NdA Como ahora vienen muchos cumples y yo no tengo tanta inspiración, me gustaría dedicar este fic a todos los Virgo por su cumpleaños ^^

Esta historia, que tendrá dos o tres capis, está basada en la novela de Jane Austen, "Emma". Por tanto, suyo es el mérito de la trama. En cuanto a los personajes, son de Rowling. No recibo compensación económica alguna por este fic, sniff.

¡Espero que os guste!

Draco

-Cuánto odio las bodas –dijo Lucius Malfoy, dejándose caer en el sofá-. Y tu hermana… Permíteme que te diga, querida, que tiene un gusto muy discutible.

Narcissa sonrió ligeramente mientras intercambiaba una mirada con su hijo Draco.

-Tonterías, Kingsley es un buen partido para ella.

Draco tenía que asentir, ya que se consideraba parcialmente responsable de esa boda. De hecho, seguro que había sido el primero en pensar en aquel emparejamiento: Kingsley era un hombre distinguido y bien situado, una buena pareja para su tía Andromeda. Draco había aprovechado todas las ocasiones disponibles para hablarle bien al uno del otro, había convencido a su madre para que propiciara algunos encuentros aquí y allá, había urdido en la sombra como un buen Slytherin y aquel hermoso domingo de octubre de 2005 sus esfuerzos habían dado sus frutos.

Draco se sentía pues, justamente satisfecho. No sólo había tenido éxito, que siempre era motivo de contento, sino que había hecho algo definitivamente bueno y desinteresado. Y le alegraba saber que su tía era un poquito más feliz gracias a él. Esas cosas compensaba un poco por su lamentable papel en la guerra.

Pero Draco no quería pensar en la guerra. Hacer de casamentero había sido divertido. No tenía mucho que hacer en esos días, aparte de visitar a sus amigos e ir a sus fiestas. Los Malfoy habían salido bien librados de su asociación con Voldemort, pero eso no quería decir que la sociedad mágica en general los adorara. Draco no necesitaba trabajar, pero si hubiera querido hacerlo no le habría sido fácil encontrar un empleo. Se sentía mejor moviéndose en su reducido mundo de sangrepuras ricos donde, por suerte, seguía siendo igual de respetado; sin embargo, la idea de usar su talento para unir parejas bien avenidas parecía una manera útil y positiva de pasar el tiempo.

-Kingsley intentará apartarla de ti –insistió Lucius, que siempre se ponía en lo peor.

Ni su mujer ni su hijo le hicieron mucho caso, acostumbrados a su pesimismo.

-Kingsley no hará tal cosa –dijo Narcissa.

La relación entre las dos hermanas Black había mejorado mucho después de la guerra y todos sabían que Kingsley no era esa clase de hombre. Draco no se habría molestado tanto en acercarlo a su tía Andromeda si así fuera.

-Le diré a los elfos que nos traigan el té.


Los Malfoy estaban ya con ropa más cómoda y terminándose el té cuando uno de los elfos avisó de que Harry Potter estaba allí. Aquel era otro de los grandes cambios ocurridos desde la guerra; el hecho de que Potter hubiera salvado la vida de Draco dos veces había acabado con la rivalidad entre ellos. El pequeño Teddy también había servido de nexo de unión y con los años se había desarrollado algo parecido a un afecto mutuo. Draco y él se dedicaban ahora a chincharse sin maldad y si a Draco le hubieran dado veritaserum habría confesado que lo respetaba bastante. Pero sólo con veritaserum. Normalmente sólo estaba dispuesto a admitir que el pobre tipo no era del todo un caso perdido.

-Te has perdido la boda, Potter –fue su saludo.

-No me digas –replicó, irónico-. Señor Malfoy, señora Malfoy, buenas tardes.

-Buenas tardes, querido, ¿te apetece un té?

-No, gracias, estoy bien.

-Andromeda nos ha dicho que habías tenido que irte a Francia por un caso –dijo Lucius-. ¿Ya ha terminado todo?

-Sí, les hemos atrapado. ¿Qué tal la boda?

