En el andén.
La pequeña Rose Weasley se agarró con fuerza de la mano de su madre, buscando seguridad en la cálida caricia que ésta le ofrecía, mientras se disponía a cruzar ese muro de piedra que, se suponía, debía llevarles al andén del cual partía el expreso de Hogwarts. Había visto a James y a sus hermanos cruzarlo instantes antes, y a su padre cargando su pesado baúl, ahora era su turno y la inquietud se apoderaba rápidamente de ella.
El tío Harry, le había explicado que en segundo año, él y su padre no habían llegado a tiempo y se habían golpeado contra el frío muro, la entrada ya estaba cerrada.
-No temas, Rose.-La calmo su madre, acariciando su cabello pelirrojo.
Y sin esperar más, las dos mujeres corrieron hacia el muro, la pequeña niña cerró los ojos en el último instante, casi por inercia, por ver el muro tan cerca. Al no notar ningún golpe, la joven Weasley abrió los ojos y quedó maravillada: frente a ellos el enorme tren rojo, esperaba a todos sus pasajeros, expulsando un vapor blanco por la chimenea, magos y brujas iban de acá para allá, cargando equipajes, lechuzas, acompañando a niños pequeños, o jóvenes adolescentes, despidiéndose con fuertes abrazos o con secos apretones de mano…
Se alegró al ver de nuevo a sus tíos y a sus queridos primos junto al tren, y fue a reunirse con ellos. Ginny y Harry abrazaron a la pequeña, mientras Albus y James discutían sobre la horrible posibilidad de que Albus acabase en Slytherin.
Rose sabía que eso no era bueno, lo sabía por el modo en que su padre hablaba de la casa verde, siempre con odio y desprecio, decía que nada bueno había salido de allí, pero ella no podía entender a su corta edad, que podía significar que Albus fuese a Slytherin, no todos los Slytherin habían sido malos, según tío Harry, que hablaba con devoción de un tal Severus Snape, y aseguraba que había sido una de las mejores personas que había conocido jamás.
Su madre le había asegurado que no debía preocuparse por nada, que Gryffindor sería su casa, como lo fue para sus padres, pero había advertido, sabia como siempre, que tal vez, en Revenclaw no estaría nada mal, siempre que los genes de Ron no influyan demasiado, había añadido, bromeando, según creyó la pequeña.
James se había dedicado a asustarla a ella, y también a Albus, contando cosas horribles de Hogwarts, pero ella sabía perfectamente que nada de lo que James decía era verdad, su madre, anticipándose a su curiosidad, le había prestado el libro Historia de Hogwarts para que disipase todas sus dudas.
Cuando James empezó a hablar de algo relacionado con Teddy, Rose, ignorando la conversación se alejó, curioseando a su alrededor, todavía impactada por la multitud que abarrotaba la estación.
Fue entonces cuando lo vio.
Unos cuantos metros más allá, acompañado de su familia, y a la pequeña Rose, se le detuvo el corazón en seco, únicamente para latirle más rápido a continuación, se quedó inmóvil, como una estatua, y sus ojos no se movieron un ápice de la figura frente a ella. Entonces olvidó su inquietud, y olvidó que tenía miedo de alejarse de su casa, no podía pensar en otra cosa que los ojos plateados, brillantes como el acero, que brillaban sin mirarla a ella.
Era alto, rubio, de porte elegante y orgulloso, de buena familia, y Rose no comprendió a su corta edad, por qué se le secaba la boca o, por qué le dio un vuelco el corazón cuando su mirada altiva, se cruzó, fugazmente, con la suya, o por qué sentía eso en el estomago, como cuando tomaba demasiado chocolate y se sentía enferma, pero extrañamente feliz, aunque sus padres la reprendiesen. Se sintió en las nubes, como si sus pies no tocasen el suelo, y volase, como debía sentirse su padre, cuando se subía a una escoba.
Caminó dos pasos hacia atrás, sin apartar la vista, cuando la mujer que iba con él, posaba sus ojos en su dirección y mascullaba algo que ella no comprendió. Los dos hombres de la familia, muy parecidos, se volvieron a mirarla e hicieron un gesto de la cabeza, un saludo seco, y se alejaron en dirección al tren.
Lo perdió de vista y todo volvió a ser normal, su corazón se calmo, su estomago sobrevivió al empacho y su pies golpearon la tierra súbitamente. Su padre se acercó a ella y la tomó de la mano, advirtió que, al mirarlo, su mirada era severa, con voz clara y algo tensa, aconsejo que no debería acercarse a ellos, que no eran buenas personas. Después intervino su madre, pidiéndole por favor a su esposo que no metiese cizaña.
Pero Rose no escuchó, se mezcló entre la gente, con el súbito deseo de volverlo a ver, no tuvo suerte, su madre la tomó del brazo, y le entregó su baúl, besó su mejilla y la obligó a subir al tren, después de que toda la familia, se despidiese también de ella.
Siguiendo a James, se sentaron juntos en un compartimento, y mientras su primo hablaba con tono lúgubre y misterioso sobre el calamar gigante, ella volvió a ver su pelo rubio entre la multitud, en el andén, esbozó una tonta sonrisa, que no pudo borrar ni siquiera al recordar todas las cosas que su tío Harry le había contado sobre él, conocía su nombre, un nombre que jamás habría olvidado ni aunque hubiese querido.
Malfoy.
Draco Malfoy.
Bueno, que tal?
Sorprendidos? Cuantos pensabais que era Scorpius?
Espero que os haya gustado, o por lo menos que no lo odiéis, se me ocurrió escribirlo en un momento de aburrimiento total y esto fue lo que salió, pensé en una pareja rara, y esta lo es bastante.
Besos y espero vuestros comentarios o criticas, xdxdxd.
