Con vainilla salada
Capitulo 1
Antonio Fernández despertó aturdido por el sonido de la alarma y al mismo tiempo confundido por no saber la hora en la que se quedó dormido. Su pregunta fue aclarada cuando miro el reloj que estaba sobre su buró, marcaba las 05:00 am, recordó entonces que hacía apenas una hora lo había vencido el sueño. Pues antes no pudo haber sido ya que estaba muy nervioso de entrar a un lugar desconocido, con nuevas personas y sobre todo donde no estaba su mejor amigo.
Le costó cinco minutos levantarse de la cama para después entrar al baño y darse una ducha de la manera más rápida posible. En seguida tomó lo primero que se encontró entre su guardarropa que eran unos pantalones de mezclilla y una camisa roja de cuello. Se coloco los zapatos que comúnmente usaba justo a tiempo para cuando su madre le gritó que bajara a desayunar. Antonio se deslizó lo más rápido que pudo hacia abajo, se sentó frente a la mesa para llenar su estómago aunque sea un poco y subió de nuevo para lavarse los dientes traer su mochila. Tomó el dinero sobre la mesa y luego de despedirse de su madre, quien le dio la bendición acompañada de un suave beso en la frente, salió corriendo hacia la parada de camiones que lo llevaría al subterráneo. En el cual se transbordaría para caminar dos cuadras y finalmente llegaría a la que sería su nueva escuela.
Le tomo otros dos minutos llegar a la parada y subió justo a tiempo antes de que se marchara. Antonio sabía perfectamente que el camión se tardaría una media hora en llegar al subterráneo, así que tomo asiento; puso su mochila sobre sus piernas y la apretó contra su cara. No tardó mucho en quedarse dormido por el desvelo de la noche anterior.
Despertó momentos antes de llegar al tren subterráneo, se talló los ojos mientras bajaba con pereza del autobús y suspiro al encontrarse enfrente de los vagones del tren. Aún debía esperar para comenzar su "nueva vida". Se animó un poco al recordar tan solo debía esperar aproximadamente diez minutos. El tren llegó más rápido de lo que esperaba, no dudó ni un poco en subirse. Las estaciones pasaron lentamente, fue un aburrido trayecto de media hora viendo solo oscuridad y tubos a través de las ventanas. Al momento de salir del subterráneo se mostró el típico paisaje citadino lleno de smog y edificios de todos los tamaños, entonces Antonio comenzó a sentirse cada vez más ansioso. Estaba cerca de llegar. Bajó en la penúltima estación de la línea dando zancadas hacia la salida. Una vez en el aire fresco caminó por un corto periodo de tiempo; llegó temblando cual gelatina a una gigantesca puerta azabache, posteriormente sacó su identificación de estudiante para finalmente entrar a la UNIVERSIDAD.
Suspiró nuevamente cuando entro a ese ambiente tan estresante, el lugar era enorme y aun mientras caminaba con toda la buena vibra que tenía acumulada se sentía como los estudiantes aborrecían aquel día tan trágico en el que volvían a ser esclavos de las materias. Le restó importancia a aquella sensación desagradable y siguió su camino hacia el salón de su primera clase. Entró y divisó a algunas personas dispersas. Tomó asiento en la primera mesa de la fila media justo frente a la pizarra. Ahí aburrido miró hacia el infinito preguntándose los más grandes por qué de la filosofía hasta ese momento por unos cinco minutos. Mientras transcurría el tiempo el aula comenzaba a llenarse con caras que iban de la emoción hasta las lágrimas. Antonio distinguió entre las personas ingresaban al aula una chica castaña de tez blanca y un joven ligeramente más alto que él de pelo marrón claro con ojos verdes en un tono más bajo que los suyos, ambos se acercaron a él. La chica tomo asiento justo a su lado y el chico se sentó detrás de ellos, tan pronto como se sentaron la chica comenzó a socializar:
—¡Hola! Mi nombre es Elizabetha Hendarvary. ¡Mucho gusto! —dijo dirigiéndose a Antonio y extendiendo la mano en señal de saludo.