-Aburridas, como todas las bodas excepto la mía –dijo al momento Lucius.

-La gente se lo ha pasado bien –dijo Narcissa-. Todo el mundo ha encontrado la comida deliciosa, y Andromeda estaba muy elegante.

-¿Qué tal lo ha hecho Teddy?

Su misión había sido entregar los anillos.

-Perfectamente.

-Sigo pensando que Andromeda se ha precipitado –insistió Lucius-. ¿Cuánto tiempo hace que se conocen realmente? ¿Seis meses? Es demasiado pronto.

-No es demasiado pronto si se trata de la persona adecuada –dijo Draco-. Y digas lo que digas, padre, ellos están hechos el uno para el otro, como diría un Hufflepuff. Lo supe nada más verlos juntos y me alegra que mis planes hayan tenido éxito.

-¿Planes? –repitió Harry, intrigado.

-Has de saber que si están juntos es gracias a mí.

-No creo que hicieras nada más complicado que hablarles bien del otro.

-¿Y te parece poco?-replicó, un poco ofendido-. ¿Qué querías que hiciera: encerrarlos juntos en una habitación y decirles que no iba a abrirles hasta que tuvieran relaciones sexuales? No, yo les allané el camino, conseguí que se encontraran casualmente, les hice verse con buenos ojos… El mérito es mío.

Harry lo miró con afecto mientras meneaba la cabeza.

-Si dedicaras toda esa energía a algo más provechoso…

-¿Más provechoso que el amor? –Draco chasqueó la lengua-. Potter, me decepcionas. Creía que eras del tipo romántico. Además, no todos podemos ser aurores y miembros productivos de la sociedad. Alguien tiene que dedicarse a comprar ropa y contar chismes.

-Yo también preferiría que dejaras de emparejar a la gente –gruñó Lucius-. Si algo sé es que no quiero ir a más bodas en una buena temporada.


A pesar de la oposición que había encontrado (posiblemente a causa de ello) Draco no renunció a su idea de volver a hacer de casamentero. El problema era que no tenía mucho material con el que trabajar. Daphne salía con Adrian Pucey, Greg, con una chica búlgara sosa y parlanchina y Pansy ya estaba casada con Theo Nott. El único otro soltero con el que tenía trato frecuentemente era Potter, y Draco no iba a ponerse a encontrarle una pareja a él. Potter probablemente ni siquiera sabía lo que era un peine, por Merlín. Y siempre tenía esa aburrida visión Gryffindor sobre las cosas… No, no podía forzar a un pobre ser humano a relacionarse con él.

Pero el destino demostró entonces que sus servicios eran bien recibidos cuando Daphne le llamó un día para comunicarle que su hermana Astoria, dos años menor que ella, se había empezado a fijar en Cormac McLaggen, un sangremuggle Gryffindor, hijo de un fontanero y una dependienta, con un trabajo mal pagado en el ministerio. Draco se horrorizó sinceramente, pero en cuanto se le pasó la primera impresión comprendió que era la oportunidad que andaba buscando. Astoria sólo tenía que entender que había partidos mucho, mucho mejores que aquel, más adecuados a su posición y que la harían mucho más feliz a ella y a los Greengrass en general.

-Te ayudaré encantado, Daphne. ¿Por qué no venís las dos a tomar el té mañana para que podamos hablar?

Daphne le agradeció su ayuda de corazón y al día siguiente las dos hermanas fueron a Malfoy manor. Astoria era una chica atractiva, de pelo rubio, rostro dulce y personalidad algo tímida y complaciente, pero también inteligente. Draco pensó que si se hubiera sentido atraído por las mujeres podría haberse enamorado de ella; como no era así, lo único que quería era quitarle a McLaggen de la cabeza. Por suerte, Astoria sentía verdadera admiración por Draco y escuchó sus palabras con gesto más atento que rebelde.

