CAPÍTULO 1
"Soy Hermione Granger, y he sido una de las supervivientes de la gran guerra en el mundo mágico", son palabras que debía repetirme una y otra vez día a día para no olvidar quien era. La guerra hizo estragos en muchos de los magos y brujas que participaron. Sobre todo en los que sacrificamos lo realmente importante en la vida: la familia. Tuve que renunciar a ella y poner toda la valentía Gryffindor para hacer lo que hice. No sabía cómo cambiaría mi vida al borrarles la memoria a mis padres, pero lo cierto es que me arrepentía a cada momento. En su día actué para protegerlos, sí, pero no pensé en las terribles consecuencias.
Todas las semanas me acercaba a mi antigua casa y observaba en la oscuridad a mis padres. Estaban bien, pero su mirada parecía perdida. Vivían como fantasmas, sin rumbo ni dirección. Solo intentaban sobrevivir sin más, sin tener un objetivo en la vida más que comer, trabajar y dormir. Dolía muchísimo verlos en ese estado, sabiendo que no conocían ni recordaban a su hija, con la que compartieron una gran parte de sus vidas. No sé cuantas veces lloré por ellos, ni cuánto tiempo pasé atormentándome por dentro, pero sabía que jamás podría superarlo del todo.
-Hermione, ¿qué haces?-preguntó la voz de mi queridísimo Ron, como siempre preocupándose por mi comportamiento.
-Estoy descansando.
Cambié de postura y cerré los ojos nuevamente, intentando dejar la mente en blanco. Sabía que Ron iba a entrar en la habitación y no quería por nada del mundo que me viera llorar, no otra vez.
-Tengo que irme a trabajar… Espero que no faltes a la cita con Harry, está muy ilusionado por verte.-noté como se acercaba a mí silenciosamente. Me apartó el pelo y me dio un suave beso en la mejilla.
-Ya, ya…iré, quédate tranquilo.-le dediqué una sonrisa algo cansada y abrí los ojos por un momento. Me vi reflejada en los suyos, que estaban a tan solo unos centímetros de los míos. Vi en ellos preocupación, miedo y ternura- Te quiero.
-Y yo a ti.
Instantes después, me quedé sola en la casa. Sola de nuevo. La verdad es que a veces pensaba que era lo mejor. Intentaba convencerme a mí misma que nadie en el mundo me entendía y que nunca conseguirían hacerme cambiar de parecer. Pero otras veces, la sensación de soledad y abandono era tan fuerte que al final acababa en brazos de Ron, de Harry, de Ginny… incluso de Luna o Neville. Pese a que nuestras vidas se habían separado en caminos diferentes, habíamos forjado una sólida amistad, y nos teníamos los unos a los otros. Eso me daba muchas fuerzas, pero no era suficiente para poder levantarme. A veces, ni siquiera yo misma entendía lo que me pasaba.
Estuve un rato indecisa. Había quedado con Harry dentro de una hora y no me apetecía nada vestirme, ni peinarme, ni siquiera salir a tomar el aire. Pero al final decidí que ver a Harry siempre me hacía bien, y por lo tanto verle era la mejor opción. Cuando quedábamos me contaba cosas interesantes de su oficio (de auror, obviamente) que me distraían completamente. Al fin y al cabo, mi curiosidad era uno de mis rasgos que se mantenían completamente intactos. Así que, una hora más tarde ya estaba vestida y peinada. Decidí estrenar un vestido nuevo, de punto, blanco y sencillo. Quería causar una buena impresión a Harry, pues siempre se preocupaba demasiado por mí.
"¿Qué sorpresa me tendrá preparada hoy?", pensé durante el corto trayecto hacia la cafetería "muggle" donde habíamos quedado. Y es que Harry había cambiado mucho desde la guerra, a pesar de que tan solo había transcurrido un año. Creía que con todo lo que había pasado, se volvería mucho más maduro y serio (cosa que ya era) pero para mi sorpresa fue totalmente al contrario. Se había vuelto despreocupado, alegre a todas horas, extrovertido y muy bromista. Naturalmente, era formal en el trabajo y seguía con los pies en la tierra, pero el hecho de haber desaparecido por completo su mortal enemigo, había hecho que Harry se tomara la vida de otra manera.
-Llegas pronto.-me saludó Harry con una sonrisa.
Estaba tremendamente guapísimo. Por un momento, llegué a envidiar a Ginny. Harry llevaba el pelo ligeramente engominado, pero al mismo tiempo natural, desordenado pero con forma. Sus gafas redondas habían sido sustituidas de hacía tiempo por unas "lentillas mágicas" que hacían resaltar sus ojos verdes al máximo. Y había potenciado de sobremanera su cuerpo, fruto del esfuerzo físico que conllevaba su trabajo.
-Estás radiante, Hermione.
Le dirigí una mirada escéptica.
-Vamos Harry, estoy horrible. No duermo bien por las noches y no me molesto en tapar mis ojeras con maquillaje.-le dije mientras nos sentábamos en una de las mesas de la terraza.
-Oye, no seas tan dura contigo misma. Sé que lo estás pasando mal, y por eso… he venido a hacerte un increíble regalo.-me dijo sonriendo maliciosamente.
-Pero si todavía no es mi cumpleaños.-le miré algo extrañada.
