Hola a todos, vengo aquí con una historia de solo 5 capítulos algunos largos otros cortos, pero es una historia de la que me enorgullezco y disfrute escribir hasta el final. Espero que todos disfruten del pequeño Fic, tomen cariño a esta inusual pareja tanto como yo y se animen a escribir cosas de ellos, sería un deleite para mí.
Tengo otra historia de ellos en proceso, apenas van 16 capítulos pero más adelante la iré subiendo quizás dos veces al mes o una vez, dependerá de como avance con los capítulos y las ideas.
Sin más, espero que disfruten de esta historia tanto como yo al hacerla. Saludos a todos y espero sus mensajes y opiniones.
◊≈ Una vida, un amor ≈◊
Desde el momento que nació, siempre supo que había sido para ser alguien importante, lo supo cuando dio sus primeros pasos, cuando dijo sus primeras palabras, cuando tuvo sus primeros accidentes mágicos y cuando hizo su primer hechizo no tan accidental, al hacer levitar un vaso de agua y vaciarle encima de la cabeza de su hermano mayor que le hizo rabiar, con solo 5 años.
Todos habían festejados, incluso su hermano mayor, le había mirado con enojo, pero luego con una sonrisa radiante, de esas que solo entre ellos se dedicaban en los pocos minutos de compañerismo y secretismo que compartían.
Su hermano había sido su meta de superación, desde que nació, viéndolo como alguien ejemplar a seguir. Porque era alegre, divertido, era inteligente aunque pareciera preferir más la vagancia a aprender cosas, o quizás era, que con solo leer o ver algo las cosas le salían con naturalidad.
Aunque también el pequeño había vivido esos momentos en donde no reconocía a su hermano, y estos era en las contadas ocasiones en donde este desobedecía o enfrentaba la autoridad de sus padres, recibiendo tales castigos de su madre que le hicieron temblar y jurarse así mismo nunca decepcionarla.
Su madre era una mujer fría, arisca y despiadada al enojarse, de lengua filosa a la hora de atacar con sus palabras, pocas veces le dedicaba a ellos una caricia o una sonrisa, su mirada nunca denotaba más que indiferencia hacia el resto y su círculo íntimo.
Su padre en cambio, era todo lo contrario, era un hombre sereno, indiferente a muchas cosas, menos a sus hijos como los castigos de su estricta esposa, era una persona inteligente por donde le viera, y calculador a cada paso que daba, nunca obraba sin anticipar una reacción de su contrario, bueno o malo, siempre todo lo calculaba. Un hombre imponente y ejemplar, un hombre que comenzó a respetar y querer enorgullecer.
Esto fue hasta, que un día que sugería ser como cualquier otro, una tarde que no pintaba con ser diferente… lo conoció a él.
Era un día común, todo pintaba para ser cotidiano. Pero pronto el niño supo que no era así, cuando presencio algo que nunca imagino, cuando noto a su madre nerviosa, ansiosa y con una sonrisa bailando en sus labios. Ordenándole que fuera a su cuarto a ponerse una de sus mejores túnicas. Cuando vio a su padre, siempre impecable, reubicando sus prendas y mirándose contantemente en cada espejo que se cruzaba en su camino, vio las primeras señales.
Y su madre termino ordenándole rígidamente a su hermano a base de ladridos que fuera a encerrarse a su cuarto y no saliera hasta que se le ordenase. Este obedeció, a regañadientes, diciendo que lo que menos deseaba era estar en cosas o reuniones importantes de la familia, fue en ese momento que lo comprendió con solo cinco años, que ese día llegaría alguien que sus padres respetaban y quizás temían por igual.
La tarde cayó, los nervios de los adultos estaban a la orden del día, llamando la atención del menor del cuarto, fue al fin cuando las seis campanadas se escucharon, que las llamas de la chimenea principal se encendieron, y el niño vio con asombro surgir una imponente figura entre las llamas.
Una figura que jamás podría olvidar.
