¿Qué tal gente linda? Decidí hacer un fanfiction de Kannazuki No Miko, ¿Por qué? ,porque obviamente se lo merece. Hermosa serie de principio a fin. Transcurre en una realidad diferente a la de la serie, pero el ChikanexHimeko no cambia en absoluto, por supuesto ;)

¡Espero que lo disfruten!

Solo me queda decir que: Los personajes de Kannazuki No Miko, no me pertenecen.


Entre tus brazos

Nueva Estudiante

-¿Tienes todo preparado?

-Si mamá, no te preocupes- contestó con pereza, una joven cuyos cabellos dorados brillaban como el resplandor del mismísimo sol.

-¿Tu mochila? ¿Tu celular? ¿El almuerzo?

-¡Sí, sí y sí, mamá! ,tranquila, estaré bien. Ya debo irme, Souma está esperando afuera.

Su entusiasta madre, asomó la cabeza por la cocina -Oh, lo siento Himeko, es solo que es tu primer día en la preparatoria, ¡Estoy emocionada!

Alzó una ceja en respuesta, acompañada por una sarcástica sonrisa -¿Quieres ir tú en mi lugar?

-¡Ara! ¡¿Puedo?!

Largó un resignado suspiro, para luego girarse y dirigirse hacia la salida -¡Bye bye, ma!- se despidió alegremente con la mano, obviando su entusiasmo.

-P-Pero dijiste que yo podía...

El portazo de la puerta interrumpió su habla, dejándola perpleja en su lugar.

-Esta niña...

-Sí que te has tardado esta vez...- la retó un apuesto caballero, mientras le pasaba un casco, y la ayudaba a subirse a su moto.

-Lo siento, mi mamá me retuvo…ya sabes cómo es- explicó, aferrándose de su cintura.

-mmm...

-¿Qué?- inquirió, ladeando un poco la cabeza hacia él.

Souma dibujó una amable sonrisa, para luego acortar la distancia y besar sus labios.

Descendió los párpados por instinto, dejándose llevar por esa cariñosa entrega. Al desprenderse, lo miró, curiosa -¿Y eso a qué vino?

Él frunció el ceño, extrañado -Soy tu novio, ¿Acaso no puedo besarte?

Soltó una carcajada ante su gracioso puchero -¡Claro que puedes! ,pero fue tan repentino, usualmente eres mucho más tímido. Y mira que salimos hace un año...

-Bueno…es que...- se ruborizó, esquivando su penetrante mirada -solo se me antojó besarte... Deja de molestarme y ponte el casco- finalizó, de forma juguetona, colocándoselo.

La rubia le sacó la lengua, golpeando levemente su cabeza. -Bobo, vámonos, que llegaremos tarde a nuestro primer día.

Asintió, sin perder su alegre gesto, y encendió el motor. Ambos arrancaron a gran velocidad, dirigiéndose hacia su nueva escuela.

La vida de himeko no era muy interesante que digamos. Vivía con su madre en una pequeña aldea llamada Mahoroba, en donde nunca pasaban cosas emocionantes.

Hacia un año que, Oogami Souma, su amigo de la infancia, se le declaró. Claramente lo aceptó encantada, después de todo era un chico muy guapo, y además le apreciaba por su gran amistad. Él siempre la había apoyado en todo momento, incluso en sus etapas más difíciles. Y ahora, para suerte de los dos, asistirían al mismo colegio.

Al llegar, estacionó la moto, y se acercaron a la cartelera que informaba en qué clase estarían.

-Oh...

-Oh...- repitió él, notando como pertenecían a clases diferentes.

-¡No es justo! ¡Yo quería estar contigo!- bufó Himeko, abrazándolo.

Debido a su infantil y tierno berrinche, rió por lo bajo, mientras acariciaba su suave cabello -No te preocupes, nos veremos en los recreos. Además, si estuviéramos juntos, lo único que harías sería copiarte de mis exámenes- bromeó.

-¡Ha! ¡Mentiroso!

