N/A: Acabo de ver de nuevo la película por...millonésima vez, y tenía que escribir esto. One-shot, Slash implícito.
Jim sabe que el poder y la magnitud del R.L.S Legacy siendo consumido por la atracción de un agujero negro es algo que no debe tomarse a la ligera, de hecho, es algo que debería estar preocupándole muchísimo, al fin y al cabo, va a morir. Va a morir y ese pensamiento le asusta mucho menos de lo que debería, le asusta menos porque morirá sabiendo que intentó hacer algo para cambiar las cosas, que emprendió un viaje para demostrar que podía servir para algo, que no era simplemente un adolescente malcriado creando problemas que otros tenían que resolver, que alguien, por una vez, podía sentirse orgulloso, que alguien veía en él algo más allá de lo que nadie se había esforzado jamás por ver.
Que ese alguien era Silver.
Lo vio en su mirada aquella misma tarde cuando regresaron de navegar juntos en el esquife, porque Jim quiso complacerle con tanta fuerza, quiso con tanto ahínco que viese su potencial oculto, que no escuchó del todo las indicaciones del cocinero mientras se lanzaba impulsivamente hacia la infinita grandeza del Eterium.
También lo ha visto hace un momento, con Silver a punto de caerse por la borda, Jim salvando su vida, y una mano gigante posándose agradecida sobre su hombro durante mucho menos tiempo del que hubiera deseado.
Le da bastante pena, y definitivamente bastante rabia que justo ahora, justo cuando por fin siente que empiezan a conectar de verdad, justo en el momento en el que quizá, y solo quizá, fuera capaz de atreverse a dar el próximo paso, vaya a terminar todo.
Aun así Jim está ciertamente agradecido, y se siente bastante dichoso, porque es mucho más de lo que cree que merece, y mucho más de lo que jamás esperó conseguir.
Por eso cuando se aferra a una de las columnas del barco con firmeza, y cierra fuertemente sus ojos dispuesto a abrazar su destino, está más que preparado para morir.
Para lo que no está preparado es para sentir repentinamente la sobrecogedora y abrumadora presencia de Silver detrás suya, reconfortándole con su calor mientras oleadas de escalofríos le recorren de arriba a abajo.
Y que el infierno le perdone porque se da cuenta de que prefiere mil veces esta muerte si con ello puede tener a Silver estrechándose así contra él, que toda una vida sin haber sentido al cocinero apretándose contra su espalda.
Jim se obliga a sí mismo a saborear cada segundo de esa preciosa oportunidad, porque sentir la respiración de Silver sobre su cuello, tener su poderoso cuerpo abrigando el suyo-más cerca de lo que jamás se habría atrevido a soñar-escudándole con su propia vida, y ambas manos, tanto la mecánica como la orgánica, curvadas protectoramente a los dos lados de su cabeza, le convierten de repente en el ser más afortunado de todo el maldito universo.
Un par de lágrimas traicioneras luchan por escapar de sus ojos, y Jim les da libertad para hacerlo, al fin y al cabo va a morir aquella noche, ya no hay necesidad de fingir más.
—Tranquilo chico, no va a pasarte nada.
En ese momento Jim quiere reír ante la ironía de aquello, quiere reír porque no son lágrimas de angustia o tristeza, no son más que lágrimas de felicidad. Pero no piensa corregir a Silver, va a aprovecharse de la fachada de supuesto temor para apretarse más contra la inmensa calidez que es su cuerpo, y va a aspirar profundamente su inconfundible e indispensable aroma, que es una mezcla perfecta de sudor e ingredientes de cocina y especias.
Dios, es tan intenso que no quiere que acabe, quiere quedarse así eternamente.
Y es curiosamente paradójico porque en ese mismo instante, cayendo en picado hacia el abismo, y estando prácticamente al borde de la muerte, Jim se siente, por primera vez, más vivo y más real que nunca.
