Hola de nuevo, Mundo Fanfiction. Vuelvo a los fics de Inazuma Eleven, ahora con uno de Inazuma Eleven Go, ¡el primero!

Espero les sea de su mayor agrado, es de una de mis parejas favoritas; contada desde el punto de vista de Tenma, buscando algo de humor, y la advertencia de escenas algo subidas de tono pero ligeramente :)

Cualquier comentario es bien recibido. Sin más...

Disclaimer: Inazuma Eleven Go no me pertenece.


¿Problem? By Madoka

Los problemas dejan de ser problemas cuando dejas de tomarles importancia.

El problema no es problema, ¡el problema es que seas demasiado idiota como para no poder resolverlo!

El problema no es problema, el problema es que duele.

¿Cómo solucionar un problema con el que has vivido diariamente durante más de seis meses?

Como todas las relaciones, nuestra relación tenía altos y bajos; peleábamos, discutíamos, incluso llegábamos a hablar de mas, insultándonos de cosas sin mucha relevancia durante la disputa, y tal vez uno que otro golpe se nos escapó de las manos, nada grave.

Pero no podía seguir con una tormentosa relación oculta que me asfixiaba confinado en los secretos íntimos que compartíamos cada tarde y cada noche que pasábamos juntos.

Y mucho menos a sabiendas de que es prohibida a los ojos de la sociedad. Puedo perdonar que no se lo hayamos comentado a nadie por el qué dirán, o porque se sentirían incomodos, o confundidos, quizá ellos, amigos y familiares, puedan comprender tal agravio y engorrosa situación, pero el resto del mundo aun lo toma como un tabú horroroso.

Por ello que decidimos guardarlo en secreto.

Kyosuke y yo llevábamos cerca de seis meses saliendo, bueno, aparentando salir, porque no sé cómo llamar a lo que somos; jamás me ha gustado la palabra novio, mucho menos amante o amigo con derecho: éramos un no sé qué, que qué se yo, que quien sabe, pero éramos algo más que amigos.

Oficialmente no confirmamos nada, solo paso, espontanea, esporádica y elocuentemente. Ni siquiera yo sé cómo ocurrió, cuándo pasó ni en dónde sucedió, solo simplemente se dio, así de sencillo. Cuando me di cuenta, ya nos llamábamos todas las noches, masajeábamos a cada hora, y nos lanzábamos furtivas miradas cómplices en los entrenamientos. Así de sencillo comenzamos una relación sin ser relación.

El primer mes fue de lo más empalagoso y cursi que pudimos ser; llamadas, mensajes, cartas, notitas, besos rápidos a escondidas, risas, abrazos, apapachos, cocina gourmet en su casa, picnics, cientos de miles de te quiero esparcidos por todas partes y dulces, muchos, muchos dulces que me compraba cada que salíamos y regresábamos juntos a casa, pasando al lado de una de mis tiendas favoritas de caramelos, convenientemente.

El segundo mes los te amo surgieron, y los apapachos se hicieron más duraderos. Los regalos no tardaron en llegar; osos de felpa, balones de ediciones especiales, más salidas a mas lugares distintos, cenas románticas sobre el tejado en medio de un jardín botánico.

El tercer mes las cosas subieron de tono, y las caricias llegaron. Apasionados besos cada que teníamos oportunidad, deslices bajos y saboreadas de piel. Ese mes fue uno de los más confusos para mí, en especial para mi estado emocional que pendía de un hilo. Sabía cuanto amaba, porque amaba, y amo, creo, a Kyosuke, así que me deje llevar de primera instancia, por supuesto con ciertos límites marcados increíblemente respetados. Pronto las manos se deslizaban por mi pecho desnudo y sus labios recorrían mi cuello; el calor de su cuerpo era acogedor, y deseaba con todas mis fuerzas que me abrazara y jamás me soltara, pero de ahí no pasábamos, solo había logrado ver su bien formado pecho y era todo lo que me satisfacía, hasta ese momento.

Para llegado el cuarto mes, las cosas dieron un giro drásticamente; los romanticismos se fueron quedando a un lado y las necesidades del cuerpo ajeno atacaron sin medidas ni escrúpulos.