Un hombre alto de unos 40 años quizás, de cabello lacio negro, siendo este corto remarcando adecuadamente sus maduras y fuertes facciones, de piel pálida pero no mortuoria. Luciendo una túnica del mejor fabricante conocido, que acentuaba sus amplios hombros, se ajustaba con elegancia a su figura dejando denotar un físico cuidado como robustos de musculatura debajo.
Pero lo que más dejo al pequeño asombrado y sin habla, fueron los ojos de aquél hombre, de un azul profundo, más fríos y neutros que los de su madre, con cierto aire de crueldad camuflado en su mirada, y con un brillo carmesí oculto en sus penetrantes iris que lo dejo sin aliento, atrapado en su presencia.
En ese instante lo supo, en ese preciso momento algo desconocido en su interior susurro.
"Quiero que solo esos ojos me miren con orgullo"
Y como si el destino insinuara algo, o le jugara una mala maniobra al menor, ese par de ojos atrapantes le miraron a él, dejándole al menor una sensación de hormigueó en su pansa.
Ese día paso sin muchos inconvenientes, los padres del niño hablaban con respeto y disimulada sumisión al hombre, cosa que asombro inevitablemente al menor, más al ver como su madre, esa mujer tan fría del día a día. Ante ese hombre aún desconocido para él se mostraba tan diferente, sonriendo en ocasiones, sonrojada en algunos momentos y hasta suspirando cuando creía que uno no le veía.
Con los años las visitas se volvieron habitual, dos horas o tres horas, el hombre aparecía para hablar con sus padres, a veces cuando la conversación era más delicada al más pequeño lo hachaban a jugar por algún cuarto de la mansión. La curiosidad carcomía al pequeño, pero temiendo la reacción de su madre nunca espiaba ni de lejos, sabiendo que llegaría el día en que podría quedarse y saber que pasaba o de que hablaban en su ausencia.
Aun así, algo era real, cada vez que este hombre surgía en su casa, sus padres le ordenaban prepararse para acompañarles en la visita, eso provocaba cosquillas en su estómago, haciéndole fantasear en su interior, que aquella persona disfrutaba de su silenciosa presencia en la habitación.
Con el tiempo comprendió aquel extraño comportamiento que se repetían cuando ese sujeto aparecía por el hogar, era que su madre, esa estricta y amargada mujer, estaba enamorada de ese enigmático hombre.
Pero una tarde, todo cambio, sus padres estaban ansiosos como tensos por igual, la hora esperada llego, los seis campanazos se escucharon y de las llamas surgió ese hombre, que había robado la atención del pequeño.
Pero ese día fue fatal, porque en esa ocasión, no lo echaron de la habitación como habitualmente sucedía.
-Es algo inevitable…
-Pero mi señor, nosotros podríamos ayudarle…- hablo amable y preocupada la madre del niño
-Tenemos algunos contactos, si usted no los permitiera…
-No- hablo tajante, acallando sus palabras, haciendo que el matrimonio se tensara en sus lugares –ya he tomado una decisión, me iré un tiempo de viaje, aún tengo mucho que investigar y con nuestros contantes movimientos no he tenido tiempo de ampliar mis conocimientos…
El niño se quedó en silencio, escuchando y sumiso, pero atento a cada palabra dicha en la habitación.
-Mi señor cuanto tiempo piensa irse…- pregunto la madre del niño con ansiedad
-Aun no se… pero quizás sean unos diez años
Un baldazo de agua fría, fueron aquellas palabras, y el niño se sobresaltó poniéndose rígido en su lugar.
-¡No!- grito de pronto poniéndose de pie –Señor no se valla tanto tiempo!
-¡Regulus! ¡Como se te ocurre contradecir al L…- su madre se levantó furiosa ante su atrevimiento, pero el hombre elevo una mano y ella tensa volvió a su asiento, sin terminar sus palabras.
