THE DARK SECRET SAGA I

Legion of the Damned


1

Hijos de un tiempo oscuro

27 de agosto, Distrito Forestal.

Finalmente anochecía, y todos los habitantes de Zootopia se retiraban a sus casas. La hora punta se desvanecía junto con el tráfico, las sombras se apoderaban de la ciudad, y los vivos colores del día eran reemplazados por la soledad nocturna.

Las almas perdidas van quedándose en pie, y a esa hora son mucho más notorias: las pandillas de jóvenes delincuentes deambulando por sus barrios, especialmente abundantes en Happytown; los clubes de motociclistas, el temido 1%, apoderándose de las carreteras; los autos y furgonetas negras de las diversas mafias que comenzaban a expandirse, yendo y saliendo de la ciudad.

Pero él ama esa hora. Esa hora donde los poetas enloquecidos sueñan sobre cuáles hongos crecen en Yuggoth, y sobre qué perfumes y matices de flores llenan los continentes del Nithon.

"Pero, por cada sueño que nos traen, ¡nos borran una docena de los nuestros!"

Piensa un pequeño murciélago negro arreglándose en un pequeño espejo. Usa un traje negro bastante elegante, sus ojos son rojos y sus orejas son más grandes que su propio cuerpo. Cabría sin problemas en un vaso. Termina su acicalamiento abrigando su cuello con una bufanda morada, tejida para animales de su pequeño tamaño. La contempla con nostalgia: se la regaló alguien muy importante para él, en una época donde todas las cosas estaban bien. Un recuerdo de un tiempo feliz que se había acabado.

"Voy a llegar tarde".

La casa donde vive es mucho más grande. Fue diseñada para albergar ciervos, construida hace más de doscientos años, y aún no sabe cómo terminó en manos de su familia de murciélagos.

"Si llego tarde, Poe se va a enfurecer".

Sale volando por una ventana sin cristal; la puerta sólo la usa su mejor amigo, un alce imponente aún entre otros alces, que esa noche debía prestar una larga declaración a la policía. Carga un teléfono bastante grande para él, pensado para ser usado por un animal de tamaño mediano, específicamente, para un gato. Con mucho esfuerzo alza el vuelo, y la noche lo abraza como una sábana negra.

"Merece este regalo. Lo merece como lo merecen todos ahí. Son héroes".

Desde el cielo puede ver la ciudad que él ama: silenciosa, envuelta en sombras, donde las calles recuperan un poco de su pasado. Los tiempos de la colonización. Las casas construidas en los años posteriores a la Guerra de las Especies. Hubo un tiempo, tras el violento motín en Barkham Asylum y la completa destrucción que sus pacientes desencadenaron en Oakey Oaks, donde la noche estaba llena de patrullas y helicópteros de la policía.

"Son héroes. Enfrentaron a los mafiosos cuando nadie se atrevía a hacerlo, y luego se enfrentaron a la policía aunque sabían que terminarían mal".

Hubo otro tiempo, hace apenas unos meses, donde la policía se abocó específicamente a capturarlos, a él y a sus grandes amigos.

"Yo escapé. Me escondí y me salvé".

Se acerca al estadio, cuidando de no soltar su teléfono. Si fuera por él, no ejecutaría dicha operación, pero se lo debía a un amigo, a uno que fue su mejor amigo. Puede ver las masas de fanáticos agolpándose para entrar, los carteles anunciando a la banda de rock KISS que esa noche va a tocar en el estadio, después del partido de béisbol donde jugaba el equipo local, los Bandidos de Zootopia. Él mismo va a verlos: con su teléfono, vía Skype, su gran amigo Edgar podrá ver el concierto desde su laptop. Por un momento, se pregunta cómo hizo Edgar para colar un laptop a la cárcel.

"Debí haber acompañado a Hedgehogson. Al menos Vivian me habría visto como un héroe".

No compró una entrada: pero sabe que era poco probable que lo descubran.

