Disclaimer, Rendición libro de Kayla Leiz, y Card Captor Sakura le pertenece a Clamp, es una adaptación de una de mis historias favoritas y quiero que la conozcan, salvo por algunos agregados que le voy a hacer porque siento que algunas ideas de la autora quedaron inconclusos (o porque el programa donde lo leo lo borro) los agregue yo sin animo de lucro. esta historia es muy buena y deseo que la conozcan , uso un poco el nombre chino de Shaoran (Li Xiao lang) porque el protagonista realmente se llama Wolf, la protagonista Shanie, si quieren saber como se llaman realmente los personajes pueden preguntarme.
Advertencia: esta novela tiene escenas subidas de tono (conocidas como Lemon) si no les gustan pueden bajar el cursor hasta el final de algunos episodios, yo les advertiré a partir de donde en lo capítulos futuros, es para mayor de 18 años o si eres un adolescente con criterio maduro y amplio adelante pero quedas advertid .
Bueno sin mas preámbulos disfruten la historia
Rendición
Capítulo 1
Te encuentro, te amo y luego te rechazo.
La música resonaba en sus oídos como si fuera el redoble de un tambor. Odiaba esa clase de ritmo, pero era lo que los jóvenes querían escuchar, y estar en la discoteca de moda significaba aguantar los gustos musicales del momento. En su mano sostenía un Sex on the Beach mientras observaba desde la barra la pista de baile. Una semana yendo a la discoteca y lo único que había conseguido hasta entonces había sido conocer todos los cócteles para mayores de dieciocho años.
Sakura suspiró antes de beber otro trago del combinado y se relajó. Una semana atrás le había parecido bien su plan de ir a la discoteca a ligar. Ahora, después de ese tiempo, no veía las cosas con los mismos ojos. Los chicos eran demasiado jóvenes para una mujer de veintisiete años, y los que se acercaban o bien estaban borrachos, o bien lo hacían por alguna clase de apuesta.
Lo cierto era que aparentaba una edad muy diferente de la que tenía en realidad. Varias veces le habían pedido el carné en la barra antes de servirle una copa, así que, a pesar de lo embarazoso de situaciones como ésas, en el fondo la esperanza de encontrar a alguien que no reparara en su verdadera edad hacía que siguiera volviendo noche tras noche a la discoteca.
Aunque Sakura era una mujer menuda que apenas llegaba al metro sesenta y cinco, y a la que le sobraban un par de kilos, poseía un rostro angelical que parecía el de una chica de dieciséis años. Su piel era blanca, y casi nunca iba a la playa a tomar el sol. Sus ojos, de un color verde esmeralda brillante, cautivaban la atención de aquel que la miraba, protegidos como estaban por unas largas pestañas color café claro, el mismo color de su pelo, una mata ondulante y espesa que alcanzaba sus hombros y le cubría varios centímetros de la espalda. Sus rasgos eran suaves y redondeados, excesivamente infantiles para resultar atractivos. Ése era el problema: los hombres no se fijaban en ella, y los que lo hacían eran demasiado pervertidos como para que se planteara algo serio con ellos. Había probado a maquillarse, llevar ropa para personas más mayores..., pero era inútil. Sólo conseguía ponerse en ridículo a sí misma.
Después de abandonar esas ideas para volver a ser la misma de siempre fue cuando sus compañeros de trabajo le dijeron que lo intentara en las discotecas. No tenía nada que perder. Estaba harta de estar sola y quería vivir, aunque sólo fuera una vez, la felicidad de experimentar el amor..., o un buen polvo; lo que llegara antes.
En alguna parte de la discoteca…
Xiaolang no podía dejar de observar a esa criaturilla que estaba sentada en uno de los taburetes de la barra mirando con ansia la pista de baile. Su sangre se agitó al pensar que ningún estúpido de los que había abajo se había fijado en la presencia de aquel diamante. Llevaba una semana vigilándola desde la privacidad que le ofrecía su despacho en la discoteca y había advertido sus intentos por encajar. Varios jóvenes se le habían acercado, y en esos momentos Shaoran había sentido cómo hervía su sangre, pero la muchacha se había deshecho de ellos, para alivio de él.