-¿Qué más da? Quiero regalártelo porque te lo mereces y porque te quiero muchísimo.-me cogió de la mano con delicadeza- Aunque ya no nos veamos tanto, Ron me cuenta muchas cosas sobre ti, sobre vosotros… Y yo te sigo considerando mi mejor amiga. Así que no aceptaré un no por respuesta.
-¿Y qué es lo que te ha contado Ron exactamente?-le pregunté alzando ligeramente una ceja. Sabía que Ron tampoco estaba pasando por un buen momento, pero no me gustaba la idea de que mi novio y mi mejor amigo cuchichearan sobre mí.
-Él lo sabe. Sabe que no eres feliz…-confiesa incómodo- No deberá decírtelo, él no quiere que lo sepas, pero se da cuenta y es una tontería seguir evitando el tema.
-Harry, yo le quiero...-y era la verdad. Había hecho tanto por mí, me había cuidado cuando más lo necesitaba, estaba teniendo una increíble paciencia conmigo a pesar de que él también lo estaba pasando fatal por la muerte de Fred. Era un novio cariñoso, atento como nunca pensé que podría llegar a ser. Pero aun así, yo no conseguía salir de mi burbuja. Necesitaba algo más, y el pobre Ron no sabía cómo dármelo. Por mi culpa acabaría volviéndose loco.
-Ya lo sé, tranquila. Y como él también te quiere a ti, y yo os quiero a los dos, he pensado que… deberías cambiar de aires por un tiempo.
Le miré algo desconcertada.
-¿Cómo? ¿Quieres que me vaya de aquí?
-Sí, quiero que te tomes unas vacaciones… No, no me interrumpas.-añadió cuando vio que intentaba protestar- He hablado con el ministro de Magia y entiende por lo que estás pasando. Así que no hay ningún problema, cuando vuelvas podrás hacerlo manteniendo tu trabajo.
-Harry, no creo que yéndome de vacaciones se vaya a solucionar mi vida.
-Y no creo que pase eso. Pero necesitas pensar lejos de aquí, de los recuerdos que te trae esta ciudad, de la gente que conoces, de todo. Tienes que desconectar, y unas vacaciones puede que lleguen a cambiar tu perspectiva de la vida, ¿quién sabe?-encogió los hombros inocentemente.
-Claro, a ti te funcionó, ¿no es así?-recordé que Harry se había tomado un par de meses de vacaciones justo después del final de la guerra. Ciertamente, había vuelto completamente nuevo.
-Es cierto. Sé que es difícil, pero es la única forma de apreciar lo que tienes y ver las cosas de forma más positiva. Relájate y disfruta, porque te he preparado un maravilloso viaje a… ¡Miami!-exclamó mientras sonreía de oreja a oreja, con los ojos brillantes de la emoción.
Sinceramente, mi reacción fue de completa indiferencia. No me apetecía viajar, y mucho menos tan lejos de Inglaterra. Pero Harry estaba tan ilusionado… Si lo rechazaba le decepcionaría muchísimo. Y por otra parte, era el mejor regalo que me habían hecho en la vida.
-Está bien, no me convence mucho broncearme la piel o bañarme con enormes y variados peces de colores. Y mucho menos quiero mezclarme con gente pija y asquerosamente rica, pero ya que te has tomado tantas molestias… Solo espero que no me hayas pagado tú el viaje.-le dije con reprobación.
-¡Sí! Sabía que aceptarías… En el fondo todas las chicas soñáis con unas vacaciones así, tú no podías ser menos.-sonrió y me guiñó un ojo- Y sí, lo he pagado yo, pero te juro que no me importa en absoluto lo que pienses. Es MI regalo y no se hable más.
Se levantó rápidamente y me dio un gran abrazo. Me sentí muy reconfortada y a la vez tan emocionada, que no pude reprimir las lágrimas.
-Oh, Hermione…-me susurró Harry oyendo mis pequeños sollozos.-Te mereces eso y mucho más. Te aseguro que gracias a mi regalo volverás a ser la Hermione que yo conocía, siempre riñéndome, discutiendo con Ron, alegre y tranquila hasta en los peores momentos… Sé que volverás a ser tú.
-Gracias por todo, Harry.-fue lo único que salió de mis labios.-Te quiero mucho.
Después me estuvo contando todo lo que tenía planeado durante mi estancia en Miami, me dio unos cuantos folletos del hotel en el que me alojaría y me habló alegremente sobre todas las actividades que podría realizar allí. La verdad es que logró animarme e incluso comencé a hacerme ilusiones por el viaje. No quería reconocerlo, pero tenía ganas de desaparecer por un tiempo. Harry era un gran amigo, siempre lo había sido, pero esta vez se había pasado.
Estaba bastante contenta cuando llegué a casa y vi a Ron en el sofá. Estaba dormido y roncaba suavemente. Me quedé embobada escuchando su respiración e imaginándome con él de nuevo en Hogwarts, en una de nuestras infinitas discusiones absurdas. Sonreí con nostalgia, echaba tanto de menos aquellos momentos… Sabía que volverían, a pesar de que en situaciones diferentes. Pero lucharía por él, por Harry y por todo lo que habíamos pasado juntos. Tenía que volver a ser feliz, de esa forma podría hacerles felices a ellos, mi nueva familia.
