Prefacio

La noche estaba en calma, escuchaba la música de una disco a lo lejos, las espesas nubes tapaban todo astro nocturno. Me encontraba en un callejón oscuro, donde ningún humano se atrevería a entrar, salvo algunas excepciones que no se salvarían. Espere inmóvil oculto en las sombras, aunque mis ojos podían verlo todo, mis sentidos estaban alerta, escuchaba a los adolescentes que salían de los bares, hablando y riendo.

Sabia que en cualquier momento pasaría, mi olfato percibió la sangre acercarse, todos mis músculos se tensaron, estaba preparado, la persona que estaba a solo seis pasos del callejón tenia un olor muy peculiar, medio chocolatazo, no era uno de los mejores pero me llamaba la atención; deje que invadiera mis pulmones produciendo una quemazón insoportable en mi garganta, la ponzoña se removía en mi boca preparada para intoxicar la sangre de mi presa.

Al final una muchacha de unos quince años, aproximadamente, apareció. Tenia el cabello rubio, largo y muy liso, sus ojos eran de un verde olivo, su piel era pálida un poco amarillenta, se notaba que había bebido de mas y sus mejillas estaban rojas, su sangre me estaba llamando a gritos.

Ella solo había dado un paso, cuando una brisa nocturna arremolinó su pelo, el olor llego a mi nariz con mucha más fuerza de lo que esperaba.

Me abalance sobre la muchacha y en una fracción de segundo ya estábamos los dos en las sombras, ni siquiera le di tiempo de gritar.

Su cuerpo era caliente como una llama, pero no me quemaba, mis dientes atravesaron la superficie de su débil piel quebrando su garganta, el líquido que tanto anhelaba empezó a borbotear a montones.

La sangre toco mis labios y un frenesí invadió mi mente y mi cuerpo. Bebí hasta que mi sed se sacio, mi victima había quedado con los ojos abiertos, y vi en ellos su último recuerdo.

Otra muchacha riendo, tenían algunos rasgos en común pero no muy definidos, esta joven parecía de diecisiete años, tenia el cabello marrón enrulado, y sus ojos eran grises-celestes, también era pálida, pero mucho mas que la dueña del recuerdo.

Decidí que ya era hora de volver a mi escondite, faltaba poco para que amaneciera, y no podía dejarme ver a la luz del sol, por lo menos no en público humano.

Lleve el cadáver de la muchacha y queme sus restos, no me agradaba mucho eso, pero no podía dejar evidencias, era mejor las cenizas que un cadáver.


Espero que les guste esta historia, es la primera vez que publico en fanfiction, así que, hasta que me acostumbre al sistema no voy a actualizar muy seguido.

Saludos Scatt.