Nuestra primera vez fue en su habitación, un día extremadamente caluroso, convenientemente no había nadie en casa y se había ofrecido a que luego del entrenamiento fuéramos a beber algo refrescante, y por qué no, comer algo especial celebrando nuestra unión que aun manteníamos en secreto bastante disimulada y feliz.

Admito que no pensé en otra cosa más que sentarme al lado del aire acondicionado con una limonada repleta de hielo y una banderita de cereza, acompañado de un Kyosuke muy atento y servicial con una charola de botanas y un partido de futbol extranjero en el cable. Nunca me cruzo por la mente que ese día nos haríamos nuestros oficialmente.

Hacía mucho calor, incluso dentro de su casa; Kyosuke fue por las bebidas y yo me puse cómodo en el sofá, quitándome la chaqueta y encendiendo el televisor. Volvió con dos vasos llenos de té y unos pequeños bizcochuelos de chocolate que deguste animosamente.

El sudor me corría por la frente, y le pedí una toalla para secarme, cuando regreso, pudo ver en sus ojos ideas fuera de lo común que le habían surgido en el camino de ida y vuelta; comenzaba a conocer cuando tenía malas intenciones. Me seco el sudor con delicadeza, inquiriéndome con su mirada ambarina penetrantemente, unos ojos que me alucinaron por un momento, antes de caer rendido en apasionados besos sin control.

No daré detalles, pero de ahí en adelante las cosas subieron de nivel e intensidad, y pasó lo que paso. Fuera el resto de la ropa, nos acurrucamos en su cama; entre gemidos, gritos y una nueva explosión de sensaciones: hicimos el amor.

¿Suena bien mencionarlo de esa manera? Supongo, ya que nos amamos, amábamos; seria sexo si no nos quisiéramos, quiero creer.

En fin, ese día quedo marcado en nuestra memoria como el incentivo, el indicador, el inicio de una nueva etapa en nuestra relación, que ahora si podía llamar relación, ya que durante el evento, no se evitó proferir entre guturales gemidos con cientos de sinónimos referentes a lo nuestro, así que desde entonces me supongo que llevamos una relación formal, a escondidas, claro.

El quinto mes las cosas cambiaron nuevamente, nada que ver con los primeros tres. Solo buscábamos pretextos y cualquier situación para encontrarnos y poder, como decía Kyo, compaginar.

En los recesos, durante los entrenamientos, de vuelta a casa, en la suya, en la mía, donde se pudiera, en pocas palabras; en el baño, en las regaderas, en el auto. Teníamos tantos deseos de estar el uno junto al otro, ganas de hacernos nuestros una y otra vez, demostrándonos el amor que nos profesábamos de esa vulgar pero extraordinaria y satisfactoria manera; que varias veces estuvieron a punto de descubrirnos.

Por poco Shindou nos atrapa, cerca de dos veces en los vestidores, y otras tres por parte de Kirino en los corredores y el campo. En una furtiva huida, golpee a Kariya en un ojo con el codo, mientras corría lejos para que no me vieran salir del cuarto de almacenamiento; otras veces tuve que mentirle a la tía Kino respecto de mis constantes ausencias de la casa y mis llegadas a altas horas de la noche, cosa que no me hizo sentir del todo bien, pero no tenía más remedio que levantar el teatro de que estaba ayudando a Shinsuke a estudiar para los exámenes que estaba reprobando.

Las cosas se aligeraron el siguiente mes; nos seguíamos viendo pero ya no con tanta regularidad, tomamos cierta madurez respecto del tema y comprendimos que era suficiente, y que lo tomáramos para ocasiones realmente especiales, que no lo utilizáramos de excusa para demostrarnos un amor que desde antes incluso del sexo ya nos dedicábamos.

Además de que mi cuerpo no llegaba a soportar de buena manera el esfuerzo físico que implicaba el hacer el amor diariamente cada que se podía.

En las mañanas me levantaba con un terrible dolor muscular, tenía constante hormigueo en las piernas que me hacían temblar las rodillas y trastabillar, sin mencionar la tensión en mis muslos, brazos y espalda, sobre todo la espalda que encorvaba demasiado, según Kyo y sus supuestas investigaciones.

Me quejaba en silencio y aparentaba mi mejor sonrisa para no levantar sospechas, a pesar de que por dentro gritaba por ayuda y deseaba tirarme al suelo retorciéndome del dolor.