El hombre miraba fijo al niño, el pequeño llamado Regulus, que se encontraba ahora aun de pie, tenso como sonrojado y aterrado por lo que había sucedido, su atrevimiento en esa clara e importante reunión, una mezcla espeluznante para un niño tan pequeño.
-Y dime…- hizo memoria, le indico que se acercara con un gesto de la mano, cosa que el pequeño tenso obedeció hasta estar frente al hombre –pequeño Regulus… ¿Por qué no quieres que me valla?- pregunto al fin, con verdadera curiosidad.
El niño se sonrojo, le miro a los ojos y luego tembloroso, con un sonrojo en sus mejillas respondió.
-Me agrada… su visita…señor…
-Riddle…- se presentó al fin, consciente que nunca habían dicho su nombre frente al niño –Tom Riddle
-S-Señor Riddle…- se sonrojo más –me agrada… su presencia en casa…s-señor…
El tal Riddle le miro fijo a los ojos, que tenían un brillo enigmático en ellos.
-No pienso cambiar mi viaje muchachito- replico, y esa sensación helada invadió el estómago del menor, haciéndole mirar al suelo con resignación –pero cuando vuelva… vendré directamente aquí…
El niño miro al hombre con sorpresa, sintiendo ese calor como cosquilleo renacer con más fuerza con cada segundo en su estómago, mientras que los padres del niño estaban atónitos, ante la promesa hecha por su Lord a su pequeño, a su rara vez, atrevido hijo menor.
-Ahora vete a jugar joven Black, tengo algunas cosas que hablar con tus padre- dijo con seriedad
-Si señor- dijo tímidamente, y haciendo una leve reverencia como era lo habitual, salió con pasos rápidos y temblorosos del cuarto de reuniones, con su corazón latiendo a mil, dejando a sus padres sin palabras con ese imponente hombre, que le siguió con la mirada en todo momento.
Desde ese día, que el señor Riddle le dirigió la palabra al pequeño Regulus para hacerle dicha promesa, ya habían pasado largos diez años, el tiempo que este había acordado.
Muchas cosas habían pasado desde esa ocasión, muchas de transcendencia otras sin importancia.
Algo que sucedió y que marco la vida de Regulus profundamente, fue la traición de su hermano a la familia, a él principalmente, al ser elegido para Gryffindor, y no a Slytherin en su selección en el colegio, como era ya un deber familiar desde que el primer Black conocido, piso Hogwarts.
Para él había sido, una traición más importante, que para sus padres, porque siempre había idealizado a ambos en Slytherin, compañeros en todo a pesar de sus años de diferencia, pero siempre ambos contra todos, imponiendo sus deseos por sobre los demás, su hermano protegiéndole, el ayudándole en sus travesuras, como a veces hacia desde el anonimato incluso desde mucho antes de ir ambos a Hogwarts.
Pero desde ese cambio inesperado, todo en su mundo cambio, para Regulus, su hermano Sirius Black, ya no era lo mismo. Y sin embargo al verlo de lejos, veía al mismo hermano que admiro e idolatro, pero ahora, solo podía ver un traidor, un traidor que lo dejo solo en un nido de serpientes.
Porque en el segundo años de Sirius, Regulus entro, fue seleccionado y como el resto de la familia, fue enviado a Slytherin, se volvió el orgullo de la familia, sin quererlo se volvió el heredero de su apellido. Sin desearlo tenía el peso de miles de responsabilidades sobre él, se sentía asfixiado, se sentía sobrepasado, pero no podía hacer nada más que obedecer.
Lo único que le mantenía rígido y en pie, era esa vieja promesa de diez años atrás, que aun recordaba con claridad.
Regulus ya estaba acostumbrado a todo lo que le rodeaba, cinco años de vivir lo mismo, había hecho lo suyo al crear una fachada de Slytherin perfecto, de Black ejemplar delante de todos los demás, aunque por dentro se sentía vacío y hasta molesto con su propia apariencia.