-Tienes que entender, Astoria, que hay gente mucho mejor que él. No lo digo porque sea sangremuggle. Pero sus padres son… bueno, definitivamente no son de nuestra clase. Y no puedes pensar sólo en ti misma. Imagínate que te casaras con él; también lo relacionarías con tu familia. No sé, tú eres demasiado buena, Astoria. Podrías tener prácticamente al hombre que quisieras.

Y entonces, como en una inspiración, se acordó de Ernie Macmillan, un Hufflepuff de su curso. El chico era razonablemente atractivo, sangrepura y estaba bien situado. Probablemente él y Astoria habían coincidido en docenas de fiestas juntos, ¿cómo era posible que nunca se hubieran dado una oportunidad?

El cerebro de Draco empezó a conspirar.


Lo primero que hizo fue echarle un vistazo a ese tal McLaggen, porque quería saber a qué clase de hombre se enfrentaba. Había ido al mismo curso que Belby y Draco era totalmente incapaz de ponerle cara. Cuando lo vio, tuvo que admitir que era mucho más atractivo de lo que había pensado, mucho más. Pero el físico no lo era todo y Draco descubrió varias cosas de él que no le gustaban, pequeños detalles que revelaban, en su opinión, serios defectos de carácter. Por ejemplo, llevaba zapatos marrones con pantalones negros. Ni siquiera Potter había caído tan bajo, pensó, y eso que su sentido de la moda se encontraba en lo más profundo de las fosas Marianas. Astoria no se merecía a alguien así y Draco terminó más resuelto que nunca a emparejarla con Ernie.

Unos días después, Draco dio una pequeña cena en su casa e invitó a Daphne, Adrian, Astoria y Ernie. Ernie iba elegantemente vestido y se comportó en todo momento como el sangrepura bien criado que era; quizás sus maneras eran un poco obsequiosas, pero eso no era algo que Draco pudiera considerar un defecto. Y se mostró muy amable con Astoria. Además, cuando Draco le preguntó a Ernie si no creía que ella estaba preciosa con aquel vestido, éste le dio la razón rápidamente.

-Creo que sería una esposa perfecta para cualquier hombre –añadió Draco, tanteando un poco más el terreno-. Últimamente la está rondando un Gryffindor, McLaggen, pero sinceramente, creo que puede conseguir algo mucho mejor.

-Desde luego, seguro. McLaggen no es mal tipo, pero no es de nuestra clase social. Y sus modales dejan mucho que desear.

-Mírala, ¿te la imaginas con él?

Ernie observó a Astoria, que estaba charlando en ese momento con su hermana y Adrian.

-No, harían una pareja espantosa.

Draco sonrió para sus adentros. Todo iba viento en popa; estaba claro que Ernie estaba bien dispuesto hacia Astoria. Más adelante se pusieron a jugar un poco a las cartas y Draco se las ingenió para que los dos se sentaran juntos. Había escogido adrede un juego que Astoria no conocía y Ernie, solícito, le echaba una mano cuando le tocaba jugar a ella. Draco intercambió una mirada complacida con Daphne, quien también aprobaba todo aquello.

No había nada mejor que un plan que salía bien.


Pero un par de días más tarde hubo un pequeño contratiempo. Draco recibió una llamada por Red Flú de Daphne: Astoria había recibido una carta de McLaggen invitándola a tomar algo el sábado. Draco no perdió tiempo y se plantó en casa de los Greengrass. Prueba de que Astoria tenía en alta estima la opinión de Draco es que le dejó leer la carta sin ningún problema, como si deseara saber qué pensaba él.

-Bueno, al menos no tiene faltas de ortografía –dijo, admitiendo que la carta demostraba un poco más de clase de la que había esperado-. Y no redacta mal, cierto. No quiero ser injusto. Pero eso no es motivo suficiente como para querer salir con alguien.

Astoria lo miró con una ligera consternación.

-¿Crees que debo decirle que no?

Draco abrió mucho los ojos, fingiendo asombro.

