Antes que nada quisiera aclarar un par de cosillas:

Esta historia es basada en el manga y en el anime, mismos a los que les doy todo el crédito de esta historia, pero la cual posee una distinta perspectiva (ja ja)

Exceptuando a Kekkyu y ciertos personajes, el resto pertenecen y son de la autoría del señor Akira Toriyama, maestro a quien admiro y respeto por regalarnos tan increíble obra y a la cual quise hacer mi versión tras recobrar el interés al volver a leer el manga.

Hace años que borre esta historia e incluso cambie el nombre del user y de la historia (el otro estaba muy largo y bobo, pero tenía 14- 15 años, me lo perdono), y me gustaría compartirla de nuevo, obviamente editada tras no haberla tocado desde hace 4 años.

Por favor, disfrútenla, dejen sus reviews y, pues sin más que decir, gracias por darse el tiempo de leer el capítulo

Que tengan un lindo día :)

atte: MelissaClocks


Capítulo 1


-No seré como Bardock o Gine —exclame al levantarme del suelo y limpiarme la sangre del rostro—, mucho menos como tú, Raditz.

-¿Qué dijiste, imbécil?

-Yo seré diferente: seré poderosa y todos estarán bajo mis pies; seré una Diosa; una leyenda que hay que temer.

-Por favor —bufó mi hermano mayor al mismo tiempo que me plantaba un golpe en el estómago, devolviéndome al suelo—. No digas estupideces, Kekkyu. Alguien que posea las mismas unidades tan insignificantes como las tuyas no creo que pueda conseguir mucho en la vida más que ser un soldado de clase baja, o quizás ni eso.

-El día que te vea morir por ser un debilucho, quiero que me digas lo mismo.

Desde el momento en que mi consciencia se desarrolló y saber el propósito de mi nacimiento mi meta se convirtió en ser el saiyajin más poderoso del universo, ese al que hay que temer. Pero a pesar de ser un completo monstruo desde la cuna y no comprenderlo por completo, de una cosa estaba segura: protegería al el enano e idiota de Kakarotto, mi hermano menor, incluso daría la vida por él.

Recuerdo cuando todavía no cumplida la semana de recién nacido cuando nuestra madre, Gine, quiso empezar su adiestramiento puesto que había resultado tener un poder de tan solo dos unidades. Un acontecimiento inaceptable para cualquier saiyajin, completamente indignante para los padres; aquello lo convirtió en la deshonra de la familia Bardock y por supuesto mi madre jamás aceptaría por lo que puso manos a la obra y así aumentar su nivel de pelea lo más rápido posible, sobre todo para su próxima misión. En cuanto a Bardock, nuestro padre, le importaba una mierda como siempre.

Gine me contó que el entrenamiento de Kakarotto lo haría más rígido y cansado, que el de nosotros, mismo que fue aumentando el grado de intensidad tras pasar el año de edad; entrenando hasta que el cuerpo no pudiese más.

Pero no debo adelantarme, así que iré por el comienzo, donde nosotros, los saiyajin, creíamos ser los más poderosos del universo entero.

Conocidos por nuestra perversidad y crueldad hacia todo ser inferior que pudiera existir en el espacio; por la masiva destrucción de planetas y genocidios generados con nuestra inmensa fuerza por mera diversión, aunque también solíamos sacar beneficio de algunos planetas o civilizaciones, vendiéndolo al mejor postor o creando alianzas —a la fuerza— con algunas especies para que nos proporcionaran tecnología, tal y como hicieron nuestros antepasados, convirtiendo esa alianza en esclavitud.

Dicho esto, mi "aventura" se centra en un siete de diciembre del setecientos sesenta y ocho, universo número 7-C. Un día como cualquier otro en el planeta Vegeta-sei.

Me recosté en el suelo después de una vigorosa pelea que había tenido con un pequeño grupo de niños que habían estado molestándome y todo por mi maldito nivel de pelea, que era de doscientas unidades. El médico me había llamado la atención y sólo porque termine quitándole la vida a uno sin querer mientras que a otro le había destrozado la cola en miles de pedazos junto a uno que otro hueso; los restantes sólo habían recibido un par de raspones. En cuanto a mí, había llegado siendo un desastre, un victorioso desastre. Lo acepto. A veces suelo ser quien empieza las peleas, lo considero divertido a pesar de terminar por ser la primera a la que metían en las cámaras médicas.