Unas risitas se escucharon de fondo y tubo un ligero tic, cerró los ojos respirando profundo, conto hasta diez en sus adentro, en lo que siguió leyendo como escribiendo calmadamente sobre su pergamino, un proyecto de pociones.
Otra vez mas risas, y aquello comenzó a cansar al joven Slytherin, que dejo todo para ver al origen de tal barrullo incesante, no se sorprendió al ver a su hermano y su grupito de gamberras, como el gustaba llamarse con orgullo.
Allí en una mesa algo alejada de la suya, dándoles esto el espacio suficiente para ignorarse, mas no el necesario para No Escucharles.
Estando el chico Potter, con su sonrisa radiante, exageradas expresiones de brazos al agitarlos, Sirius que se encontraba a su lado, ambos hablando a la vez e intercambiando opiniones, seguramente planeando alguna travesura para ese día o el siguiente.
A un lado de estos, estaba el más pequeño del montón problemático, intentando llamar la atención de estos o de decir algo inteligente en la ocasión adecuado, algo que ni de casualidad le salía. Siendo quizás el que menos le agradaba, porque algo en él siempre le causaba mala espina, como miraba a veces a su hermano o Potter, o las expresiones espontaneas que solo duraban segundos, de desagrado al ver a sus 'amigos'.
Y por último el único que de lejos le caía bien de ese montón de problemáticos era el joven Lupin, que se encontraba con un libro en la mesa, encontrándose allí leyéndolo asiendo también constantes anotaciones, mirándoles calmo siempre y sonriendo, a veces participando en la plática.
Les miro de reojo por segundos, largos instantes, sintiendo un ligero abismó de amargura invadiéndole. Se sentía un poco celoso, y eso era hasta cierto punto frustrante.
-"Cálmate…"- agarro sus cosas y guardo todo en su mochila –"por ti mismo has conseguido mejores cosas…"- se alejó hasta salir de la biblioteca, sin saber que Sirius le miraba desde lejos
Camino en silencio, ignorando a los menores y a los mayores de otras casas, como lo ignoraban a él, llego a la sala común de Slytherin e ingreso, dejándose invadir por el ambiente único de esa habitación.
Todo el mundo imaginaba ese lugar como lúgubre y hasta malvado. Pero solo los Slytherin conocían la trampa de esa sala, pues Salazar Slytherin era muy cauteloso ante los intrusos.
Aquel que entrara a Slytherin y no fuera de la casa, vería la ilusión falsa de una mazmorra vieja oscura y casi mohosa, sin luz y solo con una chimenea apenas iluminando el lugar. Lo suficiente tenebroso para amedrentar al Gryffindor más valiente, pues ni un Ravenclaw o Hufflepuff tendrían las agallas de entrar por su cuenta al nido de serpientes.
Pero solo los Slytherin conocían la verdadera belleza de ese lugar.
La Sala de Slytherin era un cuarto amplio circular, con ventanas mágicas que dejaban ver el interior del lago oscuro, la zona más profunda y apenas rosada por la luz del sol. Con amplias columnas con serpientes enroscadas y subiendo hacia el techo.
Un techo amplio de cúpula.
Donde se apreciaba un inmenso sol brillando, con un fénix negro azulado ardiendo en su interior, mientras desde detrás del fénix surgía una enorme serpiente enroscándose en espirar mientras iba descendiendo y la cabeza del enorme animal acabana justo en la entrada, con unos enormes ojos amarillos mirando a quienes ingresaban a la habitación.
Le llamaban al guardián de la sala, el origen principal de la maldición e ilusión.
Paredes blancas brillantes, adornos en piedra esmeraldas incrustadas en las paredes del lugar, a diferentes alturas en las paredes, dándole ese tono Slytherin único al cuarto. Con una amplia alfombra verde tan oscura que parecía negra, pero al darle la luz de la chimenea encendida tenia ligeros tonos verdosos, que se movían, dado la sensación que su superficie era acuosa y no alfombrada. Y encima de la gran chimenea, tres escudos el emblema de la casa en el centro, con un retrato con movimiento de Salazar a la derecha, y el escudo de Hogwarts a la izquierda.
