Sí quiero hacer un muñeco.

Las cosas se ponían peor cada día que pasaba, ahora ni siquiera los guantes le ayudaban: todos los muebles en su habitación estaban cubiertos con escarcha.

Elsa siempre había pensado que el blanco de la nieve era hermoso, pero desde el incidente con su hermana Anna, estaba constantemente tratando de suprimir el pensamiento.

Estaba perdiendo completamente la batalla. Sus padres le ayudaban: todos los días la motivaban a continuar mintiendo sobre sus poderes, escondiéndolo todo, pero cada día era más y más difícil ocultar el hecho.

La peor parte era cuando Anna iba a su cuarto pidiéndole que construyeran juntas un hombre de nieve. Ellas eran muy unidas antes del accidente pero la magia de Elsa las separó.

Era de esperarse que Elsa odiara suspoderes, estaba completamente dedicada a seguir las instrucciones de sus padres, ser una buena chica y no causar problemas, porque lo que menos quería era volver a lastimar a su pequeña hermana.

Sin embargo, cada día que pasaba era un día más de decepciones. No podía contra la maldición,se estaba apoderando de ella, de su vida, de sus sueños, de sus deseos. Cuánto habría dado por haber nacido como una chica normal.

Se imaginaba pasando los inviernos con su hermana, construyendo un hombre de nieve afuera del palacio. Sabía que Anna deseaba que las puertas del castillo se abrieran, así que de no ser por los poderes de Elsa podrían salir a divertirse con el resto de niños. Era una buena imagen: la vida que ellas querían.

Pero todo era tan sólo un sueño, una ilusión. Ahí estaba ella, dentro de su cuarto encerrada, preocupándose porque todo se congelaba si lo tocaba, porque si no lograba controlarlo haría daño a la gente, pondría en peligro a su familia o podría volver a lastimar a su adorada hermana.

Fuera, estaba nevando, y viendo el reino cubierto de nieve le era más difícil pensar que la nieve era mala, pero tenía que pensarlo, tenía que saberlo, tenía que sentirlo: la nieve no es buena, hace daño.

Se escucharon pasos rápidos y Elsa lo supo al instante aunque deseó profundamente estar equivocada: se trataba de Anna. Los pasos se detuvieron justo al otro lado de su puerta, y pronto escuchó la voz trémula de su hermana.

-¿Y si hacemos un muñeco…?

El corazón de Elsa se partió en mil pedazos, al tiempo que una capa fina de hielo se formó en toda la habitación. Cuánto deseaba salir, jugar con Anna, divertirse, abrazarla y decirle que lo sentía por todo. Pero no podía.

Anna podía estar sufriendo al otro lado de la puerta, preguntándose por qué su hermana le había abandonado si acaso estaría enfadada, pero dentro de la habitación, Elsa sentada en la cama hacía grandes esfuerzos por no ponerse a llorar.