Disclaimer: nada de Charmed me pertenece


1

De todo el mundo viviendo bajo el mismo techo

―¡Melinda! Date prisa, los taxis llegarán en cualquier momento.

―¡Ya bajo, mamá! ―gritó una chica desde una de las habitaciones de la planta de arriba de la mansión.

Al rato, Melinda Halliwell bajaba las escaleras hasta llegar al pequeño salón-recibidor. Allí le esperaba su madre, al lado de varias maletas amontonadas.

―¿Y papá?

―Vendrá ahora de la escuela de magia, ya sabes que no permitiría que te fueses sin despedirse de ti, ¿no crees? ―preguntó Piper Halliwell.

―Sólo voy a estudiar a la Universidad de San Francisco, mamá. Seguiré viniendo los fines de semana ―protestó Melinda.

―Eso dijeron tus hermanos cuando se fueron a la universidad y llevo tiempo sin verles ―su padre apareció a través de la puerta mágica que conectaba la mansión con la escuela de magia.

―¡Papá! ―saludó Melinda.

Padre e hija se abrazaron.

―Bueno, quizás eso debería darte una idea del tiempo que pasas en la escuela, ¿no crees? ―dejó caer Piper, pero nadie dijo nada.

De repente, una órbita de luces blancas surgió. Una mujer, acompañada de tres niños, dos chicas y un chico, aparecieron. Con ellos, dos montones de maletas, el doble de las que Melinda llevaba.

―Hola, Paige. ¿Están las chicas listas? ―quiso saber Piper.

―Están más que listas, deseando irse. Tanto como Henry ansiando que se larguen ―comentó Paige.

Henry bufó.

―Yo no digo que se marchen ya, pero que se den un poco de prisa. Quiero aprovechar su habitación y unirla a la mía para tener una más grande.

―Sabes que eso no va a pasar, jovencito ―le sermoneó Paige ―. ¿Y Phoebe?

―Ya sabes que siempre llega tarde.

Las dos hermanas caminaron por la planta baja de la mansión, mientras los jóvenes rodeaban a Leo.

―No puedo creer que cuatro brujas vayan todas juntas a la universidad ―comentó Paige.

―Sí, va a ser muy raro. Ya sé que Wyatt y Chris están ya en la universidad, pero ahora Melinda también se marcha. La casa estará muy tranquila sin ellos.

―Pero tienes a Leo ―le dijo Paige.

Piper se calló un momento, evitando decir lo que quería decir, pero habló finalmente.

―Leo está… muy ocupado con la escuela de magia, ahora que le han nombrado director.

Paige prefirió no decir nada, percibiendo que aquello era un asunto entre Piper y Leo. Además, cinco personas aparecieron ante ellas: Phoebe, su marido Coop y sus tres hijas. Una de ellas también iban a la universidad.

―Sentimos llegar tarde ―se disculpó Phoebe.

―No te preocupes, los taxis aún no han llegado. Chicas, vuestras primas y primo están en el vestíbulo, con vuestro tío Leo.

Las niñas, acompañadas de Coop, se alejaron, dejando a las tres Halliwell, a las tres Embrujadas, solas. Se sentaron en las sillas y sillones que se encontraban en el salón que daba al jardín.

―Vaya, ¿cuántas veces nos juntamos las tres? ―dejó caer Paige.

―¿Pero qué dices? Hablamos una vez por semana ―contestó Piper.

―Lo sé, pero siempre me resulta extraño cuando nos reunimos. Parece que ha pasado una eternidad entre reunión y reunión.

―Lo sé, cariño, pero ahora las cosas son distintas ―comentó Piper ―. En fin, aún hay demonios, pero ninguno perturba en demasía nuestras vidas, no ahora que el Inframundo sigue siendo un auténtico caos, con luchas de demonios y demás… Los Ancianos nos mantienen informados de lo que pasa y es más que suficiente, pero llevamos años y años sin enfrentarnos a una verdadera amenaza. No desde los tiempos de la Fuente, Cole, los Avatares o Zankou.