-Si, claro...- sonrió de lado -Mi clase ya está por comenzar, Himeko, ¿Te veo después, si?- se despidió, besando su frente.

Observó su ida, y desganada comenzó a caminar hacia su nueva aula.

Aquella academia era enorme. Varias esculturas antiguas la rodeaban, dándole un aire imperial. Al detallarlas, de inmediato supo que no encajaría allí.

Ella un espíritu libre, no una pobre ave destinada a ser encerrada en una jaula.

Recorrió varios pasillos, sin éxito alguno. No lograba encontrar su clase. Sin embargo, esa no era su mayor preocupación. El primer lugar lo ocupaba el temor de convertirse en la alumna nueva. Parecía ser que no muchos estudiantes ingresaron ese año. Era un hecho que iba a destacar.

Aún así, poseía una personalidad atrapante. Era astuta y hermosa, ¿Qué no podría conseguir? .Soportar la preparatoria tenía que ser un juego para ella.

Después de mucho buscar, finalmente encontró su aula.

-¡Por fin!- exclamó, parada frente a la puerta.

Miró su reloj, tragando saliva con fuerza. Estaba llegando veinte minutos tarde.

-Mierda... Bien, tú puedes, Himeko... ¡Vamos!

Tomó aire, sujetó el picaporte y lo giró, entrando lentamente por la puerta. El chillido que hizo esta, provocó que se estremeciera, y dibujara una nerviosa mueca.

-¿No podía hacer más ruido, verdad?- pensó, temerosa por llamar demasiado la atención.

Al ingresar, obviamente todas las miradas juveniles se posaron sobre la suya.

-Y aquí vamos...

El casi, anciano profesor, bajó sus anteojos, observándola de arriba hacia abajo con cierto desdén.

-Disculpe señorita, ¿Sabe qué hora es?

Resopló, obligándose a activar su extrovertida personalidad.

-Sí, lo siento...me perdí- se excusó, rascando su cabeza -pero lo que importa es que ya estoy aquí, ¿No?

Pestañeó varias veces, incrédulo -Ese no es el punto, lo que le estoy diciendo es que...-

-Soy Kurusugawa Himeko- lo interrumpió, provocando que su enfado fuese en aumento -como ven, soy nueva, así que espero que sean amables conmigo- agregó, esbozando una cautivadora sonrisa, que derritió a más de un estudiante.

-Wow...que presencia tiene...

-Y es muy hermosa...

-Te apuesto a que la conquisto primero.

Elevó una ceja de una irónica manera, al escuchar aquellos descarados comentarios de parte de sus compañeros.

-Veo que ya empezamos mal...- susurró para sí, desviando la mirada.

A pesar de haber pasado por varias escuelas -ya que sus padres solían mudarse mucho- ,no terminaba de acostumbrarse a esa incómoda situación. A ser siempre el centro de atención.

Su mente comenzó a divagar, y en esta solo aparecían imágenes de aquellos jóvenes siendo acribillados. Eran tan molestos...

De repente, algo la despertó de su grata fantasía. Unos penetrantes ojos posándose en ella, provocaron que abriese más los suyos propios. No pudo evitar mantenerle la mirada. Eran tan profundos y azules, como el mismísimo mar.

Su entretenimiento no se detuvo ahí, ya que su visión comenzó a detallar su cabello, de igual color que sus ojos, que revoloteaba por el viento que se colaba por la ventana.

-Hermosa...- pensó, percibiendo como aquella muchacha que llamó su atención, desprendía un grado de misterio.

Pareciera que el tiempo se detuvo, o que simplemente no contó los minutos que se le quedó observando hipnotizada, ya que aquella extraña criatura, quitó su vista de ella, percatándose de que estaba siendo absolutamente analizada.

-Déjame ver dónde te sentaras…- habló el profesor, haciendo que diera un pequeño salto en su lugar. La tomó por completo desprevenida.

-¿Qué tal ahí?- se recuperó, señalando el banco justo al lado de su nueva curiosidad.

