- ¿Dos? ¿En serio? ¡Dos! Madre mía… ¡Madre mía! ¿Y Molly? ¿Cómo esta Molly? Madre mía… - y corriendo por el pasillo, Arthur desapareció en la habitación donde sus nuevos hijos le aguardaban.
No había llegado todavía cuando unas risas lo sorprendieron. Entró en la habitación y percibió a sus otros hijos Bill, Charlie y Percy riéndose en torno a Molly. Arthur se hizo sitio entre Bill y Percy, y se encontró de lleno con la fuente de risa de sus hijos: dos pequeñas cabecillas pelirrojas estaban envueltas en mantas, hacían pedorretas y se reían.
- ¡Me gustan mis hermanos! - dijo Percy
Arthur se emocionó, sus ojos se llenaron de lágrimas, abrazo a Molly, y ambos bebes protestaron al verse separados de su madre. Pronto, los gemelos se durmieron, y los otros tres hermanos decidieron irse a atrapar gnomos al jardín. Arthur, Molly y los recién nacidos se quedaron solos. Los padres los observaban, pronto, ella rompió el silencio:
- ¡Madre mía, Arthur! ¡Míralos! ¡Son idénticos! ¿Cómo los llamaremos? Me gusta George, Oliver también, ¡oh!, Arthur… ¿Qué opinas?
- Que ahora debes descansar, ya pensaremos en ello más tarde, ¿te parece?
Y con una sonrisa en su rostro, Molly se adentró en los sueños; soñó cosas maravillosas: coloridas y alegres, soñó con el maravilloso futuro que iban a tener todos y cada uno de sus hijos, seguirían siendo humildes, pero también felices.
De pronto, un llanto la despertó, Arthur estaba allí, acunando en brazos a uno de sus hijos, aquel que todavía no tenía nombre, lo cogió en brazos, y el niño se calmó. "Fggrrer" soltó con una risita, y Molly, con una sonrisa, exclamo: "mi pequeño Fred…" y volvió a caer dormida.
Esta vez, el sueño se fue tornando a mal, toda una vida parecía haber transcurrido ante sus ojos: Voldemort, un destello, ¡Fred!
Despertó, se derrumbó, agacho la cabeza, los ojos se le inundaron en lágrimas, su pequeño Fredy… un grito agónico llego a sus oídos, George se acercó a su gemelo, llorando. Golpeaba el suelo con todo su cuerpo, gritaba, sus ojos relucían furia, opacados en tristeza, depresión… no tardó en llegar Arthur, que se agacho, parecía ausente, que eso no iba con él, que aquel muchacho que yacía en el suelo, de pelo color llamas, las de alegría que ya no tintineaban en su interior, aquel joven ahora muerto, no era su hijo, no podía serlo. Ginny tampoco tardo en acercarse, en su rojizo pelo relucían cenizas, en su rostro, tristeza. La puerta se abrió, Harry, Ron y Hermione aparecieron por ella, sus rostros estaban manchados en sangre, sus ojos en desconsuelo. Al ver la escena, Ron se soltó de la mano de Hermione, grito y corrió hacia su familia, sollozando, se acercó al cuerpo de su hermano mayor, lloro en su pecho.
Una aguda e histérica risa resonó en la estancia, era una risa que no iba con el ambiente del lugar. Molly, ya no lo soporto más, con lágrimas en los ojos, se levantó, decidida a vengar la muerte de su pequeño, dispuesta a vengar que aquella aguja del reloj de su casa ya no se movería nunca más, presta a vengar el dolor que el mal había causado…