Esa chica tenía algo que encendía su cuerpo hasta llevarlo al punto de ebullición, pero era demasiado joven para él. A sus treinta y cinco años no podía pensar en tirarse a una adolescente, si bien esperaba que hubiese cumplido los dieciocho para beber alcohol como lo estaba haciendo entonces, su entrepierna se agitó al verla mover las caderas hacia uno de los sofás de la disco, y se ajustó los pantalones, abriendo más las piernas para aliviar el dolor. Si fuera otra clase de hombre, haría días que esa chica habría pasado por su cama. Li Shaoran era el propietario de Blue Moon, la discoteca de moda en Shibuya desde hacía varios meses.
Toda la gente acudía allí a divertirse, pero él, en cambio, no lo conseguía. Después de distintas relaciones que no habían llegado a nada, sus contactos con el sexo contrario se limitaban a noches de desenfreno salvaje. No pedía más, a pesar de que su corazón quería amar a alguien. Buscó con la mirada a esa criaturilla y prorrumpió en maldiciones. Junto a ella estaba el tipo que había echado el día anterior por haber intentado forzar a una chica. Aquel individuo tenía la entrada prohibida al local, de modo que su portero, Yamazaki, se había vuelto a escaquear. Un estremecimiento le recorrió la espalda y se le erizó todo el cuerpo. Se sintió tenso, dispuesto a saltar en ese mismo momento. El tipo había tocado a su criatura. Dio la vuelta y se encaminó hacia la disco. Sus ojos refulgían por los celos y el miedo a que pudiera pasarle algo a la joven.
En la pista y sofás un tipo ebrio se acerco a Sakura, con pretensiones nada sanas, y también comenzó a acosarla ¡Por Dios!, era un pesado y encima no entendía las indirectas que le lanzaba. Por el pestilente olor que su aliento desprendía y el tambaleo de su cuerpo era evidente que estaba borracho. Tendría quizás unos treinta años y era bastante grandullón, demasiado para su gusto. El pelo, muy corto y oscuro, contrastaba con la piel blanca. Apenas podía verle el color de los ojos porque los tenía entrecerrados.
—Venga, muñeca, ¿qué te parece un bailecito? Seguro que te gusta cómo lo hago.
—No, gracias. ¿Por qué no te pierdes un rato? A lo mejor después estoy más predispuesta.-
«Sí, con diez copas más, por lo menos», se dijo a sí misma. El hombre apresó con una mano el brazo de Sakura y la empujó hacia su pecho. Lo único que pudo hacer ella fue seguir el impulso, hasta quedar aprisionada entre los brazos masculinos. Sintió cómo se le acercaba aún más; su aliento le rozaba el cuello y la nuca, y le provocaba escalofríos. Le oyó inspirar.
—¡Joder!, hueles muy bien, muñeca.-
—¡Suéltame! —exclamó, tratando de liberarse con todas sus fuerzas.
—¿Bromeas? Vamos a divertirnos un rato.-
—¡No! —gritó ella, intentando elevar la voz por encima de la música para que alguien la oyera.
Vio los ojos inyectados en sangre fijos en ella, amenazantes, mientras la presión del agarre aumentaba. Quería huir de allí, no ser la protagonista de esa escena. Su respiración se aceleró sobremanera cuando la mirada salvaje de él bajó por su cuello hacia sus pechos, y al verle la boca babeando, sintió una tremenda repugnancia.
—¡Dios!, estás buenísima... —soltó, tomándole uno de los pechos con su mano y magreándolo.
Sakura apretó los dientes y le lanzó un puñetazo directamente a la cara, aunque no sirvió de nada. Mareado como estaba, le agarró la camisa por el cuello para no caerse, y del tirón, hizo saltar los botones. La prenda se abrió y mostró el cuerpo de la joven cubierto sólo por el sujetador. Ella trató de taparse con la mano libre todo lo que pudo para evitar que los ojos de ese tipo siguieran devorándola.
