Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a sus respectivas autoras, la historia a continuación es de mi autoría, realizada con el propósito de entretener y no de lucrar.


Nota: Esta es una historia de amor profunda, de amor puro y verdadero, una historia que posiblemente no sea bien recibida por todas por su contenido agridulce, aún así, me he animado a realizarla y como todos mis trabajos, la culminaré.


Dedicatoria:

Para todos los guerreros y guerreras que han enfrentado o enfrentan esta batalla o amaron a alguien que la haya perdido, esta historia es para ti, porque ustedes también merecen soñar.

W. Grandchester


Atrapa-sueños

Por: Wendy Grandchester

Prólogo


—¡Es perfecta! ¿No te parece?

Agnes White estaba emocionada, luego de tanto buscar, al fin había dado con la casa de sus sueños y a un precio ridículo. Sería tonta si no la compraba.

—Mamá, esta casa se está cayendo en pedazos.— Candy, la rubia de dieciseis años señaló la vieja cocina con desdén.

—Pero es enorme y tiene mucho potencial, ¿te importaría ser un poco optimista, cielo?—la adolescente puso los ojos en blanco y se desconectó del mundo poniendo su atención en los mensajes de texto que le enviaba una amiga.

—No es porque sea mi trabajo, señora White, pero es una buena inversión, los gastos de reparación serían mínimos y los dueños no tendrían problemas con ajustar el precio debido a estas, están motivados a vender.—la agente de bienes raíces haría de todo por no perder esa venta.

Se hizo el cierre. Un camión de mudanza traía todas las pertenencias de las chicas White a una modesta urbanización en el centro de la ciudad de Nueva York.

Agnes era una mujer joven de treinta y cinco años, ella y su hija parecían más bien hermanas, pues Agnes por su jovialidad y carisma aparentaba muchísimo menos años. Aunque siempre había contado con el apoyo económico del padre de Candy, su adorada y única hija, no estaban hechos el uno para el otro y él no había querido el compromiso de una familia, por lo que ella y Candy siempre se habían tenido la una a la otra.

No fue fácil traer al mundo a una niña a los diecinueve años, por fortuna, tuvo una familia unida e incondicional que la apoyó en todo, sus padres veían luz por los ojos de la pequeña pecosa, ya no tan pequeña y gracias a eso, los deseos de superación de Agnes no se vieron truncados. Era buena con los números, consiguió ser gerente de una compañía dedicada a consolidar deudas.

La casa tenía tres habitaciones, Candy escogió la más alejada, tenía baño propio y era bastante amplia. Acomodaba su ropa en el buró y en el armario, cantando a viva a voz.

I got the eye of the tiger, a fighter
Dancing through the fire
'Cause I am the champion, and you're gonna hear me roar
Louder, louder than a lion
'Cause I am a champion, and you're gonna hear me roar!

Oh oh oh oh oh oh oh oh
Oh oh oh oh oh oh oh oh
Oh oh oh oh oh oh oh oh
You're gonna hear me roar!

Un silencio profundo hizo que su atención se desviara.

—Mamá...—reclamó molesta cuando Agnes le apagó el radio.

—Van a ser las diez, no es justo para los vecinos tanto escándalo.

—Hoy es sábado, mamá, la mayoría ni está en casa.

—Ummm... podría ser.

Agnes se sentó en la cama de su hija, mirándola con adoración, como si fuera lo más grande que hubiese hecho en la vida. Eran muy parecidas, Agnes era esbelta, de estatura promedio, rubia con el cabello ondulado y los ojos grisáceos, Candy tenía las mismas características, sólo que sus ojos eran verdes como los de su padre.

—Creo que has trabajado mucho por hoy, ¿te parece si pedimos una pizza y continuamos mañana?

—Vale.—dijo con una sonrisa acompañada de un suspiro de agotamiento.

Conversaron alegremente mientras degustaban la pizza. Vieron algunos episiodios de sus programas favoritos y hablaban de la nueva escuela de Candy.

—No arruines mi verano hablándome de la escuela, mamá.—lo dijo con la boca llena.

—Tampoco es para dejarlo para lo último.

—Piensas demasiado en el futuro, mamá, envejecerás muy pronto.

—Es mi deber preocuparme por tu futuro y además, ¿me has llamado vieja o son ideas mías?

—¿Yo? Para nada, aunque se te asoman unas canas por aquí...—le señaló las sienes.

—¡Canas! ¿Dónde?—Agnes se llevó las manos al pelo, casi palideciendo.

—Jajajaja. Es broma.

—¡No vuelvas a jugar con eso!—volvió a sentarse riendo.

—Ya. En vez de preocuparte tanto por organizar mi vida, deberías buscarte un marido.—le sacó la lengua. Agnes por poco se atraganta con el refresco.