-¿Es que pensabas decirle que sí? –Astoria pareció no saber qué contestar-. Chica, es tu decisión, desde luego. Yo no soy quién para decirte con quién debes salir o no. Si estás plenamente convencida de que quieres salir con él, de que no hay nadie mejor que él para ti, entonces debes salir con él, sin duda. Pero si crees que podría haber alguien un poco más adecuado… Alguien igual de atractivo, mucho más elegante y refinado… ¿Por qué te pones roja? ¿Estás pensando en alguien?... Vamos, no seas tímida. ¿En quien?

Astoria tampoco contestó a eso, sólo clavó al suelo unos segundos.

-Quizás lo mejor sea decirle que no –dijo al final.

Draco reprimió una sonrisa triunfal.

-Era tu decisión y yo no quería intervenir, pero ahora que has hablado, tengo que decirte que has hecho lo correcto. La familia es importante, Astoria, no está bien que salgas con alguien que no está a la altura de los Greengrass. Y quién sabe –dijo, en tono más ligero-, quizás con esta decisión has hecho muy feliz a alguien sin saberlo.

-¿Tú crees?

-Eso me pareció la otra noche, ¿no crees, Daphne?

-Absolutamente –dijo ella, pasándole a su hermana el brazo por los hombros.

Astoria sonrió un poco, aunque se notaba que aún estaba considerando si había tomado la decisión adecuada.

-Eres muy listo, Draco. ¿Cómo puede ser que no tengas a nadie?

-Draco es demasiado exigente –contestó Daphne por él, con una mueca burlona-. Eso o Pansy le rompió el corazón cuando le dejó por Adrian.

-Por favor, Daphne, no delires. Fui yo quien rompió con ella cuando descubrí que lo mío eran las varitas. Pero soy demasiado exigente, eso es verdad –le dijo a Astoria-. Nadie me entretiene más de un par de semanas.

-¿Sabes con quién harías una pareja estupenda? –exclamó Daphne-. Con Blaise.

Blaise Zabini se había marchado a los Estados Unidos nada más terminar la guerra y no había vuelto a pisar Inglaterra, pero se mantenía en contacto con sus compañeros de clase. Draco pensaba alguna que otra vez en él porque era increíblemente guapo, porque sabía que Daphne y Pansy pensaba que encajarían perfectamente, pero eso era todo.

-Un poco lejos, ¿no? Déjalo, Daphne, prefiero seguir yendo de flor en flor.


Aquella misma tarde, ya en Malfoy manor, Draco recibió una visita de Harry. En esos momentos sus padres no estaban, y los dos se fueron a dar un paseo por los jardines aprovechando los últimos rayos de sol.

-Sé una cosa que tú no sabes –dijo Harry de pronto, sonriendo como un kneazle que se hubiera zampado un canario.

-¿Y qué? Será alguna cosa muggle que no me importa.

Harry frunció el ceño de una manera adorable.

-No, no hablo de eso. Me refiero a un chisme.

-¿Un chisme? –repitió Draco, con interés-. Soy todo oídos.

-¿Sabes quién es Cormac McLaggen? Iba a Gryffindor, un curso por delante de nosotros y ahora trabaja en el ministerio. –Draco asintió, imaginándose el resto-. Le ha pedido salir a Astoria Greengrass.

Draco le dirigió una mirada de suficiencia.

-Bueno, Potter, tus chismes están tan pasados de moda como esa chaqueta que insistes en llevar continuamente. Deja esto en manos de los profesionales, ¿de acuerdo?

-¿Qué quieres decir? Sé que es verdad, McLaggen me lo ha dicho esta misma mañana.

-No sabía que fuerais tan amigos.

-Hablamos de vez en cuando. Y McLaggen sabe que la conozco un poco.

Draco le quitó importancia con la mano.

-Lo que cuenta es que Astoria le ha rechazado.

-¿Le ha rechazado? –repitió Harry, con incredulidad-. ¿Por qué?

-Pues porque no le gusta lo suficiente como para salir con él, obviamente.

Pero Harry meneó la cabeza.

-No, yo los he visto juntos en las Tres Escobas. Astoria está loca por él.

-No tanto. Además, puede aspirar a algo mejor.