Una vez estuve a punto de morir por meterme con un adolescente de dos mil quinientas unidades, aunque a mi familia le importa poco, salvo por el menor y mi madre. Una característica que poseían los saiyajin que acaban por ser padres era que lo único que les preocupaba de sus hijos era su nivel de pelea, fuera de ahí, les importaba un carajo su vida; sin embargo, Gine resulto ser muy diferente: sí, el nivel de pelea le importaba, pero a diferencia de otras madres ella nos quería más que a nada en el mundo, solía ser una mujer muy suave y cariñosa, a veces ingenua y torpe, pero cuando la asignaban a una misión, era toda una máquina de matar. Aun me pregunto cómo fue que Bardock se fijo en ella con el carácter que tiene.

Kakarotto se me acercó para jugar, le resultaba entretenido intentar atrapar mi cola de simio con los dientes a lo que mantuve la distancia de ellos, o le daba un ligero golpe en la frente para que dejara de molestar.

En ese entonces yo contaba con cinco años recién cumplidos mientras que el mocoso de mi hermano había cumplido su primer año hace tres semanas, aunque poseía una energía enorme e increíble para alguien de su edad, pero en lo saiyajin era señal de una formidable salud.

Empecé a leer sobre los planetas que nuestros líderes habían conquistado anteriormente como también sus técnicas de combate, empelados por los mejores guerreros del rey Vegeta.

Nuestra madre se había marchado al planeta Morag junto con su escuadrón por órdenes de nuestro soberano; Raditz salió en busca de problemas así como de una que otra pelea para mencionarlo sin parar para que Bardock se sintiera… ¿orgulloso de él? ¡Y una mierda, señores! Aunque era su único propósito: hacerlo sentir lleno de orgullo para que viera que él tenía potencial, que él en un futuro sería de los mejores saiyajin, de la propia elite y más estupideces como esas. Pero yo sabía que Bardock se limitaría a responder "¿y eso a mí en que me sirve?", o, "No me estés molestando con idioteces, niño. Hazte a un lado", y después se iría a dormir después de una exhaustiva misión.

Esta era la historia de nuestras vidas, pero mierda, sé que es nuestro padre, sé que no nos debe de importar como sea con nosotros y seguir con lo nuestro, sin embargo a veces resultaba desalentador la forma en que llegaba a tratarnos como si solo fuéramos guerreros de un nivel más bajo que uno de tercera clase; unas simples basuras saiyajin. Y sí, debo admitirlo, tampoco me quedaba atrás, hacía el mayor esfuerzo para que Bardock lo notara, pero al igual que con mi hermano mayor, resultaba completamente inútil.

Dejé escapar un suspiro repleto de frustración al recordar la cena que habíamos tenido hace dos semanas, mismas que Gine intentó rescatar a lo que terminamos nosotras solas y Kakarotto.

Mis facciones cambiaron a una mirada asesina cuando sentí como los dientes del menor se clavaban exitosamente en la cola de mono, mirándome con una inocencia pura en sus enormes y negros ojos mientras continuaba mordiéndome como si mi extremidad fuera comida al mismo tiempo que provocaba en mí cierta debilidad.

Lo tome por la cola a lo que su mirada reflejo cansancio.

-Vuelve a morderme, enano y te tumbare los malditos dientes —lo amenace.

Pero el niño me sacó la lengua, intentando rasguñarme la cara sin éxito.

De pronto llegó Bardock, quien se encontraba en compañía de su mejor amigo, Toma. Una ligera sonrisa se formó en mi rostro, ya que a él lo consideraba parte de la familia: siempre ha estado para nosotros y lo apreciábamos bastante, sobre todo Kakarotto y yo; además porque me dejaba usarlo como saco de peleas para entrenar durante sus tiempos libres.

Me incorpore de un salto para recibirlos con una muestra de respeto cuando mi hermano intentó copiar mis movimientos, pero solo consiguió tambalearse y caer de nuevo al suelo para después echarse a llorar, lo cual detestaba mi padre en absoluto.

-Deja de llorar, Kakarotto —le pedí garbosamente al niño de cabellos negros mientras posaba la mano sobre su cabeza, moviéndola ésta entre sus cabellos y sonriéndole cálidamente; él me devolvió la sonrisa a la vez que asentía—. Buen chico, no paso nada.

Resultaba extraño; muy extraño. Solo con él actuaba de esta forma tranquila, suave, y no comprendía en absoluto el porqué de tal comportamiento, ya que a Raditz lo trataba como la basura interestelar que era, salvo por RARÍSIMAS ocasiones en las que sabíamos actuar en equipo para después regresas a nuestra apática relación de hermanos. Por lo general, actuaba de manera grosera y agresiva con otros niños, incluso los adultos como si todo el tiempo estuviera de mal humor o a la defensiva. Pero con mi hermano menor era diferente y se verá extraño que lo diga, considerándome un saiyajin sin corazón o sentimientos, pero me agradaba la sensación que sentía en compañía de Kakarotto; de cierta manera me hacía sentir una especie de alivio, aunque no sabía de qué.