-Eso es algo que debo decidir yo, Kurusugawa-san.

Posó la vista en él, ya irritada -¿En qué le afecta que me quiera sentar ahí?

Buen punto. Lo dejó sin habla.

Este tosió un poco, tratando de mantener la compostura -De acuerdo...al lado de Himemiya será.

-¿Himemiya, eh?

A paso seguro, emprendió su caminar directo hacia su asiento, ignorando los pervertidos vistazos que los estudiantes le regalaban. Al llegar, contempló de reojo a su compañera, y para su sorpresa, esta le correspondió el acto, pero al instante lo desvió de nuevo.

-Himemiya…

La nombrada, que se encontraba con el mentón apoyado sobre su mano, se volteó con lentitud -¿Si?

Al chocar con sus exóticos ojos, fue incapaz de emitir palabra alguna, ya que su intensa mirada la petrificó. De verdad parecía una deidad.

-¿Necesitas algo?- emitió un poco más alto, al percatarse de que no reaccionaba.

-¡Ah!... ¡Sí! ¿Cuál es tu nombre?

La miró, extrañada -¿Por qué quieres saberlo?

-¿Es una broma? ¿Qué clase de pregunta es esa?

-Desde ahora seremos compañeras, así que quiero llamarte por tu nombre- respondió, sonriéndole.

Lo meditó unos desconfiados segundos que le parecieron eternos, hasta que volvió a oír su dulce voz -Chikane.

-Chikane…- balbuceó -espero que seamos buenas amigas.

-¿Amig...?

No pudo terminar su cuestión, ya que la rubia así de rápido como se acercó, se apartó.

La clase comenzó a transcurrir con lentitud, guiada por aquel odioso hombre, que no podía transformar el estudio en algo más aburrido.

La ojiazul se distrajo un instante, observando de reojo a su nueva compañera de banco. Esta se encontraba extrañamente tranquila, a pesar de haber hecho tremendo papelón apenas entró a la clase.

-Que chica más rara… ¿Por qué me habrá hablado de esa forma tan... amistosa?- pensó, intentando descifrarla.

Himemiya Chikane, era muy conocida y popular en aquella aldea, ya que su familia poseía una gran fortuna, y también mantenía el colegio donde ella misma se encontraba.

Sin embargo, aquella rubia parecía no conocerla, lo cual era una novedad.

El timbre sonando, anunció la hora del descanso.

Como era de esperarse, todos los muchachos se acercaron al asiento de la nueva estudiante, y comenzaron a interrogarla, para su desagrado.

-¿Cómo mierda saldré de aquí?- divagó en su mente, respondiendo de mala gana, una de las tantas preguntas sin sentido que le hacían.

De repente, notó como la bella chica a su lado, se levantaba de su asiento, llevando consigo lo que parecía ser su almuerzo.

-¡Eso es!

-¡Espera!- le dijo, casi en un grito, tomando su brazo y deteniéndola.

Se giró, un poco desconcertada, al sentir el potente agarre en su piel.

-Almorcemos juntas- exclamó, brindándole una infantil sonrisa. Aquel pedido dejó en silencio unos instantes, a los persistentes estudiantes, como si no pudiesen creer que le estuviera hablando.

-Pero…

No le dio tiempo a contestar, ya que rápidamente la arrastró junto a ella, hasta salir del aula. Sus veloces pasos las guiaron hacia las afueras del colegio.

No obstante, pareciese ser que su plan no funcionó tan bien, ya que los jóvenes retomaron la persecución, aún más insistentemente que antes. Era un hecho que Himemiya también era un imán contra ellos.

Chocó los dientes, analizando los alrededores, y tratando de encontrar un buen escondite.

-Oye...

Obviando su llamado, sus ojos se iluminaron al contemplar un campo de rosas, escondido en el patio de la escuela. Detrás de este se encontraba un gran árbol, adornado por ellas.

-¡Ahí!

Sujetó su mano, y corrió hacia aquel lugar, internándose en el, junto a su perpleja acompañante.