En cambio, miraba a Kyosuke tan fresco y lleno de vida, que me era difícil pensar en que la noche anterior disfrutábamos de un placentero y violento acto sexual. Corría de aquí para allá con una sonrisa en labios, de excelente humor, haciendo bromas, regateando, anotando con todas sus fuerzas; era ahí cuando me abordaban pensamientos de odio hacia él, ¿Por qué rayos no está sufriendo como yo? O es muy buen actor, o de plano no siente nada. Entonces pensaba en que quizá Kyo no había experimentado su primera vez conmigo, y que esas dichosas investigaciones no eran más que experiencias anteriores.

¿En serio Kyosuke me habría mentido diciendo que era virgen al momento que nos acostamos? No lo creo, Kyo me ha sabido demostrar a lo largo de estos meses que habla con sinceridad, no me miente, hemos compartido tanto, que casi puedo asegurar que estas conjeturas mías son solo de celos por su buena condición; él me ama de verdad y yo lo amo, así de fácil. Además de que no me atrevo a preguntarle algo como eso, no sé si me gustaría saber la respuesta.

Total, así es como ha estado mi relación con Tsurugi Kyosuke hasta entonces.

Últimamente hemos estado peleando mucho; discutimos por cualquier tontería que sale de repente, y hablamos demasiado, al punto de ponernos furiosos y no dirigirnos palabra el resto del día; hasta que uno se cansa y le ruega, disimuladamente, si hablamos de Kyo, al otro para contentarse.

Era la cuarta vez que peleábamos en lo que iba de semana, y apenas era miércoles. Más que molestarme sus insinuaciones injustificadas y absurdeces sin mucho tacto, me deprimen; prefería dejar que siguiera hablando solo hasta que dejara salir todo lo que tenía adentro; a veces pienso en que nuestras discusiones las utiliza como justificante para su situación familiar: Yuuichi no está muy bien de salud, y sus padres ni las luces, por ello que este tan airado todo el tiempo y se desquite conmigo, renuente a resolver los problemas más importantes.

Le tiendo el hombro cuando la situación lo amerita, pero es hombre duro que no se deja flaquear ni persuadir, así que nos comemos a besos dejando salir nuestros conflictos y contradicciones mentales, sin decir algo más.

Esta vez me decía que estaba cansado de mi actitud tan positiva con todos, esas sonrisas fingidas, que decía yo hacía, frente a los demás aparentando ser un tonto sin remedio que toma las cosas a la ligera. No le quise contestar, sabía que cualquier cosa que dijera, tendría un argumento totalmente elaborado y bien planteado para derrumbar mi respuesta, dándole puntos a su conjetura que sabía perfectamente la inventaba para desahogarse sin desahogarse por el hecho de enterarse que su vida se está volviendo cada vez más insignificante, complicada y horrible.

Era una pena que lo abordaran aquellos pensamientos tan ruines, pero no podía hacer otra cosa que escucharlo y esperar a que terminara. Hace tiempo que comprendí que Kyosuke estaba pasando por una etapa de la vida que a todos nos afecta llegados a cierta edad; la famosa edad de la punzada.

Esa etapa que a todo joven adolescente le llega sin previo aviso, donde lo atacan repentinos cambios de humor, las cosas sin importancia empiezan a tornarse cada vez más complejas, sus emociones se alteran de tal forma, que lo transforman en una bomba de tiempo, todo le afecta de sobremanera, un mar de nervios, ansioso y psicótico a veces. Kyosuke crecía, era evidente, y no lo hacía con el pie derecho.

Por supuesto uno pensaría que son solo delirios por la manera en que vive; solo. Sus padres ausentes y su hermano enfermo, pero no; Tsurugi Kyosuke pasaba por trastornos mentales muy normales a su edad, simplemente, unos que a mí también me llegarían, con complejos y crisis existenciales, unas que me daban con frecuencia en las últimas noches.

Cuando termino de gritar, porque me gritaba, rompió en llanto frente a mí, cubriéndose la cara con ambas manos y rindiéndome disculpas por esas injustificadas acusaciones, seguido de explicaciones a su inestable cambio de humor; bipolaridad o trastorno de personalidad múltiple, pensé, pero me lo guarde para mis adentros.