-¿A algo mejor? No niego que Astoria es una chica bastante guapa y su familia tiene bastante dinero, desde luego, pero no es que tenga mucho más que ofrecer.

-¿Cómo que no? –exclamó, estupefacto.

-Malfoy, por favor, que es medio tonta. Sólo sabe ponerse roja y sonreír.

-Es tímida. Francamente, Potter, me escandaliza tu falta de comprensión. Además, Astoria no tiene por qué salir con él sólo porque McLaggen se lo haya pedido.

Harry le dirigió una mirada penetrante.

-¿Tienes algo que ver en todo esto? Sí, ¿verdad? McLaggen cree que la familia y los amigos de Astoria están metiéndose por medio. Oh, Malfoy, ¡no puedo creerlo! –Ahora estaba disgustado de verdad-. Pensaba que ya no le dabas importancia a esas cosas.

-No es porque sea un sangremuggle, Potter –dijo Draco, a la defensiva-. McLaggen no es más que un arribista. Criticas a Astoria, pero, ¿qué tiene él que aportar, aparte de su cara bonita?

-McLaggen no es ningún arribista –saltó Harry-. Y resulta que es bastante más inteligente y sensato que esa… esa Paris Hilton de tres al cuarto.

Draco no tenía ni idea de quién era esa, pero sabía reconocer un insulto cuando lo oía.

-No la llames así.

Harry lanzó llamaradas verdes por los ojos.

-Será mejor que me vaya. Pero has cometido un error, Draco. Deberías dejar de jugar con la vida de los demás.

Harry se Desapareció entonces, sin despedirse siquiera, y Draco se quedó mirando el hueco que había dejado con un leve sentimiento de culpa. No le gustaba ya discutir con él, le hacía sentir incómodo. Y no creía que tuviera razón. Había sido tremendamente injusto con Astoria, eso para empezar. Y no tenía ni idea de emparejamientos. Él había salido con la chica comadreja, por Merlín. ¿Cómo podía seguir teniendo esa fe absurda en su propio criterio?

No, él y Daphne habían hecho lo correcto. Cuando Harry viera a Astoria con Ernie tendría que darle la razón.


Harry y Draco no estuvieron peleados mucho más tiempo. Los dos estaban deseando encontrar una ocasión para hacer las paces y esa ocasión se presentó sólo dos días después cuando se encontraron en casa de Andromeda, que ya había vuelto de su luna de miel. Cuando Harry llegó, Draco le estaba leyendo un cuento a Teddy; los dos conformaban una bonita estampa y Harry sonrió tentativamente.

-Me alegro de verte, Malfoy.

Draco le sonrió también.

-Lo mismo digo.

Los dos pasaron un par de horas jugando con Teddy y después se marcharon al Caldero Chorreante a tomarse una cerveza de mantequilla. La pelea había quedado atrás, pero no así el tema. Harry lo había estado pensando y, conociendo a Draco, estaba convencido de que éste tenía algún novio en mente para Astoria. Draco no vio motivos para negarlo.

-Es posible.

-¿Y quién es? ¿Lo conozco?

Draco dudó un poco, pero luego decidió contárselo.

-Ernie Macmillan.

Harry abrió la boca.

-¿Ernie? –Se echó a reír-. Oh, Malfoy, qué mal lo tienes.

-¿Por qué dices eso?

-Ernie no está más interesado en Astoria que tú.

-No sabes de lo que hablas, Potter. A Ernie le está empezando a gustar Astoria.

Pero Harry negó con la cabeza, aún con una sonrisa de lo más irritante en los labios.

-A Ernie le gusta la gente con conversación y algo de seso en la cabeza. Y eso por no hablar de que creo que no está demasiado interesado en las mujeres.

-Claro que sí.

-Me parece que no. Si se siente atraído por alguien, no es precisamente por Astoria.

Draco lo miró con compasión.

-Insisto: no sabes de lo que hablas. Pero dejemos el tema, el tiempo dirá quién de los dos tiene razón. ¿Vas a ir al baile de Navidad del ministerio?

