¡Hola! (: este es mi primer fanfic Swan Queen, espero que les guste :3 acepto de buena gana sugerencias y críticas constructivas n.n
Capitulo I: El comienzo de un larga lucha.
-¡REGINA!- oyó gritar a sus espaldas, pero cuando se giró, fue demasiado tarde. Un fuerte impacto en el pecho la tiró al suelo, cortó su respiración e hizo que se golpeara la cabeza contra el pavimento. Pudo oír las pisadas que corrían hacia ella, pero su vista se nubló de un segundo a otro, y no pudo más que ver una larga cabellera rubia frente a ella antes de quedar inconsciente.
Le dolía mucho, muchísimo en verdad. Pero no sabía exactamente en donde, ni porqué. Regina intento abrir los ojos, pero no vio más que oscuridad; una negra oscuridad que invadía todo a su alrededor. Reconoció ciertas formas, como la de una mesita de luz a su derecha, su mesita de luz. También pudo vislumbrar una zona más iluminada que las demás, aunque muy levemente. Una ventana supuso. Cerró los ojos. Los abrió. Nada cambió.
-¿Hola?- intento decir, pero aunque sus labios se movieron, ningún sonido salió de ellos. Llevó ambas manos a su garganta, confundida. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Y dónde diablos se encontraba? Quiso recordar, pero su mente parecía estar en blanco.
Se puso de pie, aunque en aquel agujero negro no sabía en verdad si estaba sentada, parada o acostada. Qué era arriba, qué era abajo. Todo era demasiado confuso. De pronto, una sensación en su mano, como una caricia, una suave caricia, la trasporto a una extraña visión.
Un rostro.
-¿Puedes oírme?- pregunto la mujer en un susurro. -¿Regina?- la mano que tenía sobre la de la morena se cerró con ternura. Como si de esa forma pudiera aferrarse a ella, traerla de vuelta, como si pudiera hacerle saber que estaba allí, que jamás se iría. Pero Regina no podía oírla, o al menos eso era lo que todos le decían.
Emma apretó los labios con frustración. Estaba cansada y preocupada, y cansada de estar preocupada. Ansiosa, impaciente. Quería que la mujer recostada allí en su cama despertara. Quería volver el tiempo atrás, y poder salvarla a tiempo. Pero había sido una estúpida, había sido descuidada y cobarde. Había elegido ignorar lo que era tan evidente a sus ojos, y aun lo hacía, aun lo ignoraba. Seguía diciéndose que estaba allí porque aquella era la madre de su hijo, y nada más que por eso. Cuando en realidad, las razones eran mucho más complejas.
-¿Emma?-.
Regina reconoció el rostro de la rubia al instante. Pero algo andaba mal. Era como si la tuviera frente a ella, y al mismo tiempo, a kilómetros de distancia. Su voz se oía lejana, y la nitidez de la imagen hacía parecer todo aquello como un sueño. Emma estaba allí con ella, Regina no lo dudaba. Pero la pregunta era, ¿dónde, exactamente, estaba Regina? La morena intento gritar, hacerse escuchar; intento correr, huir de aquel horrible lugar que se volvía más ahogante a cada segundo. Pero el problema era que, al parecer, allí no había salida. La negrura no solo era inmensa, sino también infinita, interminable. Regina se cansó de correr, así que se detuvo en un punto que parecía ser exactamente igual al de minutos atrás. Probó con magia, tal vez algún hechizo le ayudaría. Pero las bolas de fuego no sirvieron, ni tampoco el hechizo de teletransportación. ¿Aquel era otro mundo? No parecía serlo.
-¡Emma!- llamó a la rubia, pero la visión había desaparecido.
-¿Cariño?-.
La voz de Mary Margaret hizo que Emma pegara un salto de la silla y soltara la mano de Regina.
-Lo siento- se disculpó la mujer con su hija -¿Te encuentras bien?-.
-Perfectamente- respondió Emma en tono cortante. No tenía ganas de hablar con su madre; a decir verdad, no tenía ganas de hablar con nadie.
-No te preocupes, ya despertará…- intento animarla Mary Margaret, pero al momento en que dio un paso hacia su hija, ésta retrocedió. Emma no quería mostrarse frágil. Era lógico que estuviera preocupada, es decir, todos los estaban; pero por alguna razón le molestaba que su preocupación fuera tan evidente a ojos de su madre. O tal vez era solo que la mujer era muy intuitiva. Como fuera, prefería seguir siendo vista como la mujer dura y fuerte que solía ser, y que seguía siendo.
Nadie dijo nada por varios minutos, y cuando Emma vio que su madre estaba dispuesta a abrir la boca de nuevo, se retiró de la habitación con el semblante serio y tenso. Bajo las escaleras rápidamente y salió de la casa antes de que alguien pudiera detenerla. Últimamente estaba molesta con todo el mundo, pero en especial con ella misma. Se suponía que era "La Salvadora" ¿Cómo no había podido salvar a una de las personas que más le importaban? Emma se detuvo en seco a mitad de la calle, repasando cada palabra de la pregunta en la que acababa de pensar. ¿En verdad Regina había llegado a convertirse en una de las personas que más le importaban? ¿Cuándo había pasado eso? ¿Cómo? No se trataba de algo precisamente malo pero era… extraño. La rubia viajo en el tiempo, recordando sus primeros días en Storybrooke, cuando Regina y ella no querían más que arrancarse las cabezas. Aquellos parecían días tan lejanos, como de otra vida; una vida más sencilla. Regina la odiaba, cierto, pero al menos estaba sana y salva.
La rubia apretó los dientes con frustración, recordando lo sucedido. Habían salvado a Henry de Neverland y regresado, finalmente, a su hogar. Pero de alguna manera, Peter Pan logró seguirlos hasta Storybrooke, con el fin de llevarse nuevamente a Henry. Por supuesto, la familia entera se puso a la defensiva, pero Regina fue quien se llevó la peor parte. Si Emma hubiera puesto más empeño en sus clases de magia, ambas podrían haber vencido a Peter Pan. Podrían haber hecho tantas cosas…
Después de varias horas caminando a la deriva por las calles de Storybrooke, Emma regresó a la gran mansión. El día llegaba finalmente a su fin, y al parecer todo seguía igual. Pero cuando Emma llegó a las escaleras, oyó ruidos provenientes de la habitación de arriba. Demasiados ruidos. Demasiadas personas. Para Emma solo podían significar dos cosas: o algo muy bueno, o algo muy malo.
-Regina- susurro asustada antes de correr escaleras arriba.