—¡Suelta a la chica! —ordenó una voz grave junto a ellos.
La expresión del rostro de Sakura era de puro pánico cuando se volvió hacia la persona que parecía haberse dado cuenta de todo. El hombre también miró al recién llegado y palideció al instante.
De inmediato, soltó a Sakura, pero lo hizo de una forma tan repentina que ella se tambaleó y cayó en los brazos de quien la había salvado. Éste la abrazó con fuerza sin dejar de mirar al otro, que retrocedía con rapidez.
—¡Yamazaki, encárgate de él! Llama a la policía y cuéntales lo que pasó ayer y lo de hoy.
—¡Sí, jefe! —gritó el portero de la discoteca, que cogió por el cuello al hombre y se fue disparado hacia la salida.
Xiaolang se volvió hacia ella con preocupación y la observó atentamente.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Ella sólo asintió con la cabeza.
—Criatura, estás temblando. —Se apartó lo suficiente como para quitarse la chaqueta y echársela por encima a fin de cubrir su ropa rasgada
—Te llevaré a un sitio donde podrás relajarte. No te preocupes; nadie te hará daño.-
Aunque debería haberse negado a ir con él porque era un desconocido, Sakura pensó que, por alguna razón, estar en sus brazos, rodeada por su esencia, era como hallarse en un lugar protegido y aislado de todo peligro. Se sentía... a salvo.
Xiaolang condujo a Sakura hasta la parte trasera de la discoteca y subieron las escaleras que llevaban a la sala de descanso del personal. Estaría iluminada y era lo bastante accesible como para que ella no se sintiera incómoda a su lado. Seguía temblando bajo su abrazo, lo que hacía que tuviera ganas de buscar a ese tipo y enseñarle cómo tratar a una chiquilla. La invitó a sentarse en el sofá mientras se acercaba al mueble bar y preparaba una bebida caliente para tranquilizarla. Cuando se volvió, la vio encogida, como si en cualquier momento se fuera a romper. Se maldijo a sí mismo por no haber sido capaz de llegar antes y haberle evitado esa situación que le había provocado el miedo que veía en sus ojos.
Se sentó en la mesa del centro, delante de ella, y le ofreció una taza con chocolate caliente. Ella lo miró con recelo, pero finalmente la aceptó y bebió. —Siento mucho lo que ha pasado. Ese hombre tendría que estar en la cárcel.
—Sí..., debería —contestó secamente.
—¿Te encuentras bien? ¿Quieres que te lleve a un hospital o a cualquier otro sitio?
—No, estoy bien. Gracias por ayudarme. Yo...
Sakura se estremeció involuntariamente, y él frunció el ceño. —¿Tienes frío?
—Es el susto. Nunca me había pasado nada parecido y supongo que me he dejado llevar por el miedo.
—Es normal sentir miedo ante algo así. Una mujer nunca debería verse envuelta en un incidente como éste. Lo siento mucho, de verdad. Tendría que haber intervenido antes.
Por primera vez, Sakura se fijó en el hombre que la había salvado. Era bastante alto y ancho de espaldas, pero no excesivamente musculoso. Desprendía elegancia, también autoridad y confianza en sí mismo, aspectos de los que ella carecía. Vestía unos pantalones negros de tela, una camisa azul con los primeros botones desabrochados, de modo que quedaba a la vista el inicio del vello del torso, tan incitante como seductor. Sus brazos eran anchos y largos, como los que una se imagina cuando necesita que la abracen por completo y la sujeten con fuerza. Los ojos de Sakura siguieron subiendo hacia el rostro del hombre. El mentón, firme y de suaves curvas, era índice de un carácter seguro y de su afán de liderazgo. Tenía unos labios perfectamente marcados y atrayentes,
y en las mejillas se vislumbraban pequeños hoyuelos que debían acentuarse con la sonrisa. Sin duda, la nariz denotaba autoridad, y los ojos, de un tono ámbar, estaban delineados por unas pestañas largas de color oscuro. Llevaba el cabello, que era espeso y voluminoso, lo bastante largo como para que le cubriera la nuca, y mechones de pelo café oscuro le caían sobre la cara.