Aunque nadie confiara mucho en los Malfoy, siempre los invitaban a las fiestas del ministerio porque no querían quedarse sin las generosas subvenciones que la familia donaba cada dos por tres.

-Ya sabes que no soy muy de bailes.

-Nadie quiere que bailes, Potter. El mundo ya es bastante duro tal y como es. –Harry gruñó un "idiota" entre dientes, pero Draco no le hizo caso-. Pero esa pose de mago ermitaño y anti-social está muy pasada de moda. Ve al baile, déjate ver y la gente acabará acostumbrándose a tu deslumbradora presencia. Somos pocos, y si ves a alguien todos los días, por muy famoso que sea, pronto pierde la emoción.

Harry se lo pensó un poco.

-Bueno… ya veremos.


Astoria y Ernie volvieron a coincidir antes del baile bajo la atenta mirada de Draco, esta vez en casa de Pansy y Theo. Acordándose de las palabras de Harry prestó toda la atención que pudo a la pareja que le interesaba y sus observaciones le hicieron sentirse satisfecho consigo mismo. Ernie tenía un montón de atenciones con ella y más de una vez la halagó con cumplidos. Astoria se veía muy feliz y Draco dudó que se acordara siquiera de McLaggen. Estaba seguro de que en el baile de Navidad, Ernie daría el paso que todos estaban esperando.

Pero las cosas se torcieron inesperadamente cuando Astoria enfermó un día antes del baile. Era sólo una gripe, pero suficiente como para obligarla a guardar cama. Draco se sintió frustrado cuando lo supo, aunque luego pensó que esa también podía ser una buena ocasión para dar a conocer su interés por Astoria. Si Ernie se preocupaba por ella, si le mandaba algunas flores… sería tan directo como pedirle salir.

Ernie le llamó a él aquella tarde, preguntándole por la enfermedad de Astoria. Draco se dio cuenta de que quizás a Ernie le costaba más llevar la iniciativa de lo que él habría pensado; bien podría haber llamado por Red Flú a casa de los Greengrass, eso habría sido el movimiento más inteligente. A Draco le gustaban los hombres más decididos. Pero lo que importaban eran los gustos de Astoria, no los suyos.

-Se pondrá bien, sólo es una gripe.

-Cuánto lo lamento… Entonces, ¿no va a ir al baile?

-No, en su estado, no.

-Qué pena… Pero tú te encuentras bien, ¿no? No debes ir a verla, te contagiarás.

A Draco le sorprendió un poco el comentario.

-No, estoy bien, tranquilo. –Y luego quiso darle un empujoncito-. Deberías mandarle unas flores o algo así, ¿no?

-Sí, claro, claro. Se las mandaré esta misma tarde. –Ernie sonrió-. Me gusta cómo te preocupas por ella.

-Oh, bueno, es un encanto –dijo Draco, sonriendo también: era una señal de enamoramiento que Ernie valorara tanto sus cuidados hacia Astoria. Él empezaba a verla como a una hermana pequeña-. Se lo merece.

Como tenía un poco de prisa, pues tenía que ir a darle los últimos retoques a su nuevo traje de gala, Draco se despidió de él. Al menos podía estar tranquilo sabiendo que dejaba a Astoria en buenas manos.


Draco volvió a hablar con Astoria la mañana del baile y ella le confirmó que había recibido unas flores preciosas de Ernie. Aunque la apenaba no ir a la fiesta, parecía todo lo feliz que puede ser una mujer en sus circunstancias. Entre eso y la perspectiva de la diversión nocturna, Draco estaba de muy buen humor.

Los Malfoy cenaron pronto y subieron a arreglarse a sus habitaciones. Draco llevaba unos pantalones negros con botas altas, una camisa blanca de la que sólo se veía el cuello y las mangas y una levita granate oscuro que se ceñía ligeramente a la cintura. Narcissa llevaba una elegante túnica de noche negra con un collar de rubíes y Lucius también se había vestido de negro. Tenían un aspecto imponente, pero eso no impedía que Lucius refunfuñara en voz baja sobre lo ridículo que era ir a un baile del ministerio cuando lo único que les interesaba de ellos era el dinero.