―Ahora nuestro verdadero enfrentamiento es nuestra vida diaria. Un enfrentamiento que, no sé vosotras, hermanas, pero a mí me encanta ―sonrió Phoebe.

―Sí, a mí también ―confesó Paige ―. Y además, Wyatt y Chris también salen a cazar demonios. Se han hecho bastante famosos en los bajos fondos.

―Es cierto ―dejó caer Piper ―. Es casi como… ―pero no dijo nada.

―¿Casi como qué? ―quiso saber Phoebe.

Piper suspiró.

―Como si recogiesen el testigo. Nuestro testigo.

Paige y Phoebe se miraron.

―¿Cómo? ¿Quieres decir que ahora ellos heredarán el legado de la familia? ¿La lucha contra los demonios?

―Empezaron a luchar contra demonios mucho antes que sus primos, a pesar de que Leo y yo nos afanamos porque no lo hiciesen hasta su mayoría de edad.

―Es verdad, aún recordaré cuando tuvimos que salvarlos de aquellos demonios ―recordó Paige.

―Sí, y yo no olvidaré nunca el castigo que les impuse. Pero lo que quiero decir es que es algo que llevan en la sangre. Y nosotras ya hemos luchado mucho. Quizás, ahora que cuatro de nuestras descendientes se independizan… Quizás es hora de pasar nuestro legado a ellos. Además, están preparados, no es como nosotras, que descubrimos el libro y aprendimos desde cero.

―Piper… ¿Quieres decir que deberíamos darle el Libro de las Sombras? ―preguntó Phoebe.

De nuevo, Piper se mantuvo callada hasta que habló.

―Sí, es lo que creo. Nosotras ya nos conocemos el libro al dedillo, le hemos añadido páginas y páginas a lo largo de los años. Ellos tienen que ser ahora quienes continúen esa tarea. ¿Sabéis que hace un mes que no toco el libro? Pero Wyatt y Chris siempre lo están consultando. Siempre se quejan acerca de que les da pereza orbitar hasta él. Si no fuera por el libro, no aparecerían por aquí ―rió ante lo que acababa de decir.

―Es cierto, yo apenas lo consulto ―confesó Phoebe. Paige asintió con la cabeza, afirmando que ella tampoco lo hacía.

Lo cierto era que, en verdad y como decía Piper, las tres hermanas ya se conocían bastante bien el Libro de las Sombras, y hacía mucho tiempo que no añadían páginas. Eran sus hijos, sus descendientes, la próxima generación de la magia y que ya se encontraba sobre la Tierra, quienes consultaban más que nunca el libro.

―¿Cuándo se lo diremos? ―preguntó Phoebe.

―Dejemos que las chicas vayan a la universidad y se adapten. Cuando llegue el momento, se lo daremos.

Volvieron con sus familiares al tiempo que ayudaban a cargar las maletas. Las tres hermanas acompañaron a sus hijas en el viaje, mientras que Leo alegó tener que volver a la escuela de magia y Coop se hizo cargo de sus hijas y de Henry, el hijo de Paige.

Al rato, llegaban a una casa universitaria, muy cercana al campus y que dos chicos ya utilizaban.

―¿Wyatt? ¿Chris? ―llamó su madre al entrar.

Al instante, dos chicos aparecieron. Uno alto y rubio, de cuerpo fornido, lo cual parecía indicar que realizaba algún deporte. El otro un poco más bajo y enclenque, lo cual demostraba que prefería las actividades que implicasen menor esfuerzo físico. Tenía, además, el pelo castaño y corto.

―Hola, mamá. Tía Paige, tía Phoebe ―saludó Wyatt.

―Hola, chicas ―sonrió Chris.