—¿Seguro que no quieres ir al hospital? —le preguntó, mirándola con preocupación.
—Seguro. Gracias por la taza... Y por salvarme... Y por la chaqueta...
No podía dejar de enumerar cosas. El nerviosismo empezaba a hacer mella en ella.
Xiaolang posó una mano en el hombro de Sakura para tranquilizarla, pero cuando la joven lo miró, su autocontrol empezó a pender de un hilo. Era tan hermosa. Esos ojos intensos lo contemplaban como si necesitaran estrechar el contacto con él, como si lo invitaran a acercarse más. Aumentó la presión sobre el hombro de ella para retenerla en el sitio, mientras avanzaba con lentitud buscando en la mirada femenina algún signo que le hiciera retroceder. Sin embargo, Sakura cerró los ojos y confió en él. Viendo su predisposición, Xiaolang gimió y se abalanzó sin ninguna ternura sobre los labios de ella. Llevaba una semana deseando hacerlo y ahora que estaba a su lado no iba a ser él quien se echara atrás.
Los labios de Sakura eran como conductores de energía. Cada vez que Xiaolang los rozaba con los suyos una descarga de electricidad le recorría el cuerpo y hacía que gimiera sin control. Se los mordió con la presión justa y, después, empezó a lamerlos con la lengua para convencerla de que los abriera y lo dejara explorar más allá. Cuando Sakura entreabrió un poco más los labios y jadeó, Xiaolang irrumpió de golpe en su boca y la saqueó como un vil ladrón. Apropiándose de ella, invitó a su lengua a un baile que jamás otro le había enseñado. Sin duda, era un hombre de mundo, o mejor dicho, un mujeriego, pues sabía besar bien. Sonrió mentalmente; se sentía feliz por el hecho de haber encontrado a alguien que la besara de tal modo. Al menos, ahora la semana ya no le parecía tan mala. Por fin tenía lo que quería: un hombre que la estaba besando como si fuera la única mujer del planeta.
Xiaolang gimió de nuevo cuando su lengua invadió plenamente la boca de ella. Sabía a alcohol y a chocolate, pero también tenía su propia esencia: vainilla. Le encantaba la vainilla, y de la chica emanaba esa sustancia de una manera que embriagaba todos sus sentidos. Sólo podía pensar en tenerla más cerca. Levantándose de la mesa, la empujó sobre el sofá y le puso una rodilla justo en la entrepierna para rozar su sexo; casi podía sentir la humedad que empezaba a acumularse ahí. Esa imagen lo excitó aún más, y se aproximó tanto a ella que notó el contacto de sus pechos en el torso.
Las manos de Sakura se aferraron a los costados de Xiaolang para atraerlo hacia ella mientras las de él se entrelazaban con su pelo para profundizar más el beso. Quería sacar todo lo que pudiera de esa chica antes de soltarla; lo necesitaba. Entonces, sintió que las manos de ella se movían por su cuerpo hacia los botones de la camisa y que desabotonaban algunos. Siseó cuando Sakura metió una mano por dentro de la prenda y le acarició el torso. Cada lugar que tocaba era puro fuego.
Se separó de sus labios y movió la rodilla para frotar su sexo. Un jadeo salió de la boca de la chica y los ojos verdes se oscurecieron a causa del deseo sexual.
—¡Dios!, no puedo separarme de ti —gruñó antes de besarla de nuevo con igual intensidad y de ser recibido con el mismo placer. Sakura se deslizó un poco por el sofá para que la rodilla de él la rozara más y gimió cuando empezó a restregarse contra ella. La humedad se filtraba a través de las braguitas hacia el pantalón de Shaoran. De pronto, oyeron risas que provenían de fuera, y ambos se separaron, mirándose asustados. Si entraban en ese momento iban a pillarlos.
—El baño —susurró Shaoran, tirando de ella para levantarla del sofá. Después, corrieron a esconderse.
