¡Ah! Por cierto, el mundo y los personajes de Digimon no me pertenecen, solo las personalidades y nombres de los pequeños hijos de los elegidos.


Personajes:

Taiyo Yagami. Hijo de Taichi y Ayane.

Saori y Yoshiro Ishida. Hijos de Sora y Yamato.

Yuko Izumi. Hija de Koushiro y Tomoyo.

Kevin Ryouta Washington. Hijo de Mimi y Michael.

Daiki Motomiya. Hijo de Daisuke y Mitsuko.

Reiko, Ozamu y Yusei Ichijouji. Hijos de Miyako y Ken.

Koichi y Tsubasa Takaishi. Mellizos de Hikari y Takeru.

Makoto y Kazuma Kido. Gemelos de Jou y Mariko


Pequeñas historias

~ Noches Robadas ~

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Residencia Takaishi, 2022

Taiyo Yagami no podía ser más parecido a su padre, se dijo el escritor cuando vio que el niño de tan solo cinco años era arropado por su esposa.

No lo decía por su aspecto —por favor, ¡Si era un mini clon de su cuñado! — sino por aquella energía que emanaba. Era un niño encantador, con aquel innegable encanto Yagami, el cual mezclaba cierto aire de torpeza, confianza y ternura.

Le encantaba tenerlo de visita. Si, pero no estaba muy seguro de que la gustara tanto que reclamase la atención de su Hikari como si él no existiera durante las veladas nocturnas que compartían.

Sumándole, en ese caso especial. La hiperactividad y la ausencia de los otros dos niños, con quien solía distraerse. A Takeru le daba la sensación qué ese pequeño no iba a detenerse nunca.

Pese a que ya era hora de que se rindiese al mundo de los sueños.

— Takeru, cariño... No te había visto — Hikari se giró y lo vio en el umbral de la puerta del dormitorio. No pudo adivinar cuanto tiempo llevaba allí, inmóvil.

Se mostró extrañada porque él había expresado claramente que no quería ser molestado ese día. Había estado trabajando en una serie de cuentos cortos para publicar. Además, también su empeño por relatar las segundas aventuras vividas por los niños elegidos -es decir, ellos- y editarlos en un segundo volumen de "Crónicas del digimundo".

Sin embargo, el nombre qué había propuesto el agente de su esposo era algo así como "Crónicas Digimon: Regreso al mundo digital". Ella no se metía en esos líos de editoriales y demás.

Takeru podía llamar a su obra, por ejemplo, "Ricitos de oro y los tres Patamon" e igual continuaría siendo exitosa.

Claro, estabas muy ocupada contemplándolo a él… Al monstruito manipulador roba esposas. Decidió ignorar esos repentinos pensamientos — Terminé el capítulo — Comentó, con satisfacción.

Había salido por fin de un importante bloqueo y sentía renovadas ganas con la historia.

Era como volver a enamorarse. Y eso era algo que jamás diría en voz alta sino quería ser asesinado.

Como había estado todo el día absorto, consideró que era sanador y reparador el despejarse un poco. Su mente viajaba en sus fantasías y ansiaba relajarse un poco antes de volver a encerrarse en el —según sus hijos— cuarto del terror. Habían inventado una historia fantástica para asustar a Taiyo —de casi cinco años— para que se alejase de esa habitación.

Para él, tenía qué reconocerlo, había sido todo un alivio.

Con un torbellino como ese, mejor prevenir qué lamentar.

¿Cómo podía decir Hikari qué ese demonio era un tierno angelito? Takeru ya había comprendido el juego.

Todo era a causa de Taichi.

Como él se había casado con Hikari y le había arrebatado al diplomático a su hermanita, ahora Taichi enviaba a su versión miniatura para robarle la atención de su esposa.

Sí, claro que sí.

¡PARANOICO! O quizás, solo quizás, estaba viendo cosas donde no las había.

— Me alegro mucho por ti — Su adorada Hikari le dirigió una sonrisa cálida.

Ah, era tan hermosa que dolía.

El cabello castaño que le enmarcaba el rostro, los rasgos suaves y dulces. Aquella mirada llena de luz, de amor y pureza... Su sonrisa, encantadora. Y aquel demonio roba-esposas entre sus brazos.

Era la primera vez que Taiyo se quedaba durante más de tres días en su casa. Y había visto de primera mano como sus hijos habían cambiado la actitud con él.

Especialmente, el mayor.