Wyatt y Christopher Halliwell, los hijos mayores de Piper y Leo. Aunque Piper los había visto crecer, aún en su memoria guardaba los recuerdos de cuando sus dos hijos viajaron al pasado, Wyatt durante unas breves ocasiones, pero Chris por una temporada. No era, naturalmente, el Chris que ahora se encontraba ante ella, sino el Chris de una realidad alternativa, donde Wyatt era malvado. Las Embrujadas consiguieron alterar esa realidad y, aunque aquel Chris no pudo volver, dada su muerte, supieron que las cosas habían cambiado. Piper nunca reveló a Chris, ni nunca lo haría, el hecho de que su yo alternativo les visitó en el pasado. Por eso se había asegurado de guardar bien cualquier vestigio de aquella época que incluyese a Chris: cualquier fotografía, grabación… hasta el más mínimo testimonio.

En verdad, Piper no les había contado a sus hijos, ni nunca lo haría, acerca de sus visitas en el pasado, todavía eran demasiado jóvenes hasta que el momento llegase. Y cuando se diese el caso, lo descubrirían por sí solos.

―¿Qué tal, chicos? ―preguntó su madre ― ¿No deberíais estar en clase?

―Yo tengo una hora libre ―comentó Chris.

―Y yo tengo laboratorios esta tarde ―dijo Wyatt.

―Ya…

Wyatt estudiaba Química. Era la prefecta contraparte a su pasión por la elaboración de las pociones, lo cual hacía de aquello una excelente combinación que a Wyatt le permitía crear nuevas y poderosas pociones o experimentar con nuevos ingredientes, vistos estos desde otro punto de vista.

Chris, por su parte, había decidido estudiar Literatura. Aunque era un poderoso brujo, no había querido comenzar una carrera que complementase sus conocimientos mágicos, como Piper y Leo habían sugerido, sino que prefirió estudiar algo que realmente le apasionaba, dado que a Chris le encantaba escribir.

―Venid, chicas ―les dijo Chris a sus primas y hermana ―. Os enseñaré vuestras habitaciones.

Wyatt se quedó con su madre y tías.

―¿No será un poco raro que viváis todos juntos? ―Phoebe mostró sus preocupaciones.

―No te preocupes, tía Phoebe, sabremos establecer unas normas de convivencia ―comentó Wyatt.

―No me refiero a la convivencia, jovencito, sino a chicos y chicas viviendo bajo el mismo techo. En fin, ¿y si vosotros queréis traer chicas a casa? ¿Y si ellas quieren traer chicos a casa? ¿Y si sois vosotros quienes quieren traer a los chicos, ellas a las chicas…?

―Tía Phoebe ―le interrumpió, visiblemente avergonzado mientras comenzaba a enrojercer ―. En serio, normas de convivencia.

―A mí no me preocupa a quién traigan a casa. Bueno, sí. Ya sabes, protección ―advirtió Piper a su hijo. Wyatt se sentía morir ―. Lo que sí me preocupa es que haya tantos brujos y brujas bajo el mismo techo. Wyatt es uno de los brujos más poderosos que existen actualmente ―el aludido tomó aire, orgulloso ―. Su hermano tampoco se queda atrás ―comentó Piper, irónica, provocando que su hijo soltase el aire ―. Y las chicas también son muy habilidosas. En fin, son todos descendientes de las Embrujadas… Eso atraerá a los demonios.

―No te preocupes, mamá, Chris y yo ya pusimos protecciones a la casa. Sabremos cuidar de nosotros mismos. Y no es como si no nos hayamos enfrentado ya a demonios.

―Sí, es cierto, pero tu hermana y tus primas no lo han hecho aún, ¿verdad? ―quiso saber Paige.

―Esto… No, que yo sepa, aún no ―balbuceó Wyatt.

―Wyatt… ―comentó Paige, de forma severa.

―¡Insistieron mucho, pero tuvimos cuidado! ¡Ya sabéis cómo son!

Phoebe y Piper rieron, aunque no les hacía la menor gracia que sus hijas hubiesen ido a cazar demonios cuando aún era menores de edad.