En cuanto él cerró la puerta del baño y echó la llave, se dio la vuelta. Sakura lo miraba con una pizca de humor y picardía. Trataba de esconder la sonrisa, pero sus labios la traicionaban. El baño era lo suficientemente amplio como para poder moverse con libertad, y la zona de lavabos, donde estaban, quedaba separada de los retretes, de modo que con algo de imaginación podrían disfrutar por entero. Xiaolang sonrió de forma arrebatadora y recorrió la distancia que los separaba con lentitud; se tomó su tiempo, como un animal haría con su víctima.
Cuando la alcanzó, Sakura estaba apoyada en la encimera de los lavabos. Primero, la cogió por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, y luego asentó su protuberancia entre el sexo y el vientre de ella, para que notara lo que le estaba provocando. La joven abrió los ojos sorprendida por el calor que emanaba de él y le pasó una mano por los pantalones. Lo rozó levemente, pero fue suficiente para que él gruñera, se inclinara hacia su cuello y le mordiera el lóbulo de la oreja.
—Hazlo otra vez, criatura... Tócame —susurró mientras le lamía y mordía la oreja.
Sakura acercó de nuevo la mano y lo tocó allí donde su dureza era evidente. Estaba muy caliente y podía sentir cómo le latían las venas. Movió su mano, arrastrándola por el pantalón y su sexo, atenta a la reacción de Shaoran, que casi a la par empezó a empujar más fuerte hacia ella. Las manos de él bajaron hasta el trasero de Sakura y le apretaron las nalgas, un asidero perfecto mientras se frotaba contra ella y continuaba besándola y dándole pequeños mordiscos por el cuello. A tientas, Sakura buscó la cremallera del pantalón y fue bajándola con lentitud.
Xiaolang se quedó quieto en cuanto descubrió las intenciones de la chica, y al notar la pequeña mano sobre su miembro, dejó escapar un suspiro en el oído de ella, que la hizo estremecer. La joven sacó el pene fuera del pantalón y los calzoncillos con un poco de dificultad, como si fuera la primera vez para ella, pero, una vez hecho esto, lo recorrió con su mano a lo largo, lo apretó con suavidad y atormentó el glande con los dedos, hasta que las primeras gotas de fluido empezaron a salir. Acercó entonces los dedos humedecidos por el líquido a su boca y los lamió, para asombro de él.
Enseguida, Xiaolang abandonó el trasero de Sakura para despojarla de la chaqueta y la camisa, y dejarla semidesnuda. En cuanto las dos prendas cayeron al suelo, la levantó y la sentó en la encimera de los lavabos, poniendo su cuerpo entre las piernas de ella para que no pudiera cerrarlas. Era una postura estupenda, pues, cuando quisiera, podría introducirse sin muchos problemas.
A Sakura le produjo un escalofrío el contacto del mármol con sus piernas. La falda de color rojo que llevaba era demasiado fina y en esa postura la dejaba bastante expuesta ante él.
—No te muevas —le ordenó Shaoran, que se apartó y la observó con los ojos entrecerrados.
Ella lo miró con miedo a ser rechazada y trató de taparse con las manos, pero en cuanto éstas cubrieron los pechos, Xiaolang gruñó, se las separó y las fijó en la encimera poniendo las suyas encima.
—Te he dicho que no te muevas.
—No me gusta que me miren —se defendió ella—. Mi cuerpo no suele gustar.
—¿Bromeas? Es un cuerpo voluptuoso que cualquiera querría tener.
—No es verdad —susurró, incapaz de alzar más la voz después de aquellas palabras.
—¿Quieres que te lo demuestre? —preguntó, levantando una ceja. Entonces, él le lamió el cuello de abajo arriba, lo que hizo que ella echara la cabeza hacia atrás y que arqueara la espalda, dejando expuestos sus pechos. Una vez que llegó al hueco del cuello, lo mordió ligeramente, para luego trazar un sendero con la lengua hasta el hombro, que también mordió. Rehízo de nuevo el camino hasta alcanzar el tirante del sujetador, y cogiéndolo con la boca, tiró de él para bajarlo por el brazo, mientras la besaba cada pocos centímetros. A continuación, procedió de igual forma con el otro tirante, y la dejó parcialmente desnuda. La respiración acelerada de Sakura hacía que sus pechos se elevaran. El color de los ojos de Xiaolang se oscureció aún más. Quería sentir esos pechos en su boca, probar esos pezones y convertirlos en perlas rosadas tan sensibles que hasta el aire la hiciera correrse una y otra vez.