Busca un sitio donde puede pasar desapercibido, y prepara el teléfono. Puede ver que Edgar está conectado y efectúa la videollamada. La imagen de un gato negro, tuerto de un ojo y con un collar de pelaje blanco se dibuja en la pantalla. Puede ver que usa el traje naranja de la prisión.

—¡Lovebat! —dice riendo el gato negro, y sonríe, una sonrisa a la que le faltan dientes—. Te demoraste.

—Mi buen amigo —dice el murciélago— ¿Tú y los demás están bien?

—Todo lo bien que se puede estar en la cárcel —dice riendo el gato llamado Edgar—. No está mal, la verdad. Hay comida y no tardamos en hacernos respetar con las garras, además Dog Byron sabe hacer licor casero con cáscaras, saliva y pintura. Dice que aprendió a fabricarlo mientras estaba en el ejército.

El murciélago llamado Lovebat hizo una mueca de asco. "¿Tanta es la adicción que quieres beber baba de perro?"

—¿Estás seguro de querer estar ahí? —dice el murciélago con profunda tristeza—. Podemos sacarte...

—La condena es de por vida —corta el gato negro—. La de Lionheart y la nuestra. Mientras esté aquí podré vigilarlo, podré matarlo el día antes de que salga. No, prefiero estar aquí con ese grandísimo hijo de puta.

"Lionheart. Tú causaste esto. ¡Bellwether tenía razón, no podían confiar en depredadores, y en un león menos que en ninguno!"

Lovebat tuerce su gesto, y contempla un punto indeterminado entre el cielo y el teléfono que le permite hablar con su mejor amigo. El maldito ex alcalde. ¿Por qué no pudieron mantenerlo arrestado la primera vez? Salió libre y lo único que trajo fue caos. Había sido un mes confuso. Depredadores que cazaban presas y las devoraban. El asesinato en plena cárcel de Bellwether. La destrucción del bar The Lost and Damned. Las guerras de mafias en Tundratown. El conflicto entre las pandillas de Happytown. Los atroces crímenes que el agente Jack Savage cometió antes de desertar y desaparecer, entre los cuales estuvo el asesinato y la grotesca mutilación de cinco presas, el secuestro y tortura del oficial Nicholas Wilde y la brutal golpiza que casi acabó con la oficial Judith Hopps. Aquel atentado contra una comisaría del Departamento de Policía de Zootopia, posiblemente también fue orquestado por Savage. Y cómo olvidar la monstruosa aparición de Nathan Cold.

Cómo olvidar cuando vio a su hermano, Kuranes, flotando sin vida en un arroyo.

"¡Noches de pesadilla! Noches que aún me atormentan".

Al menos, Nikola Tesla, un visón que había llegado a respetar bastante, sobrevivió pero había desparecido totalmente, y eso no lo tranquilizaba.

"Tantas pesadillas".

Pero, para Lovebat, lo peor de todo fue la cruel persecución a la que fueron sometidos, desde Zootopia hasta la devastada Tierra de Nadie; una redada infinita que encarceló a su gran amigo Edgar Catlan Poe, a Dog Byron, a Lynxbaud y a Blaireau. La cacería que llevó a su gran amigo Hedgehogson, feroz erizo, al manicomio. La cacería que acabó con la vida de su otro gran amigo, Oscar Wilde.

—Howard, el concierto va a empezar —la voz de Edgar, el gato negro, lo saca de sus pensamientos.

El murciélago llamado Howard Phillips Lovebat alzó la vista. La noche sin estrellas, el escenario con los KISS tocando los primeros acordes de Detroit Rock City. Inspira, dejando que el frío aire de la noche refresque sus pulmones y sus pensamientos.

Todo su mundo se había derrumbado justo cuando pensó que todo iba a mejorar. El único amor de su vida alejándose de su casa, perdiéndose en las calles de Little Rodentia con sus hijos. Aquello era lo que más le dolía.

Lo que le impedía dormir.

"Vivian".

Y todo por culpa del alcalde.

"Te recuerdo, Vivian".

—No dejen que Lionheart abandone la cárcel. No dejes que salga vivo de ahí, Edgar.