. Pero hay algo en esa voz que se le hace tan…familiar.

Luego recuerda a su hermana. A su madre. En lo que desearía que alguien las ayudara si estuvieran en el lugar de aquella chica.

Por eso, no duda en gritar.

—Vale, tío. No te habíamos reconocido…

Por supuesto que no. De otra forma hubieran parado de inmediato.

Nathaniel no tiene que decir nada, los cerdos se van aterrados y él se queda un instante para ver a la figura que tiene frente

Oh, querido.

El destino es caprichoso.

Y jugaría contigo todo lo que quisiera.

Eso fue lo que creyó escuchar, cuando vio a una Sucrette más alta, estilizada, madura –pero igual de bella-frente a él. En shock.

—Sucrette…

Y apenas está comenzando.


Notas finales:

"No me duele, me quema, me lastima"

Ojala esto le guste a alguien.

Y sí no, me vale vrg. Ya empecé a desahogarme y no voy a parar :V

Nos leemos en el siguiente One-shot, aunque aun no me decido que chico poner en el siguiente.

Nos leemos pronto.


Atte. Ari