La relación que forjó su hijo con su sobrino le recordó —involuntariamente— a aquel lazo que compartía con Yamato. Era gracioso porque su hijo mayor era muy parecido a su esposa (no debía decirlo en voz alta porque a Koichi le molestaba qué le dijesen qué se parecía a una mujer. A decir verdad, Takeru lo comprendía) y el pequeño de Taichi era casi exacto a él.

Era como sí hubiesen intercambiado roles.

Tsubasa se llevaba bien con el niño pero no tenía esa actitud protectora que había adoptado Koichi cuando le explicaron que su primo había perdido a su mamá. Al parecer su hijo mayor se parecía demasiado a sus tíos, tanto al materno como al paterno. El gen protector lo había heredado él. Pobre de ellos. Aunque, y eso lo tranquilizaba, debía reconocer que en líneas generales, era tranquilo. Quizás no todo estuviese perdido. No quería que su hijo adoptase la actitud ultraprotectora con Taiyo. No le molestaba que lo cuidase pero tenía que medir las maneras. Así siempre era mejor.

Takeru conocía la sobreprotección y no le gustaba en lo absoluto.

— ¿Me estás escuchando, Takeru Takaishi? — Reclamó su mujer y él se dio cuenta que por estar perdido en divagaciones no había oído ni una sola palabra de su discurso. Le sonrió a modo de disculpa y la vio rodar los ojos. Ella estaba acostumbrada a la mente del escritor.

— ¿Qué decías?

— ¿Puedes acostar a Taiyo? Tengo qué preparar las cosas para mañana y ahora qué por fin tienes tiempo libre... No te haría mal pasarlo con tu sobrino.

¿Qué? ¿Él con ese demonio con cara de ángel?

— ¡Tío Keru! ¡Quiero un cuento! — Saltó el niño, con total inocencia, en un idioma bastante entendible.

Pensar qué hacia un par de años tenía su luchar para comprender lo que decía. ¡Como pasaba el tiempo! Cuando menos lo esperase, ese pequeño iba a pedirle que lo cubriese con su padre mientras salía a escondidas con una chica…

Taiyo extendió sus manitos en su dirección, como pidiéndole qué lo cargase.

Sin poder resistirse a los embrujos de esa dulce mirada del demonio hurta-esposas, lo arropó entre sus brazos.

Su esposa estaba camino a acostarlo y eso es lo qué iba a hacer... Ya era hora de qué los huracanes abandonasen la casa Takaishi-Yagami. Tuvo cuidado porque cuando era más pequeño, al niño Yagami le encantaba jalarle del pelo —a él y a Yamato— como sí fuese divertido. Sólo a ellos, y era una especia de chiste privado entre todos los elegidos.

Como decía Yamato: al menos, el niño muestra buen gusto.

— ¿Kichi? ¿Tsubasa?

— Ellos están en casa de Daiki, por su cumpleaños. — Explicó Hikari.

Ellos habían ido a saludar al pequeño Motomiya pero Daiki les había pedido a sus amigos que se quedasen a dormir allí, para consternación de Daisuke. Casi sentía pena por él. Lidiar con Tsubasa, Kazuma, Makoto, Koichi y Daiki... Pffff...

Takeru casi prefería al roba esposas.

— Ahora, pequeño sol... Hora de ir a la cama— La verdad, le encantaba el nombre que Taichi había elegido a su hijo.

Era gracias a Ayane, su difunta esposa.

Ella solía decir qué el bebé era su pequeño sol, el rayo de sol que le iluminaba esos días oscuros que tuvo que padecer hasta la última exhalación. Él y su esposa no sabían como iba a reaccionar Taichi después de que ella falleciera. Estuvieron allí desde qué supieron qué ella estaba internada. Y él final era por todos sabido. Incluso por el antiguo portador del valor. Un ángel llegó y otro, partió. Tenían muchas ideas, que iba a rechazarlo, que iba a ser un shock, que él no iba a querer verlo. Múltiples opciones y no todas eran buenas. Pero no estaba en la naturaleza de Taichi el odiar a alguien.

Pese a su carácter un tanto... Especial, era demasiado bueno como para sentir odio. Y cuando el pequeño estuvo en sus brazos, decidió cual sería el nombre: "Taiyo".

Recordaba muy bien ese momento. Dudaba olvidarlo alguna vez.

A partir de entonces, Hikari y él había ayudado al padre primerizo en todo. Incluso cuidaban a su vástago cuando Taichi salía de viaje. Como en ese caso. No solían ser viajes muy frecuentes pero cuando ocurrían, a veces eran más largos de lo esperado.

