¡Hola a todos!
Soy nueva en fanfiction y esta es la primera historia que publico, así que voy a ver cómo me sale el experimento...

Esta historia es algo así como un homenaje a todos aquellos alumnos anónimos que se quedaron a luchar en la batalla de Hogwarts. Y para ello, he elegido como protagonistas a los chicos de Hufflepuff que estaban en su sexto curso aquel año.

Todo lo que reconozcáis pertenece a J.K. Rowling. El texto en cursiva está copiado literalmente de los últimos capítulos de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte.


-¿Y si queremos quedarnos y pelear?—gritó Ernie Macmillan, levantándose del centro de la mesa de Hufflepuff justo cuando la profesora McGonagall terminaba de hablar.

A su lado, Hannah Abbott aplaudió inmediatamente sus palabras. Ambos acababan de aparecer en el Gran Comedor hacía apenas unos minutos, junto con la gran mayoría de alumnos que habían desaparecido en las últimas dos semanas, además de un grupo de adultos que, por los murmullos que estábamos escuchando, pertenecían a la Orden del Fénix.

A los aplausos de Hannah se sumaron los de casi todos los demás Hufflepuff de séptimo, a excepción de Zacharias Smith, que frunció el ceño, como si la sugerencia de Ernie fuera absurda. También aplaudimos en seguida los de sexto curso, incluidos Jake y James—quienes, por cierto, también habían reaparecido con grandes sonrisas, y exclamando que lo de Potter y el dragón era cierto—, y varios de los alumnos menores.

-Los que seáis mayores de edad podéis quedaros—respondió la profesora.

Mientras una chica de Ravenclaw preguntaba algo en voz alta, nosotros dejamos de escuchar para pasar a mirarnos fijamente. Los susurros en el Gran Comedor habían ido aumentando de volumen poco a poco, seguramente preguntándose unos a otros si se quedaban o no.

Virginia había ido palideciendo gradualmente, desde el mismo momento en el que la profesora Sprout nos había sacado a gritos de la cama. En aquellos instantes, estaba casi tan blanca como la bata que llevaba encima del pijama. A su lado, Anael observaba a su mejor amiga al borde de lo que parecía un ataque de nervios, mientras se abrazaba a ella misma. Emily paseó su mirada rápidamente por las caras de los demás, y cuando se irguió en su sitio, con una expresión más decidida de lo que le había visto nunca, la insignia de prefecta le relució en el pecho. Vega le había cogido la mano a Lionel, y ambos estaban sumidos en una conversación sin palabras, que se había hecho habitual desde que empezaron a salir, tres meses atrás. Erik abrió la boca, queriendo decir algo, pero cambió de idea y se limitó a asentir con la cabeza, al igual que Samuel. James y Jake simplemente sonrieron.

-No tienes por qué quedarte si no quieres, Virginia—dijo Emily con tacto, viendo que a la pobre chica le faltaba poco para un desmayo. Pero para sorpresa de todos los que estábamos escuchando, no fue ella la que contestó:

-Yo me quedo—murmuró Anael, y aunque estaba temblando, su voz sonó firme.

Si el que Anael hablara para decir algo que no fuera una repetición de las palabras de Virginia fue una sorpresa para todos, ella parecía que no iba a recuperarse de la impresión. Aún y así, se las arregló para, por primera vez en la historia, ser ella la que asintiera a lo que decía Anael:

-Yo también.

-Contad conmigo—añadió Emily.

-Y conmigo también—dijo Vega, ante la intensa mirada de su novio, que no tardó en hablar.

-Yo también me quedo.

-Y yo—se apuntó Erik.

-Obviamente, no pienso faltar—dijo Samuel.

Jake y James cruzaron una mirada traviesa antes de que el último dijera:

-Bueno, pues nosotros llevamos demasiados días aburridos, así que necesitamos un poco de acción.

Y entonces, Jake clavó su mirada en mí, acelerándome el corazón. ¡Por Merlín, cómo había echado de menos sus ojos verdes en el poco tiempo que había estado desaparecido!

-¿Y tú que dices, Maggie?—me preguntó.

-Me quedo—susurré. Y aunque lo que había querido decir realmente era un "Me quedo a tu lado. Para siempre.", consideré que la otra respuesta era mucho más adecuada dada la situación.

-Mirad, ¡ahí está Harry Potter!—exclamó Virginia.

-¿Todavía te imaginas a Potter frente a ti? ¿Aún no has superado tu enamoramiento?—se rio Samuel, como siempre hacía desde que había averiguado que Virginia le pidió a Harry que fuera con ella al baile de Navidad.