—No creo en el amor, lo sabes. Además, es una...

—Pérdida de tiempo. Bueno, me daré un baño, estoy muerta.

...

Se comenzó a desvestir, soñando con el momento en que estuviera bajo la ducha, el verano era abrasador, el sudor bajaba por su piel. Cuando estuvo en ropa interior se contempló en el espejo, posando en varios ángulos. Fue consciente de los cambios en su cuerpo, aunque delgada, sus caderas estaban ligeramente redondeadas, su cintura estrecha y mostraba un vientre plano con un pequeño y delicado ombligo, los gluteos no eran muy voluptuosos, pero sí erguidos y sus pechos pequeños eran lozanos y esbeltos, era una chica preciosa, sus rizos largos brillaban sedosos. Se llevó las manos a la cara con cierto mal humor, el sol del verano acentuaba más las pecas que adornaban su preciosa cara.

Mientras se hacía ese autoanálisis, sentía que no estaba sola. Efectivamente, al mirar hacia la ventana, sorprendió a un chico de la casa de al frente que llevaba rato mirándola. Fue una visión relámpago. El chico se retiró de la ventana inmediatamente, Candy molesta y avergonzada corrió las cortinas de la ventana y se quedó un instante respirando agitada.

—¡Pervertido!—dijo y se metió al baño.

Salió del baño media hora después, se puso unas bragas y una franelilla, aún no se habían instalado los aires acondicionados y el calor no tenía piedad. Cuando se metió a la cama, su celular vibró sobre la mesita de noche.

Papá: ¿Estás despierta, princesa?

Candy: Hola, papá, sí.

Papá: ¿Qué tal la nueva casa?

Candy: Está bien, estamos acomodándonos aún.

Papá: ¡Qué bien! El próximo sábado iré por ti. Te amo.

Candy: Okay. También te amo.

Candy bloqueó la pantalla del celular, volviéndose la habitación totalmente oscura. Aunque su padre nunca quiso formar un hogar, nunca se había desentendido de ella, se imaginaba como hubiera sido si él y su madre se hubieran casado... ser una familia convencional. Sus ojos cansados no tardaron en cerrarse.

...

Un mes después, las reparaciones a la casa se habían hecho y las White estaban totalmente instaladas. Candy se aburría mucho, pues no había conocido a nadie aún y su madre trabajaba todo el día. Harta de estar en casa, decidió salir a caminar por los alrededores.

Se puso los audífonos y caminaba distraídamente, tarareando una canción. De pronto una figura imponente detuvo su marcha.

—Oh no... aléjate, por favor...—le decía al pastor alemán que se le había atravesado al frente ladrándole. Comenzó a sentir pánico.

Trató de ignorar al perro y seguir su camino, pero a cada paso que daba, el animal la intimidaba, poniéndosele delante, impidiendo que continuara.

—¡Chu! ¡Vete!—trataba de mostrarse autoritaria, pero el perro ni se inmutaba.

—¡Theodora! ¡Regresa!

La atención de Candy se desvió al muchacho más o menos de su edad que llamaba al animal con mucho más autoridad que ella. El perro lo respetaba, pues regresó mansamente a su lado y a Candy le volvió el alma al cuerpo.

—¿Es tuyo?—balbuceó luego del susto.

—Sí. Lamento que te haya asustado, me distraje y se me escapó. Theodora suele ser muy amigable, debes ser nueva en el vecindario...

—Nos mudamos hace un mes... quería dar un paseo...

—Creo que te he visto, ¡sí! Vives en la casa azúl...

Candy se quedó mirándolo un momento, sintiendo una sensación extraña. Ella sentía haber visto a ese chico antes. Era más alto que ella, mucho más, delgado, pero fuerte, vestía un pantalón corto crema, una playera azúl y zapatillas deportivas. Se fijó en sus ojos azúl profundo, de mirada penetrante, sintió escalofríos, era muy guapo. Notó que llevaba un gorro. Debía estar loco, llevar un gorro con ese calor desesperante de Julio...

—¡Tú eres el maniático que me miraba mientras me desvestía!—lo acusó, reviviendo la rabia de aquél suceso de hace un mes. El chico se puso rojo de vergüenza.

Realmente no había querido mirarla, pero fue inevitable. La había estado observando desde que llegó al vecindario y no fue su intención espiarla, estaba haciendo una investigación para una tarea, sus ojos se distrajeron hacia la ventana y la vio. La chica más hermosa que había visto en su vida, la que él jamás podría tener, por eso decidió mirarla sin pensar en nada más, empaparse de su imagen.

—Lo siento. Yo... es decir, tú dejaste la ventana abierta y yo... lo siento, de verdad. Vamos, Theodora.

Se alejó con su inseparable amiga de cuatro patas, totalmente frustrado y avergonzado.