— ¿Takeru? — La voz de su esposa sonó ligeramente más molesta qué la vez anterior.

Takaishi se rió un tanto inquieto cuando vio qué otra vez, no había escuchado las palabras de su amada.

— Lo siento. ¿Vamos dormir, Taiyo? — Le preguntó nuevamente al pequeño de ojos chocolate que negó con la cabeza, efusivamente.

Takeru suspiró. Tarea ardua, sí las hay. Hacer dormir a alguien con la energía desbordante. ¿No tenía simplemente un botón de apagado? Eso haría todo más sencillo.

— Te contaré un cuento, sí te portas bien...

La carita se le iluminó y Takeru tuvo qué reconocer sus dotes de persuasión, convencimiento y manipulación. Seguro que cuando su padre viajó a los Estados Unidos había coincidido mucho tiempo con Mimi.

Su esposa ya había caído con esos ojos pero él no, claro que no.

Lo llevó hasta la cama, sin percatarse de la sonrisa que curvaba los labios de la educadora. Le dio un beso en la frente a Taiyo a modo de despedida. Era una rutina. Y luego, se dispuso a seguir con su tarea pendiente. Takeru se haría cargo de su pequeño y adorable sobrino.

Takeru Takaishi había afrontado muchas cosas en su vida.

Digimon de todo tipo, estancias en el hospital, a su celoso cuñado, a la oscuridad... Y a la tarea de hacer caer en el mundo de los sueños a sus hijos.

Jamás pensó qué hacer dormir a Taiyo Yagami fuese más difícil de lo que había sido hacerlo con sus mellizos. No sólo era inquieto, también quería preguntarlo todo, lo interrumpía cuando le leía. Y no era para menos, según Hikari, atravesaba la etapa del "¿Por qué?"

Sí, la etapa en la qué su amigo Kou estaba permanentemente desde siempre.

¿Como dos palabras podían ser TAN irritantes?

Él no tenía idea. quizás, el haber vivido la situación dos voces antes que con el hijo del diplomático habían sido suficiente. Oh, le encantaban los niños y adoraba a sus sobrinos. Sí, pero... No despiertos a las diez de la noche como sí fuese temprano, en el día y tuviese energías para seguir jugando.

— Taiyo, debes descansar — Susurró, cuando lo vio volver apartar las sábanas que lo cubrían. Lo miró con esos enormes ojos color chocolate y Takeru le revolvió el cabello, como Taichi había hecho miles de veces cuando él era el más pequeño. — Así, mañana por la mañana podremos ir al parque, jugar con tus primos… Y no te olvides que tienes que estar despierto cuando regrese tu papá…

— Está bien… — Y volvió a meterse en la cama, para alivio del escritor.

Vio, por el rabillo del ojo, que en la ventana del dormitorio estaban Patamon y Gatomon, conteniendo la risa. La compañera de Hikari y su compañero salían todas las noches despejadas a dar un paseo en los alrededores. Lo hacían para disfrutar su condición como Digimon libres en el mundo humano.

Gracias a Taichi y su equipo, eso era posible.

— Bien, continuemos — Susurró — Había una vez, en un lugar, muy, muy, muy lejano…

Tuvo que contarle al menos tres cuentos antes de encenderle la televisión —para luego apagarla— y prometerle qué jugaría con él en la mañana a un juego que —pese a que Taiyo se lo explicó— no le había quedado muy claro.

Lo arropó cuando se dio cuenta de qué se había rendido y se alegró de saber qué ese niño no había heredado las formas de dormir de su padre. Se había quedado dormido en un parpadeo y fue realmente divertido.

Y curioso.

Sí lo veía así, respirando acompasadamente, ocupando un espacio pequeño en la cama y durmiendo junto a Koromon -que parecía tener toda la tranquilidad que Taiyo no tenía- decía reconocer que parecía un angelito. Pero él no iba a confiarse. ¡Claro que no! Le acaricio los cabellos y encendió el velador, antes de apagar la luz principal del cuarto.

"Buenas noches"

Sabía, sin embargo, que su noche apenas había comenzado.

Caminó hacia la sala, donde estaba su esposa y vio que ella llevaba el camisón de seda rosa que utilizaba para dormir.

Le lanzó una mirada al reloj. ¡Dos horas! ¡Había estado luchando para que ese niño se duerma durante dos horas! Eso si que era increíble.

