Fandom: Twilight.
Claim: Jasper/Leah.
Tabla: Ilusoria
Tema: #28 - Un mal consejo.
Título: Las emociones son malas consejeras.
Resumen: Quizás no debió dejarse llevar.
Notas: Dedicado a Gidget *corazón aquí*


Las emociones son malas consejeras.

Jasper suele comprender muy bien a la gente, su poder lo ayuda mucho. Leah, por supuesto, es la excepción. (De hecho, Leah es la excepción a todas las reglas. Siempre).

Sus emociones son confusas, revueltas, cambiantes. Puede sentir de ella rabia, tristeza o dolor, pero también pasión, lujuria o ternura. Es la persona más complicada que haya conocido alguna vez.

Leah camina decidida, fuerte, seductora, pero por dentro muere de angustia y preocupación. Puede estar sentada, mirando al vacío, y sintiéndose dichosa, como si recordara.

Leah llora, pero por dentro hay más que tristeza, hay confusión y hay envidia, hay rabia contenida. Es pasión, es desesperación, furia.

La toma por el brazo y la pega a su cuerpo, están en el bosque. Él de caza, ella de paseo.

—Eres tan extraña —le dice, corriendo los dedos por los brazos de ella.

—¿Y eso te importa acaso? —gruñe, intentando rasguñar aquello que es piedra.

—Sí, porque me confundes —murmura contra el cuello de la loba. Desliza la nariz por los hombros y, luego, lame su clavícula—. No entiendo cómo, a pesar de todo, siempre está esa pasión de fondo, siempre latente.

—No es cierto —sisea.

—Por ejemplo, ahora. Sientes rabia —afirma, deslizando las manos a la cintura de ella—, pero también lujuria, un calor apasionado.

—Mientes.

Y la besa, es repentino pero eso no quita que la haga reaccionar. Mete la lengua entre los labios de Leah y ella sólo puede corresponderle, desatando esos sentimientos que creía enterrados. Él mueve las manos por sus costados, toca donde debe y eso la hace gemir.

Juega con el borde de su pantalón, tentándolo, jodiéndole la paciencia con cada movimiento. Él no está para juego y le rompe la blusa, revelando piel y más piel.

Ella se decide y baja de un tiro el pantalón de Jasper, cae al suelo en ruido sordo. Él le besa entre los pechos, queriendo morder pero conteniéndose, y se deleita entre la curva de las caderas de Leah. Siente cómo suda ella, y siente ese calor como propio.

Le quita el short, que aunque no cubría mucho le molestaba, dejándola sólo en ropa interior. Ella, al verse en desventaja, desliza la camiseta de él hasta el montón de ropa que hay entre la tierra del bosque, juega con el elástico del bóxer.

Él no quiere más juegos, así que le rompe las bragas y desata el sujetador, dejándola desnuda frente a su hambrienta mirada. Leah le quita el bóxer, deslizando sus dedos por su excitación, y eso le jode, para bien.

Junta sus bocas en un frenesí desesperado mientras se tocan en todos lados, entra en ella con precisión, y el dolor de la excitación es tanto que sólo piensa en embestir y embestir, como si la vida se fuera a acabar, como si mañana fuera el día del fin.

—No mentía —dice entre gruñidos.

—Lo sé —responde ella, y lo besa de nuevo, mordiéndole los labios y saboreando su saliva mezclada con un sabor que debe ser veneno, pero no le importa, sabe a prohibición.

Leah siempre había pensado que Jasper era más peligroso de lo que aparentaba, y en estos momentos lo está confirmando. Él embiste con fuerza, casi parece rabia, lo hace rápidamente pero no por eso menos placentero.

Leah grita, casi puede sentir sus cuerdas vocales romperse, y si pudiera hubiera hundido las uñas en la marmórea piel de Jasper. Él aprieta los brazos de Leah cuando llegan, juntos, al orgasmo.

Y no puede evitar pensar que esa pasión seguirá allí porque Leah es fuego, ardor, lujuria. Siempre será así, porque ella había nacido para ser su perdición (una y otra vez).