El reloj del consultorio marcaba una hora cercana al amanecer. Las pisadas de algún que otro enfermero o guardia de turno, y el lejano sonido de los autos y colectivos de una ciudad que nunca dormía, eran los únicos sonidos que quebraban el silencio. A esa altura de la noche, Harry ya había optado por quedarse sentado, esperando a que pasara o no algo, con la puerta abierta y contando con la vista de un pasillo oscuro como compañía. El otro médico de guardia se había ausentado más temprano porque él le estaba devolviendo un favor que le debía, cubriendo lo que restaba de ambos turnos por su cuenta.

Desde el comienzo la velada fue una guardia tranquila, parecía que iba a volverse sin el peso de una jornada activa, a su poco espacioso departamento. La camilla no había sido usada en toda la noche y la polilla que revoloteaba confundida en un rincón era el único indicio que no era el último ser vivo del planeta. La quietud le daba mala espina, casi significaba que, en cualquier momento, todo iba a cambiar de manera drástica.

Se acomodó en la silla y notó que tenía las manos frías a pesar que esa parte del hospital sí estaba calefaccionada, presintió que algo estaba a punto de suceder.

Como invocado, el ruido de alguien tocando la puerta abierta de su consultorio lo sacó del ensimismamiento. Sobresaltado, se puso de pie y miró a la persona que estaba en la entrada. No se había dado cuenta de lo mucho que se había hundido en sus propios pensamientos. Sobre el escritorio fue olvidado el libro del que había empezado a estudiar para su próxima evaluación.

-Esta atención es lamentable, primero me dan unas indicaciones totalmente precarias para llegar hasta acá, y después el médico está durmiendo en el trabajo. Totalmente lamentable.

Harry ignoró por unos segundos las palabras arrogantes que flotaron hasta sus oídos, y se dedicó a recorrer al recién llegado con mirada crítica. El otro, un hombre alto, de cara y porte aristocrático, y que debía tener cerca de treinta años, sostenía casi todo el peso de su cuerpo contra el marco de la puerta. Tenía una mano apretada contra un hombro, mientras un halo de algo, que debía ser sangre, manchaba la ropa que se encontraba apretada bajo la palma y los dedos.

-Qué carajo- Harry comenzó con evidente sorpresa en la voz, antes de tomar el control de la situación- ¿te apuñalaron? A ver, dejame revisar la herida.

Se acercó con rapidez hacia el otro, pero la mirada apática del paciente le trasmitió que si no trabajaba con cautela, iba a lamentarlo. En vez de irse a su lado, con un gesto de las manos le indicó que se acercara a la camilla y, a la vez que el otro se dirigía con cierta dificultad hacia el lugar indicado, él juntó con precisión todo lo que supuso que iba a necesitar y lo colocó sobre la mesita al alcance de la mano.

-¿Podés mover el hombro lo suficiente como para sacar la campera y lo de abajo?

-¿Realmente te parece que estoy en condiciones de hacer eso?- contestó el otro de mala manera.

-No tengo idea que tan grave es esa herida- Harry lo miró a los ojos- voy a pensar que es de las feas, tengo que cortar la ropa entonces.

-Me importa una mierda la ropa, solo quiero que hagas tu trabajo.

En ese momento, el médico decidió un par de cosas: que el otro le caía mal; que había algo en toda la situación que le daba una soberana mala espina; y que si no se apuraba el desconocido iba a terminar desangrado sobre la camilla. Suspiró de manera casi imperceptible y puso manos a la obra.

Lo cierto era que, en ese hospital público perdido en medio del conurbano bonaerense, lo último que podía olerse en una sala de guardia era desinfectante. La única luz que había era blanca y provenía de un caño de bajo consumo que estaba al lado de otro caño quemado.

Los insumos no eran muchos, pero eran, en general, los suficientes, y la triste realidad se basaba en que, lo que más valía de ese lugar, mucho más que la idea de un sueldo, era la experiencia. La cantidad de casos bizarros y anécdotas que recolectaba hasta el momento, eran oro puro en comparación con las historias casi aburridas de las clínicas privadas o los hospitales en medio de la capital. Al principio, cuando Harry había entrado a trabajar y hacer las prácticas en ese lugar, había empezado decepcionado, frustrado por no haber quedado en otro hospital más prestigioso; pero con el tiempo se fue dando cuenta que, a fin de cuentas, lo importante era el trabajar con verdaderos pacientes. Era hermoso poder ejercer de eso que había estado estudiando durante años, con tanto esfuerzo y perseverancia, y darse cuenta que, en efecto, el curar y trabajar con las personas era lo suyo.