No me gustaba para nada verlo así de triste, derrumbado y sin razones aparentes para seguir viviendo; le conteste que no había problema, que todo estaba bien, para después, abrazarlo con todas mis fuerzas. Luego marcharme a comer, porque su estado me deprimía, como bien dije antes, inclinándome a recurrir por alimentos concentrados con alto contenido de azúcar, chocolate y grasa.

Estaba subiendo de peso y perdía condición. En los entrenamientos terminaba completamente agotado, con el pecho ardiente sin poder respirar. Antes llegaba a correr por una hora y media sin detenerme, ahora solo la media hora puedo alcanzar, a duras penas. Me volvía un asco en el deporte, y mi cintura poco a poco subía de tallas. Eso preocupo a mi tía Kino, de que los pantalones dejaban de quedarme bien, pasando a un más o menos. Kyosuke también me lo indico, no en uno de sus habituales reclamos, sino en una ocasión en la que tranquilamente veíamos televisión comiendo palomitas de maíz; me rodeo la cintura y dijo que me sentía un poco más llenito que de costumbre, preguntando qué había pasado con aquel Tenma dedicado a la salud y condición física.

Tuve ganas de gritarle que mi obesidad era provocada por su culpa, nada más por sus estúpidos cambios de humor y tonterías que me decía siempre, pero me contuve recordando que llevábamos ya seis días sin pelear; no deseaba romper con esa tranquilidad que extrañaba.

Respire hondo fingiendo mi mejor sonrisa y le dije que estaba entrenando, que no se preocupara mucho, que pronto recuperaría forma y tamaño. Resoplo, respondiéndome pícaramente que solo bromeaba, pero si quería, podía ayudarme a bajar unos cuantos kilitos con algo de sexo duro.

Le agradecí la oferta y seguimos viendo televisión.

Una tarde saliendo del entrenamiento decidimos regresar juntos a casa. El invierno se aproximaba, y los vientos fríos comenzaron a soplar con fuerza. Me puse unos guantes y orejeras, envolviéndome en una bufanda acolchada que le quite a Shinsuke, caminando en completo silencio al lado de la carretera. Kyosuke tapaba su boca con una bufanda a cuadros que le había regalado la semana pasada, tenía la mirada perdida al frente, los ojos caídos, viendo formarse sus pies uno frente al otro sin decir palabra alguna.

Durante la práctica lo note igual de ausente y distante. No le quise preguntar, seguro estaba pasando por un problema relacionado con su estado emocional de la edad y terminaría arruinando toda la tranquilidad que llevábamos desde hacía una semana. Había aprendido a callarme cuando lo miraba de ese modo, o me arrepentiría, en definitiva.

Busque cualquier pretexto para iniciar una conversación, pero permanecía al margen totalmente, dándome por mi lado o solo asintiendo a cada cosa que decía. Diserte al cabo del quinto intento, cuando vi formarse su casa a lo lejos.

Se detuvo frente a la puerta sin decir nada, dándome la espalda, abrió, antes de entrar completamente, me dijo que me llamaría en la noche, y entro cerrando tras de sí.

Esa acción me dejo desconcertado, pensando en que le ocurría algo mucho más serio de lo que imaginaba. Fruncí el ceño preocupado, sacando el móvil, le llame a Shinsuke para que nos viéramos.

Le dije que tenía hambre, y que sería bueno salir a charlar como buenos amigos, y si el tiempo nos lo permitía, comer algo también, aunque esa era mi intensión desde el inicio. Me dijo que estaba bien, que en media hora nos viéramos en el Palace.

Adoraba el Palace, un restaurante clásico, pequeño y hermoso donde podías comer de todo lo que ofrecían. Allí estaba Shinsuke, cuando llegue, me esperaba en la puerta principal. Lo salude tratando de sonar contento, cuando en realidad, todo mi interior se hundía en un oscuro agujero sin fondo.

Kyosuke me deprimía porque parecía que no significaba lo suficiente para él en su vida; se pensaba que estaba solo, solo como perro en el mundo, ¿y yo? No sabía dónde había quedado luego de su primera crisis de la edad, y eso me afectaba por igual: saber que estaba a su lado por mero compromiso, y no por deseo. Me dolía pensar que no formaba parte de los motivos por los cuales seguía viviendo. No dudaba que me amara, pero sí que me estuviera dejando de amar. Tenía tantos problemas consigo, que seguro comienzo a serle una carga. No le he querido decir nada sobre cómo me siento, porque eso sería egoísta, ¿acaso no veo como esta, y yo con mis moños de "quiéreme o quiéreme"? Era absurdo, y no tenia de otra más que consolarme con la comida.