-Algo es algo –dijo Narcissa, en tono práctico. Ella sabía que habría sido muchísimo peor que no les invitaran a los bailes-. Y ahora procura sacar ese lado encantador que yo sé que tienes y todo saldrá bien.

Entonces se Aparecieron en el vestíbulo del ministerio, y de allí caminaron hacia el salón de actos, que era dónde se celebraban esa clase de fiestas. Ya habían llegado muchos de los invitados y los tres Malfoy empezaron a mezclarse entre la multitud saludando cordialmente a unos y a otros con mayor o menor sinceridad. Draco se sintió complacido al ver que pocos podían rivalizar en atractivo y elegancia con él.

-Draco, estás perfecto –le alabó Ernie, cuando lo vio.

-Gracias, tú también estás muy elegante.

-¿Cómo está Astoria?

-Bueno, supongo que aún tendrá que guardar cama un par de días más. Lamentaba tanto perderse la fiesta… Pero le han encantado tus flores.

-Me alegro de oírlo.

Daphne y Adrian, ya estaban allí y Draco se quedó charlando con ellos hasta que vio a Harry entre la gente. Su aspecto le sorprendió gratamente; por una vez iba vestido de manera adecuada a su posición, con una túnica que el propio Draco habría elegido para sí mismo si hubiera tenido el color de pelo de Harry.

-Benditos sean los dioses, Potter –dijo, acercándose a él en cuanto lo vio un momento a solas-. ¡Ya has aprendido a vestirte! Sólo te ha costado veinticinco años, pero ya sabes lo que dicen, más vale tarde que nunca.

Harry inclinó la cabeza con una leve sonrisa irónica.

-Un cumplido encantador, Malfoy. –Luego se puso un poco más serio-. Oye, he oído que Astoria no ha venido porque está enferma, ¿es verdad?

-Sólo es una gripe, se pondrá bien. Además, le he preparado una poción que la curará en un par de días.

-Ah, ¿sí?

-Pareces sorprendido –dijo Draco, un poco molesto-. Te recuerdo que soy bueno en Pociones.

-Lo sé –dijo Harry-. Pero también sé que no te tomas tantas molestias por la gente así como así.

-Astoria me cae bien –explicó, considerando que eso era alguien que cualquiera podía tener ya claro a esas alturas-. Me gusta cuidar a la gente que me cae bien, Potter. No soy ningún monstruo.

Harry se dio cuenta de que había herido sus sentimientos.

-Eh, yo no quería decir eso –dijo rápidamente-. Claro que no eres ningún monstruo. Es sólo… bueno, que me sorprende un poco lo rápido que os habéis hecho amigos. Sólo eso, en serio.

Draco comprendió que estaba siendo sincero y decidió no darle más importancia.

-Bah, olvídalo. Mira, ahí están Granger y Weasley. Rápido, haz como que te diviertes conmigo –dijo, con una sonrisa maliciosa-. Ya sabes que eso les fastidia un montón.

Harry puso los ojos en blanco.

-No tengo que fingir que me divierto contigo, chalado. Y a Ron y a Hermione no les fastidia que ahora nos llevemos bien.

Draco pensaba que, en realidad, Ron aún no había asimilado que él y Harry se habían hecho amigos, y que llevaba ya unos cuantos años en estado de shock; habría que ver qué pasaría cuando consiguiera reaccionar. Pero esa noche tenía la expresión confundida que de costumbre. Draco los saludó educadamente a ambos y luego dejó a Harry con ellos para poder seguir disfrutando de la fiesta y bailar un poco. Su primera pareja fue Padma Patil y luego Roger Davies, pero después vio a Pansy y fue hacia ella.

-Por fin habéis llegado. A esto lo llamo yo llegar elegantemente tarde.

Pansy sonrió.

-Hacemos lo que podemos. Sácame a bailar y te cuento la última novedad.