De todas formas, a pesar de ya haberse acostumbrado a trabajar en condiciones dignas a un establecimiento público de mediana calidad, el saber que contaba con limitados recursos le molestaba a la hora de atender a un paciente. Sobre todo, un paciente que parecía estar acostumbrado a la atención de una clínica privada, si la calidad de la ropa y su aspecto general eran indicadores de su status social. La verdad era que a Harry le dolía tener que destruir parte de un atuendo que, evidentemente, era tan caro.

Con la tijera de su cartuchera, sospechaba que alguien del otro turno se había llevado la tijera quirúrgica, hizo un tajo que desprendió casi toda la manga del otro y, con firmeza, corrió la mano que estaba teniendo, con una fuerza casi sobrehumana, la herida. Con rapidez liberó la zona lastimada de los restos de camisa y, con un algodón con alcohol que ya tenía preparado, comenzó a limpiar con eficiencia todo el hombro.

Cuando sus ojos llegaron al lugar de la herida, soltó una maldición, "Mierda"

El hombre no había sido apuñalado, le habían disparado.

En un movimiento impaciente soltó el algodón, se paró, y cruzó al otro lado de la habitación para buscar una pinza y volver, casi sin tocar el piso con los pies.

-Qué carajo- exclamó, acomodando el cuerpo del otro, así la única luz unidireccional de la habitación daba de lleno al lugar donde estaba la bala- ¿por qué no me dijiste que te había disparado?

-Era obvio- dijo el otro sin mirarlo, con la cara vuelta hacia el lado contrario al hombro lastimado.

Harry maldijo en su interior, antes de invocar toda la calma que no tenía para poder sacar el proyectil del cuerpo del otro. Le tranquilizó el hecho de que la bala no estaba muy adentro y lejos de cualquier zona que pudiera causar un daño con secuelas. Sin perder un segundo y de manera segura y rápida introdujo la pinza, agarró el metal, y de un tirón liberó al paciente del cuerpo extraño. En toda la operación, solo un pequeño sonido se escapó de los labios blancos y casi sellados del herido.

El médico puso la bala en su mano y la limpió de sangre con un pedazo de algodón que tenía encima.

-Esta entera

-Por suerte

Ninguno de los dos pronunció otra palabra en los minutos que siguieron. Harry limpió y desinfectó la herida, que era menos profunda de lo que parecía, y usó casi todas las vendas que le quedaban en cubrir y asegurar bien el hombro del otro. Cuando terminó, satisfecho con su trabajo, agarró de la mesita una tableta con ibuprofenos, y la botella con agua que tenía cerrada sobre el escritorio. Esa botella la había comprado, en realidad, por las dudas y se auto-felicitó por ser tan provisorio.

-Tomate una ahora, y después una cada seis horas hasta que se te pase un poco el dolor- le entregó la botella ya destapada y las pastillas- y esas vendas las vas a tener que cambiar al menos una vez mañana para ver si se infectó la herida o si la tratamos a tiempo.

El hombre no dejó de seguir cada movimiento que el médico hacía desde que curó la herida, y la cara casi estoica y esos ojos fríos le causaban algo que era una mezcla de incomodidad y molestia. Con una mezcla de emociones contradictorias, vio al otro tragarse un ibuprofeno sin comentar, antes de guardar el resto de las pastillas en el bolsillo del pantalón.

Con una vitalidad imposible para alguien que se encontraba en tal estado, el extraño se puso de pie y se dirigió hacia la puerta. Los pasos eran lentos pero firmes, y las sombras le taparon las facciones, ocultando la expresión de su cara y cualquier indicio del cansancio post operatorio.

-¡Che esperá!- Harry, indignado, se puso de pie por enésima vez en lo que iba de la media hora- ¡no podés ir caminando por la calle así, vas a terminar muerto en la vereda!

