Prisionera
Bajo la atenta mirada de su familia, ella se quedó inmóvil, aturdida y con mucho temor. Observaba al apuesto joven que estaba en frente de ella con una caja y un anillo de compromiso. El diamante resplandecía en medio de la solemne oscuridad de la reunión familiar. La pregunta quedo hecha en el aire, todos la observaban.
Los ojos serpentinos de su padre estaban sobre ella, con esa actitud inquietante y poderosa, comenzaba a sacar su varita para usarla como amenaza. Un chico de cabello platinado le indicaba que siguiera adelante, mientras otras dos muchachas que eran sus hermanas la miraban con frivolidad.
Era su prueba de fuego.
Su boca se curvó en un gesto de desaprobación y angustiada rechazó la oferta de ser esposa con sólo 16 años. La familia Black estaba consternada y el muchacho no pudo aguantarse su ira azotando el anillo contra el suelo, quebrándose en pedacitos.
Su ego estaba quebrado igual que el diamante de aquella sortija.
La muchacha, tomó los vuelos de sus vestidos y salió huyendo del salón, para ponerse a respirar en el balcón de su honorable y fina casa. Apoyaba sus delgadas manos contra el mármol frío, su respiración subía y bajaba, y sus ojos le picaban ardidamente, estaba por ponerse a llorar.
Pero una bruja como ella no era las de que lloraba por cualquier cosa, la impotencia y su orgullo le hizo tragarse los duros nudos en la garganta, mientras se distraía contemplando las estrellas. Observó la hermosa constelación que llevaba su nombre, la chica de la mitología que fue encadenada en una roca para que un monstruo la devorara, la ironía de su vida era tan que llegó a pensar que por alguna razón le habían puesto ese nombre.
Ella también se sentía encadenada bajo las duras tradiciones de su familia, y temía que el monstruo de esa idea tan cerrada la destruyera por completo. Deseaba que algún día, alguien tan valiente y honorable como Teseo la rescatara, ella deseaba que su Teseo la rescatara. Quizás por ello era su mito griego favorito, el que relata su propia historia, el que cuenta su destino de modo figurado.
Sollozó solo un segundo, estaba en una encrucijada, ya les había dicho a sus padres que aun no se sentía habilitada para contraer matrimonio, ella quería conocer mejor al muchacho, pero sus padres se lo imponían, le rompió el corazón al chico al rechazarlo, ella no lo quería, jamás llegaría a quererlo.
Y ella no se sentía culpable por ello, se sentiría culpable, de casarse con alguien que no amara, y que no la amaran, y aquel muchacho sangre pura no la amaba.
Ella no la amaba. Quizás ella nunca desearía amar a nadie, a nadie que le impusieran.
Si tan solo fuera libre.
De algo estaba segura, se intentaría liberar poco a poco, le costaría mucho trabajo, pero era su felicidad o la felicidad de su familia.
Y si algo caracterizaba a Andrómeda Black era sabía perfectamente lo que era el amor propio.