Había una zona dispuesta especialmente con sillones y pequeñas mesitas, donde los estudiantes solían reunirse para hablar o pasar el tiempo. Mientras en la parte contraria, estaba una amplia zona con mesas y sillas, siendo una zona de estudio con una biblioteca privada únicamente para los Slytherin.
Y es allí donde estaban los pocos de esa casa que le trataban como un igual y le hablaban directamente.
Lucius Malfoy, Narcissa Black su prima y prometida de Malfoy, Bellatrix Black otra de sus primas y el prometido de esta, Rodolpush Lestrange, junto con Severus Snape, quien era el único mestizó aceptado del grupo, por su talento e inteligencia en las materias, pero especialmente en Pociones. Todos miembros reconocidos de la casa.
Cuando lo vieron llegar, fue Malfoy que le indico que se acercara a ellos, y sin detenerse lo hizo.
-Pensé que no llegarías más Black- informo Malfoy mirándole fijo
-Tenia asuntos que atender, como comprenderás Malfoy- dijo sin dar mucha información sobre sus asuntos, quedando de pie ante ellos con porte y elegancia natural de un Black.
-Bien, lo importante es que llegaste- acepto sin más, a lo que Regulus tomo asiento en su propio sillón destinado
-Y bien ¿cuál es la urgencia esta vez?- pregunto sin más, yendo directo al grano como solía hacer siempre. Quizás fuera el más pequeño del grupo, pero solía tener algo de control y liderazgo en el mismo.
Malfoy se mantuvo en silencio, mirando a todos los presentes fijamente.
-Mi padre me ha informado, el Lord ha llegado- todos se quedaron sin aliento, los dos más jóvenes más, aunque cada uno por diferentes razones. Lucius miro a Regulus y a Snape fijamente –imagino que ya tienen una decisión tomada
Regulus se quedó sin palabra, su mente no escuchaba las palabras de Malfoy ni notaba la mirada de este sobre él o su compañero, porque pensaba a su vez otra cosa, con su corazón latiendo a mil por horas.
El Lord había llegado, Lord Voldemort, el mago oscuro a lo que sus padres y muchas otras familias de magos sangre pura seguían. Ese mismo hombre que le había robado su atención sin pedírsela, ese mismo hombre que le había prometido volver y había cumplido.
Su corazón golpeaba frenéticamente contra su pecho.
-Entonces cuáles son sus decisiones- replico Malfoy llamando nuevamente su atención.
Regulus no lo dudo, no tenía nada que dudar.
-Yo pienso unirme al Lord
Se escuchó una risita perversa, y miro con desagrado a su prima, Bellatrix.
-¿Seguro pequeñito? Esos lugares no son para magos pubertos
Bella, siempre con sus ocurrencias sin sentidos, buscando humillar incluso a su propia sangre. Mirándola, Regulus se preguntó si el incesto era lo que provocaba esa clase de comportamiento en los Black.
-Tampoco son para damiselas descarriadas- replico a su vez tajante –ten cuidado prima, podrían confundirte con un hombre un día de estos
Los ojos de Bellatrix se oscurecieron ante sus palabras e iba levantarse, dispuesto a enfrentarle en un duelo allí mismo, pero su prometido le contuvo.
-Una vez que entres, no habrá salida Black- le recordó Lestrange viéndole a los ojos, dándole la oportunidad de dar un paso al costado. Todos lo miraron alerta, pero esperaron la respuesta del menor.
Regulus les miro a todos y ni dudo, cuando hablo.
-Yo estoy listo para servir a mi Señor
Severus a un lado miro en silencio a Regulus, para ver al frente, él también tenía su propia respuesta positiva.
Aunque solo el menor de los Black, tenía acelerado el corazón, y no precisamente de miedo o inquietud.