—¡Hola! Soy Antonio Fernández. El gusto es mío, señorita —respondió en tono dulce con una gran sonrisa dibujada en su rostro. En seguida tomó la mano y dio un ligero beso en ella.
—¡Oh! Mucho gusto Toño… O ¿Cómo prefieres que te diga?
—Toño está bien, Eli. Si no te molesta que te diga así—dijo con una sonrisa un tanto nerviosa.
—Oh claro que no querido, está bien. —Diopequeños golpecitos con su dedo índice en su barbilla. —Se me olvida algo mmm… ¡Ah claro! el es Govert, el hermano de mi mejor amiga. —Dirigió la mirada al hombre tras de ella quien mantenía un rostro estoico.
—Mucho gusto Govert —dijo el castaño levantando su mano hacia el nombrado, este le dio un fuerte apretón que lo dejó sin sangre circulando por unos instantes.
—Igualmente, Antonio— contestó de forma grosera.
Antonio se sorprendió ante la antipatía de Gov. Nunca había conocido a alguien así, y también se quejó de manera silenciosa por el apretón. Podría decirse que ambos tuvieron una mala impresión de ambos.
—Ignóralo Toni, es medio pesado el tipo— le recomendó Eli mientras Toño movió la cabeza en forma de afirmación mientras se incorporaba bien en su lugar tras oír la voz de una profesora y la puerta cerrándose.
Así comenzó el primer día en la universidad para el ojiverde, ni tan mal, ni tan bien. Detestaba un poco el nuevo ambiente que se formaba a su alrededor. También transcurrió en presentaciones de nuevos maestros, tareas, conversaciones con Eli y uno que otro comentario de parte de Gov.
Antonio suspiro por millonésima vez al escuchar un "pueden irse" por parte del profesor de la última clase. Guardo sus cosas y procedió a despedirse de Eli y Govert para luego correr hasta el tren subterráneo de regreso a su dulce hogar.
Al llegar ahí encontró un asiento vacío, se sentó e intento relajarse, pensó en todo lo que debía hacer para la universidad y se quejó porque la idea no le agradaba nada.
Sacó las llaves de su bolsillo derecho y las introdujo en el pórtico de la puerta, tiró su mochila en un sillón y subió a su habitación. Se recostó de momento mientras pensaba en todo lo que había ocurrido en el día. No se alegró mucho al pensar en toda la presión que traía la escuela, intentó borrar aquellos pensamientos con algo más agradable, así que recordó el momento en donde conoció a Eli y Gov. Eran agradables después de todo, aunque le surgió en ese instante una duda ¿Por qué se le hacía interesante y tenia curiosidad por saber más de aquel chico?
Se sintió confundido por cuestionarse eso y realmente lo era ¿Por qué si a su lado tenia sentada a una chica tan linda pensaba en un tipo con tan poco sentido humorístico?
— ¡Ah! Déjate de esas estupideces Antonio y ponte a estudiar—dijo para sí mientras se levantaba de la cama.
Bajó a la cocina y sirvió un poco de comida en un plato que metió en el microondas. Mientras esperaba buscó un poco de jugo. Para su suerte encontró su sabor favorito, uva. Tomo un vaso, se sirvió un poco y saco su plato del microondas. Comió bastante rápido, en menos de cinco minutos el plato estaba vacío. Se levantó y recogió sus recipientes, lavó los trastos acumulados y los colocó en su lugar. Subió de nuevo a su habitación y comenzó a hacer sus labores de estudiante. Terminó a eso de las ocho de la noche justo a tiempo para cuando su madre llegaba de trabajar, organizó un poco y bajó a cenar con su madre.
Durante la cena como todas las noches tuvo una conversación con su mamá, al finalizar ambos lavaron los trastes. Le deseo buenas noches a su madre con un beso en la mejilla y subió a su cuarto. Una vez arriba lavó sus dientes, se colocó la pijama y suspiro por última vez en el día pensando nuevamente "¿Por qué él?". Se cubrió con las cobijas para caer rendido en un profundo sueño toda la noche.
