-Gracias por acompañarme a mi casa Eiji-kun-
-No es nada Sakuno-chan, es sólo que no podía permitir que te fueras sola con lo tarde que es-
-Espero no ser ninguna molestia-
-Para nada, al contrario, me resulta muy relajante estar contigo-
-Gracias-
Dos jóvenes caminaban tranquilamente por las calles con el atardecer como telón de fondo y con cálidas risas ambientando la agradable atmósfera formada entre ellos. Después de un rato ambos llegaron a su destino.
-Muchas gracias por traerme Eiji-kun-
-Te digo que no es nada, para mí es un placer-
-Bueno, entonces nos vemos mañana- decía la chica con una sonrisa
-Espera-
-¿Qué...pasa?-
El joven pelirrojo se apresuró para acercarse a la chica y depositó en la mejilla de la misma un tierno y galante beso, con una delicadeza tal que hizo que la menor Ryuzaki sintiera de repente una sensación en el estómago acompañada de un traicionero sonrojo en sus mejillas, el corazón se le hizo chantillí, tan suave y dulce, emanando un exquisito olor a vainilla, toda esa serie de sucesos pasó en unos segundos, sólo lo que duró el beso, pero sin embargo fueron suficientes cómo para que ambos jóvenes se dieran cuenta de que algo además de esa fragancia vainilla estaba aflorando en ese momento, un hilo de romance comenzaba a enredarlos.
-Yo mejor ya me voy, nos veremos mañana-
-Eiji-kun, aún...no te vayas, todavía no te he devuelto el gesto-
-Entonces mejor me quedo un poco más-
Dicho esto los dos muchachos entraron en la casa y la noche hizo acto de presencia oscureciendo todo alrededor sin nigún otro color mas que el negro de la noche, exceptuando tal vez una nube matizada de colores rosados llenando el ambiente.
