Prólogo
El chirrido del coche, junto al grito desesperado de Hiccup, se desvaneció en la distancia. No obstante, sentí que su voz se clavaba con fuerza en mi memoria porque fui incapaz de deshacerme del escalofrío que me recorrió por entero al escuchar el terror y el pánico que desprendía. Sin embargo, no tuve tiempo para recrearme en esa sensación. El golpe contra el coche fue demasiado impactante como para tener oportunidad de plantearme cualquier otra cosa.
El capó metálico y el cristal frío me recibieron con la misma fuerza que una bola de demolición. Aun sabiendo caer, era completamente imposible poder resistir ante semejante fuerza bruta. El metal se abolló y el cristal se fragmentó. Aproveché el momento para utilizar las pocas balas que me quedaban y disparar contra los ocupantes del coche, que maniobraba temerariamente con la intención de que me deslizara y cayera sobre el asfalto. Me resistí. Dejando un rastro de sangre y uñas rotas tras de mí, usé las pocas fuerzas que me quedaban para resistirme.
Al final, a los secuestradores no les quedó más remedio que deshacer el camino y salir del puente. Aparcaron el coche y salieron de él, rumiando insultos y observándome con odio en sus fríos ojos castaños. Sus miradas me importaban más bien poco. Estaba demasiado cansada para que lo hicieran. No sabía qué parte de mi cuerpo no me dolía. En primer lugar, todo el lateral derecho de mi cuerpo, que era el que había recibido el mayor impacto al caer; estaba totalmente segura de tener algo roto. Luego estaba mi muslo, agujereado por el disparo de antes. Me dolía como el infierno, pero no sabía si la bala había llegado a salir o si seguía atascada en mi cuerpo. También estaban mis manos, que tenían la mitad de las uñas rotas y sangraban.
Luché por mantenerme consciente, negándome en redondo a desfallecer frente a esos animales. No obstante, mi cuerpo, recordándome que seguía siendo un ser humano, se rindió. Cerré los ojos, dejándome llevar por el cansancio y la oscuridad.
En medio de aquellas tinieblas, imágenes difusas, confusas, se cruzaban frente a mis ojos. Estaba en el duro asiento trasero de un coche, con las manos cruzadas tras mi espalda de forma forzosa y mis piernas mal dobladas en aquel pequeño espacio. Tenía las extremidades tan dormidas y el cuerpo tan fatigado que apenas podía identificar si eso era parte de un sueño o era real. Lo único constante fue el bamboleo errático bajo mi peso y el dolor de mi cuerpo herido.
¡La saga Mortal ha vuelto!
Ahora sí, ¡hola a todos, lindas flores! La verdad es que planeaba comenzar a subir la historia en Navidad, pero, ¡bah!, digamos que es un regalo de cumpleaños que me hago a mí misma publicarlo hoy, 1 de diciembre. Bonito número, ¿verdad? xD.
Lo sé, es un capítulo un pelín breve, pero es un prólogo al fin y al cabo. Os prometo que os traeré el próximo pronto.
Con esto y un bizcocho, ¡nos leemos pronto!
