DISCLAIMERS: Ni 'Kuroshitsuji' ni sus lindos personajes me pertenecen, sino a Yana Toboso-sama. Lo único mío es esta historia y los OC's (Original Characters) incluidos.

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ADVERTENCIAS: Continuidad alternativa al final de Kuroshitsuji II. Historia ocurrida entre el prólogo y el primer capítulo de "Akuma no Tengoku, Tenshi no Jigoku".

» Insinuaciones de parejas crack, parejas no tan crack y también de parejas que incluyen y/o se conforman por OC's.

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"PRÓLOGO"

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Era una apacible noche de primavera, de esas donde sopla la brisa y se agitan las flores. En una gran casa de campo a las afueras de Londres, resonaban risas dentro de una de sus tantas habitaciones. El propietario y una niña se divertían jugando al caballito, con ella montada sobre la espalda de su padre y éste desplazándose torpe, pero animadamente como si fuera un animal de cuatro patas.

Howder Sunflow adoraba a su pequeña hija, era el rayo de luz de su vida y literalmente la niña de sus ojos. Ambarinos como los girasoles que tanto le encantaban a su madre, de quien Darla Sunflow heredó sus cabellos cremosos y su piel sonrosada. Su padre tenía el cabello corto, peinado hacia los lados y de un color castaño oscuro, al igual que su bigote.

Dentro de una semana sería el séptimo cumpleaños de ella, y como toda infante, estaba bastante emocionada. Lo mismo ocurría con el hombre de treinta y siete años, quien después de acabar el juego, le leyó una historia de esos tantos seres mitológicos que su difunta esposa solía contarle a Darla antes de dormir.

—Mira, ¿recuerdas cómo se llama éste?

—Sí, ése es el unicornio —Respondió la chiquilla de los rizos, señalando con su dedito al hermoso caballo de pelaje blanco y con un plateado cuerno en su frente, que en la ilustración del libro iba acompañado por otra criatura—. ¡Y éste es un centauro!

—Ohhh, aunque el centauro luce un poco aterrador para mí… a ti te gusta, ¿no es así?

La sonrisa de Darla se ensanchó ante el dibujo de la criatura con torso de hombre, todo musculoso y sujetando arco y flecha con sus manos, pero cuya parte interior de su cuerpo era la de un caballo café. Aparentemente usaba su arma para defender al "caballo del cuerno" de algún peligro, ya que no apuntaba la flecha en dirección a éste. Cualquiera pensaría que a la pequeña le gustaría más el unicornio… pero en realidad su criatura favorita era el centauro. Siendo el que más le gustaba de todas las historias que escuchó desde que tenía memoria.

—¡Es muy grande y fuerte! Pero a la vez es muy bueno. Como tú, papá~

—¿Así que me parezco a un centauro? —Él enarcó una ceja, pero sonrió y llevándose una mano a la boca cual tímida señorita, cuestionó—. ¿Pero al menos soy un centauro lindo?

Ella se rió y asintió para después bostezar, cerrando el libro para abrazarlo contra su pecho. Howder finalmente la acomodó en la cama y la arropó. Él tendría que salir en la noche con sus compañeros arqueólogos para investigar unas extrañas ruinas, ubicadas en lo más profundo del bosque. Quería avanzar lo suficiente en esa semana para no perderse el cumpleaños de Darla.

—Ya me debo ir, pero volveré en la mañana del día de tu cumpleaños, ¿está bien?

—¿Lo prometes? —Él asintió y ella murmuró—. Te voy a extrañar, papá.

—Yo también, pero no te dejaré por mucho tiempo —Le besó la frente con amor y susurró de misma forma—. Manténme cerca en tus sueños.

Y cuando se retiró de la habitación, no sin antes dedicarle una última sonrisa a la pequeña, el hombre cerró la puerta. En menos de media hora ya se había arreglado, y se subió en el carruaje que conducía una de las pocas sirvientas que se encargaba de la casa de campo. Todo eso era observado por una figura de largo cabello rojo, que yacía posada sobre lo alto de un árbol no demasiado alejado del lugar.

Grell Sutcliff entrecerró sus ojos verde fluorescente y dedicándole una mirada a su libreta, soltó un suspiro entre resignado y ligeramente apenado. No había duda… ese humano era del que debería encargarse dentro de unos días. Llegaría a su destino, pero según sus apuntes: habría una avalancha en las ruinas a las que se dirigía y ya no podría abrazar a su hija nunca más.

