Prólogo
La tarde era lluviosa, Nerima se sumergía un profundo llanto al tiempo que una solitaria chica caminaba al lado del río. Tanto tiempo había pasado y aun así no podía dejar de lado aquella intensa soledad de ausencia; algo le faltaba y sabía muy bien lo que era. Estaba vacía al despertar, al desayunar, al ir y venir de la escuela, aun cuando reía se sentía sola. Tanto tiempo y las cosas seguían siendo igual de difíciles que al principio, no se explicaba cómo podría vivir si la situación se alargaba por más tiempo.
Este año estaba cerca de terminar y entonces solo le quedaría un año ahora para terminar la escuela superior.
-Cómo pasa el tiempo…
La mano de la joven se posó suave sobre su mejilla al tiempo que su sombrilla calló al suelo, su rostro estaba empapado pero no la lluvia, el agua que ahora corría por sus mejillas era tibia y un tanto salada. Había vuelto a llorar. Después de todo hoy se cumplían dos años… dos años sin Ranma.
Para el tiempo en que la señorita Tendo llegó a su doyo la lluvia ya había cesado y unos tenues rayos de sol se asomaban curiosos en el cielo. La joven de cabello azul había recibido gran cantidad de lluvia y ahora sus ropas estilaban.
-Ya llegué –dijo mientras abría la puerta y se retiraba los zapatos- ¿papá, Nabiki?
-¡Akane! –se escuchó desde lejos al tiempo que unos pasos corrían a toda prisa hacia la chica- Akane mi vida, ¿cómo estás? –concluyó el señor Soun abrazando a su hija.
-jeje… pues mojada papá –un tanto extrañada por la reacción de su padre-, ¿qué pasa, por qué tan feliz?
-Oh hija, ¿cómo me preguntas eso? A propósito, ¿por qué estás tan mojada y dónde está Ranma? No me vayas a decir que ya se volvieron a pelear.
La chica miró desconcertada a su padre, tanto ella como él sabían que Ranma había partido a China hace ya dos años y si aquello era una broma a Akane no le hacía nada de gracia. Hoy se cumplían dos años de la terrible humillación que sufrió Ranma y del mismo día que se retiró con su padre a China jurando no volver hasta lograr revertir su maldición. Por supuesto, la decisión no fue bien recibida por la familia Tendo, en especial por la menor de todas quien solo pudo cubrir toda su tristeza con un profundo enojo e indiferencia hacía su prometido.
El tiempo había pasado y aunque no fue fácil los minutos y los días pasan sin perdonar dolor alguno. Akane había ya avanzado un año de la escuela superior y estaba a poco de concluir el segundo, su cuerpo también había cambiado. Nunca descuidó su entrenamiento y con la flor de su adolescencia el ejercicio, lejos de darle un cuerpo más masculino, se había encardo de definir muy bien sus curvas, ahora su cabello era más largo y lacio aunque no tan largo como en el tiempo en que Ranma llegó a su vida. Su hermana Nabiki llevaba ahora un año estudiando en una Universidad en Osaka y pronto volvería también a casa. El doyo Tendo había tenido bajas sensibles, sin embargo, había una que dolía en especial.
-Papá –con vos baja y triste- sabes que no me gustan esa clase de bromas.
Soun se separó de su hija y la miró sorprendido un momento. El momento se alargó y se alargó. Mientras los ojos abiertos como platos del señor Tendo incomodaban más a su hija el silencio también crecía.
-A… Akane, ¿de qué hablas, acaso no has visto a Ranma de camino?
-¿A… a, Ranma? –La chica era ahora la que le dedicaba la mirada de confusión a su padre… su cerebro estaba procesando sus pensamientos de forma extrañamente lenta-. Te, te refieres a que Ranma…
-Sí –tomándola por los brazos-, Ranma volvió esta misma tarde, fue al colegio a inscribirse por eso pensé que se verían.
Sin decir ni una palabra más la joven salió corriendo del doyo, no le importaba su ropa mojada ni su cabello desaliñado por la lluvia, Ranma había vuelto, después de dos largos años Ranma al fin había vuelto. Todos sus temores, todas esas preguntas que la habían atormentado por tanto tiempo se disiparon en menos de un segundo, todo lo que le importaba ahora era llegar al colegio, llegar con Ranma.