-¿Quieres calmarte?- soltó, un poco enfadada, recuperando el aire y quitándose las hojas que quedaron atascadas en su cabello, al pasar por una barrera de verdes arbustos.

Juntó las manos en señal de disculpa -¡Lo siento! ,debía escapar de ahí con urgencia. Los chicos pueden ser muy molestos a veces.

-¿Y yo qué tengo que ver con eso?

Largó un gran suspiro resignado, y se dejó caer de espaldas contra el tronco del gigantesco árbol que se encontraba allí, resbalándose por él hasta quedar sentada. Chikane solo la observaba con desdén.

-Oh vamos, no me mires así... Ven, siéntate- dio palmaditas al suelo, llamándola -Ya que estamos, almorcemos juntas, ¿Qué dices?

Titubeante, derivó la vista hacia un costado, como si hubiese algo realmente interesante para ver. Con un bufido de fondo, finalmente atinó a imitar su acción y sentarse, pero de una manera más civilizada que su extravagante acompañante.

Himeko le sonrió de soslayo, percatándose de su majestuoso comportamiento.

-Gracias, me has salvado.

-Yo no he hecho nada, tú me arrastraste hasta aquí- le reprochó.

-Sí, lo sé, pero...podrías escapar de mí si quieres, ¿Verdad? Intuyo que por alguna razón no lo haces.

Descendió la mirada como respuesta, incitándola a continuar.

-¿Quizás... también quieres huir de ellos?

Otro silencio, que solo provocó que Himeko sonriese con nerviosismo. La situación no podía ser más incómoda.

–De todos modos- prosiguió -no solo te arrastré hasta aquí para salvarme el pellejo. Quiero conocerte mejor.

Abrió los ojos de par en par, sorprendida por su habla, para luego, finalmente dignarse a posar su mirada en la suya -¿Por qué?

Esta vez fue la rubia quien se quedó sin palabras, devolviéndole la jugada, mientras una traviesa sonrisa empezaba a adornarla.

Frunció el ceño al notarla, percatándose de su infantil juego.

-Da igual...- musitó, tomando su almuerzo de una refinada canasta.

Se dispuso a comer, sin quitar los ojos de su alimento.

-¿Por qué estas tan…rígida?- cuestionó, logrando que la joven descansara la vista en ella, pero de inmediato la desvió, como si no fuese capaz de mantenérsela por mucho tiempo.

-No estoy acostumbrada a comer acompañada, eso es todo- explicó, sacando una taza de té de su bolso.

-¿Por qué trae una taza de té al colegio?

-Entonces, ¿No tienes amigos?- se animó a preguntar, dándole un gran mordisco a su sándwich.

Negó con la cabeza -Tengo una amiga- dijo, para luego beber de su taza.

-¿Ah, sí? ¿Aquí?

Negó nuevamente, descendiendo el vaso con delicadeza -Es la sirvienta de mi casa.

La miró, pasmada, entre conteniendo la risa y la consternación.

–Entiendo…

-¿Qué pasa con ella? ¿Será una ricachona o algo así?

Himeko seguía observándola, pensativa. Más allá de que fuera extraña, algo le atraía de aquella hermosa joven. Era una incógnita. Y a ella le encantaban las incógnitas. Transformaban su vida en un divertido rompecabezas.

La suave y dulce voz de su compañera, la sacó de su trance.

-¿Por qué haces esto?

-¿Esto?- repitió, sin entender.

-Sí, esto. Hablarme, almorzar conmigo, ¿Acaso no sabes quién soy yo?

Algo en su cuestión sonaba doloroso. Quizás su voz... No...era más profundo que eso.

Puso un dedo en su mentón, para luego dibujar un amable gesto y dedicárselo.

-Lo siento, no te conozco. Simplemente me dieron ganas de hablarte porque...

-¿Por qué…?