«A veces me pregunto cuántas tragedias puede sufrir una misma familia…» Pensó al recordar cuando tuvo que cosechar el alma de la esposa del mortal, ya hace un par de años. Se alzó de hombros y simplemente desapareció del árbol.

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Y una semana después, a primera hora de la mañana…

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Darla Sunflow corría por los pasillos con emoción y todavía vistiendo su camisón de dormir, abrazándose al libro que su padre le leyó siete días atrás. Estaba muy concentrada leyendo su cuento favorito —el del centauro que protegía al unicornio de los que buscaban hacerse inmortales bebiendo su sangre— cuando escuchó como un carruaje entraba en los terrenos de la casa de campo. Seguramente era su padre que volvía de su investigación para celebrar su cumpleaños, tal y como le había prometido.

Pero estando a sólo un par de pasos de entrar a la sala principal, se detuvo de súbito al escuchar las voces de los humildes y amables empleados del lugar:

—Esto es terrible… ¿por qué? ¿Por qué tuvo que pasar?

—Y-y justo antes de su cumpleaños, ¿c-cómo podría tener el corazón para d-decírselo?

—Ahora la Señorita Darla está sola en el mundo…

La segunda de las voces era la que más quebrada sonó, y no era para menos. Pues fue la persona que sin saberlo, llevó al Amo que tanto respetaba al lugar de su muerte; aunque fuera un lamentable accidente. Todos se sobresaltaron al ver a la niñita entrar al salón, con pasos dubitativos y una carita de curiosidad. Vio muchas caras conocidas, pero también algunas que no resultaban familiares.

—S-Señorita Darla… —La cochera de la mansión se levantó de su silla, teniendo sus ojos enrojecidos por el llanto que había derramado desde hace una semana.

—¿Denise? ¿Por qué lloras? Y mi papá… ¿dónde está mi papá?

La joven de cabellos tangerinos y ojos verdosos se mordió el labio, luchando por no volver a llorar y simplemente se le acercó, agachándose y abrazándola contra su pecho. Uno de los hombres que no se le hacía familiar y vestía ropas de arqueólogo, se levantó sosteniendo un sombrero entre sus manos. Lucía cabizbajo y atormentado.

—Debo decírselo, jovencita… su padre, él…

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Ya había caído la noche, el ambiente se notaba fúnebre y sumamente silencioso. Darla Sunflow había llorado durante el transcurso del día y ni siquiera cruzó por su mente la idea de comer pastel, no tenía hambre.

Denise la escuchaba llorar desde el exterior de su cuarto, apretando contra su pecho el antiguo, pero rústico y bello espejo de plata que trajo el compañero de su difunto Amo. Ese arqueólogo comentó que cuando el Señor Howder lo encontró, quería llevárselo como obsequio a su pequeña. Pero oyendo el llanto de Darla, la cochera entendía que no quería regalos, no quería nada más que tener a su padre a su lado… quería entrar y confortarla, pero tenía miedo de verla y quebrarse de nuevo.

¿Por qué? Primero una enfermedad le quitó a su madre, y ahora quedaba huérfana. ¿Por qué? Nunca había una respuesta para ese tipo de preguntas.

Lo único que quedaba era velar por ella, siendo tan joven y quedando como cabeza de la familia Sunflow: probablemente muchos codiciosos querrían manipularla y robarse todo lo que el señor Howder había dejado. Por más que él, tras morir su esposa, adelantó el testamento y dejó la gran mayoría de posesiones a nombre de su hija, siendo algunas propiedades más para los sirvientes que durante años le sirvieron fielmente.

—P-Papá… —Susurraba con voz llorosa y algunas lágrimas cayendo sobre la cubierta del libro—. Papá, p-por favor, vuelve…

El espejo en las manos de la sirvienta pareció despedir un destello. Fue por un micro-segundo nada más, pero Denise pudo captarlo. ¿Habría sido su imaginación? ¿O acaso…?

—H-haré lo que sea, papá… así que, por favor…

¡No! Definitivamente el espejo había vuelto a brillar, ahora por un par de segundos más. Incluso Denise sintió algo de calor rodeándolo y, por acto reflejo, lo soltó dejándolo caer al suelo. Sin embargo, el objeto no se quebró ni el cristal se agrietó.

—N-no me importa cómo, pero alguien, quien sea… ¡por favor, devuélvamelo!

