Oni

Ryoma terminó de vendarle el brazo a la chiquilla que, acostada en una de las esteras, dormía profundamente. ¿En qué pensaba esa "enana" al treparse a uno de los tantos árboles del bosque? Con su sirviente mono, el oni ya tenía más que suficiente como para que una niña de largas trenzas le cayera prácticamente del cielo.

Se quedó observándola largo tiempo, y cuando el sol estaba por morir tras la montaña, la chiquilla despertó.

La joven, que más tarde se presentaría como Sakuno, parecía desorientada, pues lo primero que salió de sus pequeños y carnosos labios fue:

—¿Dónde estoy?

—No lo sé—contestó Ryoma haciéndose notar, aprovechando aquella confusión para divertirse un rato.

Ella lo miró fijamente hasta que, ya espabilada, pudo notar el par de cuernos que salían de la cabeza del extraño. Un demonio.

—¿Piensas comerme?— Preguntó débilmente.

—Eso tampoco lo sé, aunque no es una mala idea—Sonrió de lado.

Era conocido de sobra que a los oni les gustaba comer humanos, en especial niños; sin embargo, a Ryoma nunca le habían apetecido las niñas pequeñas. Ya esperaría a que creciera y entonces la comería de mil maneras posibles. Aunque por ahora, lo único que podría hacer, sería aguantarse las ganas.

FIN