Suspiró y sonrió de lado, mientras se acercaba hacia donde ella estaba.

— Te estaba esperando… — Susurró ella y los ojos le brillaban como rubíes cuando lo miraron a él. Marcó en sus labios un beso. Muy dulce, muy suave.

Caminó detrás de ella, dirigiéndole una furtiva mirada a la habitación que había abandonado. Nada. Todo parecía estar como se debe.

Entrelazó sus dedos con los de ella, delineándose en la suavidad de su piel clara y suspiró, cuando cerró la puerta detrás de si. La habitación estaba casi en penumbras. La ventana estaba abierta, el cielo nocturno apenas visible y la brisa movía las cortinas blanca. Sonrió, suavemente cuando sintió que Hikari le rodeaba el cuello con los brazos y volvía a cubrir los labios con los suyos.

Takeru, pese sabía que su noche iba a terminar de otra manera, no opuso resistencia alguna. Rodeó el talle de su esposa con los brazos, atrayéndola hacia él de manera inmediata y devolviendo el beso con pasión, mientras se perdía en aquellas sensaciones que lo envolvían por completo.

Por un instante, deseó perderse en un mar de besos y olvidar el tiempo, para deleitarse con aquella mujer que era su compañera, su amiga, su amante. Desde siempre y para siempre… Pero…

Uno, dos, tres.

Toc, toc.

Allí estaba.

El roba-esposas que, en las tres últimas noches, se escabullía con el profesionalismo y sigilosidad de un Ninja en medio de una súbita misión e interrumpía aquellos preciados momentos de liberación.

Protestó cuando la calidez del cuerpo femenino se apartó y más aun cuando la vio dirigirse hacia la puerta, para abrirla. Los dos sabían quien era el visitante. Ella más que él.

— ¿Qué ocurre, Taiyo? — Inquirió Hikari, con extrema dulzura.

Takeru suspiró.

Ahora, venía la parte que más le molestaba de su sobrino de cinco años —con dos primos que siempre le hacían bromas por las noches, bueno, con Tsubasa que le hacia bromas por las noches— y era: — ¿Puedo dormir con ustedes, tía Hikari?

Era obvio que la respuesta de ella, siempre era sí.

Porque aunque fuese educadora y sabía que estaba mal promover que los niños durmiesen con sus padres —en este caso tíos— ella no podía negarle nada a esos ojos marrones, inocentes, tiernos… cálidos.

Lo vio allí, de pie, asomándose detrás de la mujer y tuvo que admitir que las comisuras de sus labios tiraban hacia arriba. Era parecido a su cuñado que sentía que podía ver a Taichi de nuevo, le faltaban los googles, de todas formas, pero se veía casi igual que él.

Takeru no se imaginó, sin embargo, que sería él quien abriese la puerta del todo —Hikari solo se había asomado— y cargase al pequeño niño castaño entre sus brazos, para llevarlo a la mullida cama matrimonial.

— No le digas a tu padre. El piensa que nosotros no te malcriamos — Le indicó el rubio, y le guiñó un ojo al niño, ahora que la luz de la sala le iluminaba el rostro.

Taiyo le sonrió y luego estiró los brazos hacia su tía. Era normal que buscase consuelo con ella, pensó el escritor cuando lo dejó en los brazos femeninos, porque Hikari era como su madre. La adoraba como tal y por eso creía que podía reclamarla en cualquier momento, en cualquier horario. Porque a Taiyo le hacia falta su madre...

Y ella era su figura materna también. Nadie se lo había pedido pero lo había hecho. Lo rodeó con sus brazos y le llenó el rostro de besos. Taiyo se rió, divertido. — ¡Tía!

Takeru no pudo dejar de admirarlos con una vez que cerró la puerta y los vio encaminarse hacia la cama. Tal vez había aprendido que, por las noches que ese niño estuviese aquí, tendría que compartir a su amada Hikari... Ese niño iba a robarles las noches. Y él lo aceptaba, gustoso, después de todo...

Ellos tendrían luego, todo el tiempo que quisieran…


N/A: Este fic surgió de pequeñas ideas que se me ocurrían respecto de la vidas de los elegidos antes de Digimon Adventure: Alfa & Omega y, también, Desde el diario de Makoto Kido. Así que, como descargo personal, voy a plasmar todas las ideas que se me ocurran al respecto en esta serie que, supongo, no tendrá ningún orden particular ni relación entre sí... De momento.

Hasta la próxima!