Denise tuvo que contener un grito, ya que en el vidrio apareció reflejado el rostro de una figura oscura, de la que sólo se apreciaban un par de ojos brillantes, violetas y con pupila tan contraída como la de un reptil. Justo después, a velocidad vertiginosa y como si tuviera vida propia, el espejo se deslizó por debajo de la puerta del cuarto de la niña. Denise intentó cogerlo, pero aunque sus dedos tocaron apenas un bordecito del mango, algo similar a una descarga de energía sacudió su cuerpo y la empujó hasta chocar con la pared frente a la puerta.

Sobresaltándose por el sonido del golpe, la expresión sorprendida y llorosa de la niña se incrementó al oír una voz profunda, masculina, casi sobrenatural resonar por toda la habitación:

««¿Fuiste tú quien me invocó?»»

Ella levantó su mirada, buscando al dueño de aquella voz, pero no había nadie más en el cuarto. Preguntando quién fue el que habló, con triste curiosidad más que miedo, Darla volvió a oírlo:

««Fui yo… levántame del suelo, ¿sí? Quiero verte mejor»»

Antes de que acabara esa oración, la de cabellos color crema ya había caído en cuenta que la voz provenía del espejo. Casi por mecánica inercia, se acercó para cogerlo entre sus manitas. Estaba caliente, pero no tanto como para quemar su piel. Tal como Denise, pudo ver una cabeza oscura y de ojos brillantes reflejada al otro lado del cristal.

—¿Q-quién eres? —Preguntó Darla, sorprendida de ver que los ojos pestañeaban y todo, en lugar de ver su propia carita reflejada—. ¿Qué haces d-dentro del espejo?

««Mi nombre no tiene importancia. Estoy atrapado aquí por culpa de la maldición que me lanzó un… conocido mío»»

—¿No puedes salir?

««Supongo que podría. Pero primero necesitaba que alguien encontrara esta "celda" y luego…»

Sintiéndose incitado por un "¿y luego?" de su oyente, el ser al otro lado del vidrio añadió:

«Y luego, si tenía suerte, poder hacer un contrato con alguna persona»»

—¿Un contrato? —Lo vio rodar los ojos con molestia, para luego entrecerrarlos con repentino interés.

««Sí, ¿no sabes lo que es un contrato, niña? ¿Cuántos años tienes? Por lo que me parece, eres una niña pequeña, ¿no?»»

—Se supone que hoy sería mi séptimo cumpleaños… —El ser no pasó por alto el tono dolido en la voz de la menor, y con una tranquilidad que habría resultado fría para cualquier persona que fuera mayor que Darla, preguntó:

««¿Así que tienes siete años? ¿Y entonces por qué esa cara larga?»»

Ella tardó unos segundos en contestar, pero le explicó todo lo ocurrido.

El ente volvió a pestañear, ya que ella al final cuestionó si había alguna forma de ayudarlo a salir de su prisión; como si no se hubiera esperado que se mostrara atenta con su situación, a pesar de su estado de luto. Afirmando que sí podía ayudarlo haciendo un contrato con él, explicándole a su vez que consistía en cumplir un "deseo" que tuviera, y a cambio recibiendo "algo" de ella. Darla bajó la cabeza.

««¿Qué sucede? ¿No tienes algún anhelo, objetivo o deseo en mente? ¿Incluso uno de cumpleaños?»»

—N-no sé qué podría pedirte. Aunque quiero algo, sé que es imposible…

««Nada es imposible para alguien como yo. ¿Qué tal si hacemos el contrato por adelantado? Para cuando sepas qué deseas y estés satisfecha con mis servicios, nuestro pacto se daría por terminado y ambos tendríamos lo que deseamos del otro»»

Normalmente no estaría permitido hacer un contrato sin un deseo, pero lo que más le importaba era escapar de ahí.

Al verla asentir luego de otro par de segundos, le dijo que tendría que darle un poco de su sangre para salir de su prisión. No demasiado, con sólo una gota bastaría. Darla era una niña tan extraña que la idea de sangrar sobre un espejito para sacar a alguien atrapado, o siquiera el tener que dar su sangre no le causaba miedo. Pero no estaba segura de cómo hacerse sangrar y al captar eso, su interlocutor le indicó que él se encargaría de todo.

««Tan sólo tienes que tocar el cristal y yo obtendré lo que necesito»»

Para el momento en que Denise despertaba, siendo sacudida por otro de los sirvientes y preguntándole qué le había pasado, la infante colocó un dedo tembloroso sobre el frío vidrio.

