Este es un fan-fic larguísimo. Al menos ha sido larguísimo de escribir para mí. Os pongo los 4 primeros capítulos y por favor avisadme si queréis que empiece a subir el resto de la historia.
Para que os hagáis una idea, estos 4 capítulos son unos 10 folios escritos y la historia completa tiene más de 200.
Como se trata de un esfuerzo por vuestra parte por leerme y el mío en subirlos… por favor, avisadme si creéis que este fan fic reúne vuestras expectativas y empiezo a subir capítulos de una manera más o menos constante.
Empecé a escribir esto en el verano de 2011 imaginándome cómo podría ser un primer capítulo para la temporada 4 (que está apuntito de acabar). Así que poco a poco fue ampliándose a lo que ha sido el resultado final. No tiene nada que ver con la temporada 4. Sólo hay que tomar como base el final de la 3. Tras el disparo del francotirado a Beckett.
Espero vuestras indicaciones para seguir subiendo.
El NNNNYYYNRRRYYYGGG! Se supone que es el timbre de las puertas al llamar. Alguien me comentó que creía que era un chirriar de puertas.
Que disfrutéis
NNNNYYYNRRRYYYGGG!
-¡Alexis! ¿Te has dejado las llaves?
-¿Eh? No. No me las he dejado – Alexis cruzaba la puerta dando un beso a su padre.
-¿Perdido?... Aunque desde que te las di, siempre sabes donde están.
-No. Cansancio – Dejándose caer en el sofá.
-¿Cansancio?
-Sí, desde que me propuse ir a la universidad con Ash estoy estudiando más que nunca y me estoy empezando a agotar.
Castle se sentó al lado de Alexis y acariciándole una mejilla intentó embromarla.
- Siempre puedes dejarlo para el semestre que viene.
Alexis frunció el ceño, y aunque sabía que su padre la apoyaba aún le molestaba que la tratase como una niña pequeña y no como una adolescente.
-¡Papá!, Por mucho que lo intentes retrasar, tendré que ir a la universidad ¿no?
-Desafortunadamente.
-¿Cómo? ¿Prefieres que sea una delincuente vagabundeando por ahí?
-No, no, no. No quiero decir eso. Quería decir… ehh... Y ¿tú no tenías que venir más tard..? – Mirando la hora en su reloj. – Ehh, no. Tenías que venir a esta hora, se me ha pasado la mañana volando.
-¡Vaya! ¿Qué has estado haciendo para que digas eso? ¿Contar los coches que pasan bajo la ventana? ¿Inventar nuevas bebidas para tu bar? ¿Andar por la casa sentado con la silla del despacho, cronometrarte y luego batir tu propio récord?
-Je, graciosilla. Pues no. He estado trabajando.
-¿Trabajando? ¿No has dicho escribiendo? Gina estaría feliz de oírte decir eso.
-Eiii, ¡Dale un respiro a tu padre! Aún tenemos mucho tiempo esta tarde para seguir así.
-No tanto tiempo.
-¿Qué quieres decir?
-Cuando he dicho lo de delincuente me he acordado de ella. Apenas terminamos de comer te escapas siempre a su apartamento para hacerle compañía.
-Bueno… no voy todos los días.
-¿Qué no vas todos los días?
-CASI… todos. Se está terminando de recuperar y un convaleciente siempre le gusta la compañía. Me acuerdo que cuando tú estabas convaleciente no querías quedarte sola.
-Papá. Tenía 8 años, me había roto la pierna y sólo necesitaba que me ayudaras a subir y bajar las escaleras. Beckett ya es mayorcita como para que vayas haciéndole de enfermera.
-Castle, echando la mirada al techo, recordó lo que le había dicho, frunció los labios, y con un pequeño balanceo de la cabeza afirmó lo que le había dicho mientras sonreía. Sonreía pícaramente porque también le había hecho gracia lo de hacer de enfermera de Beckett.
-Bueno, está convaleciente y los convalecientes suelen querer compañía aunque no lo digan.
-¿Seguro? ¿Ella también?