-Porque…me pareciste interesante, solo eso. La verdad es que tienes toda la pinta de ser alguien de la alta sociedad, pero eso no me importa... excepto que a ti te importe, claro. Si no quieres que te dirija la palabra de nuevo, estás a tiempo de decírmelo - finalizó, con total honestidad, penetrando sus perspicaces ojos violáceos en ella, como si estuviese desafiándola.

Parpadeó varias veces, mientras un leve rubor empezaba a recubrir sus pálidas mejillas. Estaba sorprendida ante tales palabras. Era la primera vez que le decían algo tan sincero. Simplemente no pudo contestar.

Debido a su silencio, Himeko descendió un poco la mirada, un tanto avergonzada.

-Veo…que te molesto. Lo siento, lamento haberte metido en todo este lío, prometo que no lo haré más- emitió, con cierto dolor en su tonada.

-N-No...

-De todas formas, fue un placer conocerte, Chikane-chan.

Sus pupilas saltaron de sus órbitas, al percatarse de cómo la había llamado. Nunca nadie había tenido el coraje de nombrarla así, ni el valor... de querer convertirse en su amiga.

La rubia apretó los puños contra sus rodillas, tratando de reprimir el dolor que le recorría el sentirse rechazada, lo cual era un descubrimiento para ella misma. Jamás le había afectado un rechazo en su vida.

Manteniendo la compostura, se levantó de su lugar, con intenciones de escapar de aquel incómodo encuentro.

Chikane siguió con la vista sus movimientos, mientras algo en su interior empezaba a desatarse. Su pecho se oprimía con temor.

No quería perderla.

-¡Espera!

Se giró automáticamente, al escuchar su precipitado llamado. Quedó estática, contemplando cómo sus pisadas se aceleraban en su dirección. Sin embargo, lo que más le impactó, fue su mirada. Una mirada que emanaba desolación.

-Chikane...

-No me molestas, de verdad...

-¿Eh?

-Al contrario... Tú...

-¿Yo?- dijo, recuperándose, dibujando un burlón gesto, y acortando la distancia que restaba entre ellas, estremeciendo a la tímida doncella.

-Me agradas...- soltó por fin, con un precioso rubor adornándola, que la dejó paralizada en su lugar.

Y sucedió lo impensable. La princesa le dedicó una preciosa y brillante sonrisa que la terminó por desarmar. Una que pensó que no vería tan pronto. Una inmersa de un agradecimiento, que no pudo comprender.

Se perdió en ella, sin percatarse de que la joven frente a ella, también se había perdido en su rostro, examinando cada uno de sus hermosos rasgos.

Una repentina voz masculina cortó el extraño y al mismo tiempo atrayente ambiente que se había creado entre ellas, provocando que abriesen los ojos con fuerza.

-¿Himeko, estás aquí?

La nombrada se volteó hacia la entrada de aquel paredón de rosas, detallando como su novio aparecía entre ellas -¿Souma?

-Con que aquí estabas, ¡Te he estado buscando por todas partes!- exclamó, quitándose unas hojas de su uniforme -¿Qué haces en este lugar tan apartado?

Ello solo sonrió de lado, con un grado de arrepentimiento. Se había olvidado por completo de su existencia, eso era indiscutible.

-Lo siento, es que estaba almorzando con mi nueva amiga- dijo, señalando a una ahora, confundida Chikane.

El joven posó la visión en la ojiazul, para luego abrir sus ojos con sorpresa.

-¿Ella es tu nueva amiga?- inquirió.

La rubia asintió felizmente.

Souma, delineando una sonrisa, se acercó a ella -Ha pasado tiempo, Himemiya- extendió su mano, en forma de saludo.

-Así es, Oogami-kun- lo saludo también, estrechando su mano.

Himeko admiraba la escena desentendida. Intercaló la mirada entre ellos, curiosa -¿Ya se conocen?

Él asintió con tranquilidad –Me tocó jugar contra ella en un partido de tenis de las nacionales, y debo admitir que me venció completamente. Fue un gran juego- rió por lo bajo, observando a su contrincante de reojo.