Draco así lo hizo, deseoso de enterarse de qué había pasado.

-¿Y bien?

-Justo cuando salíamos para aquí hemos recibido una carta de Blaise. Va a venir a Inglaterra dentro de unas semanas. ¿No es genial? Hace milenios que no le vemos.

Draco sonrió, contento.

-Será agradable volver a tenerlo por aquí.

Los dos estuvieron recordando viejos tiempos mientras bailaban con habilidad fruto de la práctica. Draco sentía verdadera curiosidad por volver a ver a Blaise. Sabía que Pansy opinaba, como Daphne, que los dos hacían buena pareja y él no se sentía inclinado a despreciar esa idea sin más. No buscaba nada serio, era demasiado joven aún, pero si tuviera que buscar una pareja… ¿quién sería mejor que Blaise?

Cuando la música cesó, Draco estaba ya algo cansado y listo para descansar unos minutos y beber un poco de champán, pero Ernie se interpuso en su camino.

-¿Quieres bailar conmigo?

Pensando en Astoria –pues seguro que Ernie quería una excusa para hablar de ella-, Draco decidió hacer el sacrificio y posponer su descanso, así que volvió con Ernie a la pista de baile. Sonaba una canción algo lenta; Draco se sintió ligeramente incómodo, pero procuró no pensar en ello.

-Qué pena que Astoria no haya podido venir, ¿verdad? –dijo-. Esto le habría encantado.

-Sí, es una pena. Pero… me alegra que tú estés aquí. –Draco frunció las cejas, perplejo por el tono íntimo que había usado-. Tú iluminas cualquier habitación, Draco. Eres precioso…

Para pasmo de Draco, Ernie intentó besarle. Draco le esquivó como pudo, atónito, sin llegar a hacer una escena; seguía bailando con él, pero estaba rabiando por dentro.

-¿Puedo saber qué haces? –exclamó en un susurro.

-Me gustas un montón.

-¡A ti te gusta Astoria! Y ella es mi amiga, Macmillan.

Ernie lo miró con expresión perpleja.

-¿Astoria? A mí no me gusta Astoria. Sé que tú la aprecias mucho, por eso he sido simpático con ella. –Draco se quedó de piedra-. Pero eres tú quien me gusta. Merlín, no puedo dejar de pensar en ti. Tu pelo, tus ojos, tus labios…

Draco no sabía qué le molestaba más, haberse equivocado hasta ese extremo o tener encima a ese pegajoso que al parecer sólo lo veía como un bonito trozo de carne.

-Termina de hacer inventario y escúchame bien –dijo fríamente-. Me siento muy halagado, pero no estoy interesado en ti, Ernie. Pensaba que te gustaba Astoria y estaba intentando emparejaros, eso es todo.

-¿Astoria y yo? Por favor… -dijo, despectivo-. Creo que puedo aspirar a algo mejor.

Draco, ofendido por su comportamiento, se separó de él dando un paso hacia atrás y lo miró de arriba abajo.

-Yo también.

Entonces dio media vuelta y se marchó para ir a buscar a sus amigos. Estaba furioso y algo herido en su orgullo. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto? Habría jurado que estaba leyendo correctamente las señales. Y lo peor de todo era que había hecho que la pobre Astoria se enamorara de un imbécil que no sentía lo mismo por ella.

-Eh, Malfoy… Malfoy…-Ese era Harry-. ¿Estás bien?

Draco se detuvo.

-Sí, no pasa nada.

-He visto que has discutido con Ernie.

Harry se iba a enterar antes o después, Draco estaba seguro de ello, así que no tenía mucho sentido intentar ocultárselo.

-Tú tenías razón, ¿contento? –dijo a regañadientes-. No le interesaba Astoria. En realidad le interesaba yo.

La noticia no le sorprendió demasiado.

-No tendrías que haberte entrometido… Pero siento que tu plan no haya funcionado. Y espero que Astoria no lo pase demasiado mal.

Draco suspiró con desaliento. Él también lo esperaba.

TBC