Autora: como me ha dicho una amiga mía cuando la he llamado, con los fics soy masoquista, voy a proponerme el reto de hacer tres a la vez. Ya veré como me las apaño, Dios me las estoy viendo negras, pero bueno tengo que lograrlo. ¿Ustedes me animan no?.
Aquí les dejo el primer capitulo de esta historia. Pásense también por:
La música que nos une y sensaciones de Guerra.
Había una vez en el reino de Italia una familia muy importante por esos tiempos, esta familia era la familia Vargas, habitaban en Nápoles y el patriarca Remo Vargas era un hombre muy rico.
Este hombre tenía dos nietos muy opuestos, su más querido era el menor, el pequeño Feliciano, tez pálida, ojos castaños y pelo castaño claro, de carácter muy afable y al cual la gente le cogía cariño enseguida, su vocecilla era tan dulce como el azúcar, además era un gran artistas, a sus escasos quince años hacía cuadros dignos de palacio, y si a eso le sumamos que tenía más pretendientes que ninguna princesa, nos salía el chico que todos querían tener.
El otro, el primogénito, era Lovino Vargas, el polo opuesto de Feliciano, tez pálida, ojos verdes oscuro, pelo castaño chocolate, era hermosísimo, siempre luciendo una hermosa mirada seductora pero a la vez de superioridad, el problema de este joven es que tenía un carácter de mil demonios, era más frío que el polo norte, y no era para nada un gran artista, a no ser que le dejasen cantar o tocar algún instrumento.
Bueno, pues el señor Remo Vargas, viendo el panorama que había, Lovino no se casaba ni harto a vino y Feliciano no podía casarse antes que Lovino, el patriarca de la familia decidió comprometer al joven primogénito con una mujer de un reino vecino, la señorita Eneira de Sicilia.
El joven Lovino se negó en rotundidad, pero no le quedaba más remedio, pues (a muy pesar de su abuelo), él era el futuro patriarca de la familia, así que tubo que aceptar, y allí se encontraba nuestro joven, practicando bailes de salón bajo la mirada de su tutor el famoso austriaco Roderich Edelstein.
-Bien Lovino vas mejorando-dijo el Austriaco, sin quitar su cara de hombre serio-puedes descansar
-Sí
Lovino salió al jardín con su violín en la mano, nada la tranquilizaba más que tocar su adorado violín, se sentó en un banco de piedra que había en su extenso jardín y comenzó a tocar, lo que parecía un réquiem.
-La música debe servir para animar a las personas-dijo una voz a su izquierda-no para deprimirlas
Lovino se asustó, allí apoyado en la verja había un joven de unos dieciocho años, de pelo castaño casi negro, y brillantes ojos esmeralda, vestido con una camisa raída y unos pantalones gastados.
-¿Y tu quien eres?
Autora: bueno hasta aquí el prólogo.
Espero que os haya gustado
ya veré como me las apaño
