No... No iba a permitirse que aquella horrible historia se dejase contar una vez más, simplemente no iba a poder soportarlo de nuevo. No porque fuese mala, no porque fuese confusa, no porque se le fuese contada todas las noches si no por el simple hecho de que le daba mala espina.

Un motivo muy infantil a decir verdad, pero para un pequeño de 8 años que ah vivido siempre en un hospital de blancas paredes ese pequeño entretenimiento que una vez fue su felicidad se estaba volviendo insoportable. Era como si tomases una canción y la repitieras el resto de tu vida sin poder escuchar alguna otra, literalmente es el mismo contexto.

—¡Cállate! ¡Te eh dicho antes que no quiero volver a verte!—

Gritaba el menor tapándose los oídos golpeando con todas sus fuerzas a aquel frente así, llegando al punto de estar completamente cubierto por la sangre del mismo. El pequeño, admira sus manos cubiertas de rojo y sin embargo no deja de gritar que el otro se callase.

Su acompañante no era más que un peluche y la sangre relleno del mismo, la voz era el silencio y la historia... La historia sus propias palabras repetidas una y otra vez.

—Cállate... Cállate por favor...—

Llora pidiendo de rodillas ya no al objeto si no a si mismo.