-No soy yo el que va a terminar muerto.

Esa frase silenció cualquier otro reproche que le estuviera por decir. Lo último que vio de aquel hombre misterioso, fue la figura de su espalda internándose en la oscuridad del pasillo; y lo último que escuchó fue esa promesa fría, furiosa y calculada que rajó el silencio y la paz del consultorio. Bajo ese juramento, la persona que hizo aquel disparo tenía los días contados.

Casi sin pensarlo, Harry se alegró de estar a salvo dentro del hospital.

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Cuando un par de horas más tarde tuvo que ordenar el consultorio y archivar el papeleo médico, se dio cuenta de algo terrible, tan catastrófico que hizo que se quedara congelado, "la puta madre, no le hice una ficha clínica"

Emitió un sonido de angustia profunda, antes de pasarse ambas manos por el pelo. A esa altura de la mañana, su mente estaba tan dormida como su cuerpo, y lo único que quería era llegar a su casa, echarse en la cama, y dejarse llevar por el sueño por lo menos hasta el mediodía. Dirigió la cansada y borrosa vista, los anteojos los tenía en la mano, hacia la fila de papeles y recorrió la habitación con mirada crítica.

En ese momento tenía dos opciones, o informar el terrible error que había cometido al no tomar los datos del paciente y bajar bastante su nota conceptual, porque encima no había sido un caso cualquiera, sino el de alguien que había sido disparado, seguramente, con un arma ilegal; ó guardarse el caso y reponer las vendas que había usado en secreto. Frente a esas dos alternativas, que eran ambos igual de terribles, suspiró, antes de volver a ponerse los anteojos.

Con una sabiduría inhumana en ese momento del día, optó por tomar la decisión después de dormir, con el cerebro más descansado. Recién comenzaba la semana, asique nadie iba a darse cuenta de su desliz, por lo menos no en el presente inmediato, que era lo que más le importaba.

Poco tiempo después llegó su reemplazo y, chequeando su salida de manera formal, se fue del hospital con la mochila al hombro y la campera por encima del ambo médico. El sol apenas estaba tiñendo de rosa y amarillo el cielo cuando subió al colectivo. Esa línea lo dejaba, luego de un viaje de tres cuartos de hora, a dos cuadras de su departamento. En el camino, cabeceó un par de veces, sentado en los asientos de atrás. Cuando se bajó y comenzó a caminar hacia su casa, notó con distraída curiosidad que el hombre que se había subido con él en la misma parada, se bajaba también al mismo tiempo.

Si hubiera estado un poco más despierto, la situación le habría causado algo de sospecha, sobre todo después de la noche que había tenido, pero la verdad era que mucho no le importó. Tan solo se dedicó a caminar con paso cansado esos metros que lo distanciaban del edén que era la cama. En cierto momento dejó de ver al otro extraño, por lo que el asunto pasó a ser archivado en las profundidades de su mente como algo inusual aunque sin importancia. No volvió a pensar en ello hasta aquella tarde cuando, abriendo la puerta de entrada a su casa, ambas manos llenas de bolsas con comida y verduras, se encontró con el mismo hombre al que le había salvado la vida la noche anterior, muy cómodo sentado en su sillón.

Como ya lo había hecho en muchas ocasiones a lo largo del día, Harry maldijo, mientras su ex paciente le sonreía con una expresión que podía llegar a representar cualquier emoción menos alegría.

-Justo el hombre con el que quería hablar.

Harry puteó una vez más.

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Esta historia la tengo dando vueltas en mi cabeza desde que me fui a vivir a Buenos Aires (unos cuatro/cinco años atrás), pero recién ahora siento que mis dotes de escritora le pueden llegar a hacer justicia a tan magnífica idea jeje. Harry!Médico de la UBA ftw

El que adivina quién es el hombre turbio con herida de bala se gana un 'pat pat' en el hombro *wink wink; y el que me ayuda a encontrarle un barrio al hospital se gana ehh un envio de buenas vibras(?
(No sé cada cuanto voy a subir un capítulo, espero no colgar, pero ya estan avisados que no pueden confiar en mi frecuencia)

Como siempre, los comentarios son más que bienvenidos!