Entramos al recinto, siendo recibidos por amistosas sonrisas que nos acompañaron a la mesa. Allí, los platos se fueron levantando de a poco, alrededor de cien platillos distintos, de todo tipo de comida; botanas, dips, vegetales, carnes, mariscos, postres. Una mezcolanza de sensaciones se arremolinó en mi pecho y me sentí por un momento aliviado, liviano y flotando en una nube de algodón, mientras que Shinsuke veía toda la comida con una mueca extraña.

Grite un alegre "¡gracias por la comida!" y comencé a degustar de cada platillo.

-Oye, Tenma- dijo de pronto Shinsuke, sacándome el estupor de encima, uno que acompañaba con un rollito primavera -. ¿Sucede algo entre tú y Tsurugi?

-¡¿Qué?!- esa pregunta por poco me atraganta. Pase duramente el pedazo de rollo y me aclare la garganta con un largo trago de agua, tratando de sonar despreocupado, y como que no me agarro por sorpresa, le cuestione -. ¿A qué te refieres con algo?

-Sí, bueno, es que últimamente han pasado mucho tiempo juntos, ya casi no salimos como antes tú y yo, Aoi, Kariya y Kageyama, no sé, se me hizo raro que de buenas a primeras comenzaras a pasar más tiempo con él.

-Ah, ya.

-¿Ya qué?

-Ah, no, nada, descuida… no pasa nada, solo, no sé, como tú dices, de buenas a primeras nos hicimos muy amigos- y sonreí aparentando que no importaba, lo cual no pareció creerse del todo Shinsuke, que me cuestiono con la mirada -. Es todo, pero no te mortifiques, seguro que comenzamos a salir como antes pronto… algo me dice que Tsurugi necesita espacio- lo último no me evite decirlo por lo bajo, desviando la vista y torciendo el gesto.

-Bueno- me palmeo la espalda, sobresaltándome; lo voltee a ver incrédulo, este sonreía tranquilamente -. Me alegro de que podamos tener al Tenma de siempre con nosotros, esa amistad con Tsurugi me parece que no te ha caído muy bien; ¡te estas poniendo gordo y comes! No puedo decir como qué porque te ofenderías- y se rio, provocando en mi un extraño sentimiento; mezcla de culpabilidad y regocijo.

Cerca de las seis de la tarde nos despedimos frente al campo de soccer, tomando cada quien su lado para irse a casa. Aquella platica con Shinsuke me relajo, quitándome de encima el estrés que me provocaba toda la situación con Kyosuke, y debía de admitir que tal vez sería cierto que necesita espacio, y quizá sea bueno para mí también; hace ya bastante tiempo que no salgo con mis amigos, eso deberá sentarme bien.

De camino a casa mi móvil vibro en el bolsillo. Pensé en que seguramente se trataba de la tía Kino preguntando por mi paradero; Kyo dijo que me llamaría en la noche, y a penas se acercaban las siete.

Saque el teléfono y me sorprendió ver al remitente: Tsurugi Kyosuke.

Titube, no estaba del todo seguro en si responder esa llamada, no sabía de qué humor estaría, si es que estaba de alguno, y para qué me llamaba, aunque claro, es un ritual nocturno que tenemos llamarnos cada noche para desearnos un excelente descanso, si no es que para planear un encuentro furtivo a escondidas; dejando que sonara un par de veces más, me decidí y le conteste.

-Tenma- dijo en cuanto descolgué; su voz había perdido aquel tono altanero y brusco de chico rudo, lo notaba algo desanimado, y podía escuchar del otro lado de la bocina su respiración acompasadamente lenta.

-¿Qué pasa?- le pregunte simplemente, a lo que me respondió que si podía ir a verlo a su casa. Proferí un largo suspiro, alejado de la bocina, viendo el atardecer, o bueno, las penumbras que abrazaban lentamente a la ciudad. No era tan tarde, podía ir a pasar un rato a verlo, preguntarle como estaba, y pasar un buen rato.

Le dije que sí, que iría un momento. Me respondió afirmativamente, indicándome si podía llegar a la tienda antes y comprarle una caja de té verde, porque ya se le había acabado. Solté otro suspiro y le dije que estaba bien.