...

—Cambia esa cara, cariño, estoy segura de que tendremos buenas noticias.

Su madre trataba de animarlo mientras conducía hacia el Hospital Oncológico Saint Justin. La vida de Terrence Grandchester había cambiado radicalmente hacía un año cuando de pronto la energía y vigor que lo caracterizaba se vio reemplazada por un cansancio agudo y repentino, una falta de apetito nada acorde en la adolescencia, había bajado de peso y despertaba sudado en las noches.

No había sido un alumno aplicado, pero sí muy vivaz, amaba el baloncesto, lo practicaba desde los seis años, el diagnóstico de una leucemia mieloide crónica se había llevado sus ganas de vivir.

—Hasta el momento, Terry está aún en la estapa de remisión. Las quimioterapias han logrado destruir gran parde de las células malignas, lo que puede dar una apariencia de normalidad, pero no podemos confiarnos... algunos síntomas no desaparecerán del todo...

—¿O sea, que puede empeorar, doctor?— Eleanor, su madre, tenía un nudo en la garganta, la mirada de Terry estaba perdida en otra parte.

—La remisión algunas veces puede ser parcial solamente, por lo que si pasara a la fase de mantenimiento, Terry tendría que iniciar un tratamiendo de tres años... y posteriormente, un transplante de médula ósea...—El doctor de unos cincuenta años observaba al joven de reojo, disimulando la pena profunda que le causaba e inevitablemente pensaba en sus hijos, se le encogía el pecho.

—Pero... ¿ahora se encuentra bien, no?

—Todo parece normal por ahora y espero que sea así, pero no baje la guardia, como le indiqué, la remisión muchas veces podría ser sólo parcial...

—Pero ahora mi hijo está sano y eso es lo que importa.—dijo con orgullo, sin perder la fe, no iba a dejarse vencer.

Salieron del consultorio del doctor Brower. Eleanor sentía ánimo, pero Terry seguía mostrando una resignación y una tristeza profunda en su mirada que divagaba por los paisajes que iban dejando atrás durante el trayecto de vuelta en auto.

—Te lo dije que serían buenas noticias. Estás fuera de peligro...

—¿Por qué te empeñas en engañarte, mamá? No tengo cinco años, como cuando pretendías hacerme creer que papá se había ido lejos a trabajar cuando la realidad fue que te dejó por otra, ¡que nos dejó!

—Terry...

—¿Crees que viviré muchos años? ¿Crees eso?—le gritó.

Sus ojos furiosos brillaban de lágrimas, su voz alta se tragaba a Eleanor, pues a sus diecisiete años había superado por mucho a su madre en estatura y aunque estaba un poco más delgado que lo habitual, seguía siendo un chico fuerte.

Dejó caer sus lágrimas, con frustración se quitó el gorro y lo arrojó al suelo, mostrando la falta de cabello. Su madre fue hasta él y lo abrazó.

—Soy tu madre, Terry, no puedes pedirme que me rinda, una madre jamás renuncia.—besó su cabeza rapada.

—Lo siento, mamá. Es sólo que estoy cansado...

—No importa. ¿Por qué no te das una ducha mientras yo preparo la cena?

Terry subió a su habitación y Theodora lo siguió. Se recostó en la cama, pensativo mientras acariciaba a su fiel escudera. De pronto Theodora se levantó de la cama y se acercó a la ventana, comenzó a ladrar.

—Theodora, ¿qué pasa ahora?

Se levantó y fue hacia la ventana para ver a qué le ladraba Theodora con tanta insistencia. Sus ojos se encontraron con los de Candy y el corazón se le detuvo. Ella no se apartó de la ventana, esa vez estaba vestida y lo saludó con la mano, con una sonrisa bellísima. Cuando salió de su parálisis emocional, agitó su mano suavemente devolviéndole el saludo y una sonrisa agridulce se dibujó en sus labios.

Candy hizo un gesto gracioso, como una pregunta en mímica acerca de su cabello, a lo lejos, ella pensó que se había rapado a propósito. Entonces Terry se percató de que no tenía el gorro y se apartó de la ventana abruptamente, dejándola desconcertada.

Continuará...


¡Hola!

Esta es una historia muy especial para mí, tiene dedicatoria, pero es para todo el que quiera disfrutarla en realidad. Es un tema triste y profundo, pero es muy real, lleva días rondando mi cabeza y me decidí a hacerla y al igual que las demás tengo toda la intención de continuarla, independientemente del resultado o la reacción que esta provoque, pues las personas que enfrentan esta realidad, también merecen soñar, también merecen identificarse y ver luz y esperanza en su dura batalla, este fic es para ellos y para todo el que quiera leerlo.

Me despido, deseándoles amor, fe, esperanza, salud y vida en abundancia.

Wendy