-¿En serio?- imitó su risa -en ese momento parecías muy molesto…- afirmó Chikane, sonriendo de lado.

Ambas contemplaron a Souma, y este desvió la mirada, avergonzado. Las risas no tardaron en surgir en aquel cálido lugar.

Por primera vez, Himemiya sentía que podía ser ella misma. Qué podía expresarse, reírse... aún más al lado de esa enérgica muchacha. Su mundo empezaba a tomar color.

-Dejen de burlarse, malvadas- respondió, haciendo una dramática mueca.

La campana avisando el final del descanso, provocó que todos observasen el gran reloj de la torre de la escuela, que entonaba una melodiosa armonía.

-¿Ya es tan tarde?- pronunció el joven, posando los ojos en la divertida rubia -Himeko, hoy te escapaste, pero mañana no lo harás- le guiñó un ojo -almorzarás conmigo te guste o no.

Reposó la mano en su hombro, y Himeko a su vez, posó la suya sobre su dorso.

La sonrisa de Chikane comenzó a desdibujarse lentamente, mientras observaba aquella escena, extrañada. Aquellos dos parecían ser muy buenos amigos…demasiado.

La rubia golpeó su cabeza en broma, devolviéndole el guiño -Bien, así será. ¿Pero chikane-chan también puede venir, verdad?

Souma soltó una risita -Claro que sí. Tus amigas son mis amigas, ya lo sabes- poseyó unos segundos los ahora, inseguros ojos de la peliazul -Nos veremos después- se dio vuelta con intenciones de irse, pero un agarre en su brazo lo detuvo.

-¿No se te olvida algo?- preguntó, acariciando sus propios labios, con el dedo índice.

Sonrojado, redirigió los pasos hacia ella -Tienes razón.

Los nervios dentro de la doncella aumentaron, al contemplar como ambos empezaban a reducir la distancia de una peligrosa manera.

Sus ojos realmente no querían ver lo que aconteció luego de ese acercamiento. No querían detallar como el joven tomaba el mentón de su nueva compañera, y se inclinaba hacia ella. No deseaba ver... como la besaba con ternura.

Sin embargo, no sabía el por qué. El por qué... dolía tanto observarlos.

-Ahora sí, puedes irte- emitió, luego de soltar los labios de su novio.

Este le sonrió, y se despidió de ambas con la mano, desapareciendo del lugar entre los arbustos.

Himeko siguió su camino con la mirada, para luego voltear hacia Chikane con una enorme sonrisa, que poco tardó en desaparecer de su rostro. Su bella compañera se encontraba cabizbaja. Parecía pensante.

-¿Sucede algo, Chikane-chan?- cuestionó, aproximándose a su consternada persona -¿Te sientes mal?

Un cálido tacto sobre su frente, fue incentivo suficiente para poder ascender de nuevo el semblante. Sus ojos se encontraron, y se vio en la gran necesidad de esquivarlos.

Sentimientos nuevos trataban de hacerse paso por su vacía alma. Miedo, agobio... celos.

¿Eran celos lo que sentía realmente? ¿Eran celos... lo que provocó que su habla dejase de obedecer a su rígida mente?

-¿Oogami-kun, qué es para ti?

La joven de cabellos dorados la miró unos instantes, un tanto sorprendida por su inesperada cuestión.

-Es mi novio- contestó, sin pudor alguno -¿Por qué lo preguntas?

Desvió la mirada al escuchar su respuesta, y con un nuevo pesar naciendo en su pecho, contestó.

-Por nada, solo curiosidad.

-Chikane-chan... qu-

-Es mejor que vayamos, nuestra clase también va a comenzar- la cortó, pasando delante de ella, sin siquiera mirarla.

Himeko, confundida por su cambiante actitud, la siguió sin modular palabra alguna. La pregunta de su compañera retumbaba en su cabeza. Y desconociendo la razón, un leve presentimiento se hizo presente en esta.

Esa chica... definitivamente iba a ser un problema.