Sin embargo, cuando se dio la vuelta y vio a Harry Potter avanzando lentamente a lo largo de la mesa de Gryffindor, se le borró la sonrisa.

-¡Pero si nosotros lo habíamos dicho ya!—protestó Jake.

-Nunca nos creen—se lamentó James.

Lionel apenas había dicho la primera palabra de un más que probable comentario sarcástico cuando tuvo que interrumpirse, porque una voz aguda, fría y clara, resonó por el Gran Comedor, apagando todas las demás conversaciones:

-Sé que os estáis preparando para luchar. Pero vuestros esfuerzos son inútiles; no podéis combatirme. No obstante, no quiero mataros. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.

El Gran Comedor se quedó en silencio, mucho más silencioso de lo que nunca lo había oído. Muchos alumnos se habían agarrado unos a otros: Anael y Virginia se abrazaban con fuerza y Lionel había rodeado con un brazo a Vega en un ademán protector.

-Entregadme a Harry Potter —continuó la voz de El-que-no-debe-ser-nombrado— y nadie sufrirá ningún daño. Entregadme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados. Tenéis tiempo hasta la medianoche.

Se hizo el silencio de nuevo, y todos nos giramos a la vez a observar a Harry Potter, como si fuera un movimiento ensayado. Nadie se movió durante unos instantes, hasta que una chica se levantó de la mesa de Slytherin, y apuntando a Potter con una temblorosa mano, gritó:

-¡Pero si está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo aprese!

De inmediato, todos los Gryffindor se pusieron en pie, apuntando a la chica con la varita. Me levanté enseguida con el resto de Hufflepuffs, imitando a nuestros compañeros. La gente de Ravenclaw hizo lo mismo justo después, y antes de que sucediera nada, intervino la profesora McGonagall:

-Gracias, señorita Parkinson. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla.

No tuvo que repetirlo dos veces, y los de Slytherin se levantaron ruidosamente mientras todos los demás nos sentábamos de nuevo y guardábamos las varitas. Solo cuando la mesa de Slytherin estuvo completamente vacía y todos sus alumnos estaban subiendo las escaleras del vestíbulo la profesora McGonagall ordenó:

-¡Y ahora, los alumnos de Ravenclaw!

Esta vez la evacuación fue más lenta: aunque los prefectos metían prisa a todos, muchos alumnos se acercaron primero a las mesas de Hufflepuff y Gryffindor para hablar con amigos o familiares antes de irse. Unos cuantos alumnos de séptimo se quedaron sentados.

-Ahí viene Stewart—me avisó Emily, aunque yo ya había visto acercarse a mi hermano pequeño.

Stewart, con quince años recién cumplidos hacía apenas una semana, era ya más alto que yo. Una mezcla de preocupación y miedo brillaba en sus ojos, tan azules como los míos, mientras se acercaba rápidamente.

-Maggie, ¿te espero antes de irnos? Tenemos que contarles a papá y mamá que…-empezó Stewart.

-Yo me quedo, Stewie—le interrumpí—Díselo tú a papá y a mamá.

-Pero, ¿por qué?—preguntó él, boquiabierto—No es necesario… Hay mucha gente…

-Pero es lo correcto. Debo quedarme aquí—le corté de nuevo y le abracé—. Pero tú te vas ya. No te separes de tus amigos hasta que estés en Hogsmeade, y una vez allí, asegúrate de llegar pronto a casa. Nos vemos pronto, enano.

Le di un ligero empujón en dirección a sus amigos, quienes se estaban quedando rezagados para esperarle. Él me miró una última vez antes de asentir y acelerar el paso. Emma, Mark y Orla suspiraron aliviados, y las chicas le cogieron por los brazos para arrastrarle fuera del Gran Comedor. Me giré para mirar de nuevo a mis amigos, y aunque el miedo empezaba a formarme un terrible nudo en el estómago, la sonrisa de Jake hizo parecer por un momento que nada podía salir mal.

-¡Alumnos de Hufflepuff, por favor, id saliendo!—gritó la profesora McGonagall.

Lionel se puso en pie elegantemente, besó a Vega y a continuación le dijo a Emily:

-Vamos. Tenemos que sacar a los pequeños de aquí.

-No os perdáis. Vamos a luchar juntos—intervino Erik, mientras Emily se levantaba.

-Volveremos en cuanto estén todos a salvo—dijo Emily, y luego los dos prefectos empezaron a recorrer la mesa, apresurando a los alumnos que ya se levantaban.