Kyosuke tiene una obsesión con el té caliente cada que entra el invierno; no bebe más que tazas de té verde casi hirviendo, disque para la buena digestión; no le gusta perder línea ni condición en estas fechas.

Luego de pasar por la tienda comprándole sus dichosas bolsitas de té, me plante frente a la puerta de su casa, inquietantemente nervioso. No sabía porque repentinamente me habían atacado los nervios de verle; incluso durante nuestra primera vez, los nervioso se me fueron volando con la última prenda que pendía de mi cuerpo, ¿y ahora esto? Soy un chico bastante raro, como dice él.

Finalmente toque dos veces, esperando que me abriera. No tardó mucho en atender; del otro lado de la puerta me encontré a un Kyosuke cómodo con unas espantosas ojeras decorándole el rostro, se veía demacrado, cansado a mas no poder, traía el cabello suelto, vestía un pans azul oscuro y una camiseta sin mangas roja.

Me dijo que entrara, cerrando con llave. Adentro de su casa estaba encendida la calefacción, por eso de que me atacara un golpe de calor intenso que me hizo sentir abrumado. Le tendí la bolsa plástica donde traía el té, me lo agradeció y se fue a la cocina a prepararlo, mientras yo me quitaba los guantes, bufanda, orejeras y chaqueta, yendo a la sala de estar, donde los colgué del brazo del sofá, sentándome a su lado.

La estancia estaba en completo silencio, solo el chillido de la caldera sonó de pronto. El televisor estaba apagado, no escuchaba a nadie más, seguro que no estaban sus padres y por eso que me invito.

Puse mis manos sobre las rodillas y espere, deslizando mis ojos de un lado al otro en busca de algo entretenido. Luego de un rato, apareció Kyo cargando dos humeantes tazas de té, dejándolas en la mesa frente a mí y sentándose a mi lado, apachurrándose desganado con la espalda en el respaldo.

No dijimos nada por lo que fueron los siguientes momentos. Torcí la boca sin saber que decir, rasque mi nuca y tome la taza, soplándole el vapor, le di un sorbo que me quemo la lengua.

La situación se tornaba incomoda y extraña hasta para mí. Eche un vistazo a la mesa y me topé con la programación del cable, tomando el folleto lo empecé a hojear.

-Tenma- dijo Kyosuke a mi lado. Respire aliviado de que al fin alguno de los dos comenzara a hablar. Voltee a verlo; tenía la mirada perdida en un punto inexistente del espacio. Esa era una faceta nueva que le desconocía; la deprimente.

-¿Sucede algo?- lo vi torcer la boca y apartar la vista a un lado, parecía que se negaba a querer hablar -. Dime- me insistí sin sonar malvado. Dio un suspiro y se irguió, apoyando los codos sobre sus rodillas y colocando las manos en su rostro.

-No me siento bien; estoy muy cansado- y se cubrió por completo la cara.

Detestaba verlo de esa manera tan sufrible, y no poder hacer nada para remendarlo. Incline la cabeza apoyándola en su hombro y tomándole la pierna en señal de apoyo.

-Relájate Kyo, ya veraz que todo saldrá bien- fue lo único que atine a decirle, no soy muy bueno dando consejos, mucho menos como consuelo apoyánte a un acontecimiento de ese calibre: Yuuichi y su enfermedad, era más que evidente que eso era lo que lo tenía así de mal, además de la ausencia de sus padres.

Me vio entrecerrando los ojos, casi pude apreciar un diminuto brillo que le provocaron las lágrimas que amenazaban con salir. Sonreí de lado, tratando de transmitirle algo de positivismo, y le bese el hombro tiernamente. Kyo bufo e hizo una mueca, que me pareció sonrisa, muy pequeña.

-Quédate conmigo esta noche.

Su propuesta me tomo de improviso, haciéndome abrir los ojos enormemente por la sorpresa, pero termine sonriéndole; no podía resistirme a esos apasionados besos y sus manos frías recorriéndome la espalda, acariciando con la yema de los dedos cada centímetro de piel desnuda: me estremecí y deje salir un suspiro en su boca.

La invitación me cayó como anillo al dedo, excelente. Por un momento mis ánimos subieron al tope de mi frente, y me sentí contento de que aún mantenía mi lugar en los pensamientos de Kyosuke, y no solo en los deprimentes.