―¡Chicos, nos vamos! ―dijo Piper.

Tras despedirse de todos, los cuatro Halliwell y las dos Mitchell se quedaron solos en la casa.

―Bueno… pues estamos solos ―comentó Melinda.

Caminaron hasta el salón, donde se sentaron en sillones y sofás.

―¿Qué te ha comentado mamá? ―quiso saber Chris.

―Que teme que nos convirtamos en el foco de atención de los demonios, ahora que todos vivimos aquí. En fin, ella sabía que esto ocurriría, además de que vivir todos juntos es más barato que el hecho de que cada uno se fuese por su lado. Pero… no sé ―comentó un dubitativo Wyatt.

―¿Qué? ―preguntó Prudence, su prima.

―Esperaba que nos diese el Libro de las Sombras ―confesó Wyatt.

―Lo cierto es que yo también lo esperaba ―comentó Chris.

―El libro es suyo, de las Embrujadas. ¿Por qué iban a dárselo a sus hijos? ―preguntó Kat, otra de las primas de Wyatt, Chris y Melinda.

―Kat, últimamente sólo yo y Wyatt consultamos el Libro. Y ahora lo haréis vosotras más a menudo. Y pronto serán Henry, Parker y Patty. Pero ellas hace tiempo que no lo usan, se lo conocen hasta la última página. No es que no nos importe orbitar hasta la mansión para consultar el Libro, pero sería más útil si lo tuviésemos aquí. Si nos vamos a convertir en el centro de atención del mundo demoníaco, deberíamos tener el Libro de las Sombras cerca de nosotros ―argumentó Chris.

―Sea lo que fuere, no nos lo han dado, así que será mejor que dejemos el tema ―zanjó Wyatt ―. Chris, ¿no tienes una clase? ―el aludido bufó mientras se levantaba, marchándose ― Y vosotras, os acompañaré a la Oficina de Información del campus. Andando.

Mientras tanto, las tres Embrujadas volvían a la mansión. Juntas, subieron hasta el ático, donde se encontraba el Libro.

―¿Creéis que esperaban que les diésemos el libro? ―quiso saber Phoebe.

―Al menos Wyatt y Chris sí ―comentó Piper ―. Ellos llevan más tiempo en esto que las chicas, saben el peligro que corren ahora.

―Entonces… ¿Por qué no les damos el Libro? ―preguntó Paige.

―Porque quiero esperar a cuando sea el momento, cuando de verdad necesiten el libro. Cuando ese momento llegue, ellos tomarán nuestro legado.

―Piper, ¿no tienes miedo de que pueda pasarles algo? En fin, no estarán juntos todo el día ―Phoebe mostraba su preocupación.

―Lo sé, ¿pero cuándo nos estuvimos solas nosotras alguna vez? Además, ya oísteis a Wyatt, tiene protecciones puestas en la casa. Tranquilas, cuando llegue el momento, lo sabremos.

Por su parte, ya por la noche, Melinda y su prima Prudence se encontraban solas en su nueva casa.

―¿Dónde están Kat y Tamora? ―quiso saber Prudence.

―Wyatt las ha acompañado hasta el centro deportivo, para que se informen sobre las actividades.

―Bueno, pues estamos solas… ¿No estás asustada?

Melinda miró a su prima.

―¿Asustada? ¿Por qué iba a estarlo?

―Bueno, ahora seis brujos y brujas, cuatro de ellos con sangre de luz blanca, viven en la misma casa, ¿no crees que eso es motivo suficiente para que aparezcan…, no sé…? ¡Un luz negra!

De repente, un luz negra apareció. Portaba una ballesta con él y apuntó a Melinda. Disparó una flecha.

―¡Flecha! ―gritó Melinda. Esta orbitó y Melinda la devolvió hacia el luz negra, aunque no atinó bien el tiro.

―¡Corre, Melinda!