En aquel momento llegó a nuestro lado Ernie Macmillan, todavía con un ojos morado de la última paliza de los Carrow. La otra prefecta de séptimo, Hannah, se había unido a Lionel y Emily; los dos prefectos de quinto (él, hijo de muggles, y ella, desaparecida con su familia) ni siquiera habían llegado a Hogwarts ese curso.

-¿Vosotros os quedáis?—preguntó Ernie, y ante el asentimiento colectivo, una sonrisa iluminó su cara—Fantástico. Cedric estaría orgulloso de vosotros. Voy a ayudar con la evacuación.

Cuando Ernie se hubo marchado—dispuesto a ayudar a Hannah, que tiraba del brazo de un cabezota chico de tercero que no se quería levantar—, Virginia no tardó en soltar un teatral suspiro.

-Oh, esto va a ser horrible—se quejó—. Seguro que esta batalla me va a dejar el pelo peor que el de Hermione Granger.

Y a continuación, procedió a recogerse sus cuidados rizos rubios en un apretado moño, ante la reprimenda de Vega y las risas de los chicos. Sin embargo, yo también me hice una coleta, y Vega y Anael no tardaron en hacer lo mismo. La hermana de Anael, Laura, se acercó a ella rápidamente, e intercambiaron unos cuantos susurros antes de abrazarse y de que la pequeña se alejara corriendo.

-Yo no me reiría tanto, Pilliwickle—protestó Virginia, apuntando con un dedo a James—. Tienes el pelo asqueroso, y casi tan largo como una chica—y eso fue una gran exageración, típica de ella.

-Pues yo creo que le queda bien—repliqué, y James me dirigió una sonrisa cómplice.

-¡Alumnos de Gryffindor, vuestro turno!—gritó la profesora McGonagall una vez más.

Prácticamente la mitad de los Gryffindor se quedaron quietos, y la profesora McGonagall tuvo que bajar de la tarima para darles prisa a los más jóvenes, que no parecían muy dispuestos a hacer caso a los prefectos. Colin Creevey se negaba a marcharse con aún más ímpetu que los demás, pero el que más me preocupó fue otro.

-Ahora vuelvo—exclamé levantándome de un salto—. Tengo que convencer a un estúpido de que se vaya.

Fui hacia la zona de la mesa de Gryffindor donde estaban los de quinto curso. El prefecto estaba en pie, intentando convencer a los demás de que se levantaran, aunque sin mucha convicción.

-¡Marvin, levántate de una vez!—le grité a mi primo, asustando al pobre prefecto, que no me había visto llegar.

-¡No puedes ordenármelo!—replicó él.

-Pero yo sí, señor Rickett—habló la profesora McGonagall, apareciendo a mi lado—. Y estoy de acuerdo con la señorita Ackerley. Salid del Gran Comedor ya.

Refunfuñando, se levantaron y la profesora de alejó para apresurar de nuevo a Colin, quien se resistió hasta el último momento. Finalmente, los últimos alumnos abandonaron el Gran Comedor, y un hombre alto y negro subió a la tarima.

-¡Sólo falta media hora para la medianoche, así que no hay tiempo que perder!—habló el hombre ("¡Es Kingsley Shacklebolt!" susurró Jake) — Los profesores de Hogwarts y la Orden del Fénix hemos acordado un plan. Los profesores Flitwick, Sprout y McGonagall subirán con tres grupos de combatientes a las tres torres más altas (Ravenclaw, Astronomía y Gryffindor), donde tendrán una buena panorámica general y una posición excelente para lanzar hechizos. Entretanto, Remus, Arthur y yo iremos cada uno con un grupo a los jardines. Pero necesitamos que alguien organice la defensa de las entradas de los pasadizos que comunican el colegio con el exterior

-Eso parece un trabajo hecho a medida para nosotros—dijo Fred Weasley, señalándose a sí mismo y a su gemelo, y Shacklebolt asintió con la cabeza.

-¡Muy bien! ¡Que los líderes suban a la tarima, y dividiremos a nuestras tropas!


Y hasta aquí el primer capítulo.

¿Qué tal? ¿Horrible? ¿Aceptable? ¿Debería volver a mi pueblo y no acercarme nunca más a un teclado por el bien de la humanidad?

Opines lo que opines, tu comentario será bienvenido, ya sea sobre la historia o cualquier desastre que haya hecho intentando usar fanfiction. ¡Gracias por leer!