-Sí. Seguro. Su padre se ha quedado con ella para ayudarla en todo. Ahora, Jim sólo se queda por las mañanas y para hacerle los recados. Yo voy unas horas por la tarde hasta que llegan Ryan, Expósito o Lanie después del trabajo.
-¿Y cómo está realmente?
-Bueno, aún tiene molestias al respirar, pero ya puede dar pequeños paseos sin fatigarse.
-Cada vez que lo pienso me dan escalofríos de lo cerca que estuvo de darle al corazón y de la suerte que ha tenido.
-Si, mucha suerte – Pero ni siquiera se esforzó en ocultar que no era lo que realmente pensaba.
Alexis y Castle se quedaron callados, con las manos entrelazadas pensando en el día del disparo, en el día del entierro del capitán Montgomery. Alexis pensando en la masacre que podía haber pasado, Castle pensando en lo que ocurrió, y lo que casi pudo haber evitado.
De pronto, se oyeron unos pasos que bajaban por las escaleras, aparecieron unos zapatos negros con un ornamento de pedrería azabache y de 9 cm de tacón de aguja. Martha vestía un pantalón clásico de crepé beige ajustado a la cintura un cinturón de cuero negro entrelazado al que le había enrollado una cadena plateada de Alexis y que le había dejado unos centímetros para que colgase por la pierna izquierda y sonasen los eslabones mientras bajaba.
-Hola Cariño, ¡qué pronto has venido!
-Hola abu. No es pronto, es la hora de siempre.
Martha terminó de aparecer por las escaleras con una especie de blusa-chaqueta de chalís y con dos pares de gafas de sol en cada mano.
-¡Wow abu! Estás … genial, como siempre. ¿También has estado trabajando que se te ha pasado la hora? – comentó irónicamente.
-Sí. He estado trabajando en mi imagen. He estado probándome mis pelucas para ver cuál de ellas combina mejor. – Risas de padre e hija- ¿Qué gafas me van mejor?
-Las que hacen juego con los pantalones. Madre, no te hace falta ninguna peluca. Con tu pelo auténtico es suficiente.
-Gracias hijo ¿Lo dices porque el pelo natural es lo más… "auténtico"?
-No. Lo digo porque si te pones una peluca y quieres arreglártela o te da un pequeño picor, lo más probable es que se enganche con alguno de esa docena de anillos que llevas en los dedos.
Martha que bajaba por la escalera con una sonrisa y una elegancia natural que sólo lo dan muchos años de experiencia en las tablas de teatros se quedó parada con esta última frase.
-Hijo, tú si que sabes echar a perder lo ánimos de alguien.
-¿Os parece si comemos y nos cuentas a dónde vas tan arreglada?
-Claro, voy a una pequeña presentación y en esos apenas te dan un refrigerio, así que comamos que hay que llenar el estómago.
-Pero abu, ¿en esas presentaciones no sobran siempre los tentempiés?
-Si, eso es porque nadie te tiene que ver comer… demasiado. Pensarían que estás arruinada y que aprovechas para comer o bien que ya no te importa echarte unos kilos en el pandero.
-Eso es…
-Estúpido, ya. Hacer comida para no comer.
Se sentaron en la barra de la cocina, se sirvieron la pasta que habían preparado junto con una ensalada de yogurt. Al finalizar Alexis se subió a la habitación, Martha se despidió hasta la noche y Castle fregó todo lo que había sucio por la cocina. Subió a la habitación de Alexis para despedirse.
-Me voy, vengo en un par de horas. – Mientras besaba la frente de su hija.
-OK. Dale recuerdos a Kate – respondió sin ni siquiera levantar la vista del libro que tenía entre manos.
NNNNYYYNRRRYYYGGG!
-Hola ¿Puedo pasar?
-Claro. Como para impedírtelo.
-Eiii. ¿Eso me ha sonado a burla? Significa que estás mejor – En un instante la había ojeado de arriba abajo - ¿Cómo te encuentras hoy?
encuentras hoy?