Las dos chicas corrieron mientras el luz negra seguía disparando flechas. De repente, Chris entró por la puerta.

―¿Eh, qué os pasa? ―preguntó él, preocupado.

―Chris, hay un luz negra en la casa ―contestó Melinda.

―Está bien, quedaos aquí. Al menor peligro, marchaos y avisad a Wyatt. Tenéis su número ―aminó lentamente, esperando a que el luz negra apareciese. De inmediato, se apartó, pues una flecha negra le pasó volando. Acto seguido, movió una mano y el luz negra salió volando, cayendo en una mesa que destrozó ―. Athame ―dijo para sí. Un athame ceremonial orbitó en su mano. Acto seguido, lo lanzó contra el luz negra, clavándose en su pecho.

Al instante, el luz negra comenzó a arder, hasta desaparecer por completo. Chris se volvió hacia las chicas.

―¿Estáis bien? ―quiso saber. Las dos chicas asintieron con la cabeza ―. Será mejor que llame a Wyatt.

Minutos después, Wyatt entraba en la casa, acompañado de las gemelas Mitchell. Melinda y Prudence recogían los restos de la mesa, mientras Chris consultaba un pequeño diario.

―¿Qué ha ocurrido aquí? ―quiso saber Wyatt.

―Un luz negra, eso es lo que ha ocurrido ―comentó Chris mientras cerraba el libro.

―¿Qué? ¿Cómo ha podido pasar? ―Wyatt no daba crédito.

―Bueno, teniendo en cuenta que cuatro de nosotros somos parte luz blanca, es normal que seamos el foco de atención demoníaco, máxime si somos hijos de Embrujadas. Además, según las chicas, el luz negra atacó a Mel, no a Prue.

―Eso quiere decir más incluso. Saben de nosotros ―sentenció Wyatt.

―¿Qué vamos a hacer? ¿Se lo decimos a mamá? ―quiso saber Melinda.

Wyatt estuvo pensativo un momento. Finalmente habló.

―No, no le diremos nada.

―Wyatt… ―Chris no entendía a su hermano.

―¿Pero por qué? ―protestó Melinda.

―Porque no nos ha dado el Libro de las Sombras, por eso. Además, eran luces negras, ya es algo a lo que nos hemos enfrentado con anterioridad.

Chris caminó hasta su hermano.

―Sí, tú y yo. Pero las chicas no, y Mel y Prue estaban solas cuando el luz negra atacó. Wyatt, ¿es que no estás en tu sano juicio? Hay que decírselo a mamá.

―Nosotros ya somos mayores, Chris, podemos cuidarnos solos. Y a las chicas… Les enseñaremos lo que necesiten saber.

El primogénito de Piper abandonó el salón.

―Chicas, se ha hecho tarde. Pediré una pizza ―confesó Chris.

Al rato, ya entrada la noche, Chris Halliwell orbitó en la mansión. Caminó hasta la habitación de su madre, llamando a la puerta. Una adormecida Piper abrió.

―Chris… ¿Qué haces aquí? Es muy tarde.

―Lo siento, mamá, pero necesitaba hablar contigo, sin que Wyatt se enterase.

―¿Qué? ¿Qué ha pasado?

―Pasa que… ¿Y papá?

Chris se percató de que su padre no estaba en la cama. Piper miró dentro un momento.

―Esto… Sigue en la escuela de magia. Una reunión.

―Mamá, son las dos de la madrugada. ¿Una reunión? ¿Está… todo bien?

Piper miró a su hijo. Su mirada bastó para que dejase de preocuparse.

―Sí, Chris, está todo bien. Y ahora, dime, ¿qué pasa?

―Ah, sí. Un luz negra atacó a Mel y a Prue.

―¿Qué? ¿Las chicas están bien?

Chris asintió con la cabeza.

―Sí, por suerte llegué a tiempo y lo destruí.

―¿Por qué me lo dices ahora? ―Piper comenzaba a estar indignada.