Ya las clases se habían terminado, cada grupo y alumno fueron devueltos a sus respectivos hogares.
Y ahora, las doce campanadas se hicieron nuevamente escuchar, aunque en esos momentos era algo que Regulus sencillamente no escuchaba.
Su propio corazón palpitando desbocado hacia sordo sus oídos, haciendo eco en su mente, enmarañando su mente de ideas absurdas y adolescentes, en lo que su mente calculadora y fría buscaba un orden en tanta locura.
Miro de reojo alrededor. No se encontraba en la Casa de los Black, ni en ninguna de las mansiones de las casas sangre pura.
Estaba vestido con oscuras prendas en fila con otros que esperaban pacientes igual que él. Rodeados de una multitud de magos que usaban ropas parecidas, pero la diferencia era que usaban unas mascaras que ocultaban sus identidades de los demás.
Pudo apreciar entre todos un grupo más joven, quizás los más recientemente marcados, pudo apreciar una cabellera dorada y comprendió en segundos de que ese sería Malfoy. Fue así como divisó también a su prima junto a su prometido, era imposible no reconocer la forma casi soberbia de pararse de Bella.
Y estaba completamente seguro, que incluso su padre se encontraría entre los presentes, pues aunque él no participara en los ataques, contribuía a las luchas en dinero como otras tantas familias.
Estando todos en una casa cualquiera, pero con un aire de oscuridad y perversión que dejaría a cualquiera sin aliento, si no estabas acostumbrado a soportar la magia oscura. Ellos entre el montón eran privilegiados, porque habían nacido en una cuna de magia negra, brotando cual sudor de sus cimientos, respirando, gimiendo gruñendo en busca de surgir, igual que en ese lugar.
Pero todo eso palidecía ante otro detalle, ante lo que le alteraba. Él estaba allí, ese hombre, volvería a verlo luego de diez años de espera.
¿Habría cambiado?
Se preguntó vagamente, aunque su mente susurro con perversa satisfacción, que seguramente estuviera más maduro, más dominante y deseable.
¿Se acordaría de él?
Aquella era otra pregunta que le inquietaba, temiendo que la coincidencia de tiempos solo era eso, una casualidad y que ni siquiera se recordaba de él.
Miles de preguntas y dudas abordaban su mente, y sin embargo nada opacaba la ansiedad de verlo de nuevo.
Y como si el destino quisiera decirle algo. Unas enormes puertas se abrieron y ese hombre surgió, con ropas oscuras pero gruesas, luciendo imponente, con el mismo peinado pero luciendo apenas un poco más maduro.
Pero lo que dejo a Regulus sin aliento fue otra cosa, fue ver esos ojos, alguna vez color zafiro, ahora de un intenso color carmesí, fijos en él, haciéndole vibrar al saberse reconocido.
-"Me reconoció"- por dentro se derritió, una revolución de sensaciones invadiendo su cuerpo, por fuera se mantuvo neutro –"me reconoció luego de diez años…"
El hombre avanzo hasta estar ante los nuevos y viejos. Todos se inclinaron ante ese mago que destilaba puro poder oscuro, sus rostros viendo al suelo, como si fuera un pecado mortal dirigirle tan siquiera la mirada sin su permiso. Regulus imito a los demás, sin dejar de ver de reojo al mago oscuro ante él, que no había dejado de verle en ningún momento.
-Mis Mortifagos…- hablo con vos moderada y fría, con un suave siseo que causo un escalofrió a todos, menos a Regulus, que sintió una oleada de calor invadir su ser con escuchar nuevamente su voz –me complace al fin mostrarme ante todos otra vez, más poderoso y oscuro que antes
Se escuchó un murmullo general de felicidad y ansiedad ante las novedades de su Lord, bullendo, escuchándose como el zumbido incesante de abejas.
