0. Purorōgu


Traducción del título: Prólogo


Los templos rasgados, las joyas de sangre, las pieles muertas y las arenas movedizas fueron el último vestido de lino que Zorc Necrophades, Amo de la Oscuridad, tejió para Egipto. El Faraón Atem, heredero de sangre de oro, con el último soplo de vida convirtió a Zorc en un resquicio de luz que se fragmentó junto a las piezas del Rompecabezas Milenario, sepulcro de las dos almas, de las dos esencias.

Luz y Oscuridad.

Pero el sacrificio del Joven Monarca no pudo despojar a Egipto de aquella prenda maldita, a las madres devolver el consuelo por sus hijos muertos, a los hijos el amor de los padres descansando bajo los escombros, a las viudas el cuerpo perdido de sus maridos y a la Corte Real cada uno de los cinco Sacerdotes que perecieron en la batalla.

Ra lloró.

Testigo en lo alto, en conmemoración del salmo de la profecía que de sus propios labios había sido decretada, sufrió en carne viva la muerte de sus hijos terrenales. Su amor por ellos sobrepujó el repudio de sus primeros hijos, herederos del Trono en los Cielos, los cuales se reunieron en concilio para tratar los dolores de su corazón.

—Padre Mío, Egipto nació de tus lágrimas porque lágrimas de dolor devolverían en tu contra. No merecen tu piedad, Padre, tú ya has hecho todo cuanto le ha sido por bien, que no te invada la culpa por sus corazones impuros— reclamó Nut, enarbolándose su cabello negro, el que cubría de oscuridad las arenas doradas al caer la noche. En sus ojos grises brillaba el resplandor de la luna que, para sus hermanos los egipcios, lucía hermosa en su cenit, y sus joyas alumbraban los corpúsculos de luz que los humanos llamaban estrellas.

De todos los nietos de Ra, Nut era la más orgullosa. Siendo la primogénita de Shu y Tefnut, los primeros hijos del dios del Sol, creció escuchando los sobrados motivos que tenía para darse aires de grandeza, por no mencionar la belleza que con el paso de los milenios sus hermanos terrenales admiraban cada día con mayor fascinación. Siempre acostumbrada a yacer en lo alto, nadie osaba contradecirla, a ese límite Nut abrazó su divinidad.

—Hija mía, al igual que tú y tus hermanos ellos también son mi cimiente. ¿Cómo puedo endonarlos al sufrimiento sin que se constriña mi alma? Egipto merece el mismo perdón que a ti he concedido por la iniquidad de tu hija Neftis.

Nut se arrugó de indignación. Recordar el pecado imperdonable cometido por su hija desató un torbellino de sentimientos opuestos en su interior, mientras los egipcios buscaban una explicación sobrenatural a las nubes que se interpusieron de pronto en las centellas de la luna.

Anubis compartió el sentir de la diosa, a quien guardaba un aprecio silente por más veces que lo rebotara hacia él convertido en insultos venenosos.

—Padre…

—Lo sé, Anubis, lo sé. —Ra lo miró a los ojos tan brunos como su cabeza de chacal—. Por cuanto te has cansado de recorrer con los dedos aun el rincón más preciado de la muerte, has entregado tu corazón a la vida. En tus ojos veo al desnudo el temor a mi decreto. Razón hay en tus adentros. —Se levantó de su trono ante los ojos recelosos de Nut, con su manto dorado bordeando por los suelos—. Por favor, llamad a Hassan y guiadlo a mi aposento. Consultaré con él las impresiones de mi corazón. Tranquilo, Anubis, una vez llegue a concilio con Hassan tu alma podrá estar en paz con respecto a tus hermanos.

— ¿Y Seth, Padre? ¿Qué harás con mi hijo Seth? — Bramó Nut, al fin llenándose de valor para cuestionar a su Padre con tono imperativo—. Se ha cumplido ya el décimo milenio desde tu maldición.

El dios enterró los ojos en los de su hija, casi pudiendo verse reflejado en ellos. Después giró sobre sus talones con dirección a su aposento.

—Tu hijo no será llamado Seth, su nombre es Seto.

— ¡Y no conforme con desterrarlo, has corrompido su nombre divino!

Ra ignoró la rabieta de Nut, ardiendo de impotencia ante la indiferencia de su creador. Quiso expresar que amaba más a Seth de lo que merecía por sus afrentas, más comprendió que su hija lo echaría por tierra defendiendo su amor de madre. Por eso le ofreció la espalda hasta que hubo invadido su lecho, donde Hassan aguardaba paciente por su llegada.

—Padre— el siervo se arrodilló posando primero el pie izquierdo—, gracias a tu tercer ojo hemos dado con el paradero de Neftis.

— ¿Y sus hijos? ¿Qué ha sido de mis pequeños? —Ra se atosigó—. ¿Acaso han perecido en la masacre?

Neftis tenía el vientre maldito: sirviéndose de su parecido con Isis, su hermana gemela, se acostó con su cuñado Osiris, siendo a su vez infiel a su esposo Seth. De aquel acto inaudito para Ra, nacieron tres vástagos que Neftis transformó en Dragones antes de huir con ellos hacia Egipto.

—El primer Dragón, tan blanco como tu manto, cayó en el norte. El segundo Dragón, negro como la cabeza de chacal de Anubis y blanco como las escamas del primero, cayó en el sur. Y el tercer Dragón, tan rojo como la sangre que bebió Sejmet, cayó en el oeste.

—Ya veo. —Hassan se alegró de haber aliviado, aunque fuera por un breve momento, la pena de su creador—. Al cruzar por el velo han de haberse convertido en Ka. Mientras estamos aquí, deben estar vagando en busca de un cuerpo al que poseer.

— ¿Qué deseas tú que haga yo con ellos, Padre?

Ra escudriñó la pregunta en el rincón más profundo de su pensamiento, y cuando emitió el veredicto, impelido además por las exigencias de su corazón, Hassan se turbó en sus adentros.

—Quiero que escondas la Eternidad entre los herederos de esa Sangre Draconiana.


Anécdota feliz: La mitología egipcia tiene muchas caras, sin embargo, me he inspirado en el mito de que Shu y Tefnut, siendo la primera pareja creada por Ra — como Adán y Eva— engendraron a Nut, que para los egipcios es la luna o la diosa del cielo. Nut a su vez tuvo cuatro hijos: Osiris, Isis, Seth y Neftis, siendo esta última gemela de Isis. Como los egipcios tenían por costumbre casarse con su propia familia para preservar la sangre real, Osiris se casó con Isis y Seth con Neftis. El mito relata que, aprovechando su parecido con Isis, Neftis le fue infiel con Osiris, y producto de esa abominación nació Anubis, el dios de los muertos. Es decir, que la única variación entre dicho mito y este prólogo, es que Neftis no solo tuvo a Anubis, sino que también parió tres hijos más que convirtió en Dragones para evitar que Ra les asesinara.

Esta historia sigue el formato de Gozaburo y One Punch Man: historias cuyo número de capítulos no es muy elevado. Puesto que son, más bien, pequeños relatos que se me ocurren de manera esporádica.

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