Era suyo, por derecho.
Claro, ya habían pasado dos años y medio, pero a ella se le había olvidado por completo. ¿Se habría él olvidado de su persona? ¿Quedó acaso en un nivel de recuerdos sin importancia? Si eso pasaba... no, ella no se quedaría a rogarle un poco de su atención.
Aunque claro, estaba siendo egoísta. También lo había olvidado y había seguido con su vida, pero aquí estaba.
Debían de despedirse.
Dobló el pasillo y su largo cabello rubio se movió con ella. Sus pasos eran rápidos y decididos, aunque no supiera realmente a dónde se dirigía.
Pasó frente a un letrero que anunciaba "Enfermería" y escuchó a su hermana Fleur, sollozar por su prometido. Pero siguió adelante, ya tendrían tiempo de hablar.
No se daría por vencida hasta que lo encontrara y dijera adiós como Merlín manda y no con una seca mirada a metros de distancia como había sido la vez anterior.
Bajó las escaleras y lo encontró, frente a una ventana. La noche comenzaba a caer y los últimos rayos de sol le daban directo en el rostro.
Ya no era el niño tímido que ella había conocido, ahora era "algo más". La mandíbula cerrada firmemente y la mirada fija hacían que su dolor se reflejara directamente.
—Hola. —Musitó Gabrielle a la vez que se acercaba a él silenciosamente.
Irónico, decir "Hola" cuando has venido únicamente a despedirte. Aún así, el chico se mostró sorprendido y le sonrió.
—Volviste. —Dijo, volviendo la mirada al exterior.
Gabrielle Delancour miró sus zapatos, incómoda. Hablar con un chico de 16 años teniendo 14 es mucho más difícil que hablar con uno de 14, mientras tienes 12.
—Neville... —Suplicó.
Él la miró un rato y se acercó a ella, sonriendo tristemente. Gabrielle, con su poca edad, imaginó una escena de película clásica. Estaba segura que hubiera sido Blancanieves o Cenicienta -esas princesas de las cuales Fleur siempre le contó-, ahora sería besada y desposada por Neville.
—Me debes un adiós. —Dijo, mientras su sombra cubría a la rubia. — ¿A eso has venido?
Y como toda buena princesa moderna, ella supo que debía de dar el primer paso y empezar su -propio- cuento de hadas. Haciendo un gran esfuerzo por ponerse de puntillas, se acercó a Neville. Cerró los ojos, esperando su reacción.
Esperó y esperó, pero luego de unos cuantos segundos abrió los ojos, hastiada. Él la miraba con cariño y poco a poco se fue alejando de ella, hasta tener varios muchos centímetros de distancia.
—No creo que sea sensato. —Dijo, con su voz grave y aparentando madurez.
La besó en la frente y sonrió, revolviendo su cabello y dando media vuelta. "Adiós", había alcanzado a susurrar en los pocos segundos que estuvieron unidos. Ella lo miró alejarse y tras verlo desaparecer en la distancia, se puso frente a la ventana donde él había estado.
Gabrielle se abrazó a sí misma y comprendió, que aunque toda su vida le habían dicho que era una princesa, su vida así no lo era. La luna ya se veía claramente y antes de disponerse a bajar a la enfermería para estar con su hermana, musitó como respuesta un adiós solitario. Ya no tenía nada que hacer allí.