La cochera había gritado el nombre de Darla a la vez en que la niña soltó un quejidito de "¡Ouch!", sintiendo como si una aguja del otro lado del cristal le hubiera pinchado la piel. Separó el dedo rápidamente y notó como una gotita roja cayó sobre el espejo, pero en lugar de quedarse sobre la superficie, lo atravesó como si se tratara de una ventana abierta. Casi como si alguien lo hubiera absorbido.

Todo el cuarto de repente se hundió en penumbras, siendo el espejo la única fuente de iluminación. Pero no una que fuera "brillante", sino más bien opaca y difusa, casi como neblina con parpadeos intensos. El objeto cayó al suelo con esa bruma incrementándose encima suyo y tomando una forma grande, justo cuando la puerta del cuarto se abrió por un par de patadas de las personas que estaban afuera.

¡SEÑORITA DARLA!

—P-pero… ¿¡QUÉ ES ESO!?

La imponente figura todavía se veía rodeada de niebla, pero se había vuelto lo suficientemente visible para apreciarse su contorno. No era nada que tranquilizara a los adultos, sobretodo a Denise cuando… "eso" giró la cabeza lo suficiente para notarse los mismos ojos violáceos de antes. Y con una voz calmada pero potente, el ser habló:

—No interfieran en lo que no les concierne, humanos.

Denise volvió a sentir como otra descarga de energía la golpeaba, al igual que a los demás sirvientes, empujándolos hacia atrás y cerrando la puerta al final. Pero aunque la pelirroja intentó volver a golpear la madera de roble, no había manera de abrirla. Como si algo poderoso lo presionara desde adentro, para mantener cerrada la puerta que para colmo se sentía bastante gélida.

—¿H-humanos? —La vocecita de Darla le hizo volver la cara hacia ella, pero a diferencia de Denise, ese par de ojos sobrenaturales le inspiraron curiosidad en vez de miedo.

—Ah, cierto. También eres humana —Lo vio rodar los ojos y entonces la niebla poco a poco se fue disipando—. Pero a diferencia de ellos, eres una que me interesa. ¿Cuál dijiste que era tu nombre?

—N-no lo dije —La carita de Darla enrojeció al notar eso, por lo que se presentó avergonzada—. Pero, ¿entonces cómo te llamas tú?

—Ya dije que eso no tiene importancia —Repuso la voz sombríamente, con la niebla disipándose cada vez más y apreciándose una dentadura filosa en su boca mientras hablaba—. Incluso, no habría problema si quieres ponerme un nombre de tu preferencia.

—¿Y-yo? Bueno… —Pensó en su padre sin saber bien por qué, recordando lo bonito que le sonaba su nombre. Y sin darse cuenta murmuró—. S-se llamaba Howder.

—¿Howder, entonces?

—¡No! Aunque… bueno, si no te molesta que te diga así…

—Me da igual, sinceramente. Pero necesito un nombre con el cual identificarme mientras me encuentre en este mundo.

Para ese punto, la niebla desapareció por completo y la oscuridad del cuarto se vio reemplazada por la luz de la luna, colándose por la ventana. El sonido de unos cascos de caballo hizo eco cuando la figura empezó a caminar, comentando que se sentía bien mover las piernas luego de tanto tiempo… y maldiciendo por lo bajo a "un impertinente cuervo".

—¿Eh? —Ella se frotó los ojos con sus manos, sin poder creer inicialmente lo que veía, como si todo lo ocurrido antes no fuese bastante extraño de por sí—. ¿E-eres un centauro?

Gracias a la luz lunar pudo apreciarlo perfectamente. El cuerpo cuadrúpedo y negro de un caballo, con el torso musculoso y algo cetrino de un hombre donde originalmente estaría la cabeza del animal. Su cabellera hacía juego con el marrón oscuro de su "cola equina", y era tan voluminosa como la melena de un león. Aunque su rostro parecía ser de alguien con cierta edad, con algo de barba y todo, lucía relativamente atractivo.

«¿Así es como los humanos apodaron a los de mi especie? ¿Centauro?» Pensó para sus adentros, cruzando sus fuertes brazos frente a su humanoide pecho. Bueno, al menos no era tan humillante como ser apodado "Unicornio". Pero al recordar que la chiquilla lo veía, como no le agradaba el afirmar ser "una criatura fantasiosa de la mentalidad humana", optó simplemente por contestar:

—Soy lo que tu triste corazón tanto anhelaba —Un click hizo eco en la mente de Darla y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, haciéndolo enarcar una de sus oscuras cejas.