-Hoy es un momento único- hablo con fuerte voz, imponiéndose y dominante a la multitud –ya que esta noche, tendremos nuevos iniciados en nuestro grupo- avanzo hacia los nuevos, aquellos que no cargaban con su marca, aquellos que a su vez temblaban de miedo y respeto ante tan poderoso Mago Oscuro –aquí todos los presentes ¿están dispuestos a entrar sus almas y vidas a mi servicio?- sus ojos carmesí brillaron con intensidad, su varita en mano, ardiendo de deseo
-¡Si Mi Lord! ¡Nuestras almas y vidas a su servicio!- el coro se escuchó entre los nuevos, Regulus entre ellos, más fuerte que muchos, más seguro que todos.
El Lord sonrió de lado, perversamente.
-¡En pie todos! Y muestren sus ante brazos derechos ante mí- ordeno y todos enseguida obedecieron con nerviosismo -ahora serán marcados como parte de mi ejercito del cambio. De Mi Revolución
Uno a uno fueron marcados, gritos y siseos de dolor se escucharon, cuando la marca fue grabada a flor de piel de todos, sintiendo la magia en forma de tinta maldita ingresando en sus cuerpos, en sus células, formando la marca de su amo, de su dueño.
Regulus estaba rígido, con su brazo extendido sin mirar al costado, sintiendo a sus compañeros gritando y cayendo pesadamente al suelo, cuando la marca fue allí, dejada en su sitio. Su corazón palpitaba a mil por hora, el miedo al dolor comienza a hacer mella su confianza a su resistencia.
Y no fue, hasta que unos ojos carmesí estuvieron ante él, mirándole fijamente que todos esos miedos desaparecieron y una calma extraña como profunda le invadió.
-Mi Lord… Estos listo para servir a sus ideales- hablo con voz firme
Se escuchó el sonido de risas burlonas, pues él era el más joven de todos los que habían sido marcados hasta el momento.
-Y sé que lo harás, pequeño Black, pero para ti tengo otros planes- bajo su varita y todos se quedaron sin aliento, al ver que su señor no iba a marcarlo como todos los allí presentes creían –a diferencia de los demás… no serás marcado como mi seguidor- metió la mano en su bolsillo y extrajo algo en particular –de ahora en más, serás mi Prometido y conjugue, Regulus Arcturus Black- diciendo esto, abrió la caja de terciopelo de joyería mágica, extrajo y coloco un anillo especial en la mano del joven
Todos a sus alrededores quedaron sin alientos, sin palabras y en blanco, unos más que otros, en total estado de shock.
Y una mujer en particular, hervía de furia y rabia, al ver a Regulus conseguir algo que muchas mujeres y hombres habían intentado sin excito conseguir a toda costa, el ser la compañera o compañero del Lord.
Regulus estaba petrificado, más sorprendido que todos los demás, lento y aún muy desconcertado miro al Lord Voldemort, o Tom Riddle para algunos.
Aun así, miles de preguntas, de cuestiones e ideas alborotadoras surgieron como una tempestad destructiva en su mente. Ante aquello que había pasado, aquel suceso que ni en sueños se había siquiera imaginado.
¿El prometido del Lord? ¿Compañero de vida del actual mago Oscuro? ¿Aquel que sus padres adoraban y seguían ciegamente?
Una mezcla de calor y frio comenzó a invadir su pecho, su corazón, que palpitaba tan fuerte de la shokeante emoción salvaje, que casi dolía.
Lo miro allí, ante él, mirándole con ese brillo enigmático en sus ojos, que le decían mil cosas y no era capaz de descifrar ni una en esos momentos. Necesitaba decir algo, sentía que debía expresar algo, tenía tanto que decir, tanto que preguntar que solo una cosa surgió de sus labios, ya resecos.
-Porque yo…
Y pregunto solo con eso, lo mismo que la multitud alterada se preguntaba. Pero el hombre le miro fijo, le puso una mano sobre su cabeza.
-Descúbrelo por tu cuenta pequeño Black- respondió sin despejar sus dudas, en lo que se giró dándole la espalda, dejando a Regulus más afectado por sus palabras.
