La constante guerra, el dolor y sufrimiento interminable, ver a los suyos partir a otro mundo cada día lo estaba matando. Chris a pesar de que se replanteara repetidas veces que sí valía la pena toda esa masacre por un futuro, tenía algunas dudas. A veces hablaba con Claire respecto a eso, la pelirroja simplemente daba palabras de aliento, todas seguidas de un largo abrazo y una taza de café.

Redifleld pasaba el mayor de su tiempo solo en casa, cuando no se dedicaba a disparar balas contra B.O.W.s, prefería quedarse en la comodidad de su hogar leyendo algunos libros, a veces viendo películas, nunca faltaba una botella de cerveza fría a un lado.

Algunos decían que el peor lado del señor salía cuando las gotas de susodicho licor pasaban por su boca, otros que según revelaba la bestia que en él residía, aquella que siempre fue, sin embargo ambas y más estaban erradas: lo hacía por placer. De algún modo beber le calmaba algún impulso, algún estrés.

Se recostó en una gran cama mirando al techo oscuro, pensaba en todo lo que hizo en su juventud como en su madurez, en los que conoció y a los que perdió en el campo. Su mayor sueño no era el formar una familia, tampoco vivir una típica vida con una gran casa, mujer a un lado, niños corriendo de un lado a otro y, por si acaso una mascota, beber cerveza todos los domingos viendo el partido, podando un jardín ni algo tan sedentario.

Simplemente no estaba hecho para algo así, tenía tantas aventuras por experimentar, un montón de gente a la que entrenar. Pensaba seriamente en el retiro de la B.S.A.A definitivo, una vez lo diálogo con los otros diez y algunos directores, sin embargo le propinaron una posición fuera del campo de batalla -Si es que Redfield lo deseaba así -.

—¿Qué hubieras hecho tú, Piers? —Preguntó a la nada Chirs, recordando lo que dijo en las instalaciones submarinas a su fiel amigo sobre un retiro. —¿Crees que sea el momento de irme?

Puso sus manos en su pecho y trataba de conciliar el sueño, cosa que seguía sin suceder.

—No Capitán.

La voz de un no invitado sonó en la lejanía de la oscuridad de su hogar.

—¿Por qué?

Chris respondió, sabiendo que posiblemente quedó dormido.

—Prometiste luchar por el futuro. Prometiste vengar a los nuestros Capitán.

El individuo respondió, con un tono suave.

—¿Y cuando ya no pueda más?

Redfield cuya incógnita creó en su acompañante, dijo, sin ánimo.

—Te darás cuenta que lo que has hecho no fue en vano. Tú mismo lo dijiste, Capitán.

—Ojalá fueras real para poder creerte.

—Soy más real de lo que te puedes imaginar. Ahora descansa, Chris. Hablar con los muertos no está bien.

Chris veía el rostro de Piers deslumbrarse cuando un rayo lunar proveniente de una ventana lo apuntó, éste se pudría con el pasar del tiempo, la carne era pestilente, verdosa y con puntos rojos.

Entonces Redfield se despertó exaltado, sudaba, estaba cansado, como si hubiera hecho mucha actividad física. Su cabeza dolía, lo único que no desaparecía era ese pestilente aroma, tanto que el castaño fue a vomitar al retrete.

Tomó una ducha, conforme el agua caliente descendía a su rostro ideaba mejor su decisión que marcaría el resto de su vida.

El tiempo pasó, desde que la Neo-Umbrella se había desintegrado y los líderes de dichas organizaciones -Otras clandestinas- fueron ejecutados, podía descansar con tranquilidad en una oficina. Habían papeles que rellenar, algunos cadetes le enviaban información acerca de los campos de guerra en países donde se requería de la B.S.A.A, Chris decidía ir a esos terrenos, mientras más peligroso mejor para él.

Sus movimientos fueron mejorando, las bajas ya no eran recurrentes, sentía que hacía un buen trabajo como capitán. La melancolía no le afectaba, debía aprender a controlar esa parte dentro de él.

Esa voz seguía estando a su lado, viéndolo, protegiéndolo.