—¿P-Papá…? ¿Eres tú? —Tras verle su rostro fijamente como confirmando su idea, corrió hacia el "disque centauro" y lo tomó por sorpresa al abrazar una de sus piernas de caballo—. ¡Papá, en verdad eres tú!

«¿Pero qué cara-?»

—¡Te ves como el centauro del libro, pero eres tú! —Lloriqueaba alegremente. Según las palabras de él, entonces sus suplicas fueron escuchadas. Lo que más anhelaba era recuperar a su padre, y aunque tenía otro aspecto: ahí estaba. Sonrió apegando su infantil carita contra su peluda patota—. Oh, papá…

«¿Papá?» Se cuestionó bajando su cabeza y mirándola fijamente. Sin moverse un centímetro lejos de su abrazo, entrecerró lentamente sus ojos violetas. «Si eso es lo que desea…»

Al escuchar nuevamente unos golpes contra la puerta, la niña se sobresaltó y el ser se enojó. Con una suavidad que no coincidía con su intimidante aspecto, la cargó para ponerla sobre el colchón de la cama del cuarto. Le dijo que esperara en lo que se encargaba de esas "molestias", y tan pronto lo vio darse la vuelta, Darla le sostuvo apresuradamente de su cola. Eso normalmente le habría ofendido, pero giró su cabeza sobre su hombro al momento en que ella le pedía:

—S-son buenas personas. No las lastimes, papá…

¿Eso debería considerarse una orden?

Tal vez se tratara de una mera infante, pero prácticamente era su "Ama y Señora". Así que tenía que seguir su voluntad y todo lo que le indicara. Por lo que tan sólo asintió y antes de salir de la habitación, susurró con voz ronca y serena:

—Yes, My Darling.*(1)

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¡WIIIIIIIIIIIIIILL~!

Aquél que correspondía al nombre de William T. Spears se apartó a un lado, justo a tiempo para evitar que lo rodearan los brazos de su afeminado compañero. El pobre pelirrojo terminó chocando contra una pared del Despacho Shinigami y una vez separó la cabeza de la dura superficie —esperemos que sin haberse roto la nariz o se armaría tremendo berrinche— notó como su Jefe se le acercaba.

—Grell Sutcliff —Habló William, pensando internamente que nunca llegaría el día en que diría lo siguiente—. Que bueno que apareces.

—¿C-cómo? —El de dientes filosos aparentemente pensaba lo mismo, cuando de pronto el otro le tendió una hoja de papel—. ¿Qué es esto?

—Todo lo que debes saber para tu nueva misión.

¿¡NUEVA MISIÓN!? —Grell le dio una repasada rápida a la información de la hoja, frunció su ceño y volvió a ver a William—. ¡Pero acabo de regresar de ese lugar, Will!

—No soy yo quien tomó esa decisión, pero considerando lo que te asignaron en esta misión… —El de cabellos oscuros se ajustó las gafas como solía hacer, con su Death Scythe en forma de largas tijeras de jardín. Y entrecerrando sus ojos fluorescentes, le dedicó una mirada severa—. Servirá para compensar lo que hiciste aquella vez.

El Sutcliff hizo un puchero sabiendo bien a qué se refería, pero no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes. Por lo que cuando vio alejarse al otro por los pasillos, se puso a leer con más detenimiento la información y alzó con sorpresa sus finamente depiladas cejas.

«¿Por qué algo así aparecería en el mundo humano tan repentinamente? Y después de tanto tiempo, ¿por qué ahora?»

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Notas de autora:

*(1) "Yes, My Darling" es un juego de palabras que (en inglés) podría significar: "Sí, querida"; pero también algo como: "Sí, mi amor".

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No estaba muerta, Kuro-fandom. Andaba de parranda (?)

Okya, es raro volver a publicar algo en este sección x'D

Sobretodo con una intención que no sea la de re-editar y actualizar fanfics viejos. Los que ya corregí lo tienen señalado tanto en el Summary como al final de cada historia y/o capítulo. Aún faltan algunos más por editar, pero estaba también con la espinita de iniciar un proyecto relacionado a mi continuidad de "Kuroshitsuji III".

Un amigo me animó tras hablarle de esta idea, y bueno ¡aquí me tienen! Con una historia que tuve en mente desde hace mucho, pero que no pude plasmar sino luego de ordenar muchas ideas, además de salir de frustrantes años que me mataban la inspiración por cuestiones personales.

Espero les guste tanto a los que ya me conozcan por aquí, como a los que me lean por primera vez.

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