Le dio un apretón a las manos para llamar su atención antes de soltarlas.
—No las muevas de ahí.
Seguidamente, la cogió por las caderas y las acomodó de tal modo que el pene quedó muy cerca del sexo de ella; la humedad que sentía le apremiaba a penetrarla. En ese momento, la mano de Sakura se movió de forma involuntaria hacia su miembro y lo acarició. Esa vez fue él quien echó la cabeza hacia atrás; los testículos se le contrajeron a causa del placer. Sin embargo, recuperó el dominio suficiente como para asir la mano de ella y volver a ponerla en la encimera. Se acercó a su cara y la miró.
—Te he dicho que no las muevas —siseó.
—No lo he podido evitar.
Le mordió el labio inferior y tiró de él hacia afuera, hasta que ella gritó. Entonces, su lengua volvió a entrar en la boca de Sakura mientras sus sexos se frotaban con descaro. Los movimientos de la boca la embestían vivamente, como si estuviera haciéndole el amor, y ese ritmo le provocó una serie de espasmos en la entrepierna. Ella intentó cerrar las piernas, pero Xiaolang le puso las manos en las rodillas y las abrió más, de manera que ganó espacio para frotarse con más rapidez y mayor presión.
—Me voy a... —murmuró en la boca de él. Xiaolang se apartó de inmediato, y la liberación dejó a Sakura insatisfecha y anhelante. Él le sonrió y colocó las manos sobre las suyas.
—Y ahora no te muevas —ordenó nuevamente Xiaolang con suavidad.
La chica suspiró y dejó las manos en la encimera mientras las de él la acariciaban siguiendo las costillas, los costados y la espalda hasta el cierre del sujetador. En el momento en que soltó la última presilla, tiró del sostén para retirarlo y se apartó un poco de ella para observar los pechos. De nuevo, ella sintió la necesidad de cubrirse, y sus manos empezaron a temblar en tanto se debatía entre si debía moverse o no, obedecerle o no. Agachó la mirada para evitar la del hombre, pues no quería percibir en sus ojos algún atisbo de desagrado que la incomodara, pero no cayó en la cuenta de que otra parte de la anatomía masculina le llamaría más la atención. Pese a que Xiaolang llevaba puestos aún la camisa y los pantalones, su miembro estaba fuera apuntando directamente hacia ella, duro y listo para una sesión, o incluso dos. Cuando éste saltó ante sus ojos, Sakura jadeó a causa de la sorpresa, pero la risa de Xiaolang hizo que desviara la vista.
—¿Te gusta lo que ves?
Ella asintió con un gesto al ser incapaz de articular palabra; tenía los ojos fijos de nuevo en su pene. Cuando él se acercó, Sakura perdió la perspectiva, pero a cambio notó el intenso ardor que le producía su proximidad.
—Te gustará más cuando esté enterrado dentro de ti —le susurró al oído.
El cuerpo femenino reaccionó ante aquellas palabras y se arqueó de nuevo. Las entrañas de Sakura ardían. Ansiaba correrse, y ya no era una necesidad, era más que eso. En el momento en que se curvó, Xiaolang le cogió los pechos con las manos y los apretó hasta que quedaron apuntando hacia él.
—Sí..., así me gusta —murmuró.
El hombre se inclinó y se metió uno de los pechos en la boca. Sakura gritó ante el calor que sintió. Después, la lengua de él comenzó a lamer en círculos cada vez de menor diámetro, hasta que llegó a la areola y, de ahí, al pezón. No estuvo satisfecho hasta que lo mordió y chupó para obtener como resultado una perla enrojecida y dura. Cuando abrió la boca y dejó escapar el pecho, el aire fresco hizo que los espasmos de ella se multiplicaran. Sakura le echó los brazos al cuello gritando.
