• Fandom: Axis Powers Hetalia.
• Titulo: Café (o placeres culposos).
• Claim: Estados Unidos/Reino Unido.
• Resumen: Todos tenían un placer culposo, incluso los caballeros ¿no es así, Arthur?
• Advertencias: Ninguna.
• Disclamer: Hetalia pertenece a Himaruya.
—¿Otra vez dolor de cabeza? —preguntó Alfred con poco interés, era más por decir algo. Arthur asintió, resignado a la compañía no deseada.
Pasaron unos minutos en silencio, después la puerta se abrió y cerró con suavidad. "Se fue" pensó el británico con ilusión, y bajo esa optimista perspectiva, hizo sus papeles a un lado y apoyó su cabeza contra la fría mesa, esperaba que, al menos, esos veinte minutos que quedaban de descanso antes de reanudar la reunión, pudiera aprovecharlos durmiendo.
Cinco minutos después, la nación joven entraba por la puerta con una humeante taza de café, la cual depositó frente al hastiado británico.
—Dicen que el café ayuda a disminuir el dolor de cabeza —sonrió de aquella maldita forma—. El té que bebes no lo hace ¿cierto? —volvió a reír, acercando la taza.
—Puede que curé el dolor de cabeza (lo cual dudo), ¿pero para qué? Tú harás que regrese con más fuerza —insultó, con cierta resignación. Al menos Alfred aún no se ponía a gritar como niño, Arthur debía admitir que cuando gritaba su voz se volvía algo chillona y difícil de soportar.
Alfred masculló algo acerca de cómo Reino Unido siempre era cruel y aburrido con sus ideas, pero no se fue, todo lo contrario, se sentó a su lado mirándolo fijamente, como esperando a que se rindiera a sus peticiones (como antes) y bebiera el liquido negro.
—No beberé eso, lo sabes —desdeñó Arthur, masajeándose las sienes—. Tú nunca bebes el té que preparo para ti, incluso si es por tu bien, mocoso.
—Él té es asqueroso, el café no —rebatió con lo que, según él, era un argumento sólido—. Además, el té no te ayuda en nada, el café es útil para muchas cosas.
Arthur negó con la cabeza, no pretendía seguir una discusión sin fundamentos con aquel chiquillo petulante, y no porque pudiera perder, sino porque no se encontraba de humor en ese momento. La cabeza le punzaba, casi sentía que se le partía en dos.
Tras un rato de insistencia, finalmente Alfred se fue, no resignado (eso jamás), pero le había entrado el hambre, y pensó que si el café no había animado a Arthur, tal vez una hamburguesa lo haría. Apenas salió, Arthur tomó la taza (todavía tibia) en sus manos, y cuidando que nadie viera, le dio un pequeño sorbo, una mueca de ligero desagrado se instaló en su rostro.
El café, sin importar cuánto azúcar le pusiera, seguía siendo demasiado amargo. A pesar de ello bebió otro sorbo, más despacio, y luego otro, y otro; al final, la taza quedó vacía y su dolor de cabeza había menguado, el problema ahora sería como evitar que alguien supiera de su pequeño desliz.
Sobre todo, evitar que Alfred supiera. Tal vez una taza de té le daría alguna idea (o quizás, otra taza de café).