―Porque Wyatt no quería que te lo dijésemos a ti o a las tías. Pero creo que es importante que estéis al tanto de cualquier ataque demoníaco que nos pueda suceder.

Piper se contuvo para no soltar cualquier improperio. Tomó aire.

―Has hecho bien, cariño. Orbítame hasta tu casa. He de tener unas palabras con Wyatt.

Así lo hizo. Minutos después, una Piper en bata miraba a sus familiares. Sólo faltaba Wyatt por llegar, quien finalmente apareció, bostezando.

―Mamá… ¿Cómo es que…? Chris.

Wyatt se dio cuenta de que su hermano pequeño no tardaría en correr a contarle lo sucedido a su madre.

―Tenía que saberlo, Chris.

―Sí, y me alegro de que al menos uno de mis hijos tenga la cordura suficiente como para avisar a su madre de que su hermana pequeña ha estado a punto de morir.

―Eh, Mel no iba a morir, habríamos llegado a tiempo ―protestó Wyatt.

―¡Un luz negra ha atacado a tu hermana y a tu prima, Wyatt! ¿Y no pensabas contármelo?

―¡Tú no nos quieres dar el Libro de las Sombras! ¡Sabes que ahora estamos en peligro, más que nunca antes, y no nos quieres dar el Libro!

―¡Os lo iba a dar más tarde o más temprano, pero sería vuestro! Aunque tampoco os cuesta mucho orbitar hasta la mansión, ¿no crees?

―Oye, si tienes problemas con papá, no es nuestro problema. No cuando fuerzas demoníacas planean atacarnos.

Se hizo el silencio de repente.

―¿Problemas con papá? ―preguntó Melinda, asustada.

―Chris, llévate a las chicas a sus habitaciones. Tengo que hablar con Wyatt.

Chris obedeció, instando a las chicas a salir del salón.

―Lo siento ―se disculpó Wyatt.

―Wyatt, si tu padre y yo tenemos problemas, es asunto nuestro. Tus hermanos y tú ya sois mayores, así que no debería afectaros. Repito, si tuviésemos esos problemas. Pero eso no es lo que estamos hablando ahora. Estamos hablando de que un luz negra ha estado en la casa. Sí, ya sé que sabes sanar y eso ―interrumpió al ver que Wyatt iba a hablar ―, pero soy tu madre. Y tus tías también estarían preocupadas. Sabrán lo que aquí ha pasado, pero también que, por ahora estáis fuera de peligro. Pero por favor, por favor, Wyatt… No pongas a tu familia en peligro sólo porque yo no haya querido darte, aún, el Libro de las Sombras. Cuando estéis realmente preparados, será vuestro.

―Perdóname, mamá.

Piper abrazó fuertemente a su hijo.

―Claro que te perdono, cariño. Pero avisadme siempre que algo así ocurra. ¿De acuerdo? ―Wyatt asintió ―. Y ahora, por favor, ¿me llevas a casa?

Wyatt sonrió. Alzó una mano y su madre desapareció en una órbita. Al instante, caminó hacia su habitación, pero Chris y las chicas esperaban en la escalera. Señaló un dedo hacia ellas.

―Vosotras. A la cama. Ahora.

La voz de Wyatt sonó autoritaria, de modo que las cuatro chicas obedecieron. Pero Chris se quedó.

―¿Qué es eso de que mamá y papá tienen problemas?

―Venga, Chris, ¿no lo has notado? ¿Las prolongadas ausencias de papá? ―Wyatt tenía razón, pues Chris recordó el momento en la mansión, cuando vio que su padre no estaba ―. Espero que no sea nada, que se trate de demasiado trabajo en la escuela de magia, sólo eso. En fin, me voy a dormir. Buenas noches.

―Buenas noches.

Chris se quedó sólo en la escalera. Miró los restos amontonados de la mesa en un rincón. Deberían andarse con más cuidado a partir de ahora.