Pero al contacto del pezón con la camisa y el torso de él la sacudió otro orgasmo, y volvió a gritar mientras se apartaba. Xiaolang la sujetó por las caderas y la espalda para evitar que se hiciera daño y decidió aguardar hasta que ella se tranquilizara, después de haber tenido dos orgasmos tan seguidos. Era mucho más sensible de lo que había esperado. Sus ojos eran dos esmeraldas oscurecidas; su cuerpo, un tesoro entre sus manos.
—¿Preparada para otro asalto? —le preguntó, sonriente, mientras le colocaba las manos de nuevo en la encimera y asediaba el otro pecho para volver a repetir los mismos pasos.
Esa vez Sakura se mentalizó, y cuando Xiaolang soltó su seno y notó una corriente de aire fresco, apretó los dientes y los músculos de su sexo para aguantar, pero no vio venir el roce de la mano. Una simple caricia fue suficiente para volver a catapultarla a un nuevo orgasmo. Dejándose caer hacia atrás, se golpeó la espalda contra el cristal frío del espejo, y se quedó jadeando a causa del contraste. En esa ocasión, le costó mucho más recuperar la conciencia, y Xiaolangesperó, recreándose en los rizos caoba que se transparentaban a través de las braguitas mojadas. Después de tres orgasmos intensos era normal que gotearan. Tiró de la cinturilla para sacárselas. Luego, la abrió con amplitud y jugueteó con los rizos hasta llegar al clítoris, ya duro e hinchado, deseoso de más acción.
Entonces, se metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón y sacóun condón. Lo rasgó y se lo colocó en cuestión de segundos, de tal forma que cuando la respiración de Sakura volvió a la normalidad, Xiaolang ya estaba preparado para enloquecerla otra vez.
—Dime, criatura, ¿estás lista?
La chica lo miró primero a los ojos y después desvió la vista hasta fijarla entre las piernas, donde la cabeza del pene estaba alineada con su vagina. Asintió, mirándolo de nuevo a los ojos.
Xiaolang cogió las caderas de Sakura y empujó lentamente el pene hacia dentro, intentando hacerse espacio en el angosto canal.
—Eres muy estrecha... —siseó él.
Levantó la vista hacia ella y se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados, el cuerpo en tensión y los puños apretados. La barrera que indicaba la virginidad de Sakura fue un choque para él, que se detuvo de inmediato.
—¿Eres virgen? —preguntó; aunque sabía la respuesta, temía la confirmación.
Sakura abrió los ojos y asintió, reteniendo el aire. Notó entonces que el pene de Xiaolangse retiraba y sollozó.
—Por favor... Has sido el único; por favor, hazlo.
Por un momento, estuvo a punto de seguir adelante, pero al final sacó todo el miembro y se quitó el condón. Incorporó a Sakura y la besó en la sien, manteniéndola unida a él en un abrazo.
—Escúchame, criatura. Te mereces algo especial para tu primera vez. Estoy seguro de que hay muchos chicos de tu edad enamorados de ti. No hagas una tontería con un viejo como yo.
—Yo no soy...
—¡Chsss! No quieras correr sólo por perder la virginidad. Aún tienes mucha vida por delante. Ya verás como llegará el hombre especial y podrás tener una noche mágica con él.
Se apartó de ella y se abotonó la camisa. Metió el miembro, aún duro, en los pantalones y volvió a mirarla. —Me aseguraré de que no haya nadie fuera. Vístete. Le pediré a Yamazaki que te saque de aquí y te acompañe hasta un taxi para que no te pase nada. Adiós, criatura.
Sakura se quedó sentada en la encimera sin poder creer lo que le estaba pasando. La había confundido con una niña. Ciertamente, ya le había pasado antes, pero no a ese nivel. Había confundido su cuerpo con el de una niña. Subió las piernas y las rodeó con los brazos. Apoyó la cabeza en las rodillas y lloró.