Solo pudo ver como el Lord haciendo solo un pequeño movimiento de varita, las grandes puertas se abrieron lentas pero firmes para ellos, revelando una habitación amplia poco iluminada, con algunas antorchas en las paredes y una araña de rueda con velas encendidas en medio de la habitación.
En los costados había mesas largas dispuestas ya con comida, copas esperando por ser usadas por los magos. Con un pequeño campo en el medio donde se podían ver unos muggle encadenados esperaban completamente aterrados por ser atendidos o liberados. Sin saber que de ese festejo, nadie de ellos saldría vivo.
El Lord se puso ante todos, dándoles la cara, mirándoles con poder y mando.
–Ahora adelante! Tenemos mucho que festejar y divertirnos hoy! Porque pronto comenzaremos a dejarnos ver y que el mundo de una vez por todas nos conozca, que miren a su próximo gran Soberano- miro a Regulus y le ofreció la mano –ven conmigo pequeño Black, es momento que conozca la verdadera grandeza
El joven se quedó en silencio, cautivado y atrapado por esa mirada, sin ser capaz de escuchar más que esa grave como profunda voz cautivando sus sentidos, haciendo que se volviera un manojo de nervios oculto bajo su aparente calma superficial. No tuvo que pensarlo ni dos veces para tomar su mano, dejándose guiar dentro de la casa, caminando a su lado, viendo sus manos enlazadas.
Su corazón palpitaba tan fuerte, que no era capaz de escuchar nada, sus sentidos estaban concentrados en ver y recibir cada pequeña cosa del hombre a su lado, ese mago que lo había proclamado como suyo. Con todos los demás siguiéndoles por detrás, guiando ellos como pareja la movida y una vez dentro, el Lord lo ubico en un asiento imponente junto al suyo donde se hubico.
-¡Que la diversión comience!- ordenó y con solo esas palabras las bandejas se fueron llenando de alimento, mientras los muggle chillaban todos de miedo, ante tan mínima muestra de magia
Regulus se quedó en silencio, sentado en su sitio, mientras miraba como la fiesta iniciaba, con la aparición de unos cuantos elfos cargando bandejas de plata con copas que iban de un lado a otro ofreciendo.
Uno de ellos se acercó, haciendo una profunda reverencia constante antes de ofrecerle una copa de Wiski de fuego. Miro de reojo, observando la multitud de magos, todos le miraban con envidia e incredulidad, muy pocos con orgullos, y entre este pequeño grupo estaba su padre.
Trago duro cuando este avanzo hacia el hasta quedar a su lado.
-Mi Lord, me gustaría decir que estoy realmente complacido por su fiesta
El Lord le miro indiferente como siempre, con su aire de calma ocultando una gran tempestad, antes de hablar.
-Era necesario hacer lo mejor, para el anunciamiento de mi prometido- informo sin preámbulos
-Y debo decir que estoy complacido por ello- admitió con orgullo –hijo…- Regulus miro a su padre, quien se quitó la máscara y le mostro una sonrisa, una de esas pocas que mostraba, de total orgullo –estoy orgulloso de ti
Esas palabras fueron un detonante, y una calidez enorme, nada parecido a lo que le provocaba el Lord le invadió, había conseguido algo que nunca creyó alguna vez obtener de su padre. El sentimiento de orgullo y aceptación de este hombre que fue su ejemplo a seguir en su infancia.
No pudo evitarlo, elevo una copa y le señalo, mostrando una pequeña sonrisa.
-Tengo a quien salir padre
El hombre sonrió y también elevo la copa ante él, antes de alejarse y volver a la fiesta con los demás. Regulus miro todo aquello, sintiéndose en un sueño, en uno totalmente irreal, su propia fiesta de compromiso hecha de la nada y siendo sin embargo a lo grande. Miro en silencio y su mirada se opacó un poco, a pesar de todo, le hubiera gustado que Sirius, estuviera en un momento tan especial para el.
Continuación