Mi padre optó por buscar el scouter que había dejado semanas atrás, ignorando nuestra existencia mientras Toma palmeaba mi cabeza a lo que alce la vista para encontrarme con la mirada castaña de aquel hombre.

-¿Nueva misión? —Pregunte con ojos curiosos al mismo tiempo que tomaba a Kakarotto por su extremidad para evitar que siguiera a Bardock.

-Sí, ya era hora, se me estaban entumiendo los músculos —respondió y soltó un suspiro, posando las manos detrás de la nuca al regresar la mirada al pasillo por el cual había desaparecido mi padre cuando regresó a mí bajo un brillo especial, como si le hubiera cruzado algo por la mente—. ¿Qué tal si nos acompañas?

-¿Y-Yo?

-Por supuesto —reiteró en compañía de una sonrisa amistosa, aunque para Bardock le pareció mala idea, ya que habíamos logrado escuchar un gruñido desde la habitación de mis padres. Reaccione con cierto desánimo, pero Toma posó la mano sobre el hombro de mi padre cuando regresó—. Vamos, viejo amigo. Deja que nos acompañe, me parece bien que Kekkyu aprenda cómo se conquista un planeta y también le parecerá divertido. Con esto llegará a ser una gran guerrera como su madre…, a su padre —añadió intencionalmente para conseguir una reacción de Bardock.

-Que haga lo que quiera, no me interesa —sentenció con su característica voz áspera tras escupir el cigarro y colocarse el scouter—. Vámonos.

Aplaudí emocionada cuando la seriedad cubrió mi rostro. Íbamos a dejar solo a Kakarotto, acción que Gine no me perdonaría ni me permitiría hacer, por lo que iba a rechazar la invitación cuando llegó Raditz con raspones por todo el cuerpo y antes que los adultos pronunciaran una sola palabra, los empuje hacia la puerta principal diciéndole al mayor que saldríamos a entrenar y que nuestra madre le ordeno quedarse con Kakarotto.

Como Raditz usaba más le músculo que su "brillante" cerebro, no sospecho nada y con un gesto rezongón se quedó a cuidar del menor.

Así que nos dirigimos al hangar.

A pesar de sus conquistas, el planeta Vegeta-sei no contaba con demasiada o avanzada tecnología en ese entonces, aunque nuestros científicos trataban de mejorar cada días más aquel aspecto gracias a las conquistas y los beneficios que obteníamos con el paso del tiempo. Poseía el aspecto de un mundo duro y desértico con un cielo amarillo/rojo en vez de azul, pero en el cual hemos permanecido en pie durante todos estos años; poseía al menos dos satélites naturales y teníamos una luna llena cada ocho años.

Bajo un enorme brillo en los ojos contemple mi nave, misma que había sido construida desde mi nacimiento como también la de mis hermanos para nuestra futura y respectiva misión. Se trataba de una esfera enorme de un blanco grisáceo y metálico con una ventanilla roja circular, sin embargo solo cabía una persona en ella, o, posiblemente, dos si se trata de alguien de mi tamaño; y era muy veloz.

Chille con toda la felicidad del mundo al mismo tiempo que daba un par de saltos hasta que nos encontramos con el escuadrón de Bardock: Selypa, a quien consideraba a mi mejor amiga, a pesar de llevarme un par de años encima; Pumbukin, un gordito de humor entretenido y puños fuertes; y por último pero no menos importante, el enorme de Totapo, quien bajo mi punto de vista era muy serio, apenas cruzábamos palabra alguna, pero nos llevábamos bien. Tanto sus compañeros como él se alegraron de que los acompañara, sin embargo Toma tuvo que apaciguar el alboroto cuando uno de los ancianos hizo acto de presencia, señalando que era hora de partir, puesto que se había tardado la orden tras añadirme en ella, poniéndome a prueba indirectamente. La excitación no cabía dentro de mi cuerpo, estaba demasiado emocionada al saber que por fin pondrían a prueba todo el duro entrenamiento que mi madre me había dado, pero sobre todo que saldría por primera vez del planeta.

Estaba segura que sorprendería a Bardock, más cuando viera que había aprendido una nueva y estupenda técnica, misma que la había desarrollado desde los dos años de edad. Pero después de esto, mi padre querrá llevarme a todas sus misiones.

«Espero no fallar —pensé en mi interior con cierto aire nervioso tras pasar saliva—. Espero…».