Cuando le respondí afirmativamente, me levanto de la cintura, sentándome en sus piernas, comenzando a besarnos, mientras deslizaba sus manos, que extrañamente estaban heladas, por debajo de mi camiseta.

Sus besos se fueron haciendo cada vez más provocativos; me mordía los labios y saboreaba por completo, haciéndome reír de vez en cuando. Volvíamos a tener pasión, a probar el delicioso trago agridulce del encanto de una relación.

Lo empuje levemente por los hombros, separándomelo unos centímetros, diciéndole que tenía que llamar a mi tía, avisarle que no llegaría a casa. Me dijo que estaba bien, que usara el teléfono de su casa si me era más conveniente. Me volvió a tomar de la cintura y me bajó, levantándose, dirigiéndome una mirada picara, indicando que me esperaría en la habitación, que no tardara.

Le guiñe un ojo y desapareció de mi visión por las escaleras.

-Sí, bueno, ¿tía Kino? Soy yo, Tenma… te llamo para avisar que me quedare a dormir en la casa de un compañero, si, de… Shinsuke, si, si, descuida, me portare bien, si, estaremos bien. Los estudios se han retrasado un poco, es todo. Si, si, está bien, nos vemos mañana, buenas noches- me separe el aparato y colgué, quedando pensativo, ¿Por qué tenía que mentirle respecto de con quien me quedaba? ¿Siquiera podía decir que con Kyosuke?

No me sentía bien ocultando las cosas ni disfrazándolas, aunque en dicha situación se ameritaba, no me estaba cómodo engañando a la tía Kino, afirmándole que sería con Shinsuke con quien me quedaría.

Shinsuke tenía razón; mi relación con Kyo me estaba afectando de manera negativa, y no solo física y emocionalmente, sino también socialmente, y moral, por qué no, moralmente también. Me convertía en una distinta persona que lentamente se volvía co-dependiente.

Pero Kyosuke y yo nos amábamos, amamos, supongo que eso debe bastar; el resto queda sobrando.

Esa noche que dormimos juntos, hicimos el amor como hace tiempo no hacíamos; entre gozosos gemidos, palabras bonitas y sensaciones vivaces a flor de piel, y posteriormente, agotados, nos tumbamos en la cama para descansar.

Mire el techo por varios minutos, que me parecieron horas, pensando y rememorando viejas conversaciones que tuve alguna vez con Shinsuke y los demás sobre mi inesperada amistad con Kyo; no la desaprobaban pero les preocupaba, les era sumamente rara, y tenían malos presentimientos.

En aquel entonces, por mi cabeza recorrían pensamientos y deseos de gritarles que éramos pareja, que llevábamos, llevamos una relación en secreto desde hace tiempo, que es la persona que me hace más feliz en el mundo. Ahora, quisiera poder retractarme de aquellos pensamientos, y decirles que tienen razón, que mi "amistad" con Kyosuke me ha traído ciertos problemas que no puedo manejar, están fuera de mi control y no son para nada buenos.

Llega un punto en el que el amor deja de bastar, ¿y ese punto era este, precisamente? ¿Nuestro amor no era suficiente? Para eso estamos, ¿no? Las parejas, las relaciones, son de dos, se solucionan los conflictos juntos; no te debes sentir solo.

Suspire cansado, sintiendo sobre mi pecho la cabeza de Kyosuke moverse ligeramente, después sintiendo humedad y escuchando un ligerísimo sollozo; Kyo lloraba, lloraba amargamente en un casi completo silencio que me desgarro el alma y estrujo el corazón. Ni siquiera en el más profundo de los sueños podía descansar de sus problemas; ni siquiera bajo mi resguardo podía estar tranquilo.

Apreté los ojos con fuerza, tratando de no derramar las lágrimas que se asomaban amenazantes sobre mis pómulos. Lo había confirmado demasiado tarde: Tsurugi Kyosuke y yo ya no teníamos una relación, se acabó, entramos de lleno a temas desconocidos e inciertos que no soportamos, nos fallamos el uno al otro, perdimos la batalla; no teníamos de otra más que rendirnos y darla por finalizada.

Tal vez esta batalla, más no la guerra. Quizá en algún próximo intento